Buscar Poemas con Estrellas


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 88 poemas con la palabra estrellas

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Gabriela Mistral

promesa a las estrellas

-- de Gabriela Mistral --

Abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?
ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.

Poema promesa a las estrellas de Gabriela Mistral con fondo de libro

Andrés Eloy Blanco

¿Cuántas estrellas tiene el cielo?

-- de Andrés Eloy Blanco --

La última noche que pasamos juntos,
lo preguntó:
-¿Cuántas estrellas tiene el cielo?
-Trescientas cincuenta mil.
-¿A que no?
-¿A que sí?

-Cállate. Esta noche
no quiero que preguntes esas cosas.
Esta noche, si quieres preguntar
cuántas estrellas tiene el cielo,
o cualquier otra cosa,
pregunta algo así como ¿me quieres?
¿tienes frío? ¿quién dice que tiene hambre?

Esta noche, pregunta algo que sea
contestado en el mundo sin palabras.
Interroga con toda tu sangre
algo en que toda la vida del mundo
esté preguntando,
algo así como ¿quién llora?
¿hace falta algo?

Y verás como todo hace falta
y sabrás cuántas estrellas tiene el cielo
cuando sepas que el cielo tiene una sola estrella
para cada momento,
porque con una que se pierda
dará un paso de sombra la luz del Universo.

Poema ¿Cuántas estrellas tiene el cielo? de Andrés Eloy Blanco con fondo de libro

Federico García Lorca

Madrigal

-- de Federico García Lorca --

Yo te miré a los ojos
cuando era niño y bueno.
Tus manos me rozaron
Y me diste un beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)

Y se abrió mi corazón
Como una flor bajo el cielo,
Los pétalos de lujuria
Y los estambres de sueño.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)

En mi cuarto sollozaba
Como el príncipe del cuento
Por Estrellita de oro
Que se fue de los torneos.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)

Yo me alejé de tu lado
Queriéndote sin saberlo.
No sé cómo son tus ojos,
Tus manos ni tus cabellos.
Sólo me queda en la frente
La mariposa del beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)

Poema Madrigal de Federico García Lorca con fondo de libro

Jaime Sabines

para hacer funcionar a las estrellas

-- de Jaime Sabines --

Para hacer funcionar a las estrellas
para hacer funcionar a las estrellas es necesario apretar el botónazul.
Las rosas están insoportables en el florero.
¿Por qué me levanto a las tres de la mañana mientrastodos duermen? ¿mi corazón sonámbulo se pone a andarsobre las azoteas detectando los crímenes, investigando el amor?
tengo todas las páginas para escribir, tengo el silencio, lasoledad, el amoroso insomnio; pero sólo hay temblores subterráneos,hojas de angustia que aplasta una serpiente en sombra. No hay nada quedecir: es el presagio, sólo el presagio de nuestro nacimiento.



Enrique González Martínez

el sembrador de estrellas

-- de Enrique González Martínez --

Y pasarás, y al verte se dirán: ¿qué camino
va siguiendo el sonámbulo?.... Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.

Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. . . .Mas al fin de la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: esperemos que vuelva.

Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.

Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.

Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
es un ladrón de estrellas... Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas. . . .



Gerardo Diego

ante las torres de compostela

-- de Gerardo Diego --

Ante las torres de compostela
también la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho ay, amor mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.
Y ella tú aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

A las estrellas

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Reina el silencia: fúlgidas en tanto,
luces de amor, purísimas estrellas,
de la noche feliz lámparas bellas,
Bordais con oro su enlutado manto.

El placer duerme y vela mi quebranto,
y rompen el silencio mis querellas,
volviendo el eco, unísono con ellas,
de aves nocturnas el siniesrto canto.

Estrellas, cuya luz modesta y pura,
del mar duplica el azulado espejo,
si a compasión os mueve la amargura.

Del intenso penar, por que me quejo,
¿Cómo para aclarar mi noche oscura
no teneis ¡ay! ni un pálido reflejo?



José Asunción Silva

¿...

-- de José Asunción Silva --

Estrellas que entre lo sombrío,
de lo ignorado y de lo inmenso,
asemejáis en el vacío,
jirones pálidos de incienso,
nebulosas que ardéis tan lejos
en el infinito que aterra
que sólo alcanzan los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra,
astros que en abismos ignotos
derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los magos,
millones de mundos lejanos,
flores de fantástico broche,
islas claras en los oceanos,
sin fin, ni fondo de la noche,
¡estrellas, luces pensativas!
¡estrellas, pupilas inciertas!
¿por qué os calláis si estáis vivas
y por que alumbráis si estáis muertas?...



Blanca Andreu

los labios impacientes de la noche te sanan mientras abren

-- de Blanca Andreu --

Los labios impacientes de la noche te sanan mientras abren el olor de la piedra
te conducen si acosan el alma de la piedra
si el tierno corazón mineral beben
es tu hora es la noche
así, dirás que te han robado como un vino novicio
y te harás piedra aguda como un líquido agudo
limpia como opio de oro
y serás tregua tuya
y alianza
así, dirás que la que es contigo y lleva un aire desigual a balanza entre estrellas
la idéntica más favorable
tu obra nocturna rara
es la que muestra sonrisa y griterío
palabras como estrellas
y escucha un piano terso como una estrella, estrellas.



Amado Nervo

perlas negras 1

-- de Amado Nervo --

En las noches de abril, mansas y bellas,
en tanto que recuerdas o meditas,
ascienden al azul las margaritas
y se truecan en pálidas estrellas.
Cuando el sol en las mares infinitas
del orto, desparrama sus centellas,
descienden a los campos las estrellas
y se truecan en blancas margaritas.
Por eso, cuando llena de rubores
deshojas margaritas de alabastros,
auguran el olvido y los amores;
presienten el futuro: ¡han sido astros!
comprenden el amor: ¡han sido flores!



Amado Nervo

espacio y tiempo

-- de Amado Nervo --

...esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida.
Santa teresa
espacio y tiempo, barrotes
de la jaula
en que el ánima, princesa
encantada,
está hilando, hilando cerca
de las ventanas
de los ojos (las únicas
aberturas por donde
suele asomarse, lánguida).
Espacio y tiempo, barrotes
de la jaula;
ya os romperéis, y acaso
muy pronto, porque cada
mes, hora, instante, os mellan,
¡y el pájaro de oro
acecha una rendija para tender las alas!
la princesa, ladina,
finge hilar; pero aguarda
que se rompa una reja...
En tanto, a las lejanas
estrellas dice: «amigas
tendedme vuestra escala
de la luz sobre el abismo.»
Y las estrellas pálidas
le responden: «¡espera,
espera, hermana,
y prevén tus esfuerzos:
ya tendemos la escala!»



Lope de Vega

La clara luz, en las estrellas puesta

-- de Lope de Vega --

La clara luz en las estrellas puesta
del fogoso León por alta parte
bañaba el sol, cuando Acidalia y Marte
en Chipre estaban una ardiente siesta.

La diosa por hacerle gusto y fiesta
la túnica y el velo deja aparte,
sus armas toma y de la selva parte,
del yelmo y plumas y el arnés compuesta.

Pasó por Grecia, y Palas viola en Tebas
y díjole: «Esta vez tendrá mi espada
mejores filos en tu blanco acero».

Venus le respondió: «Cuando te atrevas
verás cuanto mejor te vence armada
la que desnuda te venció primero».



Escuadrones de estrellas temerosas

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Escuadrones de estrellas temerosas
desamparan el cielo, de corridas
en ver que solo no han de ser vencidas
del sol, cual antes, o de frescas rosas.

Ya las ligeras horas presurosas
oro crecen al carro, y encendidas
perlas les da el Oriente más subidas
por afrentar a las de Celia hermosas.

Cual a su dueño el prado lisonjera
vitoria ofrece y esperanzas vanas
en su color y en el laurel que cría.

Salió mi bello Oriente a sus ventanas:
parose el sol vencido en su carrera,
y fue más largo por mi Celia el día.



Líber Falco

Canto a Rafael Barrett

-- de Líber Falco --

¿Titilaban acaso las estrellas
y oír pudiste
sus melopeas de solitarias?

Campanero del posible ensueño.
Hermano nuestro.
Tú tocaste un Angelus
fraternal y rebelde.

Asucultando la noche
del Cosmos y del hombre,
con el badajo rojo de tu corazón
llamabas.

Era viril tu canto
y la tónica de tu canto era el Amor.

Hermano, es ya la hora de la gesta
que amamantó tu anhelo.
Tras el alba nueva
renacerá en el hombre su primer sonrisa.
Y no estarán tan solas las estrellas!



Pablo Neruda

poema 18 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 18
aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento, quieren cantar tu nombrecon sus hojas de alambre.



Pablo Neruda

la rama robada

-- de Pablo Neruda --

La rama robada
en la noche entraremos
a robar
una rama florida.
Pasaremos el muro,
en las tinieblas del jardín ajeno,
dos sombras en la sombra.
Aún no se fue el invierno,
y el manzano aparece
convertido de pronto
en cascada de estrellas olorosas.
En la noche entraremos
hasta su tembloroso firmamento,
y tus pequeñas manos y las mías
robarán las estrellas.
Y sigilosamente,
a nuestra casa,
en la noche y la sombra,
entrará con tus pasos
el silencioso paso del perfume
y con pies estrellados
el cuerpo claro de la primavera.



Pedro Calderón de la Barca

David

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién eres, ¡oh mujer!, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?

Pero, ¿qué mucho, si del Sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?

Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;

para que en Ti tuviesen cielo y tierra,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.



Pedro Calderón de la Barca

La primera flor del Carmelo

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién eres, oh mujer, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los Cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?

Pero, ¿qué mucho, si del sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?

Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;

para que en Ti tuviesen tierra y cielo,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.



José Pedroni

amor con lluvia y paloma

-- de José Pedroni --

1
llueve, llueve, llueve...¡Qué te hice, lluvia,
qué te hice yo!
¡por qué no sigues camino delante,
para que salga el sol;
ese de los ojos claros,
que es mi amor!

2
y sin embargo, cuando estamos juntos,
juntos en la ventana,
bien que te digo: - ¡bienvenida, lluvia!-;
bien que te dice: - ¡bienvenida, hermana!-.

3
Pienso: la lluvia cae de los cielos;
la lluvia es inocente, pura, clara.
Obedezcamos a la lluvia, amor:
la lluvia nos separa.

4
Jazmín -de- lluvia de llamas
al que tiembla en tu parral.
Jazmín -de - estrellas, yo digo.
Es igual.
Llueven flores como estrellas
en tu delantal.

5
Las palomas de tu casa
se vinieron a la mía
el día que a mí viniste,
que ya es un lejano día.

Pero todavía hoy,
porque eres de lluvia y trigo,
adondequiera que vayas
las alas se van contigo.

Sabe, así, toda la gente
todo lo que a mí me pasa:
tú estás conmigo si vuelan
palomas sobre mi casa.



José Ángel Buesa

nocturno viii

-- de José Ángel Buesa --

Aquí, solo en la noche, ya es posible la muerte.
Morir es poca cosa si tu amor está lejos.
Puedo cerrar los ojos y apagar las estrellas.
Puedo cerrar los ojos y pensar que ya he muerto.
Puedo matar tu nombre pensando que no existes.
Ahora, solo en la noche, sé que todo lo puedo.
Puedo extender los brazos y morir en la sombra,
y sentir el tamaño del mundo en mi silencio.
Puedo cruzar los brazos mirándote desnuda,
y navegar por ríos que nacen en tu sueño.
Sé que todo lo puedo porque la noche es mía,
la gran noche que tiembla de un extraño deseo.
Sé que todo lo puedo, porque puedo olvidarte:
sí. En esta sombra, solo, sé que todo lo puedo.
Y ya ves: me contento con cerrar bien los ojos
y apagar las estrellas y pensar que me he muerto.



José Ángel Buesa

el arquero

-- de José Ángel Buesa --

i
arquero de la noche, con un gesto arrogante,
alcé el arco en la sombra y apunté a las estrellas.
Arquero de la noche, mi pulso estaba firme,
y en mi carcaj había solamente una flecha.
Ii
y vigorosamente lancé mi flecha al viento,
y hubo un largo zumbido sobre la cuerda tensa.
Lancé mi única flecha la flecha de mi ensueño
y me crucé de brazos bajo la noche negra.
Iii
el arco envejecido se me pudre en las manos,
pero yo sigo arquero de la noche en mi espera.
Lancé mí única flecha, y se perdió en lasombra.
Y nunca he de saber si llegó a las estrellas.



Gutierre de Cetina

no por el cielo ver correr estrellas

-- de Gutierre de Cetina --

Ni por tranquilo mar navíos cargados,
ni en plaza tornear hombres armados,
ni a caza en bosque ver ninfas muy bellas;
ni en gran obscuridad volar estrellas,
ni llenos por abril de flor los prados,
ni galanes en sala aderezados,
ni en cabello bailar tiernas doncellas;
no el sol en el nacer de un claro día,
ni árboles de flor y fruta llenos,
ni fuego sobre nieve helada y fría;
ni todo cuanto hay más ni cuanto hay menos
de hermoso en el mundo, igualaría
vuestro dulce mirar, ojos serenos.



Horas de delirio

-- de Vicenta Castro Cambón --

YO quisiera al espacio los ojos
alzar y poder
embriagarme de azul un instante.
Mi alma ¡ay! mi alma de azul tiene sed.

Yo quisiera del mar a la orilla
llegar una vez
y al medirlo con ávidos ojos
lejano horizonte por límite ver.

Yo quisiera de selvas inmensas
el verde dosel
contemplar una vez tan siquiera,
no importa a mi noche tornase después.

Yo quisiera en llanuras extensas
la vista tender,
o elevarla a esas cumbres nevadas
que con las estrellas de cerca se ven.

Son delirios mis ansias, comprendo;
yo nunca podré
¡ay! borrar la impresión de lo estrecho
que el mundo paréceme en torno a mi ser.

Solo sé que es el mundo muy grande
cuando oigo a través
de distancias inmensas las quejas
de seres hermanos que sufren también.

Son delirios mis ansias, comprendo...
Destino crüel! (sic)
Cielos, mares, llanuras y selvas,
montañas y estrellas ¡yo nunca os veré!...



Vicente Huidobro

Horas

-- de Vicente Huidobro --

El villorrio.
Un tren detenido sobre el llanto.

En cada charco
duermen las estrellas sordas,

y el agua tiembla.
Cortinaje al viento,
la noche cuelga en la arboleda.

En el campanario florecido
una gotera viva
desangra las estrellas.

De cuando en cuando
las horas maduras
caen sobre la vida.



Andrés Eloy Blanco

Coro de las provincias

-- de Andrés Eloy Blanco --

Violento de armonía, en el tono de la resaca,
llega el coro de las siete provincias,
siete rostros adolescentes
en las siete ventanas
de las estrellas de la Autonomía.
Cantan. Canta con ellas la niñez de la Patria,
que la primera leche de los labios destila,
baja de las estrellas el primer rubio
que cose en los maizales el botón de la espiga;
danza el coro de las provincias,
en el aula republicana.
Pero danzan sobre la yerba
azul de fantasía,
sobre el cielo de Miranda
horadado de mástiles mientras navega la escuadrilla.

La palabra Guayanesa
no está en el coro de las siete ninfas,
y en ellas invierten el camino del cielo
y hacia el Oriente navegan como las siete cabrillas;
y allí ven el milagro de la Tierra,
de un lado, el oro virgen da una franja amarilla,
hacia el Norte, del otro lado,
las Pampas de Oriente, rojas de Reconquista,
y en la mitad un río azul,
y allí se ven copiadas y en su centro se anidan.
Y así fue como el río su franja del cielo
que preside la danza de las siete provincias.



Rosalía de Castro

Brillaban en la altura

-- de Rosalía de Castro --

Brillaban en la altura cual moribundas chispas
las pálidas estrellas,
y abajo... Muy abajo en la callada selva,
sentíanse en las hojas próximas a secarse,
y en las marchitas hierbas,
algo como estallidos de arterias que se rompen
y huesos que se quiebran,
¡qué cosas tan extrañas finge una mente enferma!

Tan honda era la noche,
la oscuridad tan densa,
que ciega la pupila
si se fijaba en ella
creía ver brillando entre la espesa sombra
como en la inmensa altura las pálidas estrellas,
¡qué cosas tan extrañas se ven en las tinieblas!

En su ilusión creyóse por el vacío envuelto,
y en él queriendo hundirse
y girar con los astros por el celeste piélago,
fue a estrellarse en las rocas que la noche ocultaba
bajo su manto espeso.



Miguel Unamuno

La mar ciñe a la noche su regazo

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Julia de Burgos

proa de mi velero de ansiedad

-- de Julia de Burgos --

¡si fuera todo mar,
para nunca salirme de tu senda!

¡si dios me hiciera viento,
para siempre encontrarme por tus velas!

¡si el universo acelerara el paso,
para romper los ecos de esta ausencia!

cuando regreses, rodará en mi rostro
la enternecida claridad que sueñas.
Para mirarte, amado,
en mis ojos hay público de estrellas.

Cuando me tomes, trémulo,
habrá lirios naciendo por mi tierra,
y algún niño dormido de caricia
en cada nido azul que te detenga.

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,
se tenderán al viento de la entrega,
y yo, fuente de olas, te haré cósmico...
¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

recogeremos albas infinitas,
las que duermen al astro en la palmera,
las que prenden el trino en las alondras
y levantan el sueño de las selvas.

En cada alba desharemos juntos
este poema exaltado de la espera,
y detendremos de emoción al mundo
al regalo nupcial de auroras nuestras.



Julio Zaldumbide Gangotena

A las flores (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Prole gentil del céfiro y la aurora,
nacida con el don de la belleza;
gracias con que la gran naturaleza
ríe, y su augusta majestad decora.

La luz del sol, que el universo dora,
no tanto de su frente en la grandeza,
cuanto en vosotras linda se adereza,
y con matiz más gayo se colora.

En el campo del éter las estrellas
son flores celestiales, y en el suelo
vosotras sois estrellas de colores.

Tan puras sois, en fin, al par que bellas,
que pienso que del mundo el claro cielo
no tiene cosas más... Que almas y flores.



Evaristo Carriego

A Juan José de Soiza Reilly

-- de Evaristo Carriego --

Al astrólogo Ensueño, sus novias: las estrellas,
contáronle el secreto de unas cosas tan bellas
que un ruiseñor lunático, que cantaba a las rosas,
puso en sus sinfonías esas extrañas cosas.

Era un noble pronóstico, que, enigmáticamente,
irradiaba su Verbo, como un límpido Oriente
en gestación de soles. (Quizá una profecía
de los magos geniales en blanca Epifanía).

Eran graves promesas. Era un coro de stros
que dejaba en la pauta sus luminosos rastros:
Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y entonces
hablaron las estrellas con la voz de los bronces.

Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción dura,
es porque cada estrofa tiene algo de armadura,
que al corazón resguarda de la flecha amistosa:
la que, al clavarse, a veces se vuelve ponzoñosa.



Evaristo Carriego

Canillita (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

¡Siempre el mismo!... Ingrato... ¿Te parece poco
que jamás volvamos a encontrar tus huellas?
Sí, nunca hallaremos romero más loco...
¡Qué cosas las tuyas! ¡Irte a las estrellas!...

No mereces casi que así te lloremos...
¡Irte a las estrellas! ¡Adiós, Canillita!
Siempre, siempre, ¿sabes? te reprocharemos
que hayas dejado tan sola a Catita...

Por ella, su pobre pajarito bueno,
bésale en los ojos, Jesús Nazareno
que estás en la cruz!

¡por ella que ahora se queda más triste
que todos los tristes que en el mundo viste,
ciérrale los negros ojazos sin luz!



Francisco de Quevedo

parnaso español 23

-- de Francisco de Quevedo --

No siempre tienen paz las siempre hermosas
estrellas en el coro azul ardiente;
y, si es posible, jove omnipotente
publican que temió guerras furiosas.
Cuando armó las cien manos belicosas
tifeo con cien montes, insolente,
víboras de la greña de su frente
atónitas lamieron a las osas.
Si habitan en el cielo mal seguras
las estrellas, y en él teme el tonante,
¿qué extrañas guerras, tú, qué paz procuras?
vibre tu mano el rayo fulminante:
castigarás soberbias y locuras,
y, si militas, volverás triunfante.



Blanca Andreu

elphistone

-- de Blanca Andreu --

Es la hiedra negra, en las raíces, entre las hojas
del invierno, caídas hojas bajo la nieve, en las estrellas
del invierno, estrellas gastadas.
Yo lo recuerdo de la misma manera que el invierno
cuando con sus grandes botas pisotea la tierra,
como la sombra que divide así yo lo recuerdo
entre arbotantes y grandes maderos, en tanto el viento
escapa hacia el altar.
Yo recuerdo la luz de su fría república,
sin duda la luna u otra materia maléfica.
Yo recuerdo su luz mientras el viento escapa
y una sombra torcida cruza hacia el altar.



Blanca Andreu

vendrá sin las estrellas lácteas

-- de Blanca Andreu --

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
C. Pavese
vendrá sin las estrellas lácteas
y sin tiranosaurios de luz,
maroma umbilical para niños marítimos
que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos
huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la columna vertical mayor,
entre jarcias y vértebras.
Pues somos una saga.
Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro,
y golpes de cerezo.
Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante,
que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño,
complicadísimas hidrólisis,
pero nunca marfil y mediodía.
Colegio: niña que bebía los pomelos
directamente en labios de la noche,
que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie,
que juraba que el miedo
la había violado hasta doscientos hijos.
Amor, la niña rusa
que comulgaba reno asado
y bebía liquen.
Amor, la niña rusa que leía tom wolfe.



Alberti

EL ÁNGEL AVARO

-- de Alberti --

Gentes de las esquinas
de pueblos y naciones que no están en el mapa
comentaban.
Ese hombre está muerto
y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo:
Y ese hombre está muerto.
Temblores subterráneos le sacuden la frente.
Tumbos de tierra desprendida,
ecos desvariados,
sones confusos de piquetas y azadas,
los oídos.
Los ojos,
luces de acetileno,
húmedas, áureas galerías.
El corazón,
explosiones de piedras, júbilos, dinamita.
Sueña con las minas.



Alberti

EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

-- de Alberti --

Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4...



Alberti

LA PALOMA

-- de Alberti --

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)



Alberti

el mar muerto

-- de Alberti --

I

mañanita fría.
¡Se ha muerto el mar!

la nave que yo tenía
ya no podrá navegar.

-Mañanita fría,
¿lo amortajarán?

-los pueblos de tu ribera
-naranja del mediodía-,
entre laureles y olivas.

-Mañanita fría,
¿quién lo enterrará?

-marinero, tres estrellas
muy dulces: las tres marías.

Ii

no sabe que ha muerto el mar
la esquila de los tranvías
-tirintín- de la ciudad.

No lo sabe nadie, nadie.
¡Mejor, si nadie lo sabe!

ni tú, joven vaquerillo,
que llevas tus dos vaquitas
tan de mañana a ordeñar.

No lo sabe nadie, nadie.
¡Mejor, si nadie lo sabe!



Alberti

alba de noche oscura

-- de Alberti --

Sobre la luna inmóvil de un espejo,
celebra una redonda cofradía
de verdes pinos, tintos de oro viejo,
la transfiguración del rey del día.

La plata blanda, ayuna del reflejo,
muere ya. Del cristal -lámina fría-
dice la voz del vaho en agonía:
-doró mi lengua el sol, ¿de qué me quejo?

la puertas del ocaso, ya cerradas,
tapina de luto el campo. Negros perros,
a lo que nadie sabe, ocultos, gritan.

Decapitando sueños, fatigadas,
sobre el túmulo alto de los cerros
las estrellas del valle se marchitan.



Alejandra Pizarnik

cenizas

-- de Alejandra Pizarnik --

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

porque a ti te debo lo que soy

pero no tengo mañana

porque a ti te...

La noche sufre.



Alfonsina Storni

Amor

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.



Alfonsina Storni

Amor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.



Alfonsina Storni

Fiesta

-- de Alfonsina Storni --

Junto a la playa, núbiles criaturas,
Dulces y bellas, danzan, las cinturas
Abandonadas en el brazo amigo.
Y las estrellas sirven de testigo.

Visten de azul, de blanco, plata, verde...
Y la mano pequeña, que se pierde
Entre la grande, espera. Y la fingida,
Vaga frase amorosa, ya es creída.

Hay quien dice feliz: -La vida es bella.
Hay quien tiende su mano hacia una estrella
Y la espera con dulce arrobamiento.

Yo me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco
Contemplo el mar lejano, negro y fosco,
Irónica la boca. Ruge el viento.



Alfonsina Storni

La vía lactea

-- de Alfonsina Storni --

Blanco polen de mundos, dulce leche del cielo
¡Quién fuera una gigante mariposa divina
Para hundir la cabeza en aquella tu harina
Impalpable y libarte como a cosa del suelo!

Ya de nuevo en los ojos quema la primavera,
Mas mi pasión humana yace, roto el peciolo,
Y agotada mi alma está el mundo tan solo
Que camino y retumban mis pasos en la esfera.

Y en las noches nevadas, cuando a pesar de quietos
Siento moverse arriba los blancos esqueletos
De las estrellas muertas, me acomete como un

Deseo de los cielos, y no sé qué ofreciera
Porque sobre mi frente miserable cayera
Una gota tan sólo te la leche de Juno.



Alfonsina Storni

Dos palabras

-- de Alfonsina Storni --

Esta noche al oído me has dicho dos palabras
Comunes. Dos palabras cansadas
De ser dichas. Palabras
Que de viejas son nuevas.

Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.

Tan dulces dos palabras
-Que digo sin quererlo -oh qué bella, la vida-
Tan dulces y tan mansas
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.

Tan dulces y tan bellas
Que nerviosos mis dedos,
Se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran cortar estrellas.



Alfonsina Storni

El adolescente del osito

-- de Alfonsina Storni --

En la penumbra de la salita,
las lámparas,
abrían su luz velada
de estrellas madrugantes.

Las espaldas femeninas
recogían la claridad
de los espejos.

Palabras
de puntas nocivas
buscaban
un corazón no maduro.



Alfonsina Storni

Parásitos

-- de Alfonsina Storni --

Jamás pensé que Dios tuviera alguna forma.
Absoluta su vida; y absoluta su norma.
Ojos no tuvo nunca: mira con las estrellas.
Manos no tuvo nunca: golpea con los mares.
Lengua no tuvo nunca: habla con las centellas.
Te diré, no te asombres;
Sé que tiene parásitos: las cosas y los hombres.



Alfonsina Storni

Sabéis algo

-- de Alfonsina Storni --

Subí, subí, subí. Ya estaba bien arriba
Cuando sentí un murmullo. ¿Era reto, diatriba?
Escuché: carcajadas, ironías, insultos.
¿Que os parezco una simia? Oh mis buenos estultos:
¿Sabéis de cosas bellas?
Yo hace siglos que vivo trenza que trenza estrellas.



Alfonsina Storni

Voz y contravoz

-- de Alfonsina Storni --

Te ataré
a los puños
como una llama,
dolor de servir
a cosas estultas.
Echaré a correr
con los puños en alto
por entre las casas
de los hombres.

Hemos dormido, todos,
demasiado.

Dormido
a plena luz
como las estrellas
a pleno día.



Alfonso Reyes

caravana

-- de Alfonso Reyes --

Hoy tuvimos noticia del poeta:
entre el arrullo de los órganos de boca
y colgados los brazos de las últimas estrellas,
detuvo su caballo.
El campamento de mujeres batía palmas,
aderezando las tortillas de maíz.
Las muchachas mordían el tallo de las flores,
y los viejos sellaban amistades lacrimosas
entre las libaciones de la honda madrugada.
Acarreaban palanganas de agua,
y el jefe se aprestaba
a lavarse los pechos, la cabeza y las barbas.
Los alfareros de las siete esposas
acariciaban ya los jarros húmedos.
Los hijos del país que no hace nada
encendían cigarros largos como bastones.
Y en el sacrificio matinal,
corderos para todos
giraban ensartados en las picas
sobre la lumbrarada de leños olorosos.
Hoy tuvimos noticia del poeta,
porque estaba dormido a lomos de caballo.
Dijo que llevan a dios sobre las astas
y que tiene la noche ácidas rosas
en las alfombras de los dos crepúsculos.



Amado Nervo

via, veritas et vita

-- de Amado Nervo --

Ver en todas las cosas
de un espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡esperar!
¿qué? ¡quién sabe! tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo, y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.
Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: «ven a mí: soy el camino,
la verdad y la vida».



Amado Nervo

hugueana

-- de Amado Nervo --

¡ay de mí! cuantas veces, arrobado
en la contemplación de una quimera,
me olvidé de la noble compañera
que dios puso a mi lado.
¡Siempre estás distraído! me decía;
y yo, tras mis fantasmas estelares,
por escrutar lejanos luminares
el íntimo lucero no veía.
Qué insensatos antojos
los de mirar, como en tus versos, hugo,
las estrellas en vez de ver sus ojos,
desdeñando, en mi triste desatino,
la cordial lucecita que a dios plugo
encenderme en la sombra del camino...
Hoy que partió por siempre del amor mío,
no me importan los astros, pues sin ella
para mí el universo está vacío.
Antes, era remota cada estrella:
hoy, su alma es la remota, porque en vano
lo buscan mi mirada y mi deseo.
Ella, que iba conmigo de la mano,
es hoy lo más lejano:
los astros están cerca, pues los veo.



Amado Nervo

éxtasis

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!
cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».



Amado Nervo

no lo sé

-- de Amado Nervo --

Crepitan ya las velas en la ría;
tú ¿por qué no te embarcas, alma mía?
porque dios no lo quiere todavía.
Mira: piadosamente las estrellas
nos envían sus trémulas centellas...
¡Bien quisiera vestirme toda de ellas!
tu amiga, la más tierna, ya se fue.
Los que te aman se van tras ella; ¿qué
vas a hacer tú tan sola?
no lo sé.



Amado Nervo

Éxtasis (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."



Amado Nervo

Yo no soy demasiado sabio

-- de Amado Nervo --

Yo no soy demasiado sabio para negarte,
Señor; encuentro lógica tu existencia divina;
me basta con abrir los ojos para hallarte;
la creación entera me convida a adorarte,
y te adoro en la rosa y te adoro en la espina.
¿Qué son nuestras angustias para querer
por argüirte de cruel? ¿Sabemos por ventura
si tú con nuestras lágrimas fabricas las estrellas,
si los seres más altos, si las cosas más bellas
se amasan con el noble barro de la amargura?
Esperemos, suframos, no lancemos jamás
a lo Invisible nuestra negación como un reto.
Pobre criatura triste, ¡ya verás, ya verás!
La Muerte se aproxima.., Y De sus labios oirás
el celeste secreto!



A Dios (Arroyal)

-- de León de Arroyal --

Quando alzando los ojos miro el cielo
adornado de estrellas refulgentes,
de luna y sol las vueltas diferentes,
y de los orbes el constante vuelo:

Y tornando á baxarlos, veo el suelo
regado con los rios y las fuetnes,
henchido de hombres, brutos y vivientes,
que procrean su especie con anhelo:

Al contemplar de todo la hermosura,
y el inmutable órden, que en sí tiene,
y observa la feraz naturaleza;

Á tí elevo mi alma con fe pura,
ó eterno Criador; y qual conviene
bendigo en altas voces tu grandeza.



Lope de Vega

en el sereno campo de los cielos

-- de Lope de Vega --

Despidiéndose de una dama porque amanecía
en el sereno campo de los cielos
entraba el sol, pisando las estrellas
sus caballos flamígeros, y de ellas
limpiando el manto de color de celos.
Ya cuando vive en últimos desvelos
pasaba de su sueño a sus querellas,
sale la abeja entre las flores bellas,
las aves por el aire esparcen vuelos.
Vase en el mundo dilatando el día
en cercos de oro y arreboles rojos,
y en las hojas las perlas del rocío.
Mas cuando tan hermoso el sol salía,
anocheció para mis tristes ojos,
porque como él salió, se puso el mío.



Lope de Vega

Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre

-- de Lope de Vega --

Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre,
y en eclipse mortal las más hermosas
estrellas, nieve ya las puras rosas,
y el cielo tierra, en desigual costumbre.

Tierra, forzosamente pesadumbre,
y así, no Atlante, a las heladas losas
que esperan ya sus prendas lastimosas,
Sísifo sois, por otra incierta cumbre.

Suplícoos me digáis, si Amor se atreve
¿cuándo pesó con más pesar, Fernando,
o siendo fuego, o convertida en nieve?

Mas el fuego no pesa, que exhalando
la materia a su centro, es carga leve;
la nieve es agua, y pesará llorando.



Lope de Vega

Así en las olas de la mar feroces

-- de Lope de Vega --

Así en las olas de la mar feroces,
Betis, mil siglos tu cristal escondas,
y otra tanta ciudad sobre tus ondas
de mil navales edificios goces;

así tus cuevas no interrumpan voces,
ni quillas toquen, ni permitan sondas;
y en tus campos tan fértil correspondas,
que rompa el trigo las agudas hoces;

así en tu arena el indio margen rinda,
y al avariento corazón descubras
más barras que en ti mira el cielo estrellas;

que si pusiere en ti sus pies Lucinda,
no por besallos sus estampas cubras:
que estoy celoso, y voy leyendo en ellas.



Lope de Vega

Deseando estar dentro de vos propia

-- de Lope de Vega --

Deseando estar dentro de vos propia,
Lucinda, para ver si soy querido,
miré ese rostro, que del cielo ha sido
con estrellas y sol natural copia;
y conociendo su bajeza impropia,
vime de luz y resplandor vestido,
en vuestro sol, como Faetón perdido,
cuando abrasó los campos de Etiopia,
Ya cerca de morir dije «Tenéos,
deseos locos, pues lo fuisteis tanto,
siendo tan desiguales los empleos».
Mas fue el castigo, para más espanto,
dos contrarios, dos muertes, dos deseos,
pues muero en fuego y me deshago en llanto.



Lope de Vega

El cuerpo de Faetón Climene mira

-- de Lope de Vega --

El cuerpo de Faetón Climene mira,
orillas del Erídano arrojado,
en cuyo pecho mísero, abrasado,
aún dura el fuego de quien humo espira.

Y dice así: «La tierra humilde mira,
hijo famoso, el pensamiento honrado,
con que, de las estrellas abrazado,
a gobernar la luz del cielo aspira».

Murmura en fin que temerario alzaste
vuelo imposible al sol de quien caíste,
cuyos rayos intrépido miraste.

«Dirá que ciego y ambicioso fuiste,
pero no negará que confirmaste,
muerto en el cielo, que del sol naciste».



Lope de Vega

Encaneció las ondas con espuma

-- de Lope de Vega --

Encaneció las ondas con espuma
Argos, primera nave, y sin temellas
osó tocar la gavia las estrellas,
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.
Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.



Lope de Vega

Este sepulcro lagrimoso encierra

-- de Lope de Vega --

Este sepulcro lagrimoso encierra
un viejo en seso, aunque mancebo en años,
que por desengañar nuestros engaños,
el alma a Dios, el cuerpo dio a la tierra.

Su virtud, que del mundo se destierra,
ejemplo a propios y dolor a extraños,
dejó a sus padres miserables daños;
tanto del mundo la esperanza yerra.

Fue su nombre Agustín, su ingenio raro
y, como prenda que era ya del cielo,
fue milagroso en todo su discurso.

Pasó su resplandor como el sol claro,
de las estrellas imitando el vuelo
que alumbran más para acabar el curso.



Lope de Vega

La noche viene descorriendo el velo

-- de Lope de Vega --

La noche viene descorriendo el velo
bordado de las luces de Diana,
vense la bella Copa y Ariana
con la corona de que ilustra el cielo.

Vense la hermosa Andrómeda y el vuelo
del alado Pegaso y la inhumana
espada de Orión, y con su hermana
Helice clara, tan notoria al suelo.

Sólo faltan aquí mis luces bellas
que, si salieran no se viera alguna
de cuantas hace el resplandor de Apolo.

Salid, que a vuestra luz, mis dos estrellas,
esconderase la envidiosa luna,
y gozaré mi bien secreto y solo.



Lope de Vega

Lucinda, yo me siento arder, y sigo

-- de Lope de Vega --

Lucinda, yo me siento arder, y sigo
el sol que deste incendio causa el daño;
que porque no me encuentre el desengaño,
tengo al engaño por eterno amigo.
Siento el error, no siento lo que digo,
a mí yo propio me parezco extraño;
pasan mis años, sin que llegue un año
que esté seguro yo de mí conmigo.
¡Oh dura ley de amor, que todos huyen
la causa de su mal, y yo la espero
siempre en mi margen, como humilde río!
Pero si las estrellas daño influyen,
y con las de tus ojos nací y muero,
¿cómo las venceré sin albedrío?



Lope de Vega

Meliso, Amor no es calidad ni elige

-- de Lope de Vega --

Meliso, Amor no es calidad ni elige,
ni de la sangre ni el valor se informa;
él dura, donde el alma se conforma,
con ley de no escuchar quien le corrige.

A sólo conservarse Amor dirige
la materia amorosa de su forma,
y, si el que ama en lo amado se transforma,
Amor sin calidad a nadie aflige.

Quiérome a mí, queriendo lo que quiero;
es lo que soy, luego mi amor no es culpa;
y si pueden vencerse las estrellas,

las de unos ojos no; por eso espero
que entrambas me darán justa disculpa
éstas por fuerza, y por belleza aquéllas.



Lope de Vega

Ojos, por quien llamé dichoso al día

-- de Lope de Vega --

Ojos, por quien llamé dichoso al día
en que nací, para morir por veros,
que por salir de noche a ser luceros,
cercáis de azul la luz que al sol envía;

hermosos ojos, que del alma mía
un inmortal engaste pienso haceros
de envidia del safir, que por quereros,
entre cristal y rosa el cielo cría;

agora sí, que vuestras luces bellas
son de mi noche celestial consuelo,
pues en azul engaste vengo a vellas.

Agora sí, que sois la luz del suelo,
agora sí, que sois, ojos estrellas,
que estáis en campo azul, color de cielo.



Lope de Vega

Sangrienta la quijada, que por ellas

-- de Lope de Vega --

Sangrienta la quijada, que por ellas
Adán comenzó a ser inobediente,
Caín deja mil bocas en la frente
del tierno Abel, para formar querellas.

Tiran del manto de Josef las bellas
manos de una mujer, y, de impaciente,
por adúltero prende al inocente
que cegó con la capa las estrellas.

Allí los padres muerto al mártir vieron;
allí al vendido, en carro de oro, el año
estéril, los hermanos piden trigo.

Muere Abel, Josef triunfa, porque fueron
Caín hermano y faraón extraño,
y no hay cuchillo como el propio amigo.



Lope de Vega

Suspenso aquel divino movimiento

-- de Lope de Vega --

Suspenso aquel divino movimiento
del sol de sus estrellas celestiales,
encendida la nieve en dos corales,
al pie de un lauro, haciendo son el viento,

durmió Lucinda, y el Amor atento
a la causa amorosa de mis males,
dijo, alzando la voz, palabras tales
que parece que hurtó mi pensamiento:

«Venus, hermosa y dulce madre mía,
con Psiques andarás de nuevo en puntos;
ésta es cárcel de amor, ya tengo dueño».

Oyó Lucinda lo que Amor decía,
y abrazando al rapaz, durmieron juntos
para quitarme eternamente el sueño.



Lope de Vega

Tened piedad de mí, que muero ausente

-- de Lope de Vega --

Tened piedad de mí, que muero ausente,
hermosas ninfas deste blando río;
que bien os lo merece el llanto mío,
con que suelo aumentar vuestra corriente.

Saca la coronada y blanca frente,
Tormes famoso, a ver mi desvarío,
así jamás te mengüe el seco estío,
y esta montaña tu cristal aumente.

Mas, ¿qué importa que el llanto mío recibas,
si no vas a morir al Tajo, adonde
mis penas pueda ver la causa de ellas?

Tus ninfas en tus ondas fugitivas
y tu cabeza coronada esconde:
que basta que me escuchen las estrellas.



Lope de Vega

Mi bien nacido de mis propios males

-- de Lope de Vega --

Mi bien nacido de mis propios males,
retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa,
mi destierro y consuelo hiciste iguales;
segunda vez de mis entrañas sales,
mas pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?
Ciego, llorando, niña de mis ojos,
sobre esta piedra cantaré, que es mina
donde el que pasa al indio en propio suelo,
hallé más presto el oro en tus despojos,
las perlas, el coral, la plata fina.
Mas, ¡ay!, que es ángel y llevólo al cielo.



Luis Cernuda

va la brisa reciente

-- de Luis Cernuda --

Por el espacio esbelta,
y en las hojas cantando
abre una primavera.
Sobre el límpido abismo
del cielo se divisan,
como dichas primeras,
primeras golondrinas.
Tan sólo un árbol turba
la distancia que duerme,
así el fervor alerta
la indolencia presente.
Verdes están las hojas,
el crepúsculo huye.
Anegándose en sombra
las fugitivas luces.
En su paz la ventana
restituye a diario
las estrellas, el aire
y el que estaba soñando.



Luis Cernuda

como una vela sobre el mar

-- de Luis Cernuda --

Resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.
Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.



Góngora

Al tramontar del sol la ninfa mía

-- de Góngora --

Al tramontar del sol la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale, el viento que corría,
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;

mas luego que ciñó sus sienes bellas
de los varios despojos de su falda
(término puesto al oro y a la nieve),

juraré que lució más su guirnalda,
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.



Góngora

A Juan Rufo, jurado de Córdoba

-- de Góngora --

Culto jurado, si mi bella dama,
en cuyo generoso mortal manto
arde, como en cristal de templo santo,
de un limpio amor la más ilustre llama,

tu musa inspira, vivirá tu fama
sin invidiar tu noble patria a Manto,
y ornarte ha, en premio de tu dulce canto,
no de verde laurel caduca rama,

sino de estrellas inmortal corona.
Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
bellos efectos, pues la causa es bella,

que no habrá piedra, planta, ni persona,
que suspensa no siga el tierno acento,
siendo tuya la voz, y el canto della.



Luis Lloréns Torres

ojos negros

-- de Luis Lloréns Torres --

¡ojos tuyos! ojos negros, que el amor los enfurece.
Pupilas que se dilatan ante la azul inmensidad.
Astros donde la luz se ennegrece
para que haya estrellas en la claridad.

Viajeros en que el polvo de la vía láctea florece,
porque vienen jadeantes de la eternidad.
Cosmos en que a un tiempo amanece y anochece,
violadores de la física de la divinidad.

Cimas que la seda de los párpados cubre de nieblas.
Noches que son luz anegada en tinieblas.
Días que son tinieblas inundadas de luz.

Ojos que son clavos que en ti me sujetan como en una cruz.
Y ojos consonantes, que al mirarme han rimado
su más dulce y armonioso pareado.



Luis Palés Matos

fruta prohibida (para la amada de fuego)

-- de Luis Palés Matos --

Era la noche plétora de un delirio chispeante,
era una indiferencia sonámbula y fragante:
la muda indiferencia de los astros, despiertos
como un diluvio de ojos parpadeantes y abiertos.

Era un vaho de perfume de hembra en los jardines,
bajo la enredadera de los blancos jazmines;
y aquellas, las estrellas, nos miraban temblando;
y vino el paraíso de anhelos suspirando;

y vino aquel deseo de la mujer primera,
y tembló sorprendida la casta enredadera;
y en el febril incendio de nuestra edad temprana,

tú deshecha en querellas, yo en el amor ardiente,
probamos los dulzores de la roja manzana,
y vimos como alegre silbaba la serpiente. .



Líber Falco

El abismo

-- de Líber Falco --

Estoy debajo de mis sueños.
Ya ni estrellas ni pájaros nocturnos
levantarán mi canto.

Puente de plata y oro es el amor.

Amada, tú eras el único asidero
pero yo he mirado al abismo
donde ondula (libre de nosotros)
el limo de mis sueños y tus sueños.

Desde entonces ah!
qué solo estoy en la tierra.
Y tú, qué sola.
No lo sabes y disuelves tus lágrimas en risas.
Desde entonces,
cuando apoyo mi frente
en el tibio regazo de tu seno,
algo quiero olvidar que no conozco todavía.
Y crece mi ternura para ahuyentar el miedo.

Lejana erra mi alma
y en sus flancos llueve la tristeza.
Deja que te llore y que me llore allá...



Líber Falco

Proclama

-- de Líber Falco --

Aquí en Montevideo,
albas madrugadas del mundo
soñó mi corazón, ¡pobre andarín nocturno!
Muchachas de los puertos,
marineros borrachos, desde aquí
cáliz fué mi pecho de vuestro vino amargo.
Hermanos tristes,
yo he visto la Luna hacernos muecas
mientras la última estrella de la noche
azul y lejana se perdía...

Noche negra.
Como un recio patriarca, impenetrable, austera
vela la noche o Dios nuestro desvelo.
Y en vosotros la secreta lumbre
y la montaña empinada hacia el cielo
y el río que la ciñe, limpio abrazo.
Y más allá de la noche las estrellas.
Y vuestra lumbre oculta
y la nuestra encendida en los días,
¡hacia la montaña, más allá de la noche
a rescatar la estrella perdida!



Manuel Acuña

la felicidad

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡esa es la felicidad!...
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡esa es la felicidad...!



Manuel Acuña

La felicidad (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!



Manuel de Zequeira

Los pesares de la ausencia

-- de Manuel de Zequeira --

De dos tiernas amantes tortolillas,
cautivé con mis brazos una de ellas,
y la otra repitiendo sus querellas,
batió en mi seguimiento sus alillas;

cansada se volvió a las florecillas
donde antes disfrutaron horas bellas,
y acusando en su canto a las estrellas
no picaba la flor, ni las semillas.

Apiadado de verla en tal tristura
llevando su dolor de rama en rama,
a la otra desaté la ligadura:

Con que si de esta suerte, Nise, exclama
la tortolilla a quien ausencia apura,
¿qué hará sin verte el racional que te ama?



Manuel del Palacio

Los santitos y los santones

-- de Manuel del Palacio --

— Díme, Colás, ¿qué gentes son aquellas?
— ¡Ay, Gil! de la plazuela son vecinos.
— ¿Cuál es su ocupación? —Mondar pepinos
Y ver de cuando en cuando las estrellas.

— ¿No han tenido ilusiones? —Y muy bellas.
— ¿Y hoy? — Comulgan con ruedas de molinos.
— ¡Desgraciados! —No tal; mira qué finos
Del que sube al poder siguen las huellas.

— Santitos me parecen. —Son santones.
— Deben estar tronados. —Ni por pienso.
— ¿Quién les trajo á tal punto? —Sus engaños.

Del campo liberal son cigarrones;
Su atmósfera mejor es el incienso,
Y su enemigo capital los años!



Jaime Sabines

adán y eva i

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva i
estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurrenunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate.
Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?.
Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejoshacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha.
Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y hueloa ti.
Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que losdos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban conel agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños pecesequivocados les mordían las piernas.



Javier del Granado

el médico de la aldea

-- de Javier del Granado --

Como el dulce rabí de galilea,
con la sonrisa iluminó la infancia,
y derramó de su alma la fragancia
sobre la humilde gente de la aldea.

Su espíritu en el héspero aletea,
su corazón palpita en nuestra estancia,
y su mano a través de la distancia
la plata de la luna espolvorea.

San vicente de paúl y san francisco
transmigraron a su alma consagrada
a cosechar espinas en el risco.

Junto a la cuna meditar lo he visto.
Se cuajaba de estrellas su mirada
cuando pedía lo imposible a cristo.



Javier del Granado

la selva

-- de Javier del Granado --

Con salvaje lujuria de pantera
se enardece la selva en el estío,
y el huracán con ímpetu bravío
destrenza su olorosa cabellera.

Blonda cascada de hojas reverbera
sobre el ramaje trémulo y sombrío,
que troncha el rayo en rudo desafío,
incendiando el plumón de su cimera.

Se retuerce la jungla acribillada
por dos pupilas de rubí llameante
que desgarran su carne alucinada.

Viborea un relámpago en las huellas,
el temible jaguar huye jadeante,
y en su lomo chispean las estrellas.



Jorge Debravo

hombre

-- de Jorge Debravo --

Soy hombre , he nacido,
tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.
No soy dios: soy un hombre
(como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces,
almuerzo en mis entrañas.
No pido eternidades
llenas de estrellas blancas.
Pido ternura, cena,
silencio, pan, casa...

Soy hombre, es decir,
animal con palabras.
Y exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba