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-- de Luis Gonzaga Urbina --
En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.
Ríe en mi tedio sepulcral guarida
como un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.
Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;
enciende la razón en mi locura,
¡tengo hambre y sed de bien!... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura.....
Poema "aantifona" de Luis Gonzaga Urbina
-- de Luis Palés Matos --
La ceiba sobre el cauce se dobla bondadosa
quebrando la afonía de la áfona llanura.
Con su voz de matrona, la ceiba caprichosa
tiene el ramaje loco de una rara locura.
Ella entraña el recuerdo recóndito y fragante,
de una princesa india de pupila moruna,
que sumergió en el río su cuerpo palpitante
bajo la anemia crónica de la pálida luna.
Ella ofrenda su sombra tutelar al viajero
nostálgico de calma; el ruiseñor parlero,
entona entre sus ramas fervientes sonatinas;
la ceiba es una madre, que sobre el río largo
expande su paraguas enorme; y sin embargo,
la ceiba tiene el tronco pletórico de espinas.
Poema "la ceiba" de Luis Palés Matos
-- de Jaime Sabines --
Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.
¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?
me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.
¡Apiádate de mí!
quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.
Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.
Poema "igual que los cangrejos..." de Jaime Sabines
-- de José Tomás de Cuellar --
DIRÍJEME tus ojos, amor mío,
Dame tus labios á besar, hermosa,
Reclínate en mi pecho cariñosa,
Cura en tus brazos mi pesar impío.
Encadena á tus plantas mi albedrío;
Hazme feliz, criatura bondadosa...
¡Cuál me enagena la expansión dichosa!
¡Con qué magia disipas el hastío!
Quiero gozar contigo hasta la muerte,
Quiero siempre vivir para adorarte
Y bendecir unidos nuestra suerte.
¡Ay! ya siento un dolor al apartarte,
Ya el tedio me consume, y al perderte...
Me aborrezco, ¡ay de mí! ¡no puedo amarte!
Poema "El placer" de José Tomás de Cuellar
-- de Evaristo Carriego --
Sí, vecina: te puedes dar la mano,
esa mano que un día fuera hermosa,
con aquella otra eterna silenciosa
«que se cansara de aguardar en vano.
Tú también, como ella, acaso fuiste
la bondadosa amante, la primera,
de un estudiante pobre, aquel que era
un poco chacotón y un poco triste.
O no faltó el muchacho periodista
que allá en tus buenos tiempos de modista
en ocios melancólicos te amó
y que una fría noche ya lejana,
te dijo, como siempre: «Hasta mañana»...
Pero que no volvió.
Poema "Como aquella otra" de Evaristo Carriego
-- de Evaristo Carriego --
Una luz familiar; una sencilla
bondadosa verdad en el sendero;
un estoico fervor de misionero
que traía por biblia una cartilla.
Cuando en la hora aciaga, en el obscuro
ámbito de la sangre, su mirada
de inefable visión fué deslumbrada
y levantó su voz, a su conjuro,
en medio de las trágicas derrotas
y entre un sordo rumor de lanzas rotas,
sobre las pampas, sobre el suelo herido,
se hizo cada vez menos profundo
el salvaje ulular, el alarido
de las épicas hordas de Facundo.
Poema "Sarmiento (Carriego)" de Evaristo Carriego
-- de Francisco Sosa Escalante --
Si con ansia mortal miraste un día
De tu mansion bajo el dorado techo,
Al hijo idolatrado que en el lecho
Te dió su adios postrero en su agonía;
Si de entónces tenaz melancolía
Tu frente anubla y despedaza el pecho,
Y en vano la amistad á tu despecho
Consuelo ofrece, bondadosa y pía:
¿Cómo puedes mirar indiferente
A la madre del tierno cervatillo
Que allí en el bosque cautivaste artero?
¿Nada te dice su gemir doliente
Cuando le hiere el deslumbrante brillo
De tu desnudo matador acero?
Poema "A un cazador" de Francisco Sosa Escalante