Ejemplos con verdaderamente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo le echo bien de menos, desde que está recogido ahí en ese asilo que vosotros decís maletería, nombre verdaderamente chusco.
Verdaderamente, la liturgia de la Iglesia católica es muy bella, muy bella, muy sensual, a propósito para temperamentos delicadamente voluptuosos.
Para que usted , ya le buscaremos un motivo verdaderamente digno de su carácter y de su talento.
Es preciso, pues, llevar al Parlamento hombres de recta voluntad, de posición, hombres verdaderamente, ¿cómo lo diré más claro?, hombres, en fin, contingentes, que no vayan allí a hacer su propio negocio, sino la felicidad de los pueblos.
De retorno de este viaje es cuando, verdaderamente, se ve darse a luz a la familia de don Simón.
Y lo mejor de , lo verdaderamente incomparable, está en aquellos capítulos donde el Lebrato y su hijo intervienen, con su locuacidad el uno, con su timidez el otro, los dos con el mismo natural resignado y austero, sacudido por bruscas impaciencias en el joven, acrisolado por divina serenidad en el viejo.
Los que han llegado a saborear otros rasgos de Pereda, todavía de más singular y exquisita literatura, de emoción trágica e intensa, de cruda expresión y ardiente colorido, los que recuerdan, quizá con lágrimas, y las mejores escenas de , aquí hallarán la misma grandeza y el mismo brío, la misma arrogancia, casi épica, con que el autor realza y ennoblece las catástrofes vulgares y los más desdeñados esfuerzos del trabajo humano, dando nobilísimos ejemplos de una poesía verdaderamente cristiana y verdaderamente moderna.
Y cuando estas tempestades no son metafóricas, cuando real y verdaderamente despliega el mar todas sus furias, y no por excepción, sino constante y diariamente, va educando el mar en los pueblos que le ciñen y sin cesar le hostigan y provocan a desafío, una raza tan entera, tan indomable y tan bravía como los mismos huracanes, cuyo rugido acaricia su sueño, tan áspera como las puntas de la costa, sin cesar invadidas, salpicadas y agrietadas por la deshecha espuma, tan amarga y tan acentuadamente salina en la voz y en los ademanes, como que la comunicaron su penetrante acritud las ondas mismas, tan avezada a mirar la muerte de frente, que ni cabe en su ánimo el temor pueril, ni la alegría insensata, ni el fácil y liviano contentamiento, sino una cierta melancolía resignada, un cierto modo grave, llano y sereno de mirar las cosas de la vida como si fuese palestra continua, en que el brazo se fortifica y se dilata el pecho, y la batalla se acepta cuando viene, sin provocarla estérilmente.
¿Se comprende ahora por qué al principio he confesado mi incompetencia para juzgar a Pereda? Porque yo no admiro sólo en él lo que todo el mundo ve y admira: el extraordinario poder con que se asimila lo real y lo transforma, el buen sentido omnipotente y macizo, la maestría del diálogo, por ningún otro alcanzada después de Cervantes, el poder de arrancar tipos humanos de la gran cantera de la realidad, la frase viva, palpitante y densa, la singular energía y precisión en las descripciones, el color y el relieve, los músculos y la sangre, el profundo sentido de las más ocultas armonías de la naturaleza no reveladas al vulgo profano, la gravedad del magisterio moral, la vena cómica, tan nacional y tan inagotable, y, por último, aquel torrente de lengua no aprendida en los libros, sino sorprendida y arrancada de labios de las gentes, lengua verdaderamente patricia y de legítimo solar y cepa castellana, que no es la lengua de segunda o de tercera conquista, la lengua de Toledo o de Sevilla, sino otra de más intacta prosapia todavía, dura unas veces como la indómita espalda de nuestros montes, y otras veces húmeda y , lengua que, educada en graves tristezas, conserva cierta amargura y austeridad aun en las burlas.
De aquí que muchos, con reprensible ligereza, hayan creído salir del paso negando que tal cuestión exista, y que realismo e idealismo sean escuelas verdaderamente antitéticas, puesto que todo productor de obras vivideras toma del natural sus elementos.
Por eso el dramaturgo es incapaz de amar verdaderamente.
Reconozco que fue un gran período de nuestra historia, el último verdaderamente glorioso, el postrer rayo que lanzó antes de extinguirse la única España que ha marchado por el buen camino.
Y fingiendo indignación, volvió el gitano la espalda al comprador como si diese por fracasado todo arreglo, paro al ver que Batiste se iba verdaderamente, desapareció su seriedad.
Más tarde sería preciso ir, cuando la situación fuese verdaderamente grave.
El primero, muy orondo y gravedoso, con vestido negro y sombrero de seda, dejando ver entre las solapas de la levita voluminoso papasal, el segundo no se echó encima el fondo del baúl, iba con el traje diario, pero aseado y limpio, y fingía una modestia verdaderamente angelical.
Baldomero, que decía: Cuando el país remite, y fortalece con su opinión la autoridad, no es que ame verdaderamente el orden y la ley, sino que se pone en cura y hace sangre para saciar después con mejor gusto el apetito de las trifulcas.
Estaba convenido de antemano llevarla a la casa del novio, cosa verdaderamente un poco irregular, pero como ella no tenía en Madrid parientes, al menos conocidos, doña Lupe no vio solución mejor al problema de alojamiento.
Hay que ir allá, como he ido yo, para hacerse cargo de las intrigas de la gentualla de sotana, que todo lo quiere para sí, y no va más que a desacreditar con calumnias y chismes a los que verdaderamente trabajan.
Pero el sentimiento que verdaderamente la hacía chillar era como envidia de que fuese Nicolás y no pudiera ir ella.
Porque, verdaderamente, ¿qué importaba confiar el secretillo a una sola persona, a una sola, que de fijo no lo había de propalar?.
Verdaderamente yo nunca encontré tal parecido.
La asociación benéfica a que pertenecía no se acomodaba al ánimo emprendedor de Guillermina, pues quería ella picar más alto, intentando cosas verdaderamente difíciles y tenidas por imposibles.
Los verdaderamente unidos no existían más que en su pensamiento, y tenía que encender y avivar este, como una fragua, para forjarse las alegrías verdaderas de la maternidad.
Esta, a su vez, no tenía verdaderamente muchas ganas de teatro, pero alegrose mucho de poder llevar al Real a sus hermanitas solteras, porque las pobrecillas, si no fuera así, no lo catarían nunca.
También solía equivocarse al sentar una partida, y cuando firmaba la correspondencia, daba a los rasgos de la tradicional rúbrica de la casa una amplitud de trazo verdaderamente grandiosa, terminando el rasgo final hacia arriba como una invocación de gratitud dirigida al Cielo.
La ferretera, algo corrida, tenía que guardar los trebejos, después de oír comentarios verdaderamente injustos.
Me asaltan a ratos ideas dignas verdaderamente de mi alma inmortal, pero a ratos caigo también en un desfallecimiento lamentable, y pienso en los hombres débiles y menguados, cuya bajeza me ha pintado usted con vivos colores para que los aborrezca.
Rosario, desecha esas ideas: considera nuestra verdadera situación, que es grave: mira la causa de ella donde verdaderamente está, y no te acobardes, no cedas a la mortificación que se te impone, enfermando tu alma y tu cuerpo.
No puede negarse que su entendimiento es prodigioso, verdaderamente prodigioso.

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