Ejemplos con vista

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ésta no quitaba la vista de la labradora.
estaba tendido a un lado de su barraca, fumando perezosamente, con la vista fija en tres varitas untadas con liga, puestas al sol, en torno de las cuales revoloteaban algunos pájaros.
Los perros ladraban al verle de lejos, como si se aproximase la muerte, los niños le miraban enfurruñados, los hombres se escondían para evitar penosas excusas y las mujeres salían a la puerta de la barraca con la vista en el suelo y la mentira a punto para rogar a don Salvador que tuviese paciencia, contestando con lágrimas a sus bufidos y amenazas.
Llegó la vista del proceso, y le sentenciaron a muerte.
Todos los días veían lo mismo: las mujeres cosiendo y cantando bajo las parras, los hombres en los campos, encorvados, con la vista en el suelo, sin dar descanso a los activos brazos, tendido a lo gran señor ante las varitas de liga, esperando a los pájaros, o ayudando a Pepeta torpe y perezosamente, en la taberna de unos cuantos viejos tomando el sol o jugando al truco.
Una fila de pucheros desportillados pintados de azul servían de macetas sobre el banco de rojos ladrillos, y por la puerta entreabiertaah, fanfarrónveíase la cantarera nueva, con sus chapas de blancos azulejos y sus cántaros verdes de charolada panza: un conjunto de reflejos insolentes que quitaban la vista al que pasaba por el inmediato camino.
Descubriéronse las siete acequias , quedando con las manos sobre las rodillas y la vista en el suelo, y el más viejo pronunció la frase de costumbre:.
Batiste, al ver a su hija ensangrentada y llorosa, palideció, dando algunos pasos hacia el camino con la vista fija en la barraca de , cuya techumbre asomaba sobre los cañares.
Y plantado en la plazoleta, seguía mucho rato con la vista al grupo más numeroso, que se alejaba camino de Alboraya.
Fuera lloriqueaban los pequeños sin atreverse a entrar, como si les infundieran terror los lamentos de su madre, y junto a la cama estaba Batiste, absorto, apretando los puños, mordiéndose los labios, con la vista fija en aquel cuerpecito, al que tantas angustias y estremecimientos costaba soltar la vida.
El melancólico campanilleo sonaba ahora junto a él, y empezaron a pasar por el camino bultos informes que su vista turbia por las lágrimas no acertaba a definir.
Pepeta, la pobre bestia de trabajo, muerta para la maternidad y casada sin la esperanza de ser madre, perdió su calma a la vista de aquella cabecita de marfil orlada por la revuelta cabellera como un nimbo de oro.
La siega había limpiado el paisaje, echando abajo las masas de trigo matizadas de amapolas que cerraban la vista por todos lados como murallas de oro.
Todo el contorno parecía tener la vista fija en la taberna, esparciéndose con celeridad prodigiosa las noticias sobre el curso de la apuesta.
Esta habitación obscura y húmeda exhalaba un vaho de alcohol, un perfume de mosto, que embriagaba el olfato y turbaba la vista, haciendo pensar que la tierra entera iba a quedar cubierta por una inundación de vino.
Él solo conocía el secreto de sus toneles, atravesando con su vista las viejas duelas, apreciaba la calidad de la sangre que contenían, era el sumo sacerdote de este templo del alcohol, y al querer obsequiar a alguien, sacaba, con tanta devoción como si llevase entre las manos la custodia, un vaso en el que centelleaba el líquido color de topacio con irisada corona de brillantes.
Bien era verdad que no podía volverse la vista a ningún lado sin tropezar con alguna obra maestra, cuyos rabiosos colores parecían alegrar a los parroquianos, animándoles a beber.
Algunos espectadores estaban sentados en el suelo, con la mandíbula apoyada en ambas manos, la nariz sobre el borde de la mesilla y la vista fija en los jugadores, para no perder detalle del famoso suceso.
, al ver a Batiste, masculló un ¡Hola! que pretendía ser un saludo, y volvió la vista a sus cartas.
La vista de la navaja daba escalofríos a la señora, la ponía nerviosa, y por eso mismo el socarrón cortaba el tabaco con lentitud y tardaba en guardársela, repitiendo siempre los mismos argumentos del abuelo para explicar su retraso en el pago.

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