Ejemplos con soñoliento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Golpeó con el palillo el parche lentamente para dar una tétrica gravedad a su canto monótono, soñoliento y triste.
tácito suave puro soñoliento inmenso penetrante silencioso.
Pasaba algún obrero, larga la barba, mal lavado y huraño el semblante, renqueando, soñoliento, el espinazo arqueado aún por la curvatura del sueño de plomo a que se entregaran la víspera sus miembros exhaustos.
Cerca de la entrada vio algunos mozos que venían hacia él para apoderarse de sus maletas, y un coche de alquiler inmóvil, con el cochero soñoliento y el caballo husmeando el suelo.
Maltrana creía verle con diverso aspecto en las varias horas del día: soñoliento y torpe al amanecer, alegre y risueño después de las abluciones matinales, pesado y cabeceador luego de mediodía, al adormecerse el Océano bajo el incendio solar, melancólico y rumoroso como un jardín antiguo a la caída de la tarde, cuando las cubiertas se teñían de un rojo naranja, prolongándose las sombras de las personas con la esbeltez de los cipreses, ruidoso y frívolo al cerrar la noche, con una alegría semejante al hervor del champán, a la sonrisa de unos labios pintados, a la languidez de unos ojos engrandecidos por el kohol.
El buque tenía un almaMaltrana, soñoliento en un sillón, estaba seguro de ello, un alma que hablaba por su chimenea, como la nave hablaba por el mástil, una conciencia que percibía el motivo de sus acciones, la finalidad de este continuo ir y venir por el Atlántico, arándolo con su quilla de acero.
En los pueblos no se reciben telegramas sino para anunciar una desgracia, se conmociona toda la familia, el que lo abre calla y se pone un poco pálido, sus manos tiemblan, todos miran ansiosos Yo he sentido un tilde de esta ansia cuando he visto, en esta mañana gris, cansado, soñoliento, un telegrama.
Yo me desentendí de esta conversación, y reclinado en un ángulo del coche, mi mano en la mano de Leonarda, permanecí largo rato soñoliento y meditabundo, pensando en lo que mi amiga me contara de las damas que ocupaban el Reservado de Señoras.
Abandona los incidentes de escaso valor histórico que han ocurrido en los días de tu descanso soñoliento, y acomete el relato de las altas contiendas entre cantonales y centralistas, sin prodigar alabanzas dictadas por la amistad o el amaneramiento retórico.
Pero allá, en un rincón del pecho, duerme como un portero soñoliento la necesidad de la grandeza.
Turbado yo y soñoliento, pude formular en mi magín este razonable juicio: El suceso que la puntual trata de referirme es de aquellos que se desvanecen en la Historia, y a los treinta o más años de acaecidos, no hay memoria que los retenga, ni curiosidad que en ellos quiera cebarse.
Aresti se afirmó los lentes y siguió adelante todavía soñoliento, con esa pasividad resignada del médico que vive esclavo del dolor ajeno.
De vez en cuando, sobre el ritmo monótono y soñoliento, una canción áspera y estridente como un rugido, como el grito del que cae con las tripas cortadas.
Mecida por el runrún soñoliento de Vicentillo y Lea, Doña Leandra salió del comedor de su casa manchega, pasó al cuarto próximo, donde tenía la algarroba para las palomas, un resto de la cosecha de judías, dos montones de patatas para simiente con los brotes ya muy crecidos, manojos de hierbas colgados del techo, que despedían un olor fortísimo entre farmacéutico y culinario.
Entre aplausos y risas bailó con Amparito, mientras su hijo los contemplaba enternecido, renegando tal vez en su interior de su condición de poeta soñoliento y enemigo de superfluidades, que no le permitía aprender cómo se mueven las zancas en el vals, ¡El mismo demonio era el señor Cuadros, a pesar de sus años y del enorme bigote! Así lo declaraban doña Manuela y Teresa, sonrientes, reconciliadas y puestas ambas al mismo nivel.
Ella, traviesa y pícara, rebosándole malicia los ojos y desparpajo los labios, sin pañuelo a la cabeza, y liada en el mantón, dentro del cual removía el airoso cuerpo para sentirse acariciada del calor, él soñoliento, molesto, desasosegado y frío, trayéndose a cada instante sobre el hombro el embozo de la capa, la chica, toda viveza, el hombre, todo impaciencia.
Como sus amigos no eran tan constantes, pasaba algunos ratos solo, meditando en problemas graves de política religión o filosofía, contemplando con incierto y soñoliento mirar las escayolas de la escocia, las pinturas ahumadas del techo, los fustes de hierro y las mediascañas doradas.
El soñoliento silencio de los pueblecillos pequeños y sin vida pesaba sobre la villa de Cebre.
Poco después sufrió una metamorfosis el vivir entumecido y soñoliento de los Pazos.
Experimentaba el jinete indefinible malestar, disculpable en quien, nacido y criado en un pueblo tranquilo y soñoliento, se halla por vez primera frente a frente con la ruda y majestuosa soledad de la naturaleza, y recuerda historias de viajeros robados, de gentes asesinadas en sitios desiertos.
Toqué fuertemente a la puerta y un criado soñoliento y malhumorado bajó a abrirnos.
Despertó, en fin, soñoliento y perezoso, y, volviendo el rostro a todas partes, dijo:.
Y la última llama del fogón lengüeteaba en torno a la pava sumida en morrongueo soñoliento.
Y al arrullo soñoliento de monótonos hervores,.
Es de notar que Bonifacio, hombre sencillo en el lenguaje y en el trato, frío en apariencia, oscuro y prosaico en gestos, acciones y palabras, a pesar de su belleza plástica, por dentro, como él se decía, era un soñador, un soñador soñoliento, y hablándose a sí mismo, usaba un estilo elevado y sentimental de que ni él se daba cuenta.
Los demás ex románticos, entre toses y largos intervalos de silencio que parecían parte del ceremonial de un rito misterioso, soñoliento, hablaban en la semioscuridad gris, fuera del mostrador, y repasaban sus comunes recuerdos.
Don Álvaro se dejó caer en el sofá, soñoliento y soñador, no oía a don Víctor, oía la voz del deseo ardiente, brutal, que gritaba: «¡hoy, hoy, ahora, aquí, aquí mismo!».
volar soñoliento, se aleja y se pierde en la bruma del sol.
El infeliz, al despertarse medio soñoliento, creyó ver que la barra del cambio estaba a la derecha, y eso fue todo.
A los primeros sonidos de la orquesta, Franz vio al soñoliento desconocido, levantarse lentamente y acercarse a la griega, que se volvió para dirigirle algunas palabras, y se apoyó de nuevo sobre el antepecho del palco.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba