Buscar Poemas con Ardo


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra ardo

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Miguel Hernández

9

-- de Miguel Hernández --

9
fuera menos penado si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
cardo tu piel para mi tacto, cardo,
tuera tu voz para mi oído, tuera.
Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo,
y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
miera, mi voz para la tuya miera.
Zarza es tu mano si la tiento, zarza,
ola tu cuerpo si la alcanzo, ola,
cerca una vez pero un millar no cerca.
Garza es mi pena, esbelta y triste garza,
sola como un suspiro y un ay, sola,
terca en su error y en su desgracia terca.

Poema 9 de Miguel Hernández con fondo de libro

Lope de Vega

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo

-- de Lope de Vega --

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,
hallé en cabello a mi Lucinda un día,
tan hermosa, que al cielo parecía
en la risa del alba, abriendo el polo.
Vino un aire sutil, y desatólo
con blando golpe por la frente mía,
y dije a Amor que para qué tejía
mil cuerdas juntas para un arco solo.
Pero él responde: «Fugitivo mío,
que burlaste mis brazos, hoy aguardo
de nuevo echar prisión a tu albedrío».
Yo, triste, que por ella muero y ardo,
la red quise romper; ¡qué desvarío!,
pues más me enredo mientras más me guardo.

Poema Con nuevos lazos, como el mismo Apolo de Lope de Vega con fondo de libro

Duque de Ribas

A Lucianela

-- de Duque de Ribas --

Cuando, al compás del bandolín sonoro
y del crótalo ronco, Lucianela,
bailando la gallarda tarantela,
ostenta de sus gracias el tesoro;

y, conservando el natural decoro,
gira y su falda con recato vuela,
vale más el listón de su chinela
que del rico Perú las minas de oro.

¡Cómo late tu seno! ¡Cuán gallardo
su talle ondea! ¡Qué celeste llama
lanzan los negros ojos brilladores!

¡Ay! Yo en su fuego me consumo y ardo,
y en alta voz mi labio la proclama
de las gracias deidad, reina de amores.

Poema A Lucianela de Duque de Ribas con fondo de libro

Gutierre de Cetina

mientra el fiero león, fogoso, ardiente,

-- de Gutierre de Cetina --

Con furioso calor nos mueve guerra,
mientra la madre de aristeo atierra
los árboles, las plantas, la simiente,
entre altos montes de soberbia gente,
que al helvecio feroz el paso cierra,
me hallo en otra clima, en otra tierra
de la mi cara patria diferente.
Allá febo no tiene hora reparo;
acá muestra mudar orden el cielo,
y con helada nieve nos castiga.
Entre estas diferencias se ve claro
cuál es mi mal, pues ardo en medio el hielo
y en el fuego se hiela mi enemiga.



Gutierre de Cetina

por vos ardí, señora, y por vos ardo

-- de Gutierre de Cetina --

Y arder por vos mientras viviere espero,
o contraste el deseo el hado fiero,
o sea favorable al bien que aguardo.
Tan a lo vivo a penetrado el dardo
de amor, que cuando menos bien os quiero,
por vos deseo morir, y por vos muero,
y por vos sola de morir me guardo.
Vos el primer ardor fuisteis al alma,
vos último seréis en la última hora;
y creed a mi fe lo que os promete.
Bien podrá de mi muerte haber la palma,
más después se verá, cual es ahora,
pasar el fuego mío de allá de lete.



Hernando de Acuña

Mientras de parte en parte se abrasaba

-- de Hernando de Acuña --

Mientras de parte en parte se abrasaba
y en vivas llamas la gran Roma ardía,
al alto cielo el gran clamor subía
del pueblo todo, que su mal lloraba;

sólo en parte Nerón cantando estaba
do el clamor miserable escarnecía,
y el incendio mayor más alegría,
y el mayor llanto más placer le daba.

Así, de en medio el alma donde estáis,
veis, señora, mi fuego y toda en llanto
la turba de mis tristes pensamientos;

y tanto más de verlo os alegráis,
cuanto más ardo y por vos lloro, y cuanto
me llegan más al cabo mis tormentos.



Vicente Wenceslao Querol

Anacreóntica

-- de Vicente Wenceslao Querol --

Cuando en un breve instante
del desdén al cariño
tú pasas inconstante,
sé por qué Amor es niño.

Cuando de infiel te acusa
mi entendimiento, y luego
mi corazón te excusa,
sé por qué Amor es ciego.

Cuando tras pasión nueva
de mí huyes veleidosa,
sé por qué el Amor lleva
alas de mariposa.

Y cuando mi esperanza
muere y en celos ardo,
sé por qué el Amor lanza
su ponzoñoso dardo.



Fernando de Herrera

Acabe ya el lamento grande mío

-- de Fernando de Herrera --

Acabe ya el lamento grande mío,
con quien inundo, Betis, tu corriente;
que mi dolor acerbo no consiente
perpetuo estado a tanto desvarío.

Este fuego en quien ardo gaste el frío,
rompa este yugo estrecho ya mi frente,
y amor en sus rendidos no me cuente;
que del a luengo paso me desvío.

No me tendrá en confuso error su olvido,
su desdén, su rigor y su tormento,
que tanto se cansaron en mi pena.

Mas yo ¿qué digo, ausente y ofendido,
si el impío ofrece siempre al pensamiento
de mi astro fatal la luz serena?



Fernando de Herrera

Mientras Amor entrega los despojos

-- de Fernando de Herrera --

Mientras Amor entrega los despojos
de quien suspira tierna y cuida y ama,
yo en vano ausente ardo en tibia llama,
viendo trocar mis flores en abrojos.

Vos en vuestro esplendor honráis los ojos,
yo voy a do mi ciego error me llama;
vuestro sol vos regala y vos inflama,
yo en lenta pena enciendo mis enojos.

Dichoso vos, que nunca o vuestra gloria
fue de penosas ansias ofendida,
o sentisteis la fuerza del veneno;

mas yo jamás, mezquino, sin memoria,
sin triste mal de amor pasé la vida,
y del más corto bien fui siempre ajeno.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 24

-- de Francisco de Quevedo --

Miro este monte que envejece enero,
y cana miro caducar con nieve
su cumbre que, aterido, oscuro y breve,
la mira el sol, que la pintó primero.
Veo que en muchas partes, lisonjero,
o regala sus hielos, o los bebe;
que, agradecido a su piedad, se mueve
el músico cristal libre y parlero.
Mas en los alpes de tu pecho airado,
no miro que tus ojos a los míos
regalen, siendo fuego, el hielo amado.
Mi propia llama multiplica fríos,
y en mis cenizas mismas ardo helado,
envidiando la dicha de estos ríos.



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