Ejemplos con soberbia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sólo de raro en raro se detenía a murmurar, con acento de quejumbre: ¡Qué envidia me dais, tortolines! Pero no caigáis en soberbia o egoísmo, que no sois solos en el mundo.
Sí, señora, lo cual demuestra que Dios hizo a los hombres naturalmente buenos, y que todos los delitos de la voluntad y fealdades de la conducta son instigados por la inteligencia rebelde y la razón soberbia.
¿Quién no ha de sonreírse del candor mezclado de soberbia con que confunde a cada paso los términos de la ciencia y los del arte? ¿Quién podrá sufrir que, por todo sistema de estética, se nos dé un trozo de la de Claudio Bernard ? ¿Ni cómo llevar con paciencia el que unas veces se asimile el arte con una estadística y otras con una clínica, y se le dé, por única misión, el recoger y coordinar ?.
Esa lengua tan palpitante y tan densa, que tan diversos matices adquiere, ya el de brusquedad estúpida y semisalvaje en , ya el de dulcísima elegía amatoria en labios de , ya el de patriarcal ternura en boca del y de su mujer, ya el de reconcentrada soberbia femenina en , especie de diana selvática y feroz de un barrio de pesca, presenta tales variedades y se mueve con tal libertad en ondulaciones tan diversas, que nadie diría que por primera vez viene ahora el arte, y que ninguno ha precedido a Pereda en trabajarla y domeñarla.
¡Hiciste bien en llamárselo, hija mía! ¿Quién es ella para ponerse a jugar contigo?exclamó, en un sincero arranque de soberbia, la mujer de Simón.
¡Oh! ¡Magníficos! ¡Qué gallardía! ¡Qué cuarto trasero! ¡Qué ! ¡Soberbia raza! ¿Son de usted, buen hombre?preguntaba por remate al conductor.
Tengo una soberbia trompa guerrera, una lira y una corona de laurel esmeradamente fabricadas: la trompa es de un metal, que solo VULCANO conoce, más precioso que el oro y la plata, la lira, como la de APOLO, es de oro y nacar, labrada también por el mismo VULCANO, pero sus cuerdas, obra de las Musas, no conocen rivales, y la corona, tejida por las Gracias, del mejor laurel que crece en mis jardines inmortales, brilla más que todas las de los reyes de la Tierra.
¡Ay, yo he sido un gran pecador, y mi vida una noche negra de rayos y de truenos! ¡Por eso a mi vejez me veo tan castigado! ¡Dios, para humillar mi soberbia, quiso que en aquel vientre de mujer santa engendrase monstruos Satanás! ¡Siento que mis horas están contadas, pero aún tendré tiempo para hacer una gran justicia.
La birreta cardenalicia parecía hincharse de soberbia sobre su cabeza pequeña, blanca y sonrosada.
Y conforme se aproximaba la solemnidad religiosa, temblaban muchos canónigos, pensando en la mirada dura y soberbia que clavaría en ellos el iracundo prelado.
Que se enteren todos en Toledo que el arzobispo no quiere ver a sus canónigos, y que esto lo hace por dignidad, no por soberbia, pues al mismo tiempo baja a ver a su antigua amiga la jardinera.
Cuando éste miraba por encima de ellas, abarcando con la vista el infinito, se reía de su soberbia de liliputienses.
Arrastrado por la soberbia, bordeaba continuamente el cisma y la herejía.
La soberbia de estos príncipes eclesiásticos les impulsaba a la más orgullosa modestia.
Al quedar solo, recobró su soberbia.
Mi padre quiso darme esa codiciada felicidad, no pudo lograr sus propósitos, pero de él heredé ese instinto de soberbia altivez con la cual rechacé en todo tiempo, de niño, de mozo, y de hombre maduro, la humillación indigna, la reprensión inmotivada, el atropello brutal de quien se consideraba superior a mí.
No te pongas tan soberbia, que no has de comerme.
Un asomo de cordura iniciábase en aquella mujer dominada por la vanidad y la soberbia.
¡Soberbia sopa! Flotaban en su superficie las lunas de grasa, y entre las rebanaditas de pan impregnadas de suculento líquido, los menudillos de la gallina, las tiernas yemas de color de ámbar y los negruzcos hígados, que se deshacían al entrar en la boca.
El precio del traspaso ya lo iría pagando Antonio poco a poco, y ellos levantarían el vuelo inmediatamente para ir a formar un nido en una gran casa cerca del Mercado, una finca soberbia, con ancho portal, gran patio, cuadras profundas, y en el piso superior magníficas habitaciones, inmuebles que el difunto había adquirido por poco dinero, prestando usurariamente a un conde tronado.
La pobreza desesperanzada imprime carácter, y en su seno se crían la soberbia hipócrita, la modestia burlona, la astucia dolosa, que tienen flexibilidades de víbora, la ruindad intrigante, la maledicencia ponzoñosa, y la envidia exangüe que todo lo codicia y que todo lo afea.
Le ví desde la ventana del despacho, a eso de las diez, jinete en una soberbia mula de magnífico andar.
El amor que Angelina me inspiraba no era ese que nos promete dichas y venturas, lisonjeando nuestra vanidad, halagando nuestro orgullo, y despertando risueñas esperanzas, ni ese otro abrasador, apasionado, que nos encadena a las plantas de soberbia beldad, sumisos a su capricho, esclavos de su hermosura, desesperados si nos desdeña, locos de felicidad si nos favorece con una sonrisa.
¿Era aquello un arranque de soberbia? ¿Era ironía? Me volví para ver a la doncella.
Al contrario: altivo, con soberbia dignidad.
Quedábanse Castita y Eulalia atontadas con el aroma asiático, vacilando entre la admiración y la envidia, pero al fin no tenían más remedio que humillar su soberbia ante el olorcillo aquel de la niña de Arnaiz, y le pedían por Dios que las dejase catarlo más.
Allí la puerta de Toledo ¡qué soberbia arquitectura! A la otra parte la fábrica del gas ¡oh prodigios de la industria! Luego el cielo espléndido y aquellos lejos de Carabanchel, perdiéndose en la inmensidad, con remedos y aun con murmullos de Océano ¡sublimidades de la Naturaleza! Andando, andando, le entró de improviso un celo tan vehemente por la instrucción pública, que le faltó poco para caerse de espaldas ante los estólidos letreros que veía por todas partes.
Era una soberbia alhaja, comprada aquella mañana por Rafaela en los bazares de , y tenía un diamante tan grande y bien tallado, que al mismo Regente le dejaría bizco con el fulgor de sus luces.
En la fabricación de esta soberbia piedra había sido empleado el casco más valioso de un fondo de vaso.
Lo que he dicho no es tampoco señal de desprecio, que humilde y miserable, lo mismo que hermosa y soberbia, esa ciudad será siempre para mí muy querida, no sólo por ser patria de mi madre, sino porque en ella viven personas a quienes amo ya sin conocerlas.

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