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Se han encontrado 14 poemas con la palabra comenzar

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Lope de Vega

Tomé la pluma, Fabio, al gallicinio

-- de Lope de Vega --

Tomé la pluma, Fabio, al gallicinio,
pasada la intempesta nocturnancia,
y no para buscar pueblos en Francia
que no tengo historiógrafo desinio.

Y haciendo de las cosas escrutinio
deste mundo visible mi ignorancia,
en todo hallé disgusto y repugnancia
con tanto descompuesto latrocinio.

Intenté comenzar por desengaños,
del mar de nuestra vida breve espuma,
que a tantos necios consumió los años;

pero al mirar la inumerable suma
de inveciones, de máquinas, de engaños,
dejé los libros y arrojé la pluma.

Poema Tomé la pluma, Fabio, al gallicinio de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Riechmann

5

-- de Jorge Riechmann --

¿de qué estábamos hablando?
(pese a su título, estas páginas
nada tienen que ver con un curso de defensa personal:
son acaso una conversación
desgarrada entre los dientes y el tiempo
y vuelta a comenzar. Cosa que ya sabías.)
En realidad lo que quería decirte
lo tiene escrito ya nicanor parra:
todo lo que se dice es poesía
todo lo que se escribe es prosa
todo lo que se mueve es poesía
lo que no cambia de lugar es prosa.
Lo más urgente, poesía con valor de uso.
Lo más nefasto, poesía sin valor para el cambio.

Poema 5 de Jorge Riechmann con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

Tráeme amor de pensamiento vano

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Tráeme amor de pensamiento vano
A ciudado y enojo verdadero,
Y muéstrame el comienzo hacedero
Y todo inconveniente muy liviano.

Y si con él me veo mano á mano,
Hállole ser de mí tan extranjero,
Que él, que parecía mas ligero,
Me parece pesado y inhumano.

Yo me ví tan metido en la celada,
Que deseé pagarlo con la vida;
Mas el alma, que fuera de sí estaba,

Como para la muerte no hay salida,
Volviese á comenzar otra jornada;
Mas esta para mí se acaba.

Poema Tráeme amor de pensamiento vano de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xliv cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Sabrás que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.
Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.
Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.
Mi amor tiene dos vidas para armarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.



Pablo Neruda

siempre

-- de Pablo Neruda --

Antes de mí
no tengo celos.
Ven con un hombre
a la espalda,
ven con cien hombres en tu cabellera,
ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies,
ven como un río
lleno de ahogados
que encuentra el mar furioso,
la espuma eterna, el tiempo!
tráelos todos
adonde yo te espero:
siempre estaremos solos,
siempre estaremos tú y yo
solos sobre la tierra,
para comenzar la vida!



Juan de Tassis y Peralta

determinarse y luego arrepentirse

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Empezar a atrever y acobardarse,
arder el pecho y la palabra helarse,
desengañarse y luego persuadirse;
comenzar una cosa y advertirse,
querer decir su pena y no aclararse,
en medio del aliento desmayarse,
y entre el temor y el miedo consumirse;
en las resoluciones, detenerse,
hallada la ocasión, no aprovecharse,
y, perdida, de cólera encenderse,
y sin saber por qué desvanecerse:
efectos son de amor, no hay que espantarse,
que todo del amor puede creerse.



Gutierre de Cetina

para justificarme en mi porfía

-- de Gutierre de Cetina --

Tal vez muevo la pluma que os alabe,
y antes de comenzar pide que acabe
de celoso temor la fantasía.
Pónesele delante al alma mía
temor que os perderé si tal se sabe,
y no decir de vos lo que en vos cabe
dice amor que es traición y cobardía.
Hágome alguna vez más atrevido
y digo: «¡qué temor tan sin prudencia!
¡ámenla cuantos hay debajo el cielo!»
ved si debo de estar ya bien perdido,
cuando, siendo incurable mi dolencia,
pienso en ajeno mal hallar consuelo.



Hernando de Acuña

Damón

-- de Hernando de Acuña --

Lavinio, al comenzar de mi cuidado,
vi que a mi perdición iba derecho,
pero juzgué tal daño por provecho,
y así lo hubieras tú también juzgado;

por do el amonestarme es excusado,
que, aunque me pone ausencia en gran estrecho,
lo que piensas que sufro a mi despecho,
contento lo padezco y de mi agrado.

Que si Amor de este mal quiere que muera,
no me podrá quitar que esto no sea
remedio de mis males, y el más sano;

porque, tras haber visto a Galatea,
¿qué bien podrá igualarse al que perdiera
en no padecer muerte de su mano?



Hernando de Acuña

En su fiera grandeza confiando

-- de Hernando de Acuña --

En su fiera grandeza confiando,
los ánimos tan altos levantaban
los gigantes de Flegra, que esperaban
de vencer a los dioses guerreando;

y contra el alto cielo, no dudando,
las belicosas máquinas alzaban,
y a comenzar el hecho ya se estaban
con superbo furor aparejando;

cuando Júpiter, esto conociendo,
luego quiso que fuesen castigados
del bestial movimiento de su guerra,

y con rayos el aire oscureciendo,
después de todos ser despedazados,
con ellos abrasó toda la tierra.



Marilina Rébora

el muñeco

-- de Marilina Rébora --

El muñeco
¡madre!, clama en voz queda mi ferviente mensaje;
¡madre, mi madre, acude porque te necesito!
la voz, primero tierna, va haciéndose salvaje:
si al comenzar fue ruego, termina siendo grito.
Todo ansias de amor el son de mi lenguaje,
salvando las alturas en pos del infinito,
desesperante, alcanza, tras impetuoso viaje,
acento de mandato para aquel ser bendito.
Sólo que a su momento la voz se pierde en eco;
el sonido se expande con angustia de ausencia,
y recuerdo, de pronto, el ¡mamá! del muñeco.
Yo también lo repito, como él lo repetía,
y me siento el muñeco de trágica presencia
ya que nadie responde, mi dulce madre mía.



Meira Delmar

coplas del amor triste

-- de Meira Delmar --

No las vi, si las hubo,
señales que me advirtieran
que el amor tuyo no era
para mí.
Por eso andando seguí
llamada por tu mirada
que el corazón me encendía,
y cuando llegar creí
al anillo de tus brazos,
rompiste todos los lazos
y en el olvido caí.
Morir puede ser, a veces,
el instante en que sabemos
que nunca más volveremos
a encontrar
los ojos que nos amaron,
las voces que nos nombraron
al pasar.
Después se sigue viviendo,
si es que se puede llamar
vivir, a dejarse ir,
no importa cómo ni cuándo,
simplemente desandando
recuerdos hasta partir.
Caminar, para encontrarte,
fue tan sólo caminar.
Pero el regreso dejarte
fue comenzar a arrastrar
el paso cual bestia herida
que no entiende que la vida
se le está yendo al andar.
!--Img



Evaristo Carriego

Por la ausente

-- de Evaristo Carriego --

Fuma de nuevo el viejo su trabajosa
pipa y la madre escucha con indulgencia
el sabido proceso de la dolencia
que aflige a una pariente poco animosa.

El muchacho concluye la fastidiosa
composición, que sobre la negligencia
en la escuela le dieron de penitencia,
por haber olvidado no sé qué cosa...

Y en el hondo silencio que de repente
como una obsesión mala llena el ambiente,
muy quedo la hermanita va a comenzar

la oración, noche a noche tartamudeada,
por aquella perdida, desamorada,
que hace ya cinco meses dejó el hogar.



José Alonso y Trelles

Canta la noche

-- de José Alonso y Trelles --

Sobre la cabeza del lomiyo
Que luce en oro de su dueño el nombre,
Como cansáo de asujetar las riendas
Se apoya el brazo convidando al trote.
Obedece el overo,
Que sabe ya que al comenzar la noche,
La inquietú de su dueño se adormece
Como en agua e laguna el camalote,
Y, pisando a gatitas la gramiya,
Va saliendo del monte
Pa rumbiar por la costa e la cañada
Buscando un rancho al que da sombra un molle.
Duebla el jinete el poncho sobre el hombro,
Y pa que al viento su melena flote
Echa a la nuca el gacho y pára el oído,
Y se agacha pa ver el horizonte...
No se mueve ni un pasto; en la yanura
Ni el tero ni el chajá sienten el trote
Del overo que sabe, como su amo,
Que hay que juir de la luz y de los hombres...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
En la puerta del rancho
A que da sombra un molle,
Una china hechicera espera a un gáucho,
Y un poema de amor canta la noche.



Roberto Juarroz

poemas de otredad 2

-- de Roberto Juarroz --

El otro que lleva mi nombre
ha comenzado a desconocerme.
Se despierta donde yo me duermo,
me duplica la persuasión de estar ausente,
ocupa mi lugar como si el otro fuera yo,
me copia en las vidrieras que no amo,
me agudiza las cuencas desistidas,
descoloca los signos que nos unen
y visita sin mí las otras versiones de la noche.
Imitando su ejemplo,
ahora empiezo yo a desconocerme.
Tal vez no exista otra manera
de comenzar a conocernos.



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