Ejemplos con trabajadores

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su origen humilde le permitía acercarse a los trabajadores fácilmente en su puesto de inspector.
Spencer agregaba que era necesario predicar a los norteamericanos el Evangelio del descanso o el recreo, e identificando nosotros la más noble significación de estas palabras con las del , tal cual lo dignificaban los antiguos moralistas, clasificaremos dentro del Evangelio en que debe iniciarse a aquellos trabajadores sin reposo, toda preocupación ideal, todo desinteresado empleo de las horas, todo objeto de meditación levantado sobre la finalidad inmediata de la utilidad.
Era el campo en domingo, cuando los trabajadores están en sus casas y el suelo parece reconcentrarse en silenciosa meditación.
Ya no existía el descalzo y con gorro rojo, pero la muchedumbrevestida como los trabajadores de todos los puertosse aglomeraba aún en torno del cartelón pintarrajeado que representaba un crimen, un milagro o un específico prodigioso, escuchando en silencio el relato del narrador o el charlatán.
Y se deleitaba escuchando las músicas de los trabajadores: lamentos de canciones italianas con acompañamiento de acordeón, guitarreos españoles y criollos apoyando a unas voces bravías que cantaban el amor y la muerte.
Los trabajadores de Chihuahua lo nombraron Diputado al Congreso de Obreros y el Gobierno lo colmó de atenciones a cada instante.
Su jefe era Fernando Sanabre, el cual, mostrando una memoria prodigiosa, conocía a todos los trabajadores, llamándolos por sus nombres.
¡Y el doctor Aresti, amado por Sánchez Morueta con un afecto doble de padre y de hermano, se empeñaba en vivir fuera de su protección, más allá de la lluvia de oro que parecía caer de su mirada y que hacía que los hombres se agolpasen en torno de él, con la furia brutal de la codicia, obligándolo a aislarse, a permanecer invisible, para no perecer bajo el formidable empujón de los adoradores! La única merced que el médico había solicitado de su poderoso pariente, era el establecimiento en la cuenca minera de un hospital para los trabajadores que antes perecían faltos de auxilio en los accidentes de las canteras.
¡Robar! ¡Siempre está usted con lo mismo! Tanto oye usted a los trabajadores, en su manía de mimarlos cuando se los llevan al hospital, que acaba por creer todas sus mentiras.
Ya no quedaban forajidos en las canteras que, con el vergajo en la mano, apaleasen en nombre del amo a los trabajadores rebeldes, ya no existía la tarifa de la carne humana, cotizándose las desgracias veinte duros por un brazo, cuarenta por las dos piernas.
Se asociaban los trabajadores establecidos en el país, creaban núcleos de resistencia, inspiraban cierto temor a los explotadores, logrando con esto que sus penalidades fuesen menos duras: pero aún faltaba la cohesión entre ellos, a causa del vaivén de la población minera, de aquel oleaje de hombres que se presentaba engrosado al comenzar el invierno y el hambre en las míseras comarcas del interior y se retiraba al llegar el buen tiempo con sus cosechas.
Esta parte de la casa era la única que los trabajadores veían sin odio.
Los trabajadores que no son religiosos van a la calle, y los talleres se llenan poco a poco de hipócritas, que trabajan como saben o quieren, pero que son respetados porque van a misa y se inscriben en las sociedades de obreros católicos.
Los trabajadores que tenían más confianza con él, sonreían al sorprender las miradas involuntarias con que acariciaba este adorno de la solapa, mientras pasaba revista a los talleres.
Aresti admiraba a los trabajadores, que estaban allí como en su casa, habituados a una temperatura asfixiante, moviéndose como salamandras entre arroyos de fuego, enjutos, ennegrecidos cual momias, como si el incendio hubiese absorbido sus músculos, dejándoles el esqueleto y la piel.
El explotador de la mina había sido jornalero al lado de muchos que ahora eran sus peones, al dueño de la fábrica lo habían conocido los trabajadores casi tan pobre como ellos.
La gran masa inconsciente subiría al monte Artagán, con el deseo egoísta de ganarse el agradecimiento de la Virgen: pero la dirección la llevarían los que soñaban con la independencia vasca, y los jesuítas, que insistían en sus alardes, temiendo la propaganda social de las minas y el espíritu antirreligioso de los trabajadores de la villa.
Dios era para los trabajadores el primero de los gendarmes, una especie de funcionario invisible de la burguesía, al que retribuían los ricos sus buenos servicios, levantándole viviendas, derramando el dinero a manos llenas entre los que se llamaban sus representantes.
La reunión popular era el que lanzaban los trabajadores.
El mitin de los trabajadores y la fiesta organizada por los jesuítas y los bizkaitarras, se encontraban en el mismo día.
¿Y todo por qué? Por la injusticia de los hombres, porque hay leyes para molestar a los trabajadores honrados.
Todos los trabajadores de la casa me vieron nacer.

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