Buscar Poemas con Camisa


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Se han encontrado 21 poemas con la palabra camisa

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Leopoldo Lugones

Al jorobado

-- de Leopoldo Lugones --

Sabio jorobado, pide a la taberna,
Comadre del diablo, su teta de loba.
El vino te enciende como una linterna
Y en turris ebúrnea trueca tu joroba,
Porque de nodriza tuviste una loba
Como los gemelos de Roma la Eterna.

Sabio jorobado, tu pálida mueca
Tiene óxidos de odio como los puñales,
Y los dados sueltos de tu risa seca
Con los cascabeles disuenan rivales.
Tu risa amenaza como los puñales,
Como un moribundo se tuerce tu mueca.

Sabio jorobado, la pálida estrella
Que tú enamorabas desde una cornisa,
Como blanca novia, como astral doncella,
Del balcón del cielo cuelga su camisa.
Un gato me ha dicho desde la cornisa,
Sabio jorobado, que duermes con ella.

Demanda a la luna tu disfraz de boda
Y en íntimo lance finge a Pulcinela.
Pulula en el río tanta lentejuela
Para esos brocatos a la última moda,
Que en su fondo debes celebrar tu boda
Tal como un lunólogo dandy a la alta escuela.

Poema Al jorobado de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

¡Con qué artificio tan divino sales

-- de Lope de Vega --

¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina,
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.
Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
a aun a pensar en nuestros años breves.
Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves
que tienen en la tierra el fundamento.

Poema ¡Con qué artificio tan divino sales de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Debravo

esta canción amarga

-- de Jorge Debravo --

Sufro tanto que a veces ni siquiera
sé si sufro por mí o por el obrero.
El sufrimiento nace, simplemente.
Es como un árbol ciego.

No lo busco, lo llamo ni lo aguardo.
Nace cuando lo quiere.
Es como un chorro de alcohol, como una
almohada de alfileres.

Es amargo y sangriento a medianoche
y a veces -sin permiso- en las aceras.
Me anuda la camisa hasta asfixiarme.
Me riega ácidos malos en las venas.

Sin embargo, hermanos, cuando falta
es como si mi carne estuviera vacía.
Como si no corriera el jugo de mi sangre.
Como si a chorros, roja, se me huyera la vida.

Poema esta canción amarga de Jorge Debravo con fondo de libro

César Vallejo

oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de esta botella

-- de César Vallejo --

¡oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!
tarde cuando la aurora de la tarde
flameó funestamente en cinco espíritus.
Viudez sin pan ni mugre, rematando en horrendos metaloides
y en células orales acabando.
¡Oh siempre, nunca dar con el jamás de tántosiempre!
¡oh mis buenos amigos, cruel falacia,
parcial, penetrativa en nuestro trunco,
volátil, jugarino desconsuelo!
¡sublime, baja perfección del cerdo,
palpa mi general melancolía!
¡zuela sonante en sueños,
zuela
zafia, inferior, vendida, lícita, ladrona,
baja y palpa lo que eran mis ideas!
tú y él y ellos y todos,
sin embargo,
entraron a la vez en mi camisa,
en los hombros madera, entre los fémures, palillos;
tú particularmente,
habiéndome influido;
él, fútil, colorado, con dinero
y ellos, zánganos de ala de otro peso.
¡Oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!



César Vallejo

primavera tuberosa

-- de César Vallejo --

Esta vez, arrastrando briosa sus pobrezas
al sesgo de mi pompa delantera,
coteja su coturno con mi traspié sin taco,
la primavera exacta de picotón de buitre.
La perdí en cuanto tela de mis despilfarros,
juguéla en cuanto pomo de mi aplauso;
el termómetro puesto, puesto el fin, puesto el gusano,
contusa mi doblez del otro tia,
aguardéla al arrullo de un grillo fugitivo
y despedía uñoso, somático, sufrido.
Veces latentes de astro,
ocasiones de ser gallina negra,
entabló la bandida primavera
con mi chusma de aprietos,
con mis apocamientos en camisa,
mi derecho soviético y mi gorra.
Veces las del bocado lauríneo,
con símbolos, tabaco, mundo y carne,
deglusión translaticia bajo palio,
al són de los testículos cantores;
talentoso torrente el de mi suave suavidad,
rebatible a pedradas, ganable con tan sólo suspirar...
Flora de estilo, plena,
citada en fangos de honor por rosas auditivas...
Respingo, coz, patada sencilla,
triquiñuela adorada... Cantan... Sudan...



César Vallejo

parís, octubre 1936

-- de César Vallejo --

París, octubre 1936
de todo esto yo soy el único que parte.
De este banco me voy, de mis calzones,
de mi gran situación, de mis acciones,
de mi número hendido parte a parte,
de todo esto yo soy el único que parte.
De los campos elíseos o al dar vuelta
la extraña callejuela de la luna,
mi defunción se va, parte mi cuna,
y, rodeada de gente, sola, suelta,
mi semejanza humana dase vuelta
y despacha sus sombras una a una.
Y me alejo de todo, porque todo
se queda para hacer la coartada:
mi zapato, su ojal, también su lodo
y hasta el doblez del codo
de mi propia camisa abotonada.



Diego de Torres Villarroel

ciencia de los cortesanos de este siglo

-- de Diego de Torres Villarroel --

Bañarse con harina la melena,
ir enseñando a todos la camisa,
espada que no asuste y que dé risa,
su anillo, su reloj y su cadena;
hablar a todos con la faz serena,
besar los pies a misa doña luisa,
y asistir como cosa muy precisa
al pésame, al placer y enhorabuena;
estar enamorado de sí mismo,
mascullar una arieta en italiano
y bailar en francés tuerto o derecho;
con esto, y olvidar el catecismo,
cátate hecho y derecho cortesano,
mas llevárate el diablo dicho y hecho.



Dulce María Loynaz

la sonrisa

-- de Dulce María Loynaz --

Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel cristo tan pálido yo estaba:

y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...

La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.

(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)

Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...

La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...

Indecisa,
sobre la faz del cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el cristo sonriendo en la repisa.

Y cuando el cristo se borró... Yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.



Pablo Neruda

si todos los ríos son dulces

-- de Pablo Neruda --

Si todos los ríos son dulces
de dónde saca sal el mar?
cómo saben las estaciones
que deben cambiar de camisa?
por qué tan lentas en invierno
y tan palpitantes después?
y cómo saben las raíces
que deben subir a la luz?
y luego saludar al aire
con tantas flores y colores?
siempre es la misma primavera
la que repite su papel?



Félix María Samaniego

La vergüenza

-- de Félix María Samaniego --

En casa de un labrador

vivían Blas y Lorenza:

se profesaban amor;

pero él tenía vergüenza

y ella tenía rubor.

A la aurora en el corral

se encontraron en camisa.

El encuentro fue casual:

cubrióse ella a toda prisa

la cosa con el pañal.

Turbado Blas desde luego

se remanga el camisón,

y de vergüenza hecho un fuego

tápase con el faldón

y como ella queda ciego.

Al huir tropieza Blas

con la cuitada Lorenza,

y... ¡ Válgate Barrabás!

Yo también tengo vergüenza;

no me atrevo a contar más.



Félix María Samaniego

La vieja y el gato

-- de Félix María Samaniego --

Tenía cierta vieja de costumbre,

al meterse en la cama,

arrimarse en cuclillas a la lumbre,

en camisa, las manos a la llama.

En este breve rato,

le hacía un manso gato

dos mil caricias tiernas:

pasaba y repasaba entre sus piernas.

Y como en tales casos la enarbola,

tocaba en cierta parte con la cola.

Y la vieja cuitada

muy contenta decía: -Peor es nada.



Anónimo

La misa del amor

-- de Anónimo --

Mañanita de San Juan,

mañanita de primor,

cuando damas y galanes

van a oír misa mayor.

Allá va la mi señora,

entre todas la mejor;

viste saya sobre saya,

mantellín de tornasol,

camisa con oro y perlas

bordada en el cabezón.

En la su boca muy linda

lleva un poco de dulzor;

en la su cara tan blanca,

un poquito de arrebol,

y en los sus ojuelos garzos

lleva un poco de alcohol;

así entraba por la iglesia

relumbrando como el sol.

Las damas mueren de envidia,

y los galanes de amor.

El que cantaba en el coro,

en el credo se perdió;

el abad que dice misa,

ha trocado la lición;

monacillos que le ayudan,

no aciertan responder, non,

por decir amén, amén,

dicen amor, amor.



Miguel Hernández

4

-- de Miguel Hernández --

4
me tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.



Nicolás Guillén

canción

-- de Nicolás Guillén --

¡de qué callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera
la primavera!
(yo, muriendo.)
Y de qué modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril.
¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera
la primavera?
(no soy tanto.)
En cambio, ¡qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!
¡de qué callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera
la primavera!
(yo, muriendo.)



Julio Herrera Reissig

El ama (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Erudita en lejías, doctora en la compota
y loro en los esdrújulos latines de la misa,
tan ágil viste un santo, que zurce una camisa,
en medio de una impávida circunstancia devota...

Por cuanto el señor cura es más que un hombre, flota
en el naufragio unánime su continencia lisa...
Y un tanto regañona, es a la vez sumisa,
con los cincuenta inviernos largos de su derrota.

Hada del gallinero. Genio de la despensa.
Ella en el paraíso fía la recompensa...
Cuando alegran sus vinos, el vicario la engríe

ajustándole en chanza las pomposas casullas...
Y en sus manos canónicas, golondrinas y grullas
comulgan los recortes de las hostias que fríe.



Julio Herrera Reissig

Neurastenia (Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Huraño el bosque muge su rezongo,
y los ecos llevando algún reproche
hacen rodas su carrasqueño coche
y hablan la lengua de un extraño Congo.

Con la expresión estúpida de un hongo,
clavado en la ignorancia de la noche,
muere la Luna. El humo hace un fantoche
de pies de sátiro y sombrero oblongo.

¡Híncate! Voy a celebrar la misa.
Bajo la azul genuflexión de Urano
adoraré cual hostia tu camisa.:

"¡Oh, tus botas, los guantes, el corpiño...!"
Tu sueño expresará sobre mi mano
la metempsícosis de un astro niño.



Julio Herrera Reissig

el baño

-- de Julio Herrera Reissig --

Entre sauces que velan una anciana casuca,
donde se desvistieran devorando la risa,
hacia el lago, foloe, safo y ceres, de prisa
se adelantan en medio de la tarde caduca.

Atreve un pie foloe, bautizase la nuca,
y ante el espejo de ámbar arróbase indecisa;
meneando el talle, safo respinga su camisa
y corre, mientras ceres gatea y se acurruca...

Después de agrias posturas y esperezos felinos,
gimiendo un ¡ay! glorioso se abrazan a las ondas,
que críspanse con lúbricos espasmos masculinos...

Mientras, ante el misterio de sus gracias redondas,
loth, febo y david, púdicos tanto como ladinos,
las contemplan y pálidos huyen entre las frondas.



Federico García Lorca

La monja gitana

-- de Federico García Lorca --

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.



Claudio Rodríguez

hilando (la hilandera de espaldas, del cuadro de velázquez)

-- de Claudio Rodríguez --

( la hilandera de espaldas , del cuadro de velázquez)
tanta serenidad es ya dolor.
Junto a la luz del aire
la camisa ya es música, y está recién lavada,
aclarada,
bien ceñida al escorzo
risueño y torneado de la espalda,
con su feraz cosecha,
con el amanecer nunca tardío
de la ropa y la obra. Este es el campo
del milagro: helo aquí,
en el alba del brazo,
en el destello de estas manos, tan acariciadoras
devanando la lana:
el hilo y el ovillo,
y la nuca sin miedo, cantando su viveza,
y el pelo muy castaño
tan bien trenzado,
con su moño y su cinta;
y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.
Con la velocidad del cielo ido,
con el taller, con
el ritmo de las mareas de las calles,
está aquí, sin mentira,
con un amor tan mudo y con retorno,
con su celebración y con su servidumbre.



Clemente Althaus

Cuadros

-- de Clemente Althaus --

¿Visteis, cuando el temblor con improvisa
fuerza se siente al despuntar el alba,
que, como puede cada cual se salva,
sin que a nada lugar le dé la prisa?

Saliendo sin zapatos y en camisa,
flacas piernas mostrando y lucía calva,
hacen Crispín y su mujer Grijalva
que en medio del terror nazca la risa.

¡Cuánto oculto galán más que de trote
con la infamada joven sale fuera,
sin temor de que el público lo note!

Y hasta se ve salir ¡quién lo creyera!
a todo un venerable sacerdote
¡de la impura mansión de una ramera!



Ricardo Güiraldes

Luna (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Luna que haces ulular a los perros y los poetas.

Faro de tiza

astro en camisa.

Disco, casco y guadaña, colgada al hombro de la noche, representante de muerte.

Impotente

intermitente.

Parásito luminoso del sol, chinchorro giratorio de nuestra barca sideral.

Ronda vejiga

pálida miga.

Surtidora de falsas purezas. Frígido ovillo.

Pulcro botón de calzoncillo.

Nadie te teme; todos te quieren. Inofensivo bollo de harina sin importancia.

Blanca jactancia.

Sudario de azoteas. Velador de noctámbulos.

Orgullo hinchado

de trasnochado.

Luna, muerte, maleficio

gorda madama del precipicio.

Ojalá se ahogue dentro de un charco,

tu ojo zarco.

Ángel caído en frialdad, per-in-eternum.

Mundo maldito,

me importa un pito.

Buenos Aires, 1916.



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