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Se han encontrado 9 poemas con la palabra calientes

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Vicente Aleixandre

los besos

-- de Vicente Aleixandre --

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?
entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan. Revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.

Poema los besos de Vicente Aleixandre con fondo de libro

Alfonsina Storni

Siesta

-- de Alfonsina Storni --

Sobre la tierra seca
EI sol quemando cae:
Zumban los moscardones
Y las grietas se abren...
El viento no se mueve.
Desde la tierra sale
Un vaho como de horno;
Se abochorna la tarde
Y resopla cocida
Bajo el plomo del aire...
Ahogo, pesadez,
Cielo blanco; ni un ave.

Se oye un pequeño ruido:
Entre las pajas mueve
Su cuerpo amosaicado
Una larga serpiente.
Ondula con dulzura.
Por las piedras calientes
Se desliza, pesada,
Después de su banquete
De dulces y pequeños
Pájaros aflautados
Que le abultan el vientre.

Se enrosca poco a poco,
Muy pesada y muy blanda,
Poco a poco se duerme
Bajo la tarde blanca.
¿Hasta cuándo su sueño?
Ya no se escucha nada.
Larga siesta de víbora
Duerme también mi alma.

Poema Siesta de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

Siesta (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Sobre la tierra seca
EI sol quemando cae:
Zumban los moscardones
Y las grietas se abren...
El viento no se mueve.
Desde la tierra sale
Un vaho como de horno;
Se abochorna la tarde
Y resopla cocida
Bajo el plomo del aire...
Ahogo, pesadez,
Cielo blanco; ni un ave.

Se oye un pequeño ruido:
Entre las pajas mueve
Su cuerpo amosaicado
Una larga serpiente.
Ondula con dulzura.
Por las piedras calientes
Se desliza, pesada,
Después de su banquete
De dulces y pequeños
Pájaros aflautados
Que le abultan el vientre.

Se enrosca poco a poco,
Muy pesada y muy blanda,
Poco a poco se duerme
Bajo la tarde blanca.
¿Hasta cuándo su sueño?
Ya no se escucha nada.
Larga siesta de víbora
Duerme también mi alma.

Poema Siesta (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

Gabriela Mistral

coplas

-- de Gabriela Mistral --

Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas;
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.
Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.
¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!,
¡boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!
¡tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡ni voy en tu busca
ni consigo tampoco olvidarte!
un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustenta la cal de tus huesos!
¡carne de miseria,
gajo vergonzante, muerto de fatiga,
que no baja a dormir a tu lado,
que se aprieta, trélmulo,
al impuro pezón de la vida!



Humberto Megget

Va a dormirse una luz

-- de Humberto Megget --

Va a dormirse una luz sobre mi frente
una luz en el cuarto este que toco
en el cuarto este de aguas que no bebo
de hojas mal impresas
y de estufas calientes.
Va a dormirse una luz
una luz que se estira en varias líneas
que no tiene
ni boca
ni estornudos
ni dedos para pies
ni pies sin dedos
sobre mis dientes mordiendo una manzana.
Va a dormirse una luz
hasta mañana.



Vicente Aleixandre

corazón negro

-- de Vicente Aleixandre --

Corazón negro.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón dolorido que desde lejos la envías
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
Beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!



Evaristo Ribera Chevremont

valle de yabucoa

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Valle que al clima tórrido, basto y vital conformas
tus anchurosidades y tus renacimientos.
Valle que al clima ofreces tus multiformes formas;
formas de exuberancias y de desbordamientos.

Azul de radiaciones, cargado de crudezas,
de acentuación robusta, cubre tus extensiones.
Los picos que te ciñen, guardas de tus bellezas,
enarbolan su verde sobre el verde que expones.

En tu amplitud, con trazos calientes, encendidos,
con trazos decididos, brillan las palmas reales;
y, en tu silencio, impónense sinfonías y ruidos;
sinfonías de insectos y ruidos de cañales.

Anégome en tu aire de trópico, compacto,
en el que las guajanas aligeras enfilas;
y tu insondable esencia concentradora capto
en los bueyes de enormes y solares pupilas.



Federico García Lorca

Reyerta

-- de Federico García Lorca --

En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.

*

El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.

*

La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.



José Martí

antes de trabajar

-- de José Martí --

Antes de trabajar, como el cruzado
saludaba a la hermosa en la arena,
la lanza de hoy, la soberana pluma
embrazo, a la pasión, corcel furioso
con mano ardiente embrido, y de rodillas
pálido domador, saludo al verso.
Después, como el torero, al circo salgo
a que el cuerno sepulte en mis entrañas
el toro enfurecido. Satisfecho
de la animada lid, el mundo amable
merendará, mientras expiro helado,
pan blanco y vino rojo, y los esposos
nuevos se encenderán con las miradas.
En las playas el mar dejará en tanto
nuevos franos de arena: nuevas alas
asomarán ansiosas en los huevos
calientes de los nidos: los cachorros
del tigre echarán diente: en los preñados
arboles de la huerta, nuevas hojas
con frágil verde poblarán las ramas.
Mi verso crecerá: bajo la yerba
yo también creceré: ¡cobarde y ciego
quien del mundo magnífico murmura!



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