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José Martí

la imagen del rey, por ley,

-- de José Martí --

xxix
la imagen del rey, por ley,
lleva el papel del estado:
el niño fue fusilado
por los fusiles del rey.
Festejar el santo es ley
del rey: y en la fiesta santa
¡la hermana del niño canta
ante la imagen del rey!

Poema la imagen del rey, por ley, de José Martí con fondo de libro

Amado Nervo

el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, dios mío?
lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh señor! la belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más tú eres cierto: ¡sé tú mi último dueño!
¿dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...

Poema el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

unidad

-- de Amado Nervo --

No, madre, no te olvido;
mas apenas ayer ella se ha ido,
y es natural que mi dolor presente
cubra tu dulce imagen en mi mente
con la imagen del otro bien perdido.
Ya juntas viviréis en mi memoria
como oriente y ocaso de mi historia,
como principio y fin de mi sendero,
como nido y sepulcro de mi gloria;
¡pues contigo nací, con ella muero!
ya viviréis las dos en mis amores
sin jamás separaros;
pues, como en un matiz hay dos colores
y en un tallo dos flores,
¡en una misma pena he de juntaros!

Poema unidad de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

Viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Dí, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡Se Tú mi último Dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Jorge Cuesta

entre tú y la imagen de ti que a mí llega

-- de Jorge Cuesta --

Entre tú y la imagen de ti que a mí llega
hay un espacio al cabo del cual eres sólo una memoria.
Tienes tiempo de abrir la puerta sin que te vea,
huir y regresar después de haber cambiado o muerto del todo.
Tienes tiempo de hacerte presente a otros ojos
y dejar en ellos otra visión deshabitada.
Tus palabras son hondas para contener en sus ecos
otras obscuras que escucharé precisas cuando te hayas apagado,
para sepultar en sus silencios dichas que no posees,
dicha que de ti apartan -porque no de tu ausencia-
los fragmentos de ti, que las sujetan,
distantes uno de otro, dispersos y recónditos,
sin reintegrarte nunca la vida que te arracan
y sólo tu muerte recupera.



Juan Bautista Aguirre

Soneto moral (Aguirre)

-- de Juan Bautista Aguirre --

No tienes ya del tiempo malogrado
en el prolijo afán de tus pasiones,
sino una sombra, envuelta en confusiones,
que imprime en tu memoria tu pecado.

Pasó el deleite, el tiempo arrebatado
aun su imagen borró; las desazones
de tu inquieta conciencia son pensiones
que has de pagar perpetuas al cuidado.

Mas si al tiempo dejó para tu daño
su huella errante, y sombras al olvido
del que fue gusto y hoy te sobresalta,

para el futuro estudia el desengaño
en la imagen del tiempo que has vivido,
que ella dirá lo poco que te falta.



Gutierre de Cetina

ni por mostrarse blanda ni piadosa

-- de Gutierre de Cetina --

La imagen que en el alma amor me sella,
ni porque ceda a su color más bella
el blanco lirio y la bermeja rosa,
ni por mostrarse fiera y desdeñosa,
ni por fingir de mi falsa querella,
ni por estar presente o nunca vella,
ni por estar contenta ni quejosa,
mi alma se verá que de otro fuego
arda jamás, ni que se borre un punto
la imagen que ya en ella está esculpida.
Tan dulce hizo amor el nudo ciego
que no puede amargar, si todo junto
fuese de ajenjo el resto de mi vida.



Julio Flórez

entonces

-- de Julio Flórez --

Jamás con mi recuerdo estarás sola:
viviré sin cesar en tu presencia,
mientras el lago aquél tenga una ola;
mientras el bosque aquél... Guarde una esencia.
Mientras que de tu pecho en los ardores
des a mi imagen cariñoso abrigo;
mientras reces por mí, mientras me implores,
mientras me quieras, estaré contigo.
¿Sabes cuándo, en la vida, estarás sola?
¿cuándo no me verás en tu presencia?
cuando en el lago aquél no haya una ola.
Cuando el bosque aquél no haya una esencia.
¡Ay...! Cuando de tu pecho en los ardores
a mi imagen no des cálido abrigo,
cuando por mí no reces, ni me implores,
ni me quieras, tú, sí estarás conmigo.
Julio flórez



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo IV

-- de Francisco Villaespesa --

Ante la virgen que adorabas tanto
rezaba con tan ciega idolatría,
que entre mis labios la oración moría
estrangulada por mi propio llanto.
La imagen, impasible a mi quebranto,
con sus labios pintados sonreía
a un niño que en los brazos sosteía
medio oculto en los pliegues de su manto.
¡Mi vida en cambio de la suya!dije.
Ciego de pena y de terror, maldije;
y al salir de la brusca pesadailla,
vi en la faz de la imagen, con espanto,
algunas gotas trémulas de llanto
rodar sobre el carmín de su mejilla.



José Lezama Lima

rueda el cielo

-- de José Lezama Lima --

Rueda el cielo -que no concuerde
su intento y el grácil tiempo-
a recorrer la posesión del clavel
sobre la nuca más fría
de ese alto imperio de siglos.
Rueda el cielo -el aliento le corona
de agua mansa en palacios
silenciosos sobre el río
a decir su imagen clara.
Su imagen clara.

Va el cielo a presumir
-los mastines desvelados contra el viento-
de un aroma aconsejado.
Rueda el cielo
sobre ese aroma agolpado
en las ventanas,
como una oscura potencia
desviada a nuevas tierras.
Rueda el cielo
sobre la extraña flor de este cielo,
de esta flor,
única cárcel:
corona sin ruido.



José Martí

noche de mayo

-- de José Martí --

Noche de mayo 1
con un astro la tierra se ilumina;
con el perfume de una flor se llenan
las ámbitos inmensos. Como vaga,
misteriosa envoltura, una luz tenue
naturaleza encubre,y una imagen
misma del linde en que se acaba brota
entre el humano batallar. ¡Silencio!
en el color, oscuridad! ¡enciende
el sol al pueblo bullicioso y brilla
la blanca luz de luna!en los ojos
la imagen va,porque si fuera buscan
del vaso herido la admirable esencia,
en haz de aromas a los ojos surge:
y si al peso del párpado obedecen,
¡como flor que al plegar las alas pliega
consigo su perfume, en el solemne
templo interior como lamento triste
la pálida figura se levanta!
divino oficio! el universo entero,
su forma sin perder, cobra la forma
de la mujer amada, y el esposo
ausente, el cielo póstumo adivina
por el casto dolor purificado.
José martí



Adelardo López de Ayala

Plegaria (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Dame, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud;
la que sabe en el golfo hallar quietud
y en medio de las sombras claridad:

la que trueca en tesón la veleidad
y el ocio en perenal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud,
y los torpes engaños en verdad!

Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí,
te ofrezcan algún fruto en galardón...

Y aun tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mí.



Adelardo López de Ayala

Plegaria.

-- de Adelardo López de Ayala --

AME, Señor, la firme voluntad,
Compañera y sostén de la virtud;
La que sabe en el golfo hallar quietud
Y en medio de las sombras claridad:

La que trueca en tesón la veleidad
Y el ocio en perennal solicitud,
Y las ásperas fiebres en salud,
Y los torpes engaños en verdad!

Y así conseguirá mi corazón
Oue los favores que a tu amor debí
Te ofrezcan algún fruto en galardón...

Y aun tú, Señor, conseguirás así
Que no llegue a romper mi confusión
La imagen tuya que pusiste en mí.



Adelardo López de Ayala

La rosa de la aldeana

-- de Adelardo López de Ayala --

Donosa aldeana
de negro cabello,
de rostro más bello
que fresca mañana:
detente; te llamo
temblando de amor;
desata ese ramo
y dame una flor.

Marchito y sin vida
tu ramo, aldeana,
acaso mañana
ninguno lo pida;
mas hoy que lo pinta
la luz del amor,
desata esa cinta
y dame una flor.

No llores, amada,
no muestres despecho;
que llevo en el pecho
tu imagen grabada.
¡Dichosa mañana!
¡Dichoso mi amor!
Me dio la aldeana
la rosa mejor.



Alberto Lista

La duda (Alberto Lista)

-- de Alberto Lista --

¿Si será de amistad, Filis hermosa,
la grata llama que en el pecho siento;
que como propio tu dolor lamento,
y soy feliz, cuando eres venturosa?

¿O será amor? Tu imagen deliciosa
grabada está en el alma, y el momento,
que obligado la deja el pensamiento,
me es ingrato el pensar, la vida odiosa.

Amor es. Este ardor de verte, este
inefable placer cuando te veo,
¿quién sino el dulce amor puede inspirarlo?

Mas ¡ay! es como tú puro y celeste;
e ignorando los fuegos del deseo,
halaga el corazón sin abrasarlo.



Alejandro Tapia y Rivera

A una señorita

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

I
El sol de la ventura
no ha dado aún a mis ojos
tu imagen; mis antojos
perciben tu hermosura,
perciben en la altura
de un ángel el destello,
de un hada el rostro bello...
Para llamar feliz mi triste suerte,
ángel, hada o mujer, anhelo verte.

II
Amor me inspira el ave
del aire mensajera,
que lleva al alta esfera
como celeste nave
de amor el canto suave;
también amor me inspira
la flor que aroma espira,
y tal dicha en mi ser tu nombre vierte,
que flor, ave o mujer, muero por verte.

III
No sé si eres lucero
que anuncia alegre día,
o en tempestad umbría
ofrece un derrotero
al triste marinero;
empero ángel o hada,
o ave o flor preciada,
o mágico lucero;
para amar más la vida que la muerte,
es mi anhelo, señora, conocerte.



Alejandro Tapia y Rivera

Una ausencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¡Oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!
Si la mañana hermosa
con su rosado velo,
con plácida armonía
me saluda al subir al alto cielo,
por mi amante deliro
y saluda a la aurora mi suspiro.

Si la tarde apacible
con su franjado cielo bonancible
risueña me corona,
y si arrulla mi frente
con deleitoso y perfumado ambiente,
me contristo también, porque mi alma
no halla sin ella la apacible calma.

¡Si la noche serena,
de paz y encanto llena,
me halaga cariñosa,
si luz vierten radiosa
los astros que se encumbran,
en vano piden luz mis tristes ojos,
sus ojos no me alumbran!

¡Cuán dichosos aquellos que en la ausencia
del hado hallan clemencia
y ven do quiera la mujer querida;
en tanto que a mi queja dolorida
responde soledad muda y eterna!
Su imagen pura, su memoria tierna
son recuerdo no más, ilusión vana...
Deliciosa mañana,
encantadora tarde, noche fría,
¡oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!



Alfonsina Storni

La imagen poética de Luis de Góngora

-- de Alfonsina Storni --

Al alba venid. Buen amigo;
al alba venid.
Amigo el que más quería.
Venid a la luz del día.
Amigo el que más amaba,
venid a la luz del alba,
venid a la luz del día,
non trayáis compañia.
Venid a la luz del alba,
non trayáis gran compaña.



Amado Nervo

perlas negras - ¿quién es? no sé: a veces cruza

-- de Amado Nervo --

¿quién es? no sé: a veces cruza
por mi senda, como el hada
del ensueño: siempre sola...
Siempre muda... Siempre pálida...
¿Su nombre? no lo conozco.
¿De dónde viene? ¿dó marcha?
¡lo ignoro! nos encontramos,
me mira un momento y pasa:
¡siempre sola...! ¡Siempre triste...!
¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!
mujer: ha mucho que llevo
tu imagen dentro del alma.
Si las sombras que te cercan,
si los misterios que guardas
deben ser impenetrables
para todos, ¡calla, calla!
¡yo sólo demando amores:
yo no te pregunto nada!
¿buscas reposo y olvido?
yo también. El mundo cansa.
Partiremos lejos, lejos
de la gente, a tierra extraña;
y cual las aves que anidan
en las torres solitarias,
confiaremos a la sombra
nuestro amor y nuestras ansias...



Amado Nervo

delicta carnis

-- de Amado Nervo --

Carne, carne maldita que me apartas del cielo;
carne tibia y rosada que me impeles al vicio;
ya rasgué mis espaldas con cilicio y flagelo
por vencer tus impulsos, y es en vano, ¡te anhelo
a pesar del flagelo y a pesar del cilicio!
crucifico mi cuerpo con sagrados enojos,
y se abraza a mis plantas afrodita la impura;
me sumerjo en la nieve, mas la templan sus ojos;
me revuelco en un tálamo de punzantes abrojos,
y sus labios lo truecan en deleite y ventura.
Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo,
y en mis noches, pobladas de febriles quimeras,
me persigue la imagen de la venus de milo,
con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo
y las combas triunfales de sus amplias caderas.
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. ..
¡Oh señor jesucristo, guíame por los rectos
derroteros del justo; ya no turben con locas
avideces la calma de mis puros afectos
ni el caliente alabastro de los senos erectos,
ni el marfil de los hombros, ni el coral de las bocas!



Amado Nervo

lejanía

-- de Amado Nervo --

¡parece mentira que hayas existido!
te veo tan lejos...
Tu mirada, tu voz, tu sonrisa,
me llegan al fondo de un pasado inmenso...
Eras más sutil
que mi propio ensueño;
eres el fantasma de un fantasma,
eres el espectro de un espectro...
Para reconstruír tu imagen remota
he menester ya de un enorme esfuerzo.
¿De veras me quisiste? ¿de veras me besabas?
¿de veras recorrías la casa, hoy en silencio?
¿de veras, en diez años, tu cabecita rubia
reposó por las noches, confiada en mi pecho?
¡ay qué perspectivas esas de la muerte!
¡qué horizontes tan bellos!
¡cuál os divinizan, oh difuntas jóvenes,
con sus lejanías llenas de misterio!
¡qué consagraciones tan definitivas
las que da el silencio!...
¡Cuál os vuelve míticas, casi fabulosas!
¡qué tristes mujeres de carne y de hueso,
con sus pobres encantos efímeros,
podrían venceros?
tenéis un augusto prestigio de estatua,
y por un fenómeno de rareza lleno,
mientras más distantes, más imperïosas
vais agigantandoos en el pensamiento.



Amado Nervo

El celaje

-- de Amado Nervo --

¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!

¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.

Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.



Lope de Vega

Ángel divino, que en humano y tierno

-- de Lope de Vega --

Ángel divino, que en humano y tierno
velo te goza el mundo, ¡oh!, no consuma
el mar del tiempo, ni su blanca espuma
cubra tu frente su nevado invierno

beldad que del artífice superno
imagen pura fuiste en cifra y suma,
sujeto de mi lengua y de mi pluma,
cuya hermosura me ha de hacer eterno;

centro del alma venturosa mía,
en quien el armonía y compostura
del mundo superior contemplo y veo.

Alba, Lucinda, cielo, sol, luz, día,
para siempre el altar de tu hermosura
ofrece su memoria mi deseo



Lope de Vega

Con pálido calor, ardiendo en ira

-- de Lope de Vega --

Con pálido color, ardiendo en ira,
en los brazos de Avero y de Alencastro,
de la difunta doña Inés de Castro
el bravo portugués el rostro mira.

Tierno se allega, airado se retira,
(trágico fin de amor, infeliz astro)
y abrazado a su imagen de alabastro,
con este llanto y voz habla y suspira:

«Si ves el alma, Nise, de mis ojos
desde el cielo, en que pisas palma y cedro,
más que en este laurel y fe constante,

verás que soy, honrando tus despojos,
portugués en amor, en rigor Pedro,
rey en poder, y en la venganza amante».



Lope de Vega

Estas postreras lágrimas te ofrezco

-- de Lope de Vega --

Estas postreras lágrimas te ofrezco,
ídolo de metal, imagen dura,
por diezmo de mis penas y locura,
si recibirlas tu piedad merezco.

Con este don tus aras enriquezco
de la cosecha de mi desventura,
que en sacrificio de mi sangre pura,
como en el falso dios, indio parezco.

Responde como Oráculo, enemiga,
pues eres piedra, y diosa, y adorada,
¿dime si es bien que esta jornada siga?

Mas, ¿que responderás estando airada,
si fuiste cuando más, mi dulce amiga,
alma de fuego en una piedra helada?



Lope de Vega

Lucas, tan justamente peregrino

-- de Lope de Vega --

Lucas, tan justamente peregrino
al lado del pintor del firmamento,
de la primera imagen fundamento,
que a ser altar de nuestros ojos vino;
vos, que con el azul ultramarino
de vuestro celo, y con la fe por tiento,
en la tabla del Nuevo Testamento
pintáis la humanidad del ser divino,
¿qué pluma os ha de dar debidos loores?
¿Cuál humano pincel podrá pintaros?
¿Adónde habrá retóricos colores?
Mas para dignamente retrataros,
vos, divino patrón de los pintores,
al espejo de Dios poséis miraros.



Lope de Vega

No me quejara yo de larga ausencia

-- de Lope de Vega --

No me quejara yo de larga ausencia
sí, como todos dicen, fuera muerte;
mas pues la siento, y es dolor tan fuerte,
quejarme puedo sin pedir licencia.

En nada del morir tiene apariencia,
que si el sueño es su imagen y divierte
la vida del dolor, tal es mi suerte
que aun durmiendo no he visto su presencia.

Con más razón la llamarán locura,
efeto de la causa y accidente,
si el no dormir es el mayor testigo.

¡Oh ausencia peligrosa y mal segura,
valiente con rendidos, que un ausente
en fin vuelve la espalda a su enemigo!



Lope de Vega

Quien dice que fue Adonis convertido

-- de Lope de Vega --

Quien dice que fue Adonis convertido
en flor de lirio y venus en estrella,
no vio, señor don Juan, la imagen bella
que a España habéis de Génova traído.

Transformación, que no escultura, ha sido,
y porque no quedó beldad sin ella
ni amor sin él, a las espaldas de ella
también en piedra se mudó Cupido.

Los mismos son, que no pudiera el arte
vencer al cielo en perfección tan rara;
testigo son las piedras de Anaxarte.

Y si todas a sí las transformara,
yo os diera un mármol tan divino en parte
que el olvidado amor resucitara.



Lope de Vega

¿Quién es aquel Atleta esclarecido

-- de Lope de Vega --

¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
Si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
Que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
¡Oh solo peregrino de Verona!,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona:
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.



Lope de Vega

Si al espejo, Lucinda, para agravios

-- de Lope de Vega --

Si al espejo, Lucinda, para agravios
de amor y el mundo, armarte solicitas
de veneno y color, con que marchitas
tanto jazmín y rosa en frente y labios;

si ves los ojos con que a tantos sabios
a idolatrar como Idumea incitas,
y aquellas niñas con que vidas quitas
a mil Torcuatos, Césares y Fabios;

pues a ellas y a mí vivo y perfeto
en ellas viste, cuando en ti me vía,
teniéndote el cristal, del rostro objeto;

mírate en él con mi memoria un día,
que si el imaginar produce efeto,
ausente podrás ver la imagen mía.



Lope de Vega

Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!

-- de Lope de Vega --

Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!,
hermosura mortal, ¿cómo ignoraba
la tuya celestial, pues me enseñaba
lo invisible, Señor, por lo visible?
Tu gloria, eterno Dios, incorruptible,
cuando ídolos humanos fabricaba,
como gentil y bárbaro trocaba
en imagen del hombre corruptible.
¡Ay, Dios, y cuán escuro que tenía
entonces mi turbado entendimiento,
sin ver la luz en la mitad del día!
¿Qué excusa te dará mi entendimiento?
Pero con tu piedad la más tardía
halla en tu pecho dulce acogimiento.



Lope de Vega

Suena el azote, corredor Apolo

-- de Lope de Vega --

Suena el azote, corredor Apolo,
sobre el carro que a Géminis alinda,
que falta para ver a mi Lucinda,
de tu carrera un paralelo sólo

Dafnes te espera en el opuesto polo,
que puede ser que su dureza rinda,
y a mí la imagen más hermosa y linda,
que ha visto el Panteón, ni el Mauseolo.

Si quieres ver, para que no te admires,
la razón que me esfuerza a que la quiera,
mira su rostro, aunque es grande osadía.

Mas, ¡ay sol envidioso! no le mires,
que no llegando al indio, que te espera,
harás eterno desta ausencia el día.



Lope de Vega

Ya vengo con el voto y la cadena

-- de Lope de Vega --

Ya vengo con el voto y la cadena,
desengaño santísimo, a tu casa,
porque de la mayor coluna y basa
cuelgue de horror y de escarmiento llena.
Aquí la vela y la rompida entena
pondrá mi amor que el mar del mundo pasa,
y no con alma ingrata y mano escasa,
la nueva imagen de mi antigua pena.
Pero aguárdame un poco, desengaño;
que se me olvidan en la rota nave
ciertos papeles, prendas y despojos.
Mas no me aguardes, que serás engaño,
que si Lucinda a lo que vuelvo sabe,
tendráme un siglo con sus dulces ojos.



Luis Cernuda

donde habite el olvido

-- de Luis Cernuda --

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueñoa imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



Luis Palés Matos

frontis

-- de Luis Palés Matos --

Lector, vas a beber en una fuente,
donde al bajar el labio y la mirada,
encontrarás tu imagen retratada
en la seda de su onda transparente;

vas a beber el agua de un torrente
hecha de todo y en resumen nada,
que sabe de la estrella inmaculada
y de la sima negra y atrayente...

Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
te lanza entre la sombra su saeta;

sigue, a tientas quizás: jasón perdido,
y toparás al cabo sorprendido,
el vellocino de oro del poeta.



Lupercio Leonardo de Argensola

Al sueño (Argensola)

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Imagen espantosa de la muerte,
sueño cruel, no turbes más mi pecho,
mostrándome cortado el nudo estrecho,
consuelo solo de mi adversa suerte.

Busca de algún tirano el muro fuerte,
de jaspe las paredes, de oro el techo,
o el rico avaro en el angosto lecho
haz que temblando con sudor despierte.

El uno vea popular tumulto
romper con furia las herradas puertas,
o al sobornado siervo el hierro oculto;

el otro, sus riquezas descubiertas
con llave falsa o con violento insulto:
y déxale al amor sus glorias ciertas.



Líber Falco

Así fué...

-- de Líber Falco --

Arquero hoy de olvidados sueños,
he flechado tu imagen
con un dardo imprevisto del recuerdo.

Rubia muñeca de bazar de lujo,
en mis memorias de adolescente
con marco gris tu yaces displicente,
mientras tus humos tejen
en rancio novelón: héroe ficticio.

¿Y con esta complicada cocina
tú y yo doramos al amor?
Ah! el instinto. Padre Nuestro
que muerde y miente
cautelosamente.



Manuel de Zequeira

El petimetre

-- de Manuel de Zequeira --

Un sombrero con visos de nublado,
ungirse con aroma el cutis bello,
recortarse a la Titus el cabello
y el cogote a manera de donado:

un monte por patilla bien poblado,
donde pueda ocultarse un gran camello,
en mil varas de olán envuelto el cuello,
y en la oreja un pendiente atumbagado.

Un coturno por bota, inmenso sable,
ajustarse el calzón desde el sobaco,
costumbres sibaritas, rostro afable,

con Venus, tedio a Marte, gloria a Baco;
todo esto y mucho más no es comparable
con la imagen novel de un currutaco.



Manuel de Zequeira

A Lelio

-- de Manuel de Zequeira --

Lleva, Lelio, a la sombra
De la fuente vecina,
Los vasos, las botellas,
Y la sonora lira:

De yedra coronados
Sentados a la orilla
Alegres beberemos
Con las campestres ninfas.

No cantaré el azote
De guerras numantinas
Ni la sangrienta espada
Del invencible Anibal;

No en púrpura tenidos
Los mares de Sicilia,
Ni el Cíclope asaltando
La esfera cristalina.

No al héroe macedonio
De Marte imagen viva,
Sobre el triunfante carro
Talando por las Indias.

No, Lelio, no, estos cantos
Mis cabellos erizan,
Las cuerdas se revientan,
Y crujen las clavijas;

Pero, sí cantaremos
Las tres hermanas ninfas
Con el hijo vendado:
Y a su madre divina;

Cantaremos a Baco
De vid la sien ceñida,
Con amorosas hojas
Y derramando risas:

El céfiro halagüeño,
Las dulces avecillas,
El arroyo plateado
Y el rumor de las guijas:

Todos estos placeres
En la fuente vecina,
Bebiendo llenos vasos,
harán sonar la lira.



Jaime Sabines

igual que los cangrejos...

-- de Jaime Sabines --

Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.

¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?

me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.

¡Apiádate de mí!
quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.

Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.



Jorge Cuesta

no para el tiempo , sino pasa; muere

-- de Jorge Cuesta --

No para el tiempo, sino pasa; muere
la imagen de sí, que a lo que pasa aspira
a conservar igual a su mentira.
No para el tiempo; a su placer se adhiere.

Ni lleva al alma, que de sí difiere,
sino al sitio diverso en que se mira.
El lugar de que el alma se retira
es el que el hueco de la muerte adquiere.

Tan pronto como el alma el cambio habita,
no la abandona el cambio en lo que deja
ni de la vida incierta la separa;

se aventura y su riesgo sólo imita
al tiempo entonces su razón perpleja,
pues goza la razón, más no se para.



Jorge Cuesta

este amor no te mira para hacerte durable

-- de Jorge Cuesta --

Este amor no te mira para hacerte durable
y desencadenarte de tu vida, que pasa.
Los ojos que a tu imagen apartan de tu muerte
no la impiden, sólo hacen más presente tu ruina.
No hay sitio en mi memoria
donde encuentre tu vida
más que tus ya distantes huellas deshabitadas.
Pues en mi sueño en vano tu rostro se refugia
y huye tu voz del aire real que la devora.
Dentro de mí te quema la sangre con más fuego,
los instantes que te absorben con más ansia, y tus voces,
mientras más duran,
se hunden más hondo en el abismo
de las horas futuras que nunca te han mirado.



Jorge Cuesta

tienes dos nombres, luz, dos pensamientos...*

-- de Jorge Cuesta --

Tienes dos nombres, luz, dos pensamientos,
en los más puro de mi voz centrados,
a retener tu imagen consagrados
en la frágil prisión de dos lamentos.

Espejos a tu noble gracia atentos
reproducen los dos, aunque empañados,
los contornos del ánfora, delgados,
en que bullen tus finos movimientos.

Así el uno te encierra en su estructura
de no más una sílaba madura
que, luz al fin, el corazón inflama,

y aunque también el otro te refleja
amor nunca respondes a su queja
¡ay, pues te nombra, pero no te llama!

*poema escrito a los 14 años.



Jorge Guillén

del transcurso

-- de Jorge Guillén --

Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
y se me ahonda tanta perspectiva
que del confín apenas sigue viva
la vaga imagen sobre mis espejos.
Aun vuelan, sin embargo, los vencejos
en torno de unas torres, y allá arriba
persiste mi niñez contemplativa.
Ya son buen vino mis viñedos viejos.
Fortuna adversa o próspera no auguro.
Por ahora me ahínco en mi presente,
y aunque sé lo que sé, mi afán no taso.
Ante los ojos, mientras, el futuro
se me adelgaza delicadamente,
más difícil, más frágil, más escaso.



Jorge Luis Borges

ausencia

-- de Jorge Luis Borges --

Ausencia
habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.



Jorge Luis Borges

efialtes

-- de Jorge Luis Borges --

En el fondo del sueño están los sueños. Cada
noche quiero perderme en las aguas obscuras
que me lavan del día, pero bajo esas puras
aguas que nos conceden la penúltima nada
late en la hora gris la obscena maravilla.
Puede ser un espejo con mi rostro distinto,
puede ser la creciente cárcel de un laberinto,
puede ser un jardín. Siempre es la pesadilla.
Su horror no es de este mundo. Algo que no se nombra
me alcanza desde ayeres de mito y de neblina;
la imagen detestada perdura en la retina
e infama la vigilia como infamó la sombra.
¿Por qué brota de mí cuando el cuerpo reposa
y el alma queda sola, esta insensata rosa?



Jorge Luis Borges

edipo y el enigma

-- de Jorge Luis Borges --

Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día
y con tres pies errando por en vano
ámbito de la tarde, así veía
la eterna esfinge a su inconstante hermano,
el hombre, y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
de su declinación y su destino.
Somos edipo y de un eterno modo
la larga y triple bestia somos, todo
lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
forma de nuestro ser; piadosamente
dios nos depara sucesión y olvido.



Josefina Pla

cómo

-- de Josefina Pla --

Ay, cómo abrirte este dolor de llaves,
en soledad de pulso amurallado.
Lo que ya se llevaron, cómo darte,
sueño, renunciación, ausencia, olvido.

Cómo franquear a tu claror las puertas
tras las cuales murió crucificado
cada latido virgen de tu nombre,
desposado no obstante de tu imagen.

Cómo agotar la senda de la ausencia,
el rumbo del viaje jamás hecho,
las jornadas cautivas del suspiro.

Ay, cómo en ascua recobrar ceniza,
y de la piedra absorta hacer el nardo
que se encienda a la orilla de tu sangre...

1953



César Vallejo

Trilce: XXVIII

-- de César Vallejo --

He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.



Dolores Veintimilla

Aspiración (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

Yo no quiero ventura ni gloria,
Sólo quiero mi llanto verter:
Que en mi mente la cruda memoria
Sólo tengo de cruel padecer.

Cual espectro doliente y lloroso
Sola quiero en el mundo vagar,
Y en mi pecho, cual nunca ardoroso,
Sólo quiero tu imagen llevar.

Yo no quiero del sol luminoso
Sus espléndidos rayos mirar,
Mas yo quiero un lugar tenebroso
Do contigo pudiera habitar.

Si del mundo un imperio se hiciera,
Que encerrara tesoros sin cuento;
Si este imperio a mis pies se pusiera,
Lo cambiara por verte un momento.

Si angel fuera a quien templos y altares
En mi culto se alzaran tal vez,
Con tormentos cambiara eternales
Por estar un instante a tus pies.



Dolores Veintimilla

Quejas (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

¡Y amarle pude....Al sol de la existencia
Se abría apenas soñadora el alma.....
Perdió mi pobre corazón su calma
Desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
Como música blanda y deliciosa;
Subió a mi rostro el tinte de la rosa;
Como la hoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
Siempre halagüeña, siempre enamorada:
Mil veces sorprendiste, madre amada,
En mi boca un suspiro abrasador;
Y era él quien arrancaba de mi pecho,
El, la fascinación de mis sentidos;
El, ideal de mis sueños más queridos;
El, mi primero, mi ferviente amor.

Sin él, para mí, el campo placentero
En vez de flores me obsequiaba abrojos:
Sin él eran sombríos a mis ojos
Del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida aprisionada;
Era el centro de mi alma el amor suyo;
Era mi aspiración, era mi orgullo....
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?



Enrique Lihn

mayor

-- de Enrique Lihn --

El hijo único sería el mayor de sus hermanos
y en su orfandad algo tiene de eso
que se entiende por la palabra mayor. Como si también elloshubieran muerto
sus imposibles hermanos menores.
Mucho más riguroso que el luto repartido
es el suyo: la muerte lo cortó a su medida,
lo cosió, lenta, con extrema finura
mientras el padre se iba transfundiendo en el hijo,
lo envejecía a fuerza de crearlo a su imagen
-niño otra vez el hombre, hombre otra vez el niño--
en noches tan oscuras como el luto que llevan.
Y el hijo tiene algo de un hermano mayor
como si lo rodeáramos, nonatos, mientras él nace porsegunda vez
a una vida más grave que la nuestra.
Alguien se mira en él con los ojos cerrados,
gravita su silencio
sobre nuestras palabras sin objeto.



José María Blanco White

A la amistad (Blanco White)

-- de José María Blanco White --

¿Qué resta al infeliz que acongojado
en alma y cuerpo, ni una sola hora
espera de descanso o de mejora
cual malhechor a un poste aherrojado?

Por el dolor y la endeblez atado
me ofrece en vano en arrebola Aurora,
y el sol en vano el ancho mundo dora:
tal gozo inmole, en vida sepultado.

¡Infeliz! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no abrigo
del sepulcro una voz que dice: «Abierta
tienes la cárcel en que gimes: vente».

¿Por qué? pregunto. Porque en tierno amigo,
en imagen vivísima a la puerta
se alza, y llorando, dice: «No detente».



Julián del Casal

a mi madre

-- de Julián del Casal --

No fuiste una mujer, sino una santa
que murió de dar vida a un desdichado,
pues salí de tu seno delicado
como sale una espina de una planta.
Hoy que tu dulce imagen se levanta
del fondo de mi lóbrego pasado,
el llanto está a mis ojos asomado,
los sollozos comprimen mi garganta
y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
sin ofrecerme bienhechor arrimo,
como quiera que estés siempre te adoro,
porque me dice el corazón que has muerto
por no oírme gemir, como ahora gimo,
por no verme llorar, como ahora lloro.



Julián del Casal

ante el retrato de juana samary

-- de Julián del Casal --

Ante el retrato de juana samary
nunca te conocí, mas yo te he amado
y, en mis horas amargas de tristeza,
tu imagen ideal he contemplado
extasiándome siempre en su belleza.
Aunque en ella mostrabas la alegría
que reta a los rigores de la suerte,
detrás de tus miradas yo advertía
el terror invencible de la muerte.
Y no te amé por la sonrisa vana
con que allí tu tristeza se reviste;
te amé, porque en ti hallaba un alma hermana,
alegre en lo exterior y dentro triste.
Hoy ya no atraes las miradas mías
ni mi doliente corazón alegras,
en medio del cansancio de mis días
o la tristeza de mis noches negras;
porque al saber que de tu cuerpo yerto
oculta ya la tierra tus despojos,
siento que algo de mí también ha muerto
y se llenan de lágrimas mis ojos.
¡Feliz tú que emprendiste el raudo vuelo
hacia el bello país desconocido
donde esparce su aroma el asfodelo
y murmura la fuente del olvido!
igual suerte en el mundo hemos probado,
mas ya contra ella mi dolor no clama:
si tú nunca sabrás que yo te he amado
tal vez yo ignore siempre quién me ama.



Octavio Paz

acabar con todo

-- de Octavio Paz --

v
dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.
Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.
Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.
Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.
Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.



Rafael Obligado

ofrenda

-- de Rafael Obligado --

¡ah! yo que en torno de tu sien he visto
perennemente suspendida el alba,
y encenderse en el cielo de tus ojos
como una estrella el esplendor de tu alma,
ha querido mi ofrenda de poeta
consagrar a tu imagen solitaria,
azucena de luz, donde mi espíritu
posó un instante las ligeras alas.



Rafael Obligado

Ofrenda (Obligado)

-- de Rafael Obligado --

¡Ah! yo que en torno de tu sien he visto
Perennemente suspendida el alba,
Y encenderse en el cielo de tus ojos
Como una estrella el esplandor de tu alma,
He querido mi ofrenda de poeta
Consagrar á tu imagen solitaria,
Azucena de luz, donde mi espíritu
Posó un instante las ligeras alas.



Pedro Calderón de la Barca

Imagen de María inmaculada

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Pensad con su Hijo en brazos a María
que en un trono de nubes se sentaba,
cuyo Alba y cuyo Sol a un tiempo daba
luz a la noche, oscuridad al día.

Temor y amor, grave y hermosa, unía
con ojos de paloma que miraba,
y su madeja el corazón postraba
con un solo cabello que le hería.

De esta idea, formad la bella copia,
flor a flor, rosa a rosa, estrella a estrella,
que aunque de original siempre se copia,

hoy sin original habéis de hacella;
que mal podrá salir la imagen propia
de Original que nunca cupo en ella.



Pedro Salinas

¡cuánto rato te he mirado

-- de Pedro Salinas --

Sin mirarte a ti, en la imagen
exacta e inaccesible
que te traiciona el espejo!
«bésame», dices. Te beso,
y mientras te beso pienso
en lo fríos que serán
tus labios en el espejo.
«Toda el alma para ti»,
murmuras, pero en el pecho
siento un vacío que sólo
me lo llenará ese alma
que no me das.
El alma que se recata
con disfraz de claridades
en tu forma del espejo.



Pedro Soto de Rojas

Estando en la cumbre de Guadarrama

-- de Pedro Soto de Rojas --

Anciano risco, a quien la joven nieve
abraza y besa con callados labios.
Necias corrientes y remansos sabios,
¡cuán sabio el que a partirse no se atreve!

Robles, ruinas ya, do el cierzo aleve
manifiesta sus ásperos resabios.
Todos imagen sois de mis agravios,
hasta el cielo me imita cuando llueve.

Como la nieve, con el risco estuve;
divídenme los tiempos como al agua;
y roble soy, a quien ausencia ofende;

mis ojos son una copiosa nube:
si te parezco tanto, ¿cómo enciende,
oh Guadarrama, Amor en mí su fragua?



Pedro Soto de Rojas

Mirando un incendio

-- de Pedro Soto de Rojas --

Subes, oh llama, con veloz carrera
de estos cansados leños desatada,
solicitando en humos transformada
el distante reposo de tu esfera;

pero al subir por la región ligera
te vuelve el viento burlador en nada;
¡ay de ti, cuanto amante, desdichada,
de mi más dulce acción imagen fiera!

Así disuelta sube el alma mía
del corazón solicitando asiento
a la esfera veloz de su alegría,

y nunca llega a conseguir su intento:
que es humo mi ardor, y a su porfía
es un desdén dificultad del viento.



Rafael María Baralt

A Dios II

-- de Rafael María Baralt --

Cielos, orbes y abismos reverentes
narran tu gloria, ¡oh Dios!, y tu grandeza;
y ante el sol inmortal de tu belleza
postran los santos las radiosas frentes.

Materia y forma, especies y vivientes
sacaste a luz con próvida largueza;
y bebe, sin cesar, naturaleza
copiosa vida en tus eternas fuentes.

Diste al hombre tu imagen, y un destello
es su razón de tu razón sublime,
con que pusiste al gran prodigio el sello;

pues sólo aquel es digno de adorarte
que en libre estadio el pensamiento esgrime,
y libre puedo, aunque en error, negarte.



Rafael María Baralt

El mar

-- de Rafael María Baralt --

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.



Rafael Mendive

La indiferente

-- de Rafael Mendive --

¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
Pálida virgen que enlutada lloras;
¿Dónde la hermosa luz de las auroras
Que alumbraron la senda de tu vida?

¿Por qué a la nave del silencio asida,
Ni amor te inflama, ni consuelo imploras,
Y en las sombras del tiempo aterradoras,
La imagen ves de tu ilusión perdida?

Si aún tienes corazón, espera, y lucha
Por derrocar el tenebroso imperio
De la duda que oprime tu existencia:

Mas si no late por tu mal, escucha:
-A gemir en perpetuo cautiverio,
Te condena tu propia indiferencia.



Juan Bautista Arriaza

A Mariano de Arriaza

-- de Juan Bautista Arriaza --

Hoy se presenta a mi memoria triste
tu fin sangriento ¡oh malogrado hermano!
Con tanta pena, que la gloria en vano
tu cara imagen de laurel reviste.

«Viva mi patria, y muera yo» dijiste,
firme en el muro, y con espada en mano;
responde el trueno del cañón tirano,
y envuelto en sangre a su rigor cediste.

Consternación, pavor, silencio, y llama
siguió al desmayo de tu brazo fuerte,
y sobre tu sepulcro se derrama.

¡Ay! Que también en el morir hay suerte,
que el terror mismo enmudeció a la Fama,
y el mundo ignora tan gloriosa muerte.



Gabriela Mistral

mientras baja la nieve

-- de Gabriela Mistral --

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémoslacaer!
viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémoslallegar!
ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de dios nuestro señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no mássu amor.



Garcilaso de la Vega

SONETO XVII

-- de Garcilaso de la Vega --

Pensando que el camino iba derecho,
vine a parar en tanta desventura,
que imaginar no puedo, aún con locura,
algo de que esté un rato satisfecho.

El ancho campo me parece estrecho,
la noche clara para mí es escura;
la dulce compañía, amarga y dura,
y duro campo de batalla el lecho.

Del sueño, si hay alguno, aquella parte
sola, que es imagen de la muerte,
se aviene con el alma fatigada.

En fin que como quiera estoy de arte,
que juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque en ella me vi, la que es pasada.



Garcilaso de la Vega

Pensando que el camino iba derecho

-- de Garcilaso de la Vega --

Pensando que el camino iba derecho,
vine a parar en tanta desventura,
que imaginar no puedo, aún con locura,
algo de que esté un rato satisfecho.

El ancho campo me parece estrecho,
la noche clara para mí es escura;
la dulce compañía, amarga y dura,
y duro campo de batalla el lecho.

Del sueño, si hay alguno, aquella parte
sola, que es imagen de la muerte,
se aviene con el alma fatigada.

En fin que como quiera estoy de arte,
que juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque en ella me vi, la que es pasada.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xlviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él.
Del altar que le alcé en el alma mía
la voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aún turbando en la noche el firme empeño
viene en la idea su visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxiv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Las ropas desceñidas,
desnudas las espadas,
en el dintel de oro de la puerta
dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada,
y de las dobles rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.
La vi como la imagen
que en un ensueño pasa,
como un rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma;
¡como atrae un abismo, aquel misterio
hacía si me arrastraba!
mas, ¡ay!, que de los ángeles
parecían decirme las miradas:
¡el umbral de esta puerta
sólo dios lo traspasa!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Apoyando mi frente calurosa
en el frío cristal de la ventana,
en el silencio de la oscura noche
de su balcón mis ojos no apartaba.
En medio de la sombra misteriosa
su vidriera lucía iluminada,
dejando que mi vista penetrase
en el puro santuario de su estancia.
Pálido como el mármol el semblante;
la blonda cabellera destrenzada,
acariciando sus sedosas ondas,
sus hombros de alabastro y su garganta,
mis ojos la veían, y mis ojos
al verla tan hermosa, se turbaban.
Mirábase al espejo; dulcemente
sonreía a su bella imagen lánguida,
y sus mudas lisonjas al espejo
con un beso dulcísimo pagaba...
Mas la luz se apagó; la visión pura
desvanecióse como sombra vana,
y dormido quedé, dándome celos
el cristal que su boca acariciara.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xiv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó,
como la mancha oscura, orlada en el fuego,
que flota y ciega si se mira al sol.
Adondequiera que la vista clavo,
torno a ver tus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti; que es tu mirada:
unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir;
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
yo me siento arrastrado por tus ojos
pero a dónde me arrastran, no lo sé.



Gutierre de Cetina

a la condesa laura gonzaga

-- de Gutierre de Cetina --

Laura, si cuando en la gran selva idea
hizo el juicio aquel pastor troyano,
donde a venus fue dado el soberano
premio a pesar de la una y otra dea,
fuérades vos, ante vos fuera fea
la más hermosa, y presumiera en vano
haber lo que están vuestro y que tan llano
confesará cualquier dama que os vea.
Si zeúxis de vos sola tomara
cuanto bueno entre mil tomar pudiera,
cuando en crotón la bella imagen hizo,
más gracia, más beldad, más ser mostrara,
y a juno más perfecta pareciera:
¡tanto el cielo de vos se satisfizo!



Gutierre de Cetina

como de duro entalle una figura

-- de Gutierre de Cetina --

Con gran facilidad se imprime en cera,
y como queda siempre aquélla entera
mientras que otra imprimir no se procura,
tal en mi alma vuestra hermosura
ha esculpido el amor cual en vos era,
y hala dejado siempre en la primera,
viendo que de alguna otra no se cura.
El cuerpo, que a seguir el alma aspira,
por no haber parte en él de vos ajena,
muestra en sí mil imágenes iguales:
como sala que esta de espejos llena,
que la imagen de aquél que en uno mira
en todos muestra siempre unas señales.



Gutierre de Cetina

al mismo príncipe [de ascoli]

-- de Gutierre de Cetina --

A restaurar tornaba el nuevo día
la aurora, cuando el sueño le mostraba
al pastor principal que nos guardaba,
la imagen que, ya muerta, en él vivía,
diciendo: «¡oh parte que del alma mía
fuiste la que viviendo más amaba!,
del reino que en el trino acá esperaba,
por consolarte, el señor de él acá me envía.
»Cesen, pues, ya las lágrimas y el luto;
¿a qué sirve llorarme, si mi suerte
pasó de grande a muy mayor estado?
»alégrate, pastor, y con el fruto
del árbol mío que cortó la muerte,
consuela a ti y al español ganado».



Gutierre de Cetina

en un bastón de acebo que traía

-- de Gutierre de Cetina --

Por sostener el cuerpo trabajado,
vandalio de su mano había entallado
la imagen que en el alma poseía.
Y como que presente la tenía,
mirando della el natural traslado,
envuelto en un suspiro apasionado,
con lágrimas llorando le decía:
«dórida, si mirando esta figura
siento el alma encender, siento abrasarme,
piensa qué será ver tu hermosura.
»Si así puedes ver tu hermosura,
di cuándo acabará mi desventura.
Mas no querrás hablar por no hablarme».



Salvador Novo

breve romance de la ausencia

-- de Salvador Novo --

Único amor, ya tan mío
que va sazonando el tiempo:
¡qué bien nos sabe la ausencia
cuando nos estorba el cuerpo!

mis manos te han olvidado
pero mis ojos te vieron
y cuando es amargo el mundo
para mirarte los cierro.

No quiero encontrarte nunca,
que estás conmigo y no quiero
que despedace tu vida
lo que fabrica mi sueño.

Como un día me la diste
viva tu imagen poseo,
que a diario lavan mis ojos
con lágrimas tu recuerdo.

Otro se fue, que no tú,
amor que clama el silencio
si mis brazos y tu boca
con las palabras partieron.

Otro es éste, que no yo,
mudo, conforme y eterno
como este amor, ya tan mío
que irá conmigo muriendo.



Salvador Novo

tu, yo mismo

-- de Salvador Novo --

Sl-
tú, yo mismo, seco como un viento derrotado
que no pudo sino muy brevemente
sostener en sus brazos una hoja
que arrancó de los árboles...
¿Cómo será posible que nada te conmueva
que no haya lluvia que te estruje
ni sol que rinda tu fatiga?

ser una transparencia sin objeto
sobre los lagos limpios de tus miradas.
¡Oh tempestad, diluvio de hace ya mucho tiempo!
si desde entonces busco tu imagen
que era solamente mía
si en mis manos estériles ahogué
la última gota de tu sangre, y mi lágrima,
y si fue desde entonces indiferente el mundo,
e infinito el desierto,
y cada nueva noche,
musgo para el recuerdo de tu abrazo,
¿cómo en el nuevo día tendré sino tu aliento,
sino tus brazos impalpables entre los míos?

lloro como una madre
que ha reemplazado al hijo único muerto.
Lloro como la tierra que ha sentido dos veces
germinar el fruto perfecto y mismo.
Lloro porque eres tú para mi duelo
y ya te pertenezco en el pasado.



Salvador Rueda

coplas 36

-- de Salvador Rueda --

Llama a mis cristales,
desvelado me encuentra en la sombra
trazando tu imagen.



Salvador Rueda

coplas 28

-- de Salvador Rueda --

Tira donde más te agrade,
pero no en el corazón
porque allí llevo tu imagen.



Santiago Montobbio

vida sentimental

-- de Santiago Montobbio --

Vida sentimental
demasiados modos de interpretar la lluvia
ofrecen las películas; demasiados modos, demasiados ojos
y del todo excesiva esa facilidad como de postal ridícula
con que a medias entre copa y cigarrillo
los maquillados gestos de una imagen
sopesan, trituran, absorben y administran
distancia de muchacha; excesiva y también ridícula, eso,
más o menos eso es lo que me digo
cuando repaso el manual de adioses de mi vida
y desde él comprendo que es del todo cierto aquello
de que no suicidarme es algo que siempre me dio mucho trabajo,
que no suicidarme ausencia, clínica y demás patéticos
retratos desbocados en verdad ha sido para mí
la diaria gran tarea
y que por causa del afónico equipaje
que ha tenido a bien irme imponiendo el tiempo
a estas alturas ya sólo podría doctorarme
con una absurda colección de vaguedades que intentara hacer ver
a qué ruinosos extremos puede llevarnos la torpeza
si desde siempre ha dominado
la expresión de los afectos.



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Ariiba