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Se han encontrado 87 poemas con la palabra otoño

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José Ángel Buesa

otoño y jardín

-- de José Ángel Buesa --

Señora: es el crepúsculo. No importa si un retoño
se ha abierto en los rosales del jardín, todavía:
ya ha llegado el terrible crepúsculo de otoño,
que es decir un crepúsculo que dura todo el día.
Señora: es el otoño... Vuestras últimas rosas
las está deshojando no sé qué desaliento.
Y es que existe un otoño para todas las cosas,
y el amor y la vida se nos van en el viento.
Comprendedlo, señora: nada podrá el rocío,
ni siquiera las lágrimas. Ya todo será en vano;
pues no hay nada más triste que un retoño tardío,
y el amor es un poco de ceniza en la mano...

Poema otoño y jardín de José Ángel Buesa con fondo de libro

Juan Gelman

presencia del otoño

-- de Juan Gelman --

Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.
Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.
Vete por él, amada.
No soy yo el que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.

Poema presencia del otoño de Juan Gelman con fondo de libro

Evaristo Carriego

El otoño, muchachos

-- de Evaristo Carriego --

El otoño, muchachos. Ha llegado
sin sentirlo siquiera,
lluvioso, melancólico, callado.
El familiar bullicio de la acera
tan alegre en las noches del verano
se va apagando a la oración. La gente
abandona las puertas más temprano.
Las abandona silenciosamente...
Tardecita de ojoño, el ciego entona
menos frecuente el aire que en la esquina
gemía el organillo... ¡Qué tristona
anda, desde hace días, la vecina!
¿La tendrá así algún nuevo desengaño?
Otoño melancólico y lluvioso,
¿qué dejarás, otoño, en casa este año?
¿qué hoja te llevarás? Tan silencioso
llegas que nos das miedo.
Sí, anochece
y te sentimos, en la paz casera,
entrar sin un rumor... ¡Cómo envejece
nuestra tía soltera!

Poema El otoño, muchachos de Evaristo Carriego con fondo de libro

Pablo Neruda

poema 6 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 6
te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.



César Vallejo

sombrero, abrigo, guantes

-- de César Vallejo --

Enfrente a la comedia francesa, está el café
de la regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.
Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.
Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz latortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante elcuándo!



Pablo Neruda

soneto xxviii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxviii
amor, de grano a grano, de planeta a planeta,
la red del viento con sus países sombríos,
la guerra con sus zapatos de sangre,
o bien el día y la noche de la espiga.
Por donde fuimos, islas o puentes o banderas,
violines del fugaz otoño acribillado,
repitió la alegría los labios de la copa,
el dolor nos detuvo con su lección de llanto.
En todas las repúblicas desarrollaba el viento
su pabellón impune, su glacial cabellera
y luego regresaba la flor a sus trabajos.
Pero en nosotros nunca se calcinó el otoño.
Y en nuestra patria inmóvil germinaba y crecía
el amor con los derechos del rocío.



Pablo Neruda

oyes en medio del otoño

-- de Pablo Neruda --

Oyes en medio del otoño
detonaciones amarillas?
por qué razón o sinrazón
llora la lluvia su alegría?
qué pájaros dictan el orden
de la bandada cuando vuela?
de qué suspende el picaflor
su simetría deslumbrante?



Pablo Neruda

soneto lxxxv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxxv
del mar hacia las calles corre la vaga niebla
como el vapor de un buey enterrado en el frío,
y largas lenguas de agua se acumulan cubriendo
el mes que a nuestras vidas prometió ser celeste.
Adelantado otoño, panal silbante de hojas,
cuando sobre los pueblos palpita tu estandarte
cantan mujeres locas despidiendo a los ríos,
los caballos relinchan hacia la patagonia.
Hay una enredadera vespertina en tu rostro
que crece silenciosa por el amor llevada
hasta las herraduras crepitantes del cielo.
Me inclino sobre el fuego de tu cuerpo nocturno
y no sólo tus senos amo sino el otoño
que esparce por la niebla su sangre ultramarina.



Pablo Neruda

te has dado cuenta que el otoño

-- de Pablo Neruda --

Te has dado cuenta que el otoño
es como una vaca amarilla?
y cómo la bestia otoñal
es luego un oscuro esqueleto?
y cómo el invierno acumula
tantos azules lineales?
y quién pidió a la primavera
su monarquía transparente?



Pablo Neruda

por qué se queda en los ramajes

-- de Pablo Neruda --

Por qué se queda en los ramajes
hasta que las hojas se caen?
y dónde se quedan colgados
sus pantalones amarillos?
verdad que parece esperar
el otoño que pase algo?
tal vez el temblor de una hoja
o el tránsito del universo?
hay un imán bajo la tierra,
imán hermano del otoño?
cuándo se dicta bajo tierra
la designación de la rosa?



Rafael Barrett

Decadente

-- de Rafael Barrett --

¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!
¡Oh rocío inocente
Que luce en la sonrisa de los ojos,
Ojos silvestres, ágiles y nuevos,
Los más dulces de todos!
¡Oh pies desnudos, caricia de la tierra,
Pies que besa el arroyo
Temblando! ¡Oh senos en capullo, dond,
El sol hace bailar sus manchas de oro
Debajo de las hojas! ¡Oh muchachas!
Jugad. Os reconozco,
Tropel de mis lejanas primaveras...
Dejadme contemplaros. Ya no corro
Con mi pasado a cuestas tras vosotras,
Y a la sombra que baja me abandono.
Huisteis, maliciosas, con las alas
De mi propia ilusión, dejando plomo
En mis plantas cansadas, y en mi vida
Amargura sin fondo...
¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!



Angel González

el otoño se acerca

-- de Angel González --

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.



Andrés Eloy Blanco

A Florinda en invierno

-- de Andrés Eloy Blanco --

Al hombre mozo que te habló de amores
dijiste ayer, Florinda, que volviera,
porque en las manos te sobraban flores
para reírte de la Primavera.

Llegó el Otoño: cama y cobertores
te dio en su deshojar la enredadera
y vino el hombre que te habló de amores
y nuevamente le dijiste: -Espera.

Y ahora esperas tú, visión remota,
campiña gris, empalizada rota,
ya sin calor el póstumo retoño

que te dejó la enredadera trunca,
porque cuando el amor viene en Otoño,
si le dejamos ir no vuelve nunca.



Medardo Ángel Silva

Palabras de otoño

-- de Medardo Ángel Silva --

A Miguel Ángel Barona

Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado,
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga: estoy cansado,
y quisiera gozar de mi hora vespertina.

Odio aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga limosnas de piedades ajenas.
Yo tengo una tragedia, y se llama Mi vida:
para escribirla usé la sangre de mis venas.

Mi otoño anticipado me vuelve reflexivo;
me encuentras casi triste, sereno, pensativo;
no siento las delicias del flirt, es la verdad.

Mi espíritu se orienta hacia la eterna aurora,
hasta que la clepsidra de Dios anuncie la hora
de ser con mi Señor para la eternidad.



Medardo Ángel Silva

Soneto de otoño

-- de Medardo Ángel Silva --

¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
Y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
Perdimos el sendero y la noche perdura
–¡la noche!– y aún no brilla tu luminar, ¡Dios mío!

Los años son guirnalda florecida
–pensamos– una fiesta es nuestra vida...
E hicimos una fiesta de toda ella...

Pero sonó el Destino inexorable su hora
y el brusco despertar nos anunció la aurora
verdadera, la aurora sin flor y sin estrella.



Miguel Unamuno

Vidas de otoño

-- de Miguel Unamuno --

Vidas de otoño son, crepusculares,
con un sentido ambiguo é indeciso,
sin que se sepa que es lo que Dios quiso
al crearlas decir. Con sus pesares

oscuros cruzan campos y lugares
marcando á vuelo roto sobre el piso
la vaga sombra. Su hálito sumiso
va al morir á las nieblas estelares.



Francisco Villaespesa

el jardín de lindaraja

-- de Francisco Villaespesa --

De la tarde de octubre bajo la luz gloriosa,
en la fuente de mármol que el arrayán orilla,
diluyen los cipreses su esmeralda herrumbrosa
y la arcada del fondo su tristeza amarilla.
Rosales y naranjos... Mustio el jardín reposa
en un verdor que el oro del otoño apolilla...
¡Sólo, a veces, se enciende la llama de una rosa,
o el oro polvoriento de una naranja brilla!
mas, dentro de este otoño, hay tanta primavera
en gérmenes; y es todo tan dulce y apacible,
que antes de abandonarlo, mi corazón quisiera,
oyendo el melodioso suspirar de la fuente
y soñando con una lindaraja imposible,
sobre este viejo banco dormir eternamente...



José Hierro

viento de otoño alegría (1947)

-- de José Hierro --

Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento
gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas
crepusculares, trágico y sangriento.
Gira, asciende, enloquece, pensamiento.
Hoy da el otoño suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo lejos sus pisadas?
pasan, dejando el campo amarillento.
Por esto, por sentirnos todavía
música y viento y hojas, ¡alegría!
por el dolor que nos tiene cautivos,
por la sangre que mana de la herida
¡alegría en el nombre de la vida!
somos alegres porque estamos vivos.



Abraham Valdelomar

Blanca la novia

-- de Abraham Valdelomar --

-Amada, ya es hora,
ya se acerca la aurora
y el cura en la capilla nos espera.

-Más tarde, cuando muera
la primavera.

-Amada, ponte presto los azahares,
que ya las luces brillan en los altares
y canta el río.

-Luego, amor mío,
cuando muera el estío.

-Amada, nos esperan en la capilla,
ponte presto los azahares y la mantilla,
porque ya están las rosas en retoño.

-Espera, amado, espera,
cuando muera el otoño.

-Amada, ponte el velo de desposada,
que cantan las palomas en la enramada
su canto tierno.

-Imposible, no esperes;
ya ha llegado el invierno.



Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



Leopoldo Lugones

El amor eterno

-- de Leopoldo Lugones --

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardientes rosas te echará en la llama.



Leopoldo Lugones

Las horas doradas

-- de Leopoldo Lugones --

Cuatro bellezas tiene el año,
Cuatro bellezas como tú,
Que me enumera el bonzo extraño
Con su puntero de bambú.

Es la primera, al desperezo
De un amor todavía leve,
La temprana flor del cerezo
Que se mezcla a la última nieve.

La segunda es el sol del estío,
Que en el kaki de fuego y miel,
Pinta al amante desvarío
La mordedura dulce y cruel.

Cuando el amor se acendra en lloro
Y el otoño agobia la rama,
La tercera es la luna de oro
Sobre el lejano Fuziyama.

Y la belleza del invierno
Es el frío, el frío sutil
Que refugia en mi pecho tierno
Tus lentas manos de marfil.

Mas se equivoca el bonzo extraño
Con su doctrina y su bambú.
Cuatro bellezas tiene el año,
Pero ninguna como tú.



Lope de Vega

no tiene tanta miel ática hermosa

-- de Lope de Vega --

No tiene tanta miel ática hermosa,
algas la orilla de la mar, ni encierra
tantas encinas la montaña y sierra,
flores la primavera deleitosa,
lluvias el triste invierno, y la copiosa
mano del seco otoño por la tierra
graves racimos, ni en la fiera guerra
más flechas media en arcos belicosa,
ni con más ojos mira el firmamento
cuando la noche calla más serena,
ni más olas levanta el oceano,
peces sustenta el mar, aves el viento,
ni en libia hay granos de menuda arena,
que doy suspiros por lucinda en vano.



Luis Cañizal de la Fuente

día de san meder

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

San meder: un carretero
crucificado en efigie en su aguijada
y cuyo nombre cruje dulcemente
con el santificado tinieblario de carreta, bueyes
y sogueo de cuero para yugo de vacas.
Viene por el amanecer el tembloroso monumento
como si contuviese en su castillo andante
la luz delgada del amanecer,
y temiese verterla.
En ese cuello y pulsos trasparecen las venas:
digo en el cuerpo del va-a-ser-de-día.
*
Otoño es salir a pie de una ciudad
por el arrabal del olvido:
lo notas en la luz ensimismada,
lo conoces cuando empiezan las afueras granujas,
trascorrales del desconcierto cariacontecido
y calzadas juiciosas con garajes de racio-
cinio en pulsos.



Luis Cernuda

qué ruido tan triste

-- de Luis Cernuda --

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.



Luis Gonzaga Urbina

hechicera

-- de Luis Gonzaga Urbina --

No sentí cuando entraste; estaba oscuro,
en la penumbra de un ocaso lento,
el parque antiguo de mi pensamiento
que ciñe la tristeza, cual un muro.

Te vi llegar a mí como un conjuro,
como el prodigio de un encantamiento,
como la dulce aparición de un cuento:
blanca de nieve y blonda de oro puro.

Un hálito de abril sopló en mi otoño;
en cada fronda reventó un retoño;
en cada viejo nido, hubo canciones;

y, entre las sombras de jardín errantes
luciérnagas brillaron, como antes
de mi postrer dolor, las ilusiones.



Líber Falco

Evocación y apóstrofe

-- de Líber Falco --

¿Únicamente en playas de cenizas
escribiré tu nombre?

Para siempre el Otoño se ha posado en tus
ojos.
Tus ojos,
¿desde dónde se mueven?
¿desde dónde crucifican mi anhelo?

Entre pinares vas
entre piadosas sombras vas
sonámbula y astral, sólo atenta a la noche.
Y he de decirte:
Ya me estraba tu imágen, que acaso
de mi bilis se nutre en los humores...

Sabios de egregia estirpe,
decídnoslo más fuerte que la vida es un pan.
Y ya no habrá pinares
que vuelquen sombras vanas
y sí, flores del ceibo en el día
y ventanas.



Jaime Torres Bodet

paisaje

-- de Jaime Torres Bodet --

Paisaje lento de mi poesía...
¿Otoño? no. Más bien, tras de la lluvia,
entre el líquido verde de las hojas,
amanecer sombrío de la luna.
Ambigua luz de incienso en las volutas
doradas de una música nocturna;
enrejado sutil de sicomoros
sobre la plata azul de una laguna:
paisaje sin momentos
y sin aristas bruscas,
diluído en matices,
hecho todo de ritmos sin premura,
más lento cada vez y realizado
en una flor perfecta y taciturna,
como se queda el alma sostenida
en esa onda última
alta, vibrante, sólida
de la marea blanda de la música...



Jaime Torres Bodet

orquídea

-- de Jaime Torres Bodet --

Flor que promete al tacto una caricia
más que el otoño de un perfume, suave
y que, pensada en flor, termina en ave
porque su muerte es vuelo que se inicia.
Párpado con que el trópico precave
de su luz interior la ardua delicia,
música inmóvil, flámula en primicia,
aurora vegetal, estrella grave.
Remordimiento de la primavera,
conciencia del color, pausa del clima,
gracia que en desmentirse persevera,
¿por qué te pido un alma verdadera
si la sola fragancia que te anima
es, orquídea, el temor de ser sincera?



Jaime Torres Bodet

soledad

-- de Jaime Torres Bodet --

...sent to be a moment's ornament...
Wordsworth
si das un paso más te quedas sola...
En el umbral de un tiempo
que no es el tuyo aún y no es ya el mío.
Sobre el primer peldaño
de una escalera rápida que nadie
podrá jamás decir si baja o sube.
En el principio de una primavera
que, para tu patético hemisferio,
nunca resultará
sino el reverso casto de un otoño...
Porque la frágil hora
en que tu pie se apoya es un espejo,
si das un paso más te quedas sola.



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje I

-- de Jaime Torres Bodet --

Por el caminito
de la tarde clara,
con las manos juntas,
vámonos amada.
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.
Cogeremos rosas,
cortaremos ramas,
buscaremos nidos,
romperemos bayas...
Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace dulce el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas claras...
Bajo el cielo de oro,
hay en la montaña
una encina negra
que hace oscura el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...
Otoño nos cita
con su son de flautas:
vámonos al bosque
de la sien de plata,
besaré tu boca
con mi boca amarga:
vámonos cantando
por la tarde clara.



Jaime Torres Bodet

confianza

-- de Jaime Torres Bodet --

Esta tarde ya sé que me quieres.
Me lo dicen tus ojos dormidos,
que el silencio es, en ciertas mujeres,
una fronda cargada de nidos...
Hay palabras que el alma retiene
en tus ojos brumosos y vagos
como el cielo de otoño que viene
a morir en la paz de los lagos.
Esta tarde tu amor me penetra
como llanto de lluvia en negrura,
o, más bien, ese ritmo sin letra
que de un verso olvidado perdura.
Y me torna profundo y sencillo
como el oro de un sol tamizado
que renueva, en las tardes, el brillo,
del barniz de algún mueble apagado.



Jaime Torres Bodet

lied

-- de Jaime Torres Bodet --

La mañana está de fiesta
porque me has besado tú
y al contacto de tu boca
todo el cielo se hace azul.
El arroyo está cantando
porque me has mirado tú
y en el sol de tu mirada
toda el agua se hace azul.
El pinar está de luto
porque me has dejado tú
y la noche está llorando,
noche pálida y azul,
noche azul de fin de otoño
y de adiós de juventud,
noche en que murió la luna,
noche en que te fuiste tú...



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje II

-- de Jaime Torres Bodet --

Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.

Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.

Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas...

Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...

Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.



Javier del Granado

el valle

-- de Javier del Granado --

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

Cuaja el otoño las espigas de oro,
y las mocitas en alada ronda
vuelcan su risa en manantial sonoro.

Se curva el indio y en su mano acuna
de un haz de mieses la cabeza blonda,
que siega la guadaña de la luna.



Jorge Riechmann

25

-- de Jorge Riechmann --

De repente el olor de las mimosas
como una antorcha que respira o como
una ola inmemorial que besa
la desnudez expectante de la playa.
No es más que la puerta
que se abre, pero pone en movimiento
un aire donde cuaja
toda la dulzura de este precario otoño.



César Vallejo

Amor(Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral

Amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.

Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;
y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!



César Vallejo

amor

-- de César Vallejo --

Amor
amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.
Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral
amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.
Amor, ven sin carne, de un icor que asombre;
y que yo, a manera de dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!



César Vallejo

calor, cansado voy con mi oro, a donde

-- de César Vallejo --

Calor, cansado voy con mi oro, a donde
acaba mi enemigo de quererme.
¡C'est septembre attiédi, por ti, febrero!
es como si me hubieran puesto aretes.
París, y 4, y 5, y la ansiedad
colgada, en el calor, de mi hecho muerto.
¡C'est paris, reine du monde!
es como si se hubieran orinado.
Hojas amargas de mensual tamaño
y hojas del luxemburgo polvorosas.
Ic'est l'été, por ti, invierno de alta pleura!
es como si se hubieran dado vuelta.
Calor, parís, otoño, ¡cuánto estío
en medio del calor y de la urbe!
¡c'est la vie, mort de la mort!
es como si contaran mis pisadas.
¡Es como si me hubieran puesto aretes!
¡es como si se hubieran orinado!
¡es como si te hubieras dado vuelta!
¡es como si contaran mis pisadas!



César Vallejo

Amor (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral

Amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.

Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;
y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!



César Vallejo

Piedra negra sobre una piedra blanca

-- de César Vallejo --

Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos



Delmira Agustini

Elegías dulces

-- de Delmira Agustini --

Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
muda como una lágrima he mirado hacia atrás.
Y tu voz, de mi lejos, con un olor de muerte,
vino a aullarme al oído un triste «¡Nunca más!»

Tan triste, que he llorado hasta quedar inerte...
¡Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás!
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
Almas, hermanas mías, nunca miréis atrás!

Los pasados se cierran como los ataúdes;
al otoño las hojas en dorados aludes
ruedan... Y arde en los troncos la nueva floración...

Las noches son caminos negros de las auroras...
Oyendo deshojarse tristemente las horas
dulces, hablemos de otras flores al corazón.



Delmira Agustini

Florecimiento

-- de Delmira Agustini --

La noche entró en la sala adormecida
arrastrando el silencio a pasos lentos...
Los sueños son tan quedos, que una herida
sangrar se oiría. Rueda en los momentos

una palabra insólita, caída
como una hoja de otoño... Pensamientos
suaves tocan mi frente dolorida
tal manos frescas, ¡ah!... ¿Por qué tormentos

misteriosos los rostros palidecen
dulcemente?... Tus ojos me parecen
dos semillas de luz entre las sombra,

y hay en mi alma un gran florecimiento
si en mí los fijas; si los bajas, siento
como si fuera a florecer la alfombra.



José Agustín Goytisolo

el aire huele a humo

-- de José Agustín Goytisolo --

A gabriel celaya y a amparo gastón,
que tanto le quiso y le quiere todavía.
J.A.G.
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?
¿qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?
¿qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?
¿qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?
¿qué hacer?¿qué hará? preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.



Octavio Paz

sonetos iii

-- de Octavio Paz --

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.
El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve yelo.
Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.
Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo el verde cielo adolescente,
tu cuerpo da su enamorada suma.



Octavio Paz

escrito con tinta verda

-- de Octavio Paz --

La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.
Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.
Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.
Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.



Octavio Paz

piedra de toque

-- de Octavio Paz --

Aparece
ayúdame aexistir
ayúdate a existir
oh inexistente por la que existo
oh presentida que me presiente
soñada que me sueña
aparecida desvanecida
ven vuela adviene despierta
rompe diques avanza
maleza de blancuras
marea de armas blancas
mar sin brida galopando en la noche
estrella en pie
esplendor que te clavas en el pecho
(canta herida ciérrate boca)
aparece
hoja en blancotatuada de otoño
bello astro de pausados movimientos de tigre
perezoso relámpago
águila fija parpadeante
cae pluma flecha engalanada cae
da al fin la hora del encuentro
reloj de sangre
piedra de toque de esta vida



Pablo Neruda

soneto lxiii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

No sólo por las tierras desiertas donde la piedra salina
es como la única rosa, la flor por el mar enterrada,
anduve, sino por la orilla de ríos que cortan la nieve.
Las amargas alturas de las cordilleras conocen mis pasos.
Enmarañada, silbante región de mi patria salvaje,
lianas cuyo beso mortal se encadena en la selva,
lamento mojado del ave que surge lanzando sus escalofríos,
oh región de perdidos dolores y llanto inclemente!
no sólo son míos la piel venenosa del cobre
o el salitre extendido como estatua yacente y nevada,
sino la viña, el cerezo premiado por la primavera,
son míos, y yo pertenezco como átomo negro
a las áridas tierras y a la luz del otoño en las uvas,
a esta patria metálica elevada por torres de nieve.



Pablo Neruda

soneto lxxx cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxx
de viajes y dolores yo regresé, amor mío,
a tu voz, a tu mano volando en la guitarra,
al fuego que interrumpe con besos el otoño,
a la circulación de la noche en el cielo.
Para todos los hombres pido pan y reinado,
pido tierra para el labrador sin ventura,
que nadie espere tregua de mi sangre o mi canto.
Pero a tu amor no puedo renunciar sin morirme.
Por eso toca el vals de la serena luna,
la barcarola en el agua de la guitarra
hasta que se doblegue mi cabeza soñando:
que todos los desvelos de mi vida tejieron
esta enramada en donde tu mano vive y vuela
custodiando la noche del viajero dormido.



Pablo Neruda

jardín de invierno

-- de Pablo Neruda --

Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.



Pablo Neruda

soneto xcv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Quiénes se amaron como nosotros? busquemos
las antiguas cenizas del corazón quemado
y allí que caigan uno por uno nuestros besos
hasta que resucite la flor deshabitada.
Amemos el amor que consumió su fruto
y descendió a la tierra con rostro y poderío:
tú y yo somos la luz que continúa,
su inquebrantable espiga delicada.
Al amor sepultado por tanto tiempo frío,
por nieve y primavera, por olvido y otoño,
acerquemos la luz de una nueva manzana,
de la frescura abierta por una nueva herida,
como el amor antiguo que camina en silencio
por una eternidad de bocas enterradas.



Pablo Neruda

el padre

-- de Pablo Neruda --

Tierra de sembradura inculta y brava,
tierra en que no hay esteros ni caminos,
mi vida bajo el sol tiembla y se alarga.
Padre, tus ojos dulces nada pueden,
como nada pudieron las estrellas
que me abrasan los ojos y las sienes.
El mal de amor me encegueció la vista
y en la fontana dulce de mi sueño
se reflejó otra fuente estremecida.
Después... Pregunta a dios por qué me dieron
lo que me dieron y por qué después
supe una soledad de tierra y cielo.
Mira, mi juventud fue un brote puro
que se quedó sin estallar y pierde
su dulzura de sangres y de jugos.
El sol que cae y cae eternamente
se cansó de besarla... Y el otoño.
Padre, tus ojos dulces nada pueden.
Escucharé en la noche tus palabras:
... Niño, mi niño...
Y en la noche inmensa
seguiré con mis llagas y tus llagas.



Pablo Neruda

hasta cuándo hablan los demás

-- de Pablo Neruda --

Hasta cuándo hablan los demás
si ya hemos hablado nosotros?
qué diría josé martí
del pedagogo marinello?
cuántos años tiene noviembre?
qué sigue pagando el otoño
con tanto dinero amarillo?
cómo se llama ese cocktail
que mezcla vodka con relámpagos?



Pablo Neruda

la tierra

-- de Pablo Neruda --

La tierra
la tierra verde se ha entregado
a todo lo amarillo, oro, cosechas,
terrones, hojas, grano,
pero cuando el otoño se levanta
con su estandarte extenso
eres tú la que veo,
es para mí tu cabellera
la que reparte las espigas.
Veo los monumentos
de antigua piedra rota,
pero si toco
la cicatriz de piedra
tu cuerpo me responde,
mis dedos reconocen
de pronto, estremecidos,
tu caliente dulzura.
Entre los héroes paso
recién condecorados
por la tierra y la pólvora
y detrás de ellos, muda,
con tus pequeños pasos,
eres o no eres?
ayer, cuando sacaron
de raíz, para verlo,
el viejo árbol enano,
te vi salir mirándome
desde las torturadas
y sedientas raíces.
Y cuando viene el sueño
a extenderme y llevarme
a mi propio silencio
hay un gran viento blanco
que derriba mi sueño
y caen de él las hojas,
caen como cuchillos
sobre mí desangrándome.
Y cada herida tiene
la forma de tu boca.



Pablo Neruda

lamento lento

-- de Pablo Neruda --

En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompe y desarrolla su agua.
Algo quiere su leve daño
y su estima infinita y corta,
como el paso de un ser perdido
de pronto oído.
De pronto, de pronto escuchado
y repartido en el corazón
con triste insistencia y aumento
como un sueño frío de otoño.
La espesa rueda de la tierra
su llanta húmeda de olvido
hace rodar, cortando el tiempo
en mitades inaccesibles.
Sus copas duras cubren tu alma
derramada en la tierra fría
con sus pobres chispas azules
volando en la voz de la lluvia.



Pablo Neruda

soneto xcix cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Otros días vendrán, será entendido
el silencio de plantas y planetas
y cuántas cosas puras pasarán!
tendrán olor a luna los violines!
el pan será tal vez como tú eres:
tendrá tu voz, tu condición de trigo,
y hablarán otras cosas con tu voz:
los caballos perdidos del otoño.
Aunque no sea como está dispuesto
el amor llenará grandes barricas
como la antigua miel de los pastores,
y tú en el polvo de mi corazón
(en donde habrán inmensos almacenes)
irás y volverás entre sandías.



Pablo Neruda

soneto xxv cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.



Pablo Neruda

quién trabaja más en la tierra

-- de Pablo Neruda --

Quién trabaja más en la tierra,
el hombre o el sol cereal?
entre el abeto y la amapola
a quién la tierra quiere más?
entre las orquídeas y el trigo
para cuál es la preferencia?
por qué tanto lujo a una flor
y un oro sucio para el trigo?
entra el otoño legalmente
o es una estación clandestina?



Pablo Neruda

es verdad que las golondrinas

-- de Pablo Neruda --

Es verdad que las golondrinas
van a establecerse en la luna?
se llevarán la primavera
sacándola de las cornisas?
se alejarán en el otoño
las golondrinas de la luna?
buscarán muestras de bismuto
a picotazos en el cielo?
y a los balcones volverán
espolvoreadas de ceniza?



Pablo Neruda

soneto viii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto viii
si no fuera porque tus ojos tienen color de luna,
de día con arcilla, con trabajo, con fuego,
y aprisionada tienes la agilidad del aire,
si no fuera porque eres una semana de ámbar,
si no fuera porque eres el momento amarillo
en que el otoño sube por las enredaderas
y eres aún el pan que la luna fragante
elabora paseando su harina por el cielo,
oh, bienamada, yo no te amaría!
en tu abrazo yo abrazo lo que existe,
la arena, el tiempo, el árbol de la lluvia,
y todo vive para que yo viva:
sin ir tan lejos puedo verlo todo:
veo en tu vida todo lo viviente.



Pablo Neruda

soneto ii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto ii
amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,
qué soledad errante hasta tu compañía!
siguen los trenes solos rodando con la lluvia.
En taltal no amanece aún la primavera.
Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos,
juntos desde la ropa a las raíces,
juntos de otoño, de agua, de caderas,
hasta ser sólo tú, sólo yo juntos.
Pensar que costó tantas piedras que lleva el río,
la desembocadura del agua de boroa,
pensar que separados por trenes y naciones
tú y yo teníamos que simplemente amarnos,
con todos confundidos, con hombres y mujeres,
con la tierra que implanta y educa los claveles.



Pablo Neruda

son los senos de las sirenas

-- de Pablo Neruda --

Son los senos de las sirenas
las redondescas caracolas?
o son olas petrificadas
o juego inmóvil de la espuma?
no se ha incendiado la pradera
con las luciérnagas salvajes?
los peluqueros del otoño
despeinaron los crisantemos?



Pablo Neruda

trabajan la sal y el azúcar

-- de Pablo Neruda --

Trabajan la sal y el azúcar
construyendo una torre blanca?
es verdad que en el hormiguero
los sueños son obligatorios?
sabes qué meditaciones
rumia la tierra en el otoño?
(por qué no dar una medalla
a la primera hoja de oro?)



Pablo Neruda

soneto lxxiv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxiv
el camino mojado por el agua de agosto
brilla como si fuera cortado en plena luna,
en plena claridad de la manzana,
en mitad de la fruta del otoño.
Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día
crece con fríos sueños, sonidos y pescados,
el vapor de las islas combate la comarca,
palpita el mar sobre la luz de chile.
Todo se reconcentra como el metal, se esconden
las hojas, el invierno enmascara su estirpe
y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.
Solamente sujetos al cauce sigiloso
del movimiento, adiós, del viaje, del camino:
adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.



Pedro Calderón de la Barca

Neso

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Apenas el invierno helado y cano
este monte con nieblas desvanece,
cuando la primavera le florece,
y el que helado se vio, se mira ufano.

Pasa la primavera, y el verano
los desprecios del sol sufre y padece;
llega alegre el otoño y enriquece
el monte de verdor, de fruta el llano.

Todo vive sujeto a la mudanza:
de un día y otro día los engaños
cumplen un año, y éste al otro alcanza.

Con esperanza sufre desengaños
un monte, que a faltarle la esperanza,
ya se rindiera al peso de los años.



Pedro Salinas

la voz a ti debida - por qué tienes nombre tú

-- de Pedro Salinas --

¿por qué tienes nombre tú,
día, miércoles?
¿por qué tienes nombre tú,
tiempo, otoño?
alegría, pena, siempre
¿por qué tenéis nombre: amor?
si tú no tuvieras nombre,
yo no sabría qué era
ni cómo, ni cuándo. Nada.
¿Sabe el mar cómo se llama,
que es el mar? ¿saben los vientos
sus apellidos, del sur
y del norte, por encima
del puro soplo que son?
si tú no tuvieras nombre,
todo sería primero,
inicial, todo inventado
por mí,
intacto hasta el beso mío.
Gozo, amor: delicia lenta
de gozar, de amar, sin nombre.
Nombre: ¡qué puñal clavado
en medio de un pecho cándido
que sería nuestro siempre
si no fuese por su nombre!



José María Pemán

porque es igual que tú, claro y sereno

-- de José María Pemán --

Estoy enamorado del otoño.
Adoro los cipreses porque son
como tu cuerpo, conjunción suprema
de arquitectura y música.
Y adoro
ese verde con sol de los pinares
tan parecido al verde de tus ojos.
Adoro esa tristeza sin palabras
que guardamos los dos como un tesoro...
Y esa risa sin risa
que, como una limosna,
por caridad, le damos a los otros.



José Tomás de Cuellar

El otoño (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

¿OYES silbar el viento proceloso
Entre los secos troncos, y en las peñas
No ves cual troza las marchitas breñas?
¿No miras en los tristes arenales
Las pardas espirales
Del fugaz remolino vagaroso?
Mira el bosque desnudo
De sus pomposas galas:
Oye cual lanza su graznido rudo
El cuervo que se aleja
Hendiendo el aire con sus negras alas.

Contempla la arboleda, hermosa mía;
Ya no verdean las copas arrogantes



José Ángel Buesa

poema nocturno

-- de José Ángel Buesa --

Muchacha de una noche de viento y hojas secas,
que una sonrisa tuya pobló de mariposas,
como si aún recordaras tus últimas muñecas
junto a un hombre lejano que olvidó tantas cosas...
Muchacha de una noche de cigarrillos lentos,
cuando quedó en la mesa la flor de tu corpiño:
tú eras la pastorcita de los libros de cuentos,
y yo fui el niño triste que no supo ser niño.
Muchacha de una noche par ael amor errante,
cuando crece el otoño con su vaho profundo,
y el alma es el navío de un solo tripulante
que despliega sus lonas al viento de otro mundo.
Muchacha de un noche: yo pienso todavía
que hubiera sido hermoso que nunca amaneciera,
ahora que, fatalmente, comienza un nuevo dia,
que ha de ser, para tantos, otro dia cualquiera...



José Ángel Buesa

amor tardío

-- de José Ángel Buesa --

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.
Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.
Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...



José Ángel Buesa

canción de la búsqueda

-- de José Ángel Buesa --

Todavía te busco, mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
de lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: «¡es ella!» como diría ahora
seguiré mi camino, murmurando: «era ella...»



José Ángel Buesa

último poema

-- de José Ángel Buesa --

Otra vez tus caminos me llevan hacia el alba,
cuando ya en mi sonrisa murió el último niño.
Otra vez esa flecha clavándose en la noche,
y esa lluvia de otoño para soñar contigo.
Otra vez esas manos alzándose hacia el sueño,
y estas sordas raices sedientas de rocío.
Y el profundo desastre de crecer en la sombra,
con los ojos cerrados y los brazos vacíos.
Otra vez esa antorcha que extenúa mi sangre,
y ese silencio oscuro que alarga su latido.
Oh, corazón de fiebre en la floresta negra,
muriendo lentamente y eternamente vivo.
Oh, si, otra vez y siempre, morir en cada estrella,
y encender esa lámpara que se apagó de frío.
¡Oh, si, otra vez y siempre, hasta morir la vida;
otra vez hacia el alba por todos los caminos!



José Ángel Buesa

desafío al otoño

-- de José Ángel Buesa --

Soñar es ver la vida de otro modo,
y es olvidar un poco lo que es.
Un sueño es casi nada y más que todo;
más que todo al soñarlo... Casi nada después.
José ángel buesa



José Ángel Buesa

poema del desencanto

-- de José Ángel Buesa --

Y comenzamos juntos un viaje hacia la aurora
como dos fugitivos de la misma condena.
Lo que ignoraba entonces no he de callarlo ahora:
no valías la pena.
Ya llegaba el otoño y ardía el mediodía.
Sentí sed. Vi tu copa. Pensé que estaba llena,
pero acerqué mis labios y la encontré vacía.
No valías la pena.
Te di a guardar un sueño, pero tú lo perdiste,
o acaso abrí mis surcos en la llanura ajena.
Es triste, pero es cierto. Por ser tan cierto, es triste:
no valías la pena.
Fuiste el amor furtivo que va de lecho en lecho,
y el eslabón amable que es más que una condena.
Pero hoy puedo decirlo, sin rencor ni despecho:
no valías la pena.
Me alegré con tu risa; me apené por tu llanto,
sin pensar que eras mala ni creer que eras buena.
Te canté en mis canciones, y, a pesar de mi canto,
no valías la pena.
Me queda el desencanto del que enturbió una fuente,
o acaso el desaliento del que sembró en la arena.
Pero yo no te culpo. Te digo, simplemente:
no valías la pena.



José Ángel Buesa

estoy aquí contigo...

-- de José Ángel Buesa --

Estoy aquí, contigo. Y pienso en ti, a tu sombra,
a tu sombra callada como un agua de otoño.
Aquí, con la cabeza caída en tu regazo,
como para que pienses que contemplo las nubes.
En tu rostro apacible se refleja el crepúsculo,
y eres tan bella, amiga, que me duele mirarte.
Aquí estoy, a tu sombra, pensando en ti, contigo.
Y tú piensas, acaso, que estoy pensando en otra.
Tú sonríes, segura del poder de tu beso,
y yo cierro los ojos para sentir tu ausencia.
Ah, pobre amiga mía, cómo quisiera amarte,
amarte como entonces, cuando tú no me amabas...
Ah, sí, qué pronto pasan el amor y las nubes...
Qué irreparablemente se mustian las espigas...
Aquí, bajo este árbol que ignora su silencio,
mí corazón se aleja tristemente del tuyo.
Y, sin embargo, amiga, ya ves que te sonrío.
Y mi boca recorre la distancia del beso.
Pero pienso en el modo de dejar de besarte,
y en una despedida que no te haga llorar...



Juan de Arguijo

Las estaciones (Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;

Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;

Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.

¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?



Félix María Samaniego

El fraile y la monja

-- de Félix María Samaniego --

Hallándose cortejando

cierto fraile a una monjita,

mientras que la requebraba

le enseñaba su pi...

Su pipa con que fumaba.

La monja, como era lega

y profesaba al otoño,

radiaba por darle entrada

y le enseñaba su co...

Su copo con que ella hilaba.

El fraile, como enojado,

la dijo con disimulo:

-No fuera malito, hermana,

soplárselo junto al cu...

Al cubo que saca el agua.

La monja, como agraviada,

le dijo sin agasajo:

-Váyase el fraile a la mierda

que le cortase el cara...

El caracolito que rabia.



Gerardo Diego

ante las torres de compostela

-- de Gerardo Diego --

Ante las torres de compostela
también la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho ay, amor mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.
Y ella tú aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¡qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!
¡qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume beber hasta saciarse!
¡qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... Y roncar como un sochantre...
Y comer... Y engordar... Y qué desgracia
que esto solo no baste!



Salvador Novo

1961

-- de Salvador Novo --

Gracias, señor, porque me diste un año
en que abrí a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.

Gracias por la ventura y por el daño
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.

Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.

Y porque, entre tus dones, me bendiga
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.



Salvador Novo

gracias, señor

-- de Salvador Novo --

Gracias, señor, porque me diste un año
en que abrir a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.

Gracias por la ventura y por el daño
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.

Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.

Y porque, entre tus dones, me bendiga
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.



Santiago Montobbio

huecograbado

-- de Santiago Montobbio --

Huecograbado
igual que no es ningún genio quien sospecha
que la lentitud venenosa de un otoño
tiene por testigo final a cualquier calle
la tinta de este papel también es la tinta última
y en la improbable forma con que consiga
abrazarme a su mentira jamás podrá
ser más cierta la vida. Pues no
porque se repitan hasta la fatiga
dejo de saber que mis poemas no son más
que los retratos de unos penúltimos suicidios,
el puño que si se abre todas las llagas
de la sombra tiene y también el corazón que suspira
por la sigilosa huida que se transfigura en las ventanas.
Que juntos quizá forman un instante solo y tenso
en lo rojo o en la noche, un pobre tiempo fiero
en el que el corazón aprieta y muerde para que después
la vida se descanse y con igual tristeza
retome mi cintura; instantes de derrotas
y de muros, desangelados arañazos o torpes ensayos
que con insistente timidez anuncian despedidas
estos mis ocres versos en silencio sabedores
de que si de la noche salgo no estoy
en ningún sitio.



Vicente García de la Huerta

El verdadero amor

-- de Vicente García de la Huerta --

Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas.

Antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidias al merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;

antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera

y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera
cuanto menos que falte, el amor mío.



Vicente García de la Huerta

Explicación de la firmeza

-- de Vicente García de la Huerta --

Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas;

antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidia sal merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;

antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera,

y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera,
cuanto menos que falte el amor mío.



Vicente Huidobro

Señora

-- de Vicente Huidobro --

Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas

Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo

Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer

Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello



Vicente Wenceslao Querol

Golondrina de otoño

-- de Vicente Wenceslao Querol --

Del norte huyendo las glaciales brumas,
de África busca el prolongado estío,
y rauda pasa, las azules plumas
rozando leve en el cristal del río.

Si atrás pudiera yo, corazón mío,
dejar así el dolor con que me abrumas,
el nido huyendo de mi hogar vacío,
surcara, oh mar, tus pérfidas espumas.

Pero ella ve el turbión que se avecina
y va a otros climas de apacible calma,
porque remonta hasta el cenit su vuelo.

Yo imitaré a esa pobre golondrina
y hallaré la perdida paz del alma
subiendo en alas de la fe hasta el cielo.



Vicente Wenceslao Querol

Al tiempo que pasa

-- de Vicente Wenceslao Querol --

¡Huye el tiempo veloz! Rápido avanza
llevando en raudo vuelo
la ilusión, la hermosura y la esperanza,
el grato afán, y el incansable anhelo.
¡Huye el tiempo veloz! ¿Quién su carrera
podrá atajar? ¡Ni el ruego, ni el suspiro
del amor o el dolor! La primavera
llega, y en veloz giro
pasa ya, y los ardores del verano
huyen con el retoño
del árbol tierno, cuando anuncia cano
al triste invierno, el moribundo otoño.



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