Ejemplos con superiora

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La superiora me dice que no ha recibido dinero de mi hijo, para comprar más botellas.
Su fecunda imaginación ofrecióle al punto otro expediente digno de la superiora de Port-Royal, la mística jansenista Sofía Arnaud.
La Superiora respondió a aquella risa con otra menos franca.
Sintieron venir a la Superiora, y rápidamente se levantaron y se pusieron a brochar otra vez.
La Superiora volvía las gafas a todas partes buscando algo que reprender, pero nada encontró que mereciese su crítica estrecha.
Aquel día, Sor Antonia llamó a la Superiora, que era una vizcaína muy templada.
Las recogidas la miraban con miedo, y algunas monjas rodearon a la Superiora para hacerla respetar.
Vamosdijo la Superiora frunciendo el ceño, callando, y baje usted al patio.
No creas que lo hago a escondidas de la Superiora, pues acaba de autorizarme para darte esta golosina, siempre que sea en la medida que separa la necesidad del apetito y el remedio del deleite.
Dígale por Dios a la Superiora que estoy arrepentida y que me perdone que yo cuando me da el toque y me pongo a despotricar soy un papagayo, y la lengua se lo dice sola.
Si la Superiora sabe que andas en telégrafos con los albañiles, buena te la arma y con razón.
Maximiliano dijo categóricamente aquella tarde que por acuerdo de la familia y con asentimiento de la Superiora, en el próximo mes de Setiembre se daría por concluida la reclusión de Fortunata, y esta saldría para casarse.
Por la mañana tempranito, la Superiora y Sor Facunda se tropezaron al salir de sus respectivas celdas.
Cuando la comunidad salía de la capilla, doña Manolita, que había entrado de las últimas, sofocada, se acercó a la Superiora y le dijo que Mauricia estaba en la huerta sobre el montón de mantillo.
Estaba la Superiora hablando con Sor Antonia en la puerta de una celda, cuando llegó muy apurada una reclusa, diciendo: Le he mandado que venga y no quiere venir.
Tendré que ir yo ¡Ay, qué mujer! ¡qué guerra nos da!dijo la Superiora.
Desde que la Superiora las dejó solas, la otra rompió a patinar y a hablar al mismo tiempo.
¡Encerrarla porque llora!exclamó la otra que en su timidez no se atrevía a contradecir a la Superiora.
Habló algunas palabras en voz muy baja con la Superiora, quien al oírlas puso una cara que daba miedo.
A la Superiora se le escapó, sin poderlo remediar, una ligera sonrisilla, mas al punto volvió a poner cara de palo.
Ahí tienen ustedesdecía la Superiora a las que más cerca de ella estaban, cómo esa arrastrada ha visto visiones ¡Ya!, ¡qué no vería ella! ¿Pero no viene al fin? Yo le juro que no vuelve a hacernos otra.
¡Qué asco! Buen pechugón se ha dadoexclamó la Superiora.
La Superiora, que era mujer de genio fuerte, no se pudo contener y desde arriba gritó: Trasto infame, si no te estás quieta, verás.
No veréis Si yo me basto y me sobroindicó la Superiora, haciendo alarde de ser mujer para el caso.
León, no la maltrate usted dijo la Superiora.
Bajarlo, hijas, bajarlodijo desde el patio la Superiora, mirando hacia arriba y ya recobrada la serenidad con que daba siempre sus órdenes.
Dejarla, dejarladijo la Superiora.
Póngase usted las botasle gritó la Superiora.
Sor Marcela, Sor Antonia, la Superiora y las demás madres mostráronse muy afables con ella, asegurando que era de las recogidas que les habían dado menos que hacer.
Nicolás Rubín había hablado al capellán, su compañero de Seminario, el cual habló a la Superiora, que era una dama ilustre, amiga íntima y pariente lejana de Guillermina Pacheco.

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