Ejemplos con tertulianos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entre los tertulianos y colaboradores que han pasado por el club se encuentra Carles Capdevila, Miqui Puig, Teatre de Guerrilla, Antoni Basses, Màrius Carol, Santi Carulla o Dani Jiménez entre otros.
El periodista y los tertulianos invitados realizaron el debate el día previsto, pero desde el Hotel Palace de Madrid y en abierto para el resto de medios de comunicación.
A los viejos tertulianos les interesaban ya poquísimas cosas en el mundo.
Lo que más excitaba el entusiasmo de los buenos tertulianos, era la consoladora consideración de que Nieva aun no había llegado ni llegaría en mucho tiempo a tal grado de perfeccionamiento.
Los tertulianos indígenas cerraron por su parte los ojos, como dando a entender que ellos no se atreverian en ningun caso a hacer observaciones a aquella especie de Salomon con tupé y patillas, y mucho ménos delante de la sobrehumana forastera.
Verdad es que los tertulianos eran tan sobrios como los amos de la casa, y ninguno se hubiera permitido desordenados apetitos.
Y no se habló más del asunto, ni de otro tampoco en aquella ocasión, entre los tres tertulianos de Peleches.
¿Procedían aquellas lágrimas vergonzantes del contagio de otras más francas? ¿Eran arrancadas de mi corazón por la pena de ver a aquél, mi pariente en estado tan mísero y compasible? ¿Me las producía aquella rara escena que acababa de presenciar entre el Cura y el enfermo, a través de cuya tosca urdimbre se dejaban ver fondos y lejanías admirables? Quizás hubiera en ellas algo de todos y cada uno de estos ingredientes, pero el hecho es que yo lloraba, aunque no tanto como las mujeres que se agrupaban junto a mí, mientras iban entrando de puntillas en el salón en que estábamos muchos de los tertulianos de la cocina que se habían amontonado en el carrejo después de la llegada del Cura, transidos de pesadumbre.
Una banqueta derrengada, dos banquillos de cabretón y una silla achacosa, sirven para sentarse los tertulianos entre los dos huecos de la fachada.
Qué placer halla Gedeón en la compañía de éste y de los demás tertulianos descritos, no es fácil saberlo.
Estos suplementos mercantiles ya gastan más franqueza que sus predecesores los tertulianos de las siete y media: no solamente se sientan en la banqueta y sobre el mostrador, sino que, a las veces, abren el cajón del dinero y cambian una peseta suya por dos medias del guantero, o te inspeccionan el libro de ventas, o le averiguan las ganancias de todo el mes.
Como las tales cosas no ofrecían aspecto nuevo ni muy alarmante, se despidió de mi tío, y de los que con él nos quedábamos en la casona, y se fue con los últimos tertulianos, uno de los cuales era Pito, que tropezaba con gentes, bancos, puertas y tabiques, de puro aceleradote y desatinado que le habían puesto las alabanzas y los arrumacos de Tona.
Por encargo de mi tío andaba yo muy a menudo en la cocina, más que por hacer los honores a la tertulia, para evitar que los tertulianos le invadieran a él la alcoba.
No sé más, sino que carraspeó un poquito y que, sin añadir una sola palabra a las mías, echó a andar hacia la escalera, mientras yo me dirigía a la cocina donde se oían ya los parleteos de los primeros tertulianos.
Para despachar bien y pronto lo que proyectaban, era indispensable que se volvieran a la cocina los tertulianos que, dispersos por aquí o en rebaños por allá, todo lo obstruían.
En casa de Marmitón ponían en las nubes el milagro, y sólo en boca de Lituca eran comedidas las alabanzas y se refrenaban los plácemes, aunque bien los voceaban los ojos, como si la fuerza de una ley oculta impusiera aquella limitación a los impulsos de su alma, por el pueblo «se corrían» ya las noticias más estupendas a propósito de esta resurrección mía, y me colgaban, con lo cierto, planes y calendarios que jamás me habían cruzado por las mientes, teníanme, no ya por el continuador, sino por el reformador omnipotente de la obra tradicional de los Ruiz de Bejos, por un don Celso refundido y hasta mejorado, no solamente «en estampa y ropajes», sino también «en posibles y en magín», por la noche iban a la casona los tertulianos con las ideas empapadas en estas fantasías, y me veía negro para rebajar muchas partidas de la cuenta galana y poner las cosas en su punto.

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