Ejemplos con seáis

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Combatid en el camino de Dios a quienes os combaten, pero no seáis los agresores.
El monarca, con su mano derecha, tomaba a los contrayentes por los dedos corazón y meñique de sus manos izquierdas, los conducía hasta una pequeña casa destinada a efectuar ritos matrimoniales y allí les decía: Mirad que seáis buenos esposos y que miréis por vuestra hacienda, y que siempre la aumentéis y no la dejéis perder.
Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados.
¡Maldito sea usted y quien le ha engendrado! ¡Maldita sea la hora en que ha nacido! ¡Permita Dios que su esposa vea siempre esas manos teñidas de sangre! ¡Maldita sea ella también! ¡Maldita la leche que ese niño está mamando! ¡Malditos seáis todos, malditos, malditos, malditos!.
Que sea carne, que carne, gracias a Dios, no le falta, y que vosotros seáis la uña, doyme por satisfechodijo don Ángel.
Sed guerreros chiquitos para que de grandes seáis buenos ciudadanos.
No seáis como los cuervos, que caen en bandada sobre los muertos para comérselos.
¡Y tenían dicho que darían socorro a las viudas y a los huérfanos! ¡El mayorazgo huyóse para no cumplirnos la manda! ¡Cinco lobos dejó alrededor de su silla vacía! ¡Ay, Montenegro, negro de corazón! ¡Por tu imperio se hicieron aquellos pobres a la mar, en una noche tan fiera! ¡Cuando seáis mozos, reclamarle cuentas, mis hijos, que él os dejó sin padre! ¡Mal can le arranque el corazón y lo lleve por este arenal! ¡Mal cuervo le coma los ojos! ¡Malas ortigas le broten en el pecho! ¡Mal avispero le nazca en la lengua!.
Eso no pertenece a vosotros tres porque seáis más audaces, pertenece a todos, como de todos son las riquezas de la tierra.
¡Compañeras, quietas! ¡Chicas, no tiréis! ¡Dejadme hablar no seáis bestias!.
¿Escuchas? Ya te lo había yo , que no tendrías hígados decir a esta vieja en su cara lo que a mí me dices cuando tú sabes Adiós, hombre, adiós, y que seáis felices.
Malditos seáis gritó la zancuda, cuando vio aquellas fachas horrorosas.
Del almuerzo que nos aguardaba en la fonda debo decir, no como dato oficioso y trivial, sino para instrucción de los viajeros que vayan a Salamanca, que nada tenéis allí que temer, y sí muchos goces que prometeros, por muy gastrónomos y delicados que seáis.
-Hijos míos -les decía-: sed caritativos, no seáis crueles ni aun con vuestros enemigos.
Por cierto, señor, quienquiera que seáis, que yo no os conozco, yo os agradezco las muestras y la cortesía que conmigo habéis usado, y quisiera yo hallarme en términos que con más que la voluntad pudiera servir la que habéis mostrado tenerme en el buen acogimiento que me habéis hecho, mas no quiere mi suerte darme otra cosa con que corresponda a las buenas obras que me hacen, que buenos deseos de satisfacerlas.
Ése es el último papel que escribió el desdichado, y, porque veáis, señor, en el término que le tenían sus desventuras, leelde de modo que seáis oído, que bien os dará lugar a ello el que se tardare en abrir la sepultura.
Señor, quien quiera que seáis, hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace en aquella cama, malferido por las manos del encantado moro que está en esta venta.
Figurósele que la litera eran andas donde debía de ir algún mal ferido o muerto caballero, cuya venganza a él solo estaba reservada, y, sin hacer otro discurso, enristró su lanzón, púsose bien en la silla, y con gentil brío y continente se puso en la mitad del camino por donde los encamisados forzosamente habían de pasar, y cuando los vio cerca alzó la voz y dijo: Deteneos, caballeros, o quienquiera que seáis, y dadme cuenta de quién sois, de dónde venís, adónde vais, qué es lo que en aquellas andas lleváis, que, según las muestras, o vosotros habéis fecho, o vos han fecho, algún desaguisado, y conviene y es menester que yo lo sepa, o bien para castigaros del mal que fecistes, o bien para vengaros del tuerto que vos ficieron.
Estaba Cardenio entonces en su entero juicio, libre de aquel furioso accidente que tan a menudo le sacaba de sí mismo, y así, viendo a los dos en traje tan no usado de los que por aquellas soledades andaban, no dejó de admirarse algún tanto, y más cuando oyó que le habían hablado en su negocio como en cosa sabida porque las razones que el cura le dijo así lo dieron a entender, y así, respondió desta manera: Bien veo yo, señores, quienquiera que seáis, que el cielo, que tiene cuidado de socorrer a los buenos, y aun a los malos muchas veces, sin yo merecerlo, me envía, en estos tan remotos y apartados lugares del trato común de las gentes, algunas personas que, poniéndome delante de los ojos con vivas y varias razones cuán sin ella ando en hacer la vida que hago, han procurado sacarme désta a mejor parte, pero, como no saben que sé yo que en saliendo deste daño he de caer en otro mayor, quizá me deben de tener por hombre de flacos discursos, y aun, lo que peor sería, por de ningún juicio.
¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recetes a la causa total de todo ello!.
Así que, ¡oh Sancho!, mudad de opinión, y, cuando seáis gobernador, ocupaos en la caza y veréis como os vale un pan por ciento.
Amigos, cualesquiera que seáis, que en esa prisión quedáis encerrados, perdonadme, que, por mi desgracia y por la vuestra, yo no os puedo sacar de vuestra cuita.
Caballeros, o escuderos, o quienquiera que seáis: no tenéis para qué llamar a las puertas deste castillo, que asaz de claro está que a tales horas, o los que están dentro duermen, o no tienen por costumbre de abrirse las fortalezas hasta que el sol esté tendido por todo el suelo.
Jamás la dije dijo a esta sazón la que hasta allí había estado callando, antes, por ser tan verdadera y tan sin trazas mentirosas, me veo ahora en tanta desventura, y desto vos mesmo quiero que seáis el testigo, pues mi pura verdad os hace a vos ser falso y mentiroso.
Lo cual visto por los tres, salieron a ella, y el cura fue el primero que le dijo: Deteneos, señora, quienquiera que seáis, que los que aquí veis sólo tienen intención de serviros.
Aunque ignoro quién seáis y qué clase de espíritu y de qué punto habéis salido, como tenéis al frente un redactor que sin duda os comunicará lo que se os escriba, no tengo dificultad en atreverme a manifestaros por su conducto el gozo que me ha cabido de ver que hay un ente que osa despreciar cuanto puede acaecerle por criticar lo que es risible.
Fermosa dueña, cualquiera que vós seáis la condolida deste afanado caballero, y a saz piadosa minoráis sus cuitas, ruego vós me queráis facer sabidor del follón mezquino, o pagano malandrín, que en este encanto vos amancilla, para que segunda vegada en vueso nombre, sano ya de las pasadas feridas, entre en descomunal batalla, maguer que finque en ella, que non es la vida de más proo que la muerte, tenudo a su deber un caballero.

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