Buscar Poemas con Conduce


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Se han encontrado 23 poemas con la palabra conduce

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Alfonsina Storni

Imagen

-- de Alfonsina Storni --

Palermo, espesa cabellera verde,
sueltas sus crenchas
sobre el lomo diestro de Buenos Aires:
Cosas de ensueño, como peinetas
de colores,
las avivan y fijan.
El Río de la Plata,
musculoso brazo derecho,
acciona
articulado al torso de hierro de la ciudad:
con sus dedos nerviosos
toma un racimo a los emigrantes,
los desparrama en el puerto;
conduce los seres reparados
a sus tierras natales;

Poema Imagen de Alfonsina Storni con fondo de libro

Lope de Vega

Entre las soledades, don Francisco

-- de Lope de Vega --

Entre las soledades, don Francisco,
donde el último Nilo se derrama,
ni vive fiera en campo, ni ave en rama,
ni gitano pastor conduce aprisco.

Apenas nace al sol verde lentisco
cuando es ceniza de su ardiente llarna
aquí llorando me llamó una dama
desde la punta de un excelso risco.

Enternecido yo (piedad humana),
mas si queréis que os cuente alguna cosa
sabed que lo soñaba esta mañana,

cuando el rocío del aurora hermosa
en copa de cristal teñida en grana
con brindis al jazmín, bebió la rosa.

Poema Entre las soledades, don Francisco de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Entro en mí mismo para verme, y dentro

-- de Lope de Vega --

Entro en mí mismo para verme, y dentro
hallo, ¡ay de mí!, con la razón postrada,
una loca república alterada,
tanto que apenas los umbrales entro.
Al apetito sensitivo encuentro,
de quien la voluntad mal respetada
se queja al cielo, y de su fuerza armada
conduce el alma al verdadero centro.
La virtud, como el arte, hallarse suele
cerca de lo difícil, y así pienso
que el cuerpo en el castigo se desvele.
Muera el ardor del apetito intenso,
porque la voluntad al centro vuele,
capaz potencia de su bien inmenso.

Poema Entro en mí mismo para verme, y dentro de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Sobre ocho veces treinta el sol corría

-- de Lope de Vega --

Sobre ocho veces treinta el sol corría
los años de un enfermo, que aguardaba
junto a Betsaida el ángel que bajaba,
y a las sagradas aguas revolvía.
A Cristo, que salud le prometía,
de la falta del hombre se quejaba,
que la divina luz, que le llamaba,
la noche de su error desconocía.
Yo, que imito sus obras y su nombre,
ciego a la viva luz que me reduce,
aguardo mi remedio descuidado.
Mas no puedo decir por falta de hombre,
pues tengo un hombre en Dios que me conduce
a las aguas del mar de su costado.



Enrique Álvarez Henao

La abeja

-- de Enrique Álvarez Henao --

Miniatura del bosque soberano
y consentida del vergel y el viento,
los campos cruza en busca del sustento,
sin perder nunca el colmenar lejano.

De aquí a la cumbre, de la cumbre al llano,
siempre en ágil, continuo movimiento
va y torna, como lo hace el pensamiento
en la colmena del cerebro humano.

Lo que saca del cáliz de las flores
lo conduce a su celda reducida,
y sigue sin descanso sus labores,

sin saber, ¡ay! que en su vaivén incierto
lleva la miel para la amarga vida
y el blanco cirio para el pobre muerto!



José Ángel Buesa

la sed insaciable

-- de José Ángel Buesa --

Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.
Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...
Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.
Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre durarera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.
Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.
Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.
Y en esa angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxvi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¿de dónde vengo..? El más horrible y áspero
de los senderos busca:
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿A dónde voy? el más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.



Salvador Díaz Mirón

A un pescador

-- de Salvador Díaz Mirón --

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

Pero prorrumpes en canturía
que inculta y tosca mueve a llorar;
oigo la ingenua melancolía
¡del que inseguro del pan del día
surca y arrostra pérfido mar!

Tímida y mustia por los recelos
tu mujercita dirá: -Señor,
une las aguas, limpia los cielos;
cuida y conduce, por los chicuelos,
¡la navecilla del pescador!



Angel González

breves acotaciones para una biografía

-- de Angel González --

Breves acotaciones para una biografía
cuando tengas dinero regálame un anillo,
cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca,
cuando no sepas qué hacer vente conmigo
pero luego no digas que no sabes lo que haces.
Haces haces de leña en las mañanas
y se te vuelven flores en los brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.
Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte esta es la puerta:
se llama ángel y conduce al llanto.



Antonio Machado

A la desierta plaza

-- de Antonio Machado --

A la desierta plaza
conduce un laberinto de callejas.
A un lado, el viejo paredón sombrío
de una ruinosa iglesia;
a otro lado, la tapia blanquecina
de un huerto de cipreses y palmeras,
y, frente a mí, la casa,
y en la casa la reja
ante el cristal que levemente empaña
su figurilla plácida y risueña.
Me apartaré. No quiero
llamar a tu ventana... Primavera
viene --su veste blanca
flota en el aire de la plaza muerta--;
viene a encender las rosas
rojas de tus rosales... Quiero verla...



Miguel Hernández

26

-- de Miguel Hernández --

26
por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.
Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.
Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.
Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.



Juan Gelman

nota ix

-- de Juan Gelman --

Talmente llovió sangre
sangre llovió por mi país
de las venas que el verdugo cortó
del corazón que las recuerda
hermanos en la sangre a navegar
cada día cada día cada día
este viajar no nos conduce
al paraíso ni al infierno
no vamos al paraíso
no vamos al infierno
¿a dónde vamossangre
que cantás amada en la noche?
¿o como pájaro volás
de sangre a sangrerecordando
o sea gorrión de resistir
al olvidoque ni una gota seque?
así navegamosciegos
para que nadie se secase
o volara de sangre a sangre
y pudiera cantarcantar



Juan Nicasio Gallego

A Glicera

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

Renuncia Adán la celestial ventura,
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera
que de tu amor los gustos acibara:

mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.



Francisco Sosa Escalante

A Luisa

-- de Francisco Sosa Escalante --

El cielo con sus dones te engalana,
Lisonjas te prodigan los cantores,
Te brinda la riqueza sus favores,
Y vives, niña, de tu suerte ufana.

Altiva como egregia soberana
El mundo cruzas desdeñando amores,
Y pasas como pasa entre las flores
La brisa juguetona en la mañana.

Mas ay! ignoras que la dicha dura
Lo que el aroma de la flor que luce
En el prado sus galas y hermosura.

Y en medio al esplendor que te seduce
Olvidas por tu mal la desventura
A que la loca vanidad conduce.



Francisco Sosa Escalante

A mi amigo D. Pedro Santacilia

-- de Francisco Sosa Escalante --

La hermosa flor que engalanó tu huerto,
Con mano cariñosa cultivada
Por tí con dulce afán, hoy trasplantada
Miras, y temes al destino incierto.

No dudes, no; tu corazon abierto
Al gozo deja, pues que párte ornada
De la santa virtud quo es la preciada
Nave segura que conduce al puerto.

Será felice, y al mirar cumplida
De sus ensueños la ilusión brillante,
Te amará más y más, agradecida.

Hija, te daba su ternura amante:
Esposa y madre, llevará de egida
Tu nombre, como el faro el navegante.



José Asunción Silva

melancolía

-- de José Asunción Silva --

De todo lo velado,
tenue, lejana y misteriosa surge
vaga melancolía
que del ideal al cielo nos conduce.
He mirado reflejos de ese cielo
en la brillante lumbre
con que ahuyenta las sombras, la mirada
de sus ojos azules.
Leve cadena de oro
que una alma a otra alma con sus hilos une
oculta simpatía,
que en lo profundo de lo ignoto bulle,
y que en las realidades de la vida
se pierde y se consume
cual se pierde una gota de rocío
sobre las yerbas que el sepulcro cubren.



José Asunción Silva

crepúsculo I

-- de José Asunción Silva --

Tableau mistérieux que la
vue offre à la pensée.
Charles nodier
es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlanlas tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados ylos bosques,
y el ángel de la tarde a dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblassin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros devisiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatosinformes
tornan a las estancias de los niños
los duendesprotectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicasvoces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el almatorna
a los felices días de la infancia
que pasaronveloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagosrumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de lanoche.



José Asunción Silva

Crepúsculo2

-- de José Asunción Silva --

Es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del Ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlan las tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados y los bosques,
y el ángel de la tarde a Dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblas sin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros de visiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatos informes
tornan a las estancias de los niños
los duendes protectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicas voces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el alma torna
a los felices días de la infancia
que pasaron veloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagos rumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de la noche.



José Asunción Silva

Melancolía (Silva)

-- de José Asunción Silva --

De todo lo velado,
tenue, lejana y misteriosa surge
vaga melancolía
que del ideal al cielo nos conduce.

He mirado reflejos de ese cielo
en la brillante lumbre
con que ahuyenta las sombras, la mirada
de sus ojos azules.

Leve cadena de oro
que una alma a otra alma con sus hilos une
oculta simpatía,
que en lo profundo de lo ignoto bulle,

y que en las realidades de la vida
se pierde y se consume
cual se pierde una gota de rocío
sobre las yerbas que el sepulcro cubren.

24 De Abril de 1883



José de Diego

pájaro verde

-- de José de Diego --

Había en españa un convento rural,
donde un fraile estuvo, en éxtasis santo,
diez años oyendo la gloria del canto
de un ave escondida en un robledal.

Desde que en mis ojos brotó el primer llanto
y en mi alma de niño el primer ideal,
palpita en mi ambiente, me llama a su encanto,
de un ave invisible la onda musical.

Pájaro de ensueño, pájaro divino,
escucho a la vera, por todo el camino
fluir con su timbre diamantino el trino...

Nunca te mostraste, pero te adivino
¡y sé que a la muerte conduce tu canto inmortal!'



José Martí

fuera del mundo...

-- de José Martí --

Fuera del mundo que batalla y luce
sin recordar a su infeliz cautivo,
a un trabajo servil sujeto vivo
que a la muerte temprano me conduce.
Mas hay junto a mi mesa una ventana
por donde entra la luz; y no daría
este rincón de la ventana mía
¡por la mayor esplendidez humana!



Carlos Pellicer

recinto XVIII

-- de Carlos Pellicer --

vi
con cuánta luz camino
junto a la noche a fuego de los días.
Otros soles no dieron sino ocasos,
sino puertas sin dueño, soledades.
En ti está la destreza de mis actos
y la sabiduría de las voces
del buen nombrar; lo claro del acento
que nos conduce al vértice del ámbito
que gobierna las cosas.
Gracias a ti soy yo quien me descubre
a mi mismo, después de haber pasado
el serpentino límite que dios
puso a su gran izquierda. Sólo tú
has sabido decirme y escucharme.
Sólo tu voz es ave de la mía,
sólo en tu corazón hallé la gloria
de la batalla antigua.
¡Ten piedad
de nuestro amor y cuídalo, oh vida!



Carolina Coronado

en un álbum una de cuyas páginas se presentaba a la magdalena en actitud de clamar al cielo

-- de Carolina Coronado --

¡piedad!... Virgen, arráncame y levanta
de entre estas rocas donde estoy hundida:
hieren sus filos mi desnuda planta,
no hay senda abierta y moriré en la huida.
Corrí sin tino tras lejana estrella
ansiosa de su luz brillante y pura
y osé trepar a esta eminente altura
para después precipitarme de ella.
Subí a la cumbre por camino blando
lleno de blancas perfumadas rosas
y ahora no encuentro de pavor temblando
más que pendientes altas y espantosas.
¡Piedad!... Virgen. Tu mano salvadora
las manos prenda que hacia ti levanto
y hasta los muros de tu pueblo santo
conduce el alma que tu auxilio implora.



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