Buscar Poemas con Aires


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 70 poemas con la palabra aires

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Marilina Rébora

buenos aires

-- de Marilina Rébora --

Buenos aires
no tendrá buenos aires un río de cobalto
ni en sus cofres tesoros de vivas esmeraldas,
pero el cielo celeste es bandera en lo alto
y extensa pampa verde se brinda a sus espaldas.
Falto de budas de oro o faroles de piedra,
alminares curiosos o jardines alados,
mas es rica en paredes apretadas de hiedra
y jazmines, aromos y ceibos colorados.
Posee todavía trepadoras glicinas,
trémulas madreselvas, vocingleros gorriones,
cuando no el aleo perspicaz de golondrinas
percutiendo cristales, revolando balcones.
Y el sol, siempre con sol en patios y terrazas,
tejiendo entre los árboles de las umbrías plazas.

Poema buenos aires de Marilina Rébora con fondo de libro

Jorge Guillén

los aires

-- de Jorge Guillén --

¡damas altas, calandrias!
junten su elevación
algazara y montaña,
todavía crecientes
gracias a la mañana
trémula del rocío,
tan cándida y sin tasa,
bajo el cielo inventor
de distancias, de fábulas.
¡Libertad de la luz,
damas altas, calandrias,
lo rubio, lo ascendente!
sean así la traza,
tan simple aún, clarísima,
de las profundas nadas
gozosas de los aires,
con un alma inmediata,
sí, visible, total,
¡ah!, para la mirada
de los siempre amadores
¡damas altas, calandrias!

Poema los aires de Jorge Guillén con fondo de libro

Jorge Luis Borges

buenos aires, 1899

-- de Jorge Luis Borges --

Buenos aires, 1899
el aljibe. En el fondo la tortuga.
Sobre el patio la vaga astronomía
del niño. La heredada platería
que se espeja en el ébano. La fuga
del tiempo, que al principio nunca pasa.
Un sable que ha servido en el desierto.
Un grave rostro militar y muerto.
El húmedo zaguán. La vieja casa.
En el patio que fue de los esclavos
la sombra de la parra se aboveda.
Silba un trasnochador por la vereda.
En la alcancía duermen los centavos.
Nada. Sólo esa pobre medianía
que buscan el olvido y la elegía.

Poema buenos aires, 1899 de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Idea Vilariño

mediodía

-- de Idea Vilariño --

Transparentes los aires, transparentes
la hoz de la mañana,
los blancos montes tibios, los gestos de las olas,
todo ese mar, todo ese mar que cumple
su profunda tarea,
el mar ensimismado,
el mar, a esa hora de miel en que el instinto
zumba como una abeja somnolienta...
Sol, amor, azucenas dilatadas, marinas,
ramas rubias sensibles y tiernas como cuerpos,
vastas arenas pálidas.

Transparentes los aires, transparentes
las voces, el silencio.
A orillas del amor, del mar, de la mañana,
en la arena caliente, temblante de blancura,
cada uno es un fruto madurando su muerte.



Carolina Coronado

¡ay!, transportad mi corazón al cielo

-- de Carolina Coronado --

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del oriente,
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.
A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.
Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.
Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.
¡Ay!, transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
¡destrozadme en los aires y bendigo



Ricardo Güiraldes

Verano (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Buenos Aires. Calle Santa Fe en el 900. Diciembre. La casa abierta, respirando noche, todo apagado dentro.

Cielo, implacablemente estrellado, cuyo azul de zafiro australiano se aleja, por obra del aturdimiento luminoso que mandan a los ojos los focos eléctricos.

De tiempo en tiempo, coches pasan, en rectilíneos destinos.

En la acera de enfrente, una madre aparea la obesidad de su flácido descanso a las epidérmicas lasitudes de su hija, que corre mano distraída, sobre su muslo, apenas suavizado por un batón rosa.

El reflejo de los focos se aplasta, extendido contra el asfalto.

Caballito, caballito que llevas el fiacre vacío, pareces un cuento, infantil, de madera.

Buenos Aires, 1913.



Alberti

A ROSA DE ALBERTI

-- de Alberti --

Rosa de Alberti allá en el rodapié
del mirador del cielo se entreabría,
pulsadora del aire y prima mía,
al cuello un lazo blanco de moaré.

El barandal del arpa, desde el pie
hasta el bucle en la nieve, la cubría.
Enredando sus cuerdas, verdecía,
alga en hilos, la mano que se fue.

Llena de suavidades y carmines,
fanal de ensueño, vaga y voladora,
voló hacia los más altos miradores.

¡Miradla querubín de querubines,
del vergel de los aires pulsadora.
Pensativa de Alberti entre las flores!



Alberti

EL ÁNGEL BUENO

-- de Alberti --

Vino el que yo quería
el que yo llamaba.
No aquel que barre cielos sin defensas.
Luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.
No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.
El que yo quería.
Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.
Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.
Para sin lastimarme,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable.



Alejandro Tapia y Rivera

Un ave errante

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?



Alfonsina Storni

Imagen

-- de Alfonsina Storni --

Palermo, espesa cabellera verde,
sueltas sus crenchas
sobre el lomo diestro de Buenos Aires:
Cosas de ensueño, como peinetas
de colores,
las avivan y fijan.
El Río de la Plata,
musculoso brazo derecho,
acciona
articulado al torso de hierro de la ciudad:
con sus dedos nerviosos
toma un racimo a los emigrantes,
los desparrama en el puerto;
conduce los seres reparados
a sus tierras natales;



Amado Nervo

yo no debo irme...

-- de Amado Nervo --

Yo no debo irme: tengo que esperar
hasta que la muerte venga a llamar.
¡Tengo que esperar!
¡cuánto tarda , cuánto!...
Pero el tiempo corre
y a veces escucho, cerca de mi torre,
entre las tinieblas, cauteloso andar...
Mucho tarda, pero tiene que llegar.
Rejas insidiosas, rejas que vedáis
para mí la vida, que cuadriculáis
para mí los aires; impasibles rejas,
duras a mis dedos, sordas a mis quejas:
habrán de limaros mis firmes anhelos,
y quizá una noche me abriréis los cielos.
Mucho, tal vez mucho tengo de esperar;
pero al fin la muerte me vendrá a llamar.



Leandro Fernández de Moratín

oda. a don gaspar de jovellanos

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Id en las alas del raudo céfiro,
humildes versos, de las floridas
vegas que diáfano fecunda el arlas,
adonde lento mi patrio río
ve los alcázares de mantua excelsa.
Id, y al ilustre jovino, tanto
de vos amigo, caro a las musas,
para mí siempre numen benévolo,
id, rudos versos, y veneradle,
que nunca, o rápidas las horas vuelen,
o en larga ausencia viva remoto,
olvida méritos suyos inarco.
No, que mil veces su nombre presta
voz a mi cítara, materia al verso,
y al numen tímido llama celeste.
Yo le celebro, y al son armónico
toda enmudece la selva umbría,
por donde el tajo plácidas ondas
vierte, del árbol sacro a minerva
la sien ceñida, flores y pámpanos.
Tal vez sus ninfas, girando en torno,
sonora espuma cándida rompen,
del cuello apartan las hebras húmidas,
y el pecho alzando de formas bellas,
conmigo al ínclito varón aplauden,
dando a los aires coros alegres
que el eco en grutas repite cóncavas.



Leopoldo Lugones

La tijereta

-- de Leopoldo Lugones --

Ya vuele errática y ligera,
ya pesque al ras un renacuajo,
con el más sorprendente tajo
corta los aires su tijera.

No se oculta ningún tesoro
bajo el paño gris de su capa;
pero su gorra negra tapa
un eréctil capullo de oro.

Su nido expone al huracán
en el gajo más fino y alto,
de donde ve sin sobresalto
al carancho y al gavilán.

Y plantándose en la nuca,
sin temer su pico de gancho,
ahuyenta al mandria del carancho
hasta raparle la peluca.



Lope de Vega

Antonio, si los peces sumergidos

-- de Lope de Vega --

Antonio, si los peces sumergidos
en el centro del mar para escucharos
sacan las frentes a los aires claros,
y a vuestra viva voz prestan oídos,
los que vivieren de razón vestidos,
y más quien por la patria debe amaros,
a la dulzura de esos hechos raros
¿qué mucho que suspendan los sentidos?
Ya con el Niño Dios, Joséf segundo,
parecéis en los brazos, y Él se ofrece
en figura de amor. ¡Qué amor profundo!
Tanto se humilla, y tan os engrandece,
que porque parezcáis tan grande al mundo,
Dios tan pequeño junto a vos parece.



Lope de Vega

Cuelgan racimos de ángeles que enrizan

-- de Lope de Vega --

Cuelgan racimos de ángeles, que enrizan
la pluma al sol en arcos soberanos,
humillan nubes promontorios canos,
y de aljófar la tierra fertilizan.
Desde el cielo a Toledo se entapizan
los aires de celestes cortesanos
con lirios y azucenas en las manos,
que la dorada senda aromatizan.
Baja la Virgen, que bajó del cielo
al mismo Dios; pero si a Dios María,
hoy a María de Ilefonso el celo.
Y como en pan angélico asistía
Dios en su iglesia, el cielo vio que el suelo
ventaja por entonces le tenía.



Luis Muñoz Rivera

alea jacta est

-- de Luis Muñoz Rivera --

No, no cabe el abrazo de concordia
ni el ósculo de paz:
manando sangre la profunda herida
eternamente está.
Regó el ángel del odio la simiente
que empieza a germinar,
y dijo airado al abatir el vuelo:
¡jamás, jamás, jamás!

aunque el iris se tienda fulgurante
después del huracán;
aunque recobre su esplendor divino
la santa libertad:
aunque luzcan bellísimas auroras,
lo escrito, escrito está;
porque aún vibra en los aires el fatídico
¡jamás, jamás, jamás!



Líber Falco

La noche, afuera, era un vuelo oscuro

-- de Líber Falco --

La noche, afuera, era un vuelo oscuro.
Un viento oscuro, arrebatando el mundo.
Un ferrocarril, como un inquieta lombriz
remontaba los aires.
Tristes gallos quejándose con su sola nota.
Tristes aullaban los ferrocarriles, y por el aire
con su sola nota quejábanse los gallos.
Los perros gemían trasqueando rabiosamente
la enorme masa oscura que pasa y que los lleva.

La noche era un viento.
Un vuelo oscuro.
Y tú un prisionero a solas
con un solo pensamiento.



Manuel del Palacio

El candidato

-- de Manuel del Palacio --

¡Miradle! De un jumento sobre el lomo
De recorrer acaba su distrito,
Donde al verle llegar, un solo grito
Ha rasgado los aires: — ¡ecce homo!

De un título conoce al mayordomo
Y le apoya el Gobierno por escrito;
Toda su ciencia es ciencia de garito
Con algunas nociones de hipodromo.

Mañana le vereis en la tribuna
Discutiendo las leyes ó el catastro,
Y aplaudireis su plática importuna.

Del cielo del poder vendrá á ser astro...
Y quizá si le ayuda la fortuna
Llegue á vender cerillas en el Rastro.



Jorge Cuesta

paraíso perdido

-- de Jorge Cuesta --

Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprende,
no don terreno, más celeste aviso.

Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
El sabor embriagado y misterioso,
claro al oído (el mundo silencioso
y encantados los ruidos de la vida)

vivo el color en ojos reposados,
el tacto cálido, aires perfumados
y en la sangra una llama inextinguida.



Jorge Luis Borges

montevideo

-- de Jorge Luis Borges --

Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el buenos aires que tuvimos, el que en los años se alejóquietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguasturbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.



Jorge Luis Borges

buenos aires

-- de Jorge Luis Borges --

Antes yo te buscaba en tus confines
que lindan con la tarde y la llanura
y en la verja que guarda una frescura
antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de palermo estabas,
en su mitología de un pasado
de baraja y puñal y en el dorado
bronce de las inútiles aldabas,
con su mano y sortija. Te sentía
en los patios del sur y en la creciente
sombra que desdibuja lentamente
su larga recta, al declinar el día.
Ahora estás en mí. Eres mi vaga
suerte, esas cosas que la muerte apaga.



Jorge Luis Borges

elegía

-- de Jorge Luis Borges --

Oh destino el de borges,
haber navegado por los diversos mares del mundo
o por el único y solitario mar de nombres diversos,
haber sido una parte de edimburgo, de zurich, de las doscórdobas,
de colombia y de texas,
haber regresado, al cabo de cambiantes generaciones,
a las antiguas tierras de su estirpe,
a andalucía, a portugal y a aquellos condados
donde el sajón guerreó con el danés y mezclaronsus sangres,
haber errado por el rojo y tranquilo laberinto de londres,
haber envejecido en tantos espejos,
haber buscado en vano la mirada de mármol de las estatuas,
haber examinado litografías, enciclopedias, atlas,
haber visto las cosas que ven los hombres,
la muerte, el torpe amanecer, la llanura
y las delicadas estrellas,
y no haber visto nada o casi nada
sino el rostro de una muchacha de buenos aires,
un rostro que no quiere que lo recuerde.
Oh destino de borges,
tal vez no más extraño que el tuyo.



Emilio Bobadilla

La poesía de la destrucción

-- de Emilio Bobadilla --

En el mar, bajo el mar, en los aires, por tierra,
los hombres se persiguen con leopardeña saña;
en el dolor unánime que derrama la guerra,
es hermano el alcázar de la humilde cabaña.

En el aire, aeroplanos; fuertes en la montaña;
trincheras en las lomas; cañones en la sierra;
en la vega, entre flores, la pérfida artimaña.
¡Todo lo que demuele y todo lo que aterra!

Cuanto forjó la industria, cuanto inquirió la ciencia
en el laboratorio merced a estudios sabios,
lo destruyen los hombres en su brutal demencia.

¡Y en los campos dolientes, de la cal de los huesos
brotarán nuevas rosas que mañana otros labios
colmarán, negligentes, de juveniles besos...!



Emilio Bobadilla

Primavera lúgubre

-- de Emilio Bobadilla --

¡Oh mañana de triunfo, de cristalino ambiente!
Las rosas se entreabren como pidiendo besos;
y hay un aroma lúbrico en el aire caliente
y están de gordas frutas los árboles, obesos!

Y a la luz de esta diáfana matinal zambra de oro,
que ensancha de alegría los prietos corazones,
desfilan por las calles con lento andar sonoro,
camino de la muerte, miles de batallones!

Y el cielo es de azurita y la mar corre suave,
y todo está dormido como envuelto en un manto,
y no turba el sosiego de los aires un ave

y el valle está pidiendo caricias de zampoña,
y los hombres se matan sin compasión, en tanto,
cual si la vida fuese un árbol que retoña!



Pablo Neruda

por qué detesto las ciudades

-- de Pablo Neruda --

Por qué detesto las ciudades
con olor a mujer y orina?
no es la ciudad el gran océano
de los colchones que palpitan?
la oceanía de los aires
no tiene islas y palmeras?
por qué volví a la indiferencia
del océano desmedido?



Pedro Antonio de Alarcón

La campana de agonía

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,
La noche aduerme al mundo... Mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.

La voz de una campana pavorosa
cruza los aires con remoto vuelo...
Adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.

Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado
en el mundo que dejas? Tu partida,

¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora!



José María Hinojosa

el fuego calcina nuestras carnes

-- de José María Hinojosa --

Este brazo de fuego
quemaba mi costado
recubierto de brotes
plenos de savia verde
cuando tu cabellera
fue de piedra en el viento
y mis sueños se abrían
en pétalos de carne.
Estos aires de fuego
derretirán la nieve
lejana de los polos
al cuajar en el árbol
nuestros dos corazones.



José Tomás de Cuellar

Los ojos azules

-- de José Tomás de Cuellar --

TIENE el azul divino de tu ojos
El diáfano color
De las flotantes gasas de los aires
Bajo la luz del sol.

Tienen la transparencia del zafiro
Que deja percibir de tu alma ardiente
El fuego del amor.

Tienen ese matíz del mar en calma
Cuando lo baña el argentado lampo
Del matutino albor.
Son aire, luz y mar; amor y cielo
Más hermosos que el mar y que el amor,
Más hermosos que el cielo.... El cielo es uno
Y tus ojos son dos.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Si copia tu frente
del río cercano la pura corriente
y miras tu rostro del amor encendido,
soy yo, que me escondo
del agua en el fondo
y, loco de amores, a amar te convido;
soy yo, que, en tu pecho buscada morada,
envío a tus ojos mi ardiente mirada,
mi blanca divina...
Y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle
en tardo se trueca tu amor animado,
vacila tu planta, se pliega tu talle...
Soy yo, dueño amado,
que, en no vistos lazos
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos;
soy yo quien te teje la alfombra florida
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida;
soy yo, que te sigo
en alas del viento soñando contigo.
Si estando en tu lecho
escuchas acaso celeste armonía
que llena de goces tu cándido pecho,
soy yo, vida mía...;
Soy yo, que levanto
al cielo tranquilo mi férvido canto;
soy yo, que, los aires cruzando ligero
por un ignorado, movible sendero,
ansioso de calma,
sediento de amores, penetro en tu alma.



Gutierre de Cetina

aires süaves, que mirando atentos

-- de Gutierre de Cetina --

Escucháis la ocasión de mis cuidados,
mientra que la triste alma acompañados
con lágrimas os cuenta sus tormentos,
así alegres veáis los elementos,
y en lugares do estáis enamorados
las hojas y los ramos delicados
os respondan con mil dulces acentos.
De lo que he dicho aquí, palabra fuera
dentre estos valles salga, a do sospecha
pueda jamás causarme aquella fiera.
Yo deseo callar, mas ¿qué aprovecha?:
que la vida, que ya se desespera,
para tanto dolor es casa estrecha.



Humberto Megget

Yo mi sobretodo verde

-- de Humberto Megget --

Yo mi sobretodo verde
yo mi cáscara de nuez
yo mi gota de agua
mi río
mi árbol
yo corcel galopando en una orilla
brazos del viento descansando en los árboles
me acostaré tal vez quién sabe en dónde
en el polvo o en un mosquito
para ser el grito de un cocodrilo
o las manos abrazadas al fondo de un río
yo en una hoja caído
en una gota de agua envuelto
para no volver nunca
puedo seguir mucho tiempo deambulando en los aires
tal vez tenga la forma invisible de un microbio
o quizá esté en el aletear del vuelo de una mosca
hay tanto
tanto espacio para volar mi cuerpo inútil
tanto manantial donde poner mis pies frágiles
tantos redondeles blancos en los ojos cerrados
que en mii inconsciente voluntad de estar, así
no estoy solo.



Teófilo V. Méndez Ramos

El ensueño triunfal

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

2561921
Para el alma heroica de José Ríos Godenzi.

El Cóndor, desde un pico de los Andes,
contempla cómo hiende la barquilla
los aires; y orgulloso por ser grandes
sus alas, cree en una pesadilla.

El ave gigantesca, temerosa,
intenta detener el raudo vuelo
del alado bajel que, en prodigiosa
hazaña, frágil, cruza por el cielo.

El cóndor, ya vencido, deja el barco
su ruta milagrosa ¡Vano empeño!...
En tanto que el navío traza un arco
de triunfo, en el confín para el ensueño.



Vicente Gerbasi

bosque de música

-- de Vicente Gerbasi --

Mi ser fluye en tu música,
bosque dormido en el tiempo,
rendido a la nostalgia de los lagos del cielo.
¿Cómo olvidar que soy oculta melodía
y tu adusta penumbra voz de los misterios?
he interrogado los aires que besan la sombra,
he oído en el silencio tristes fuentes perdidas,
y todo eleva mis sueños a músicas celestes.
Voy con las primaveras que te visitan de noche,
que dan vida a las flores en tus sombras azules
y me revelan el vago sufrir de tus secretos.
Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía
que gira en mi susurro de follaje en el viento
y alas da a los suspiros de las almas que escondes.
¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas,
el cazador nostálgico por tu magia embriagado?
oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades
¿adonde va en la noche el hondo suspirar?



Antonio Ros de Olano

La pajarera

-- de Antonio Ros de Olano --

EL POETA. No vuelvas a la líquida morada
virgen del lago que a los aires subes...
Sigue sobre la niebla reclinada:
nunca te arropen las flotantes nubes...

LA VISIÓN.Mi viaje es a la nada.

EL POETA.Como el halcón tras de la garza huida,
por los espacios seguiré tu vuelo;
alas de amor impulsan mi subida;
si al cielo vas, te prenderé en el cielo...

LA VISIÓN. Es la mayor caída.

EL POETA.Sepa quién eres, virgen de halagüeños
ojos, que antes me veló el rocío;
leve cendal revela tus pequeños
redondos pechos, al intento mío...

LA VISIÓN.El hada de los sueños.

EL POETA.¡Ah! yo te miro en la extensión lejana,
muy más hermosa cuanto más desnuda...-
¿Huyendo vas la sensación humana?-
¿Teme tal vez tu corazón la duda?...

LA VISIÓN.El tedio de mañana.
Yo soy la garza que el halcón sujeta,
viendo los horizontes más lejanos:
cuando me alcance tu ambición inquieta,
¡acuérdate! se quebrará en tus manos
la lira del poeta.



Anónimo

Romance del rey don Juan de Navarra

-- de Anónimo --

Los aires andan contrarios,
el sol eclipse hacía,
la luna perdió su lumbre,
el norte no parecía,
cuando el triste rey don Juan
en la su cama yacía,
cercado de pensamientos,
que valer no se podía.
-¡Recuerda, buen rey, recuerda,
llorarás tu mancebía!
¡Cierto no debe dormir
el que sin dicha nacía!
¡Quién eres tú, la doncella?
dímelo por cortesía.
-A mí me llaman Fortuna,
que busco tu compañía.
-¡Fortuna, cuánto me sigues,
por la gran desdicha mía,
apartado de los míos,
de los que yo más quería!
¡Qué es de ti, mi nuevo amor,
qué es de ti, triste hija mía?
que en verdad hija tú tienes,
Estella, por nombradía.
¿Que es de ti, Olite y Tafalla?
¿qué es de mi genealogía?
¡Y ese castillo de Maya
que el duque me lo tenía!
Pero si el rey no me ayuda,
la vida me costaría.



Manuel Machado

Figulinas

-- de Manuel Machado --

¡Qué bonita es la princesa!
¡qué traviesa!
¡qué bonita
la princesa pequeñita
de los cuadros de Watteau!
Yo la miro, ¡yo la admiro,
yo la adoro!
Si suspira, yo suspiro;
si ella llora, también lloro;
si ella ríe, río yo.
Cuando alegre la contemplo,
como ahora, me sonríe,
...Y otras veces su mirada
en los aires se deslíe
pensativa.
¡Si parece que está viva
la princesa de Watteau!
Al pasar la vista, hiere,
elegante,
y ha de amarla quien la viere.
...Yo adivino en su semblante
que ella goza, goza y quiere,
vive y ama, sufre y muere...
Como yo.



Manuel Reina

Byron en Venecia

-- de Manuel Reina --

Sobre la frágil onda iluminada
por el radiante sol, surca ligera
del bardo inglés la góndola dorada
desplegando a los aires su bandera.

De pie en la popa; la apolina frente,
bañada en rayos, la mirada inquieta
tendida por el mar resplandeciente,
boga triunfante el inmortal poeta.

Desde los cincelados miradores
las venecianas vírgenes hermosas
fijan en él sus ojos seductores,
y le mandan sonrisas amorosas.

Y sueñan por la noche, enamoradas,
con la canción del bandolín sonoro,
el recio combatir de dos espadas
y el choque alegre de las copas de oro.



Marilina Rébora

primer grado

-- de Marilina Rébora --

Primer grado
colegio del estado. Primer grado inferior.
Niñitas y varones con delantales blancos.
Las niñas con su moño, en mariposa o flor.
Los niños, ya se sabe, desbordando los bancos.
La señorita elisa, al frente de la clase,
con su dulce mirada, redondas las mejillas:
el que se porte mal, solía decir, que pase.
Y era la penitencia, sentarlo en sus rodillas.
Entre vivos recuerdos, evoco un compañero
mayor y pelirrojo, que me enseñaba el puño
al salir a la calle, con gesto de camorra;
y que, al verme en la plaza, se acercaba ligero,
me tomaba la mano con loco refunfuño,
lanzando alegremente a los aires la gorra.



Mario Benedetti

referencias

-- de Mario Benedetti --

Alguna vez en palma de mallorca
hallé en el borne dos filas de árboles
como las que hubo en un recodo
del viejo parque urbano
en la habana otra vez
pensé que el malecón
era como la rambla
en santa cruz de tenerife
hay una larga franja
como la de pocitos
la gente que camina en las calles de atenas
se asemeja a la nuestra
sólo que al mediodía
en helsinki si escucho cómo hablan
me parece lunfardopero nunca lo entiendo
el cielo de la noche blanca de leningrado
me recuerda mi cieloen tardes de tormenta
en buenos aires hay un barrio
flores
que puede confundirse con la aguada
el rastro madrileño
es una feria de tristán narvaja
sólo que gigantesca
ahora por fin
están aquí a mi alcance
parque rambla idioma firmamento
recodos calle feria esquinas
ya no preciso referencias



Rosalía de Castro

En su cárcel de espinos y rosas

-- de Rosalía de Castro --

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

Y despiertan soñando, y dormidos
Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.



Rosalía de Castro

Ya no mana la fuente, se agotó el manantial

-- de Rosalía de Castro --

Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;
Ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.

Ya no brota la hierba, ni florece el narciso,
Ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.

Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
Le recuerda al sediento el horror de la muerte.

¡Mas no importa!; a lo lejos otro arroyo murmura
Donde humildes violetas el espacio perfuman.

Y de un sauce el ramaje, al mirarse en las ondas,
Tiende en torno del agua su fresquísima sombra.

El sediento viajero que el camino atraviesa,
Humedece los labios en la linfa serena
Del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,
Y dichoso se olvida de la fuente ya seca.



Juan Gelman

mi buenos aires querido

-- de Juan Gelman --

Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.



Julia de Burgos

yo fui la más callada

-- de Julia de Burgos --

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.



Julio Herrera Reissig

los carros

-- de Julio Herrera Reissig --

Mucho antes que el agrio gallinero, acostumbra
a cantar el oficio de la negra herrería,
husmea el boticario, abre la barbería...
En la plaza hay tan sólo un farol (que no alumbra).

A través de la sórdida nieve que apesadumbra,
los bueyes del cortijo aran la cercanía,
y en gesto de implacable mala estación, el guía
salpica de improperios rurales la penumbra.

Mientras, duerme la villa señorial... Los amores
de la fuente se lavan en su mármol antiguo;
y bajo el candoroso astro de los pastores,

ungiendo de añoranzas el sendero contiguo,
pasan silbidos lentos y aires de tiempo ambiguo,
en tintinambulantes carros madrugadores.



Julio Herrera Reissig

el labrador

-- de Julio Herrera Reissig --

Cual si pluguiese al diablo -vaya un decir- engorda
el granero vecino con la triple cosecha...
Y aunque él jura y zuequea, esta arcilla maltrecha
sigue siendo madrastra o que realmente es sorda...

Mas con todo: ¡«aires rubios!» -tesonero barbecha-,
y bien que el medro esquivo no es una vaca gorda,
a dios gracias la era patrimonial desborda...
Cuanto para ir capeando la estación contrahecha.

Y mientras el probable rendimiento calcula,
con un pan de la víspera entretiene su gula...
Sabe un gusto a consorte en la masa harto linda,

por lo cual en domésticas bendiciones se arroba...
Y con ojos de humilde lázaro, el terranova
atisba las migajas que a intervalos le brinda.



Evaristo Ribera Chevremont

sinfonía en azul

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Voy cosechando azules en el azul escueto
de la zona del trópico. Los campos, invadidos
por vegetales masas, denuncian el secreto
de abril, el de los fuertes y lúbricos sentidos.

Por tanto azul, los aires se muestran exaltados;
palpita, en expansiones gozosas, la arboleda;
y revélanse lúcidos e hirvientes los poblados,
de los que se desprende brillante polvareda.

Vibra el azul, nutrido de fuerzas y alborozos,
sobre la verde isla; refulgen escarlatas.
Esplenden amarillos y azules. Toques mozos
tienen en los jardines las resurrectas matas.

Algunas flores, túmidas y azules sus corolas,
se inmergen en las luces magnéticas del día.
En las riberas cálidas su azul curvan las olas.
Dice el azul su aérea, compleja sinfonía.



Francisco Sosa Escalante

En el panteón (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En vano el triste funeral tañido
Con que puebla los aires la campana,
Convoca á la oración; corre liviana
La humanidad tras el placer mentido.

Allí en las tumbas, cuanto sér querido
Embellece la vida y la engalana,
El esposo, y los padrrs, y la hermana,
Duermen el sueño del eterno olvido.

Los cirios arden, y de hermosas flores
Se cubren los sepulcros, y ostentosa
Se mira á la riqueza en los mejores.

Mas nadie llora aquí; solo en la fosa
Del fruto angelical de sus amores
Raudales vierte madre cariñosa.



José de Espronceda

Fresca, lozana, pura y olorosa

-- de José de Espronceda --

Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.

Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.



Abate Marchena

Así cuando el alcázar del Olimpo

-- de Abate Marchena --

Así cuando el alcázar del Olimpo,
el soberbio Mimante y los Titanes,
hórridos hijos de la dura tierra,
escalar intentaron, y de Atlante
el grave Pelïón agobió el hombro;
cuando cien lanzas blandeó Briareo,
de Encélado la mano poderosa,
arranca sierras y montañas lanza
contra el sagrado cielo, y ni el tremendo
rayo que Jove por los aires vibra
no le amedrenta, ni el feroz bramido
del Noto por Eolo desatado,
ni las olas que heridas del tridente
de Neptuno las tierras anegaban;
no el reluciente casco de Mavorte,
no le asustan de Apolo las saetas;
de Apolo que a la sierpe en otro tiempo
traspasó el cuerpo duro con mil flechas,
y en angustia rabiosa exhaló el alma
en negra podre y en veneno envuelta.
Tres veces tiembla la morada augusta
de las deidades: Venus y las Gracias
a lo último del cielo huyen medrosas;
las otras diosas siguen: los amores
se acogen a sus brazos, o en sus senos
se esconden, temerosos del peligro.



José Martí

¡hala, hala!

-- de José Martí --

hala, hala
¡da vueltas a la noria, arrastra el ala!
rosa que alegra el aire al sol que asoma
de aires te deja ¡estúpida conseja!
y ven en la olla negra a echar tu aroma.
Alma, que dulcemente te consumes,
y en esta muerte ves sabrosa suerte,
¡almas abajo,abajo los perfumes!

la vida es un molino:
hay que ganar el pan y hacer el vino.
Ya sé que vas sangrando y malherida,
y a cada gota de tu sangre brota
una cruz de jacinto florecida.
Ya sé que a cada noche alzas el vuelo
a las estrellas y que bajas de ellas
con un dolor tan grande corno el cielo.
Morir es un deleite:
pero un tirano nos echó a la vida,
y a la terrible lámpara encendida,
¡alma infeliz! hay que nutrir de aceite.
¡Hala, alma, hala!
¡da vueltas a la noria, arrastra el ala!



José Martí

copa con alas

-- de José Martí --

Una copa con alas: quién la ha visto
antes que yo? yo ayer la vi. Subía
con lenta majestad, como quien vierte
óleo sagrado: y a sus bordes dulces
mis regalados labios apretaba:
ni una gota siquiera, ni una gota
del bálsamo perdí que hubo en tu beso!
tu cabeza de negra cabellera
te acuerdas? con mi mano requería,
porque de mí tus labios generosos
no se apartaran. Blanda como el beso
que a ti me transfundía, era la suave
atmósfera en redor: la vida entera
sentí que a mí abrazándote, abrazaba!
perdí el mundo de vista, y sus ruidos
y su envidiosa y bárbara batalla!
una copa en los aires ascendía
y yo, en brazos no vistos reclinado
tras ella, asido de sus dulces bordes:
por el espacio azul me remontaba!
oh amor, oh inmenso, oh acabado artista:
en rueda o riel funde el herrero el hierro:
una flor o mujer o águila o ángel
en oro o plata el joyador cincela:
tú sólo, sólo tú, sabes el modo
de reducir el universo a un beso!



José Martí

copa ciclópea

-- de José Martí --

Copa ciclópea
el sol alumbra: ya en los aires miro
la copa amarga: ya mis labios tiemblan,
no de temor, que prostituye,¡de ira!...
El universo, en las mañanas alza
medio dormido aún de un dulce sueño
en las manos la tierra perezosa,
copa inmortal, en donde
hierven al sol las fuerzas de la vida!
al niño triscador, al venturoso
de alma tibia y mediocre, a la fragante
mujer que con los ojos desmayados
abrirse ve en el aire extrañas rosas,
iris la tierra es, roto en colores,
raudal que juvenece y rueda limpio
por perfumado llano, y al retozo
y al desmayo después plácido brinda!
y para mí, porque a los hombres amo
y mi gusto y mi bien terco descuido,
la tierra melancólica aparece
sobre mi frente que la vida bate,
de lúgubre color inmenso yugo!
la frente encorvo, el cuello manso inclino
y, con los labios apretados,muero.



José Martí

brazos fragantes

-- de José Martí --

Sé de brazos robustos,
blandos, fragantes;
y sé que cuando envuelven
el cuello frágil,
mi cuerpo, como rosa
besada, se abre.
Y en su propio perfume
lánguido exhálase.
Ricas en sangre nueva
las sienes laten;
mueven las rojas plumas
internas aves;
sobre la piel, curtida
de humanos aires,
mariposas inquietas
sus alas baten;
savia de rosa enciende
las muertas carnes!
y yo doy los redondos
brazos fragantes,
por dos brazos menudos
que halarme saben,
y a mi pálido cuello
recios colgarse,
y de místicos lirios
collar labrarme!
¡lejos de mí por siempre,
brazos fragantes!



José Martí

era sol

-- de José Martí --

Era sol: caballero en un potro,
con la rienda tendida al acaso,
fui testigo de un drama de amores:
¡qué volar! ¡qué caer! ¡quédolores!....
Aprieto el paso...
Era sol. El fragor de la tierra
celebrar tanto amor parecía:
y el potente amador fulguraba
como un astro encendido, y volaba,
y los aires hendía.
El amor, como un águila, vuela
sobre el cráneo poblado del hombre,
y tal aire en sus alas encierra
que lo empuja por sobre la tierra
con vuelo sin nombre.
Y a tal punto el amor transfigura
que la atónita tierra no sabe
si aquel astro que vuela es ave
o humana criatura.



Carlos Pellicer

recinto XVI

-- de Carlos Pellicer --

xviii
¿dónde pondré el oído que no escuche
mi propia voz llamarte?
¿y dónde no escuchar este silencio
que te aleja espaciosamente triste?
yo camino las horas presenciadas
por los dos, en nosotros.
Sé del fruto maduro de las voces
en campos de spetiembre.
Sé de la noche esbelta y tan desnuda
que nuestros cuerpos eran uno solo.
Sé del silencio ante la gente oscura,
de callar este amor que es de otro modo.
Mientras llueve la ausencia yo liberto
la esclavitud de carne y sola el alma
cuelga en los aires su águila amorosa
que las nubes pacificas igualan.



Carolina Coronado

por bajo de una lámina que representaba a la virgen

-- de Carolina Coronado --

escucha, madre mía,
la de el velo de estrellas; bienhechora,
dulce y bella maría.
Escucha la que implora
dolorido y mortal; madre y señora.
Si a mi débil acento
romper los aires y turbar es dado
allá del firmamento
el azul sosegado,
escucha, virgen pura, mi cuidado.
La sola voz que el pecho
pudiera ya exhalar, a ti revela
el corazón deshecho,
que tu piedad anhela
y hasta tu trono arrebatado vuela.
¡Oh tu dulce señora
de la esfera eternal!... La tierra mira
y al infeliz que llora
y al triste que suspira
resignación y fe y amor inspira.
De tu sagrada mano
piadoso manantial brote a raudales
donde beba el humano
alivios celestiales,
donde se apague el fuego de los males.
Y lleva hacia tu seno
a los dolientes hijos que te amaron:
¡no más gima ya el bueno
en grillos que forjaron
los que rebeldes contra ti se alzaron!



Carolina Coronado

el salto de léucades

-- de Carolina Coronado --

El sol a la mitad de su carrera
rueda entre rojas nubes escondido;
contra las rocas la oleada fiera
rompe el leucadio mar embravecido.
Safo aparece en la escarpada orilla,
triste corona funeral ciñendo:
fuego en sus ojos sobrehumano brilla,
el asombroso espacio audaz midiendo.
Los brazos tiende, en lúgubre gemido
misteriosas palabras murmurando;
y el cuerpo de las rocas desprendido
«faón» dice, a los aires entregando.
Giró un punto en el éter vacilante;
luego en las aguas se desploma y hunde:
el eco entre las olas fluctuante
el sonido tristísimo difunde.



Clemente Althaus

La transfiguración

-- de Clemente Althaus --

Ya la gloriosa cumbre del Tabor
atrás dejaron los divinos pies;
nieve la veste, un astro la faz es
que del sol avergüenza el resplandor.

Así, del alto cielo oh morador,
a la diestra del Padre arder lo ves;
y en los aires Elías y Moisés
ciñen un lado y otro del Señor;

Mientras yacen por tierra, en ademán
de asombro, de pavor y adoración,
Pedro, Santiago y el amado Juan:

¡Cuándo, oh Señor, en la celeste Sión
sin velo así mis ojos te verán,
si de verte mis ojos dignos son!



Ramón López Velarde

suiza

-- de Ramón López Velarde --

Suiza
para bohemio
amanece: se iluminan
los vetustos lepontinos,
los aldeanos llevan leche
en los jarros blanquecinos,
y en los aires se dispersan
de los pájaros los trinos.
Perezosos van remando
los ancianos gondoleros,
de las vacas se perciben
los mugidos lastimeros,
y las nieves se deshacen
en los viejos ventisqueros.
Las campánulas se mecen
de la brisa al tibio halago;
y derrama el sol naciente
que matiza el cielo vago,
un reguero de colores
en la clámide del lago.



Ramón López Velarde

Suiza (poesía)

-- de Ramón López Velarde --

Para Bohemio

AMANECE: se iluminan
los vetustos Lepontinos,
los aldeanos llevan leche
en los jarros blanquecinos
y en los aires se dispersan
de los pájaros lor trinos.

Perezosos van remando
los ancianos gondoleros,
de las vacas se perciben
los mugidos lastimeros,
y las nieves se deshacen
en los viejos vestiqueros.

Las campánulas se mecen
de la brisa al tibio halago;
y derrama el sol naciente
que matiza el cielo vago,
el reguero de colores
en la clámide del lago.



Ricardo Güiraldes

Aconcagua

-- de Ricardo Güiraldes --

Cima. Altura. Cono tendencioso, que escapas de la tierra, hacia la coronación rala de aires eternos.

Aspiración a lo perfecto.

Gran tranquilo. Eterno mojón de cataclismo, cernido de nubes que lloran en tus flancos pétreos, desflocando sobre tu dureza la impotencia blanduzca de sus velámenes, esclavos del viento.

Indiferente.

Caótica cristalización.

Rezo de piedra.

Véngame tu firmeza inconmovible. Dios del silencio. Dios de aspiraciones hacia la perfección sideral.

¡Oh! tú que escapas a la tierra.

Impulso en catalepsia.

Borbotón solidificado.

Serenidad, hecha materia, que duermes al través de los siglos, imperturbablemente.

Vuelo en letargo.

Véngame tu estabilidad perenne, oh, pacificador inerte; dame tu sopor inmutable y la paz de tu quietismo de esfinge geológica.

¡Aconcagua!

Mendoza, 1913.



Ricardo Güiraldes

El verbo

-- de Ricardo Güiraldes --

¿En la tierra, por la edad de piedra? ¿En el paraíso, antes de la expulsión?

Qué sé yo. Pero lo he visto, como veo mi pluma amar la virginidad blanca, del papel.

Un lago quieto, como espejo, que árboles multiformes esmaltan de verde.

¿Ambiente?... El de una flor en eclosión.

Una forma femenina está en la naturaleza, lista a expandir sus ondas vibrátiles. Y la mano que ha de motivar el sonido asoma entre el verdor circundante. Un hombre.

Es el primer encuentro.

Ella se sobrecoge, inmóvil, perforada por novísima congoja. Él avanza, atraído por una debilidad más fuerte que la fuerza de todos sus corajes.

Y son las primeras palabras:

Él alarga sus brazos, sus hombros imploran, las rodillas rezan y fluye el vocablo «mujer».

Ella levanta al cenit su rostro, su cráneo pesa en la nuca, los párpados cierran el mundo exterior, el sacrificio dilata su vida y la palabra diviniza sus labios «amor».

Buenos Aires, 1915.



Ricardo Güiraldes

Luna (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Luna que haces ulular a los perros y los poetas.

Faro de tiza

astro en camisa.

Disco, casco y guadaña, colgada al hombro de la noche, representante de muerte.

Impotente

intermitente.

Parásito luminoso del sol, chinchorro giratorio de nuestra barca sideral.

Ronda vejiga

pálida miga.

Surtidora de falsas purezas. Frígido ovillo.

Pulcro botón de calzoncillo.

Nadie te teme; todos te quieren. Inofensivo bollo de harina sin importancia.

Blanca jactancia.

Sudario de azoteas. Velador de noctámbulos.

Orgullo hinchado

de trasnochado.

Luna, muerte, maleficio

gorda madama del precipicio.

Ojalá se ahogue dentro de un charco,

tu ojo zarco.

Ángel caído en frialdad, per-in-eternum.

Mundo maldito,

me importa un pito.

Buenos Aires, 1916.



Ricardo Güiraldes

Póstuma

-- de Ricardo Güiraldes --

Fue grande. La muerte empero le cayó encima.

Como una cima,

que se derrumba

sobre su tumba.

Fue genio. Sus concepciones desertaron su cráneo.

Como el estaño,

que se derrama,

bajo la llama.

Fue hombre. Amor pulsó dentro su pecho.

Ahora deshecho

por la ponzoña

de su carroña.

Blanco será y puro

cuando sus huesos, duros,

solos estén.

Y su alma de grande,

su cráneo de genio,

su forma de hombre,

yazcan sin nombre,

santificados por el olvido.

Eterno nido,

de eterna gloria,

fuera de historia.

Buenos Aires, 1915.



Ricardo Güiraldes

Prisma

-- de Ricardo Güiraldes --

No busquéis aquí, verdad, razón o deducción alguna.

A otros la enseñanza. A esas enormes cabezas cuadradas, pensantes y rumi-pensantes que hacen de la verde yerba campera un bolo alimenticio.

Ellos dicen: «mucho de lo que crees hermoso, no es sino cieno».

No tengo aptitudes de máquina para transformar bellezas en utilidades, y si algo hay de verdad en mis escritos, culpa mía no es.

El prisma recibe luz e, inconsciente, rompe transparencia en siete colores.

Buenos Aires, 1914.



Ricardo Güiraldes

Siete verdades y una belleza

-- de Ricardo Güiraldes --

Es un camino. Debe ser en Grecia vieja.

Para un lado, va el valle enriqueciendo su flora, para el otro, la tierra, árida, se enferma. Son el lado del campo; el lado del pueblo.

Algo: dos sombras, dos almas, corren en dirección opuesta.

Con pequeño esfuerzo vese mejor.

El que viene del campo, es un viejo; va despacio y parece llevar una carga. El que sale al campo es joven, va rápidamente y algo parece aletear entre sus brazos.

Al encontrarse el muchacho, impaciente, habla primero:

-¿Qué llevas, viejo, que tanto te encorva?

-Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo.

Y a su vez pregunta:

-Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?

-Una belleza llevo, que he arrancado al mundo, para dar a mi alma.

Ambos siguen sus caminos diferentes; el viejo, los ojos bajos, el paso lento; el muchacho, la frente alta, el correr ligero. Uno pensando, el otro sintiendo.

Más el viejo, cansado, descarga sus verdades, y un momento se vuelve para mirar al muchacho, cuya mancha vivaz va empequeñeciéndose hacia el horizonte.

Buenos Aires, 1918.



Ricardo Güiraldes

Xanto

-- de Ricardo Güiraldes --

Xanto era difícil. En vano los adoradores volcaban copas de amor sobre la frígida blancura de su belleza.

Nadie supo tocarla, ninguno fue capaz de romper el desprecio que escondía en corteses indiferencias.

En vano hicieron prodigios de ingenio, nunca la emoción irisó su cutis de pétalo.

Xanto fue adorada con un pedestal de respetos, y los deseos, tal hiedras impotentes, jamás llegaron a sus pies deificados.

Xanto, por mirar abajo, se olvidó de sí. Creyéndose de mármol eterno, transformose en su religión y contemplaba su persona, en los reflejos de las miradas, como un episodio de ánfora sagrada.

Buenos Aires, 1914.



Rubén Darío

rima ii

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡yo la recuerdo! la niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



Rubén Darío

Del campo

-- de Rubén Darío --

¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
Quedaron allá lejos el fuego y el hervor;
Hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida,
Respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.

Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
Que brota de las ramas de tu durazno en flor;
Formada de rosales tu calle de Florida
Mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.



Rubén Darío

Rima II (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡Yo la recuerdo! La niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba