Ejemplos con secular

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El Papa Inocencio III dijo a Pedro Valdo y a los Valdenses que aceptaran que el poder secular puede, sin pecado mortal, ejercer el juicios de sangre, siempre que se castigara motivado por la justicia, no por el odio, con prudencia y sin precipitación como pre requisitos para la reconciliación con la Iglesia.
Estos celadores deben tener hecha la fidelidad, y no pueden haber vivido en un Instituto Secular.
Las iglesias de los monasterios presentan algunos rasgos que las diferencian de aquellas del clero secular, sobre todo en lo que se refiere a los coros, sacristías y celdas penitenciales.
En las Constituciones del Opus Dei como Instituto Secular, se dice: hay en él el Instituto una cierta agrupación de miembros, a la que se da el nombre de Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que consta de sacerdotes del Instituto y algunos laicos que a juicio del Padre se consideran mejor dispuestos para recibir en su día el sacerdocio.
Incluso se podría decir que la vieja Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz incluida en el Instituto Secular desaparece, y aparece una asociación nueva, unida intrínsecamente a la prelatura personal del Opus Dei, pero sin formar parte de ella.
La Evangelización de la zona fue iniciada por los Franciscanos y continuada por los Dominicos quienes finalmente construyeron un convento en Juchitepec, este estaría bajo sus manos hasta que en el siglo XVIII pasó al clero secular.
Durante los años inmediatamente posteriores a la aprobación del Opus Dei como Instituto secular, tanto san Josemaría como sus principales colaboradores se manifiestan públicamente satisfechos con la nueva configuración jurídica alcanzada, especialmente en lo relacionado con las características principales de los Institutos Seculares: inclusión en el denominado estado de perfección completo sin ser considerados religiosos, es decir, manteniendo la secularidad, posibilidad de incardinar sacerdotes, y autonomía respecto de la autoridad de los Obispos diocesanos, evitando la interferencia de éstos en el funcionamiento interno de los Institutos.
Durante todos estos años todo indica que el Opus Dei y su fundador consideraban satisfactorio el estatus de Instituto Secular que había obtenido el Opus Dei.
En este período de trabajo sólido e intenso que preparaba el camino a la Constitución Provida Mater Ecclesia sirvieron de gran ayuda y dieron luz sobre no pocos problemas jurídicos, ofreciendo soluciones canónicas contrastadas por una experiencia larga y fecunda, las Constituciones de este Instituto español, al que ha cabido la gloria de ser el primer Instituto secular de derecho pontificio aprobado según las normas de la citada Constitución Apostólica.
A la luz clarísima de este Documento el Instituto Opus Dei y sus Constituciones fueron atentamente examinados por la Sagrada Congregación, especialmente todo aquello que se refería a su constitución interna, al régimen, a los apostolados, a la vida común tomada en sentido amplio, cosas que se consideraban arduas y presentaban aspecto de gran novedad y apareció claramente que el Opus Dei encarnaba el tipo perfecto de Instituto secular.
A pesar de que la intención del Concilio y del Papa al indicar este tipo de congresos era que los institutos de vida consagrada se adaptasen a las decisiones tomadas por los padres conciliares, en el caso del Opus Dei su tema principal fue el del cambio de forma jurídica, para dejar de ser un Instituto Secular, de forma que la vida de los socios se mantuvo bajo las mismas normas que hasta ese momento.
Como prelatura personal, el Opus Dei está formado por presbíteros y diáconos del clero secular a cuyo frente se encuentra un Prelado.
Y también pertenecían a los acreedores los cuadros italianos y españoles que adornaban las paredes de dos gabinetes inmediatos, los muebles antiguos con sedas rapadas o rotas, pero de hermosas tallas, todo, en fin, lo que conservaba algún valor entre los restos de la secular herencia.
Esta labor secular iba royendo la costa, arrebatándola su coraza de piedra, lámina por lámina.
El presuroso crecimiento de nuestras democracias por la incesante agregación de una enorme multitud cosmopolita, por la influencia inmigratoria, que se incorpora a un núcleo aún débil para verificar un activo trabajo de asimilación y encauzar el torrente humano con los medios que ofrecen la solidez secular de la estructura social, el orden político seguro y los elementos de una cultura que haya arraigado íntimamente, nos expone en el porvenir a los peligros de la degeneración democrática, que ahoga bajo la fuerza ciega del núcleo toda noción de calidad, que desvanece en la conciencia de las sociedades todo justo sentimiento del orden, y que, librando su ordenación jerárquica a la torpeza del acaso, conduce forzosamente a hacer triunfar las más injustificadas e innobles de las supremacías.
Los afeminados burgueses de Bizancio y su populacho cosmopolita, aficionados a las fiestas de Circo y las querellas teológicas, vieron partir con satisfacción a estos hombres medio bandidos y medio soldados, que llevaban a la zaga, por una costumbre secular, sus hijos y sus barraganas, duras hembras de Aragón y de Sicilia seguidas de enjambres de chicuelos semidesnudos y acostumbradas a manejar la espada cuando caía herido su rudo compañero.
Ante una blonda secular adquirida en una subasta, torcía el gesto: Más me gustaría un vestido nuevo de trescientos francos.
Por eso mi nuevo prelado secular me envió a esta aldea, donde he procurado trabajar cuanto me ha sido posible, consolándome de no realizar aún mis proyectos, con la idea de que en estas montañas también soy misionero, pues sus habitantes vivían, antes de que yo viniese, en un estado muy semejante a la idolatría y a la barbarie.
¡Él vio sin duda en aquella noche radiosa, en aquella noche memorable, al terminar su oración, a su pobre patria llorosa, entre convites y villanías, de barragana y flor marchita por el mundo, y vio también, alucinado por el estruendo de los aplausos y los vítores, a caballo el ejército de la Libertad, echándose sobre los palacios podridos donde se cobijaban las almas de coleta y sotana, símbolos de la secular dominación de España.
Les interesaba la cuestión social como algo positivo relacionado con su bienestar, pero por más esfuerzos que hicieran los oradores por exponer las generosidades de la sociología revolucionaria, la gente sólo veía la ventaja de aumentar en unos cuantos reales el jornal y trabajar alguna hora menos Pero se hablaba del jesuíta, del fraile, del cura, y la muchedumbre se ponía instintivamente de pie, con nervioso impulso, y brillaban los ojos con el fulgor diabólico de una venganza secular, y sonaba estrepitoso el trueno del aplauso delirante, y se levantaban los puños amenazadores, buscando al enemigo tradicional, al hombre negro, señor de España.
Ya que había llegado el instante de la revuelta ¡sus y a él! Era el enemigo secular, los demás habían crecido a su amparo El odio a toda religión era instintivo allí donde las masas obreras despertaban.
La secular pereza española, la resistencia a cambiar de postura, el miedo a lo desconocido que sienten todos los pueblos estacionarios, son las causas de que aún continúe esa institución que ni siquiera tiene, como en otras naciones, el éxito militar y el agrandamiento del territorio como justificaciones de su existencia.
Quería volver a España, de la que tanto se había burlado, y que ahora, a pesar de su atraso secular, le parecía interesante.
¿Qué tenía dentro la fatal manzana del Paraíso, que después de seis mil años de maldición la misma Iglesia comenzaba a venerarla, esforzándose por hacerla olvidar las antiguas persecuciones? ¿Por qué la religión, firme como una roca en medio de los siglos, que había desafiado persecuciones, cismas y guerras, se ablandaba por el miedo ante los descubrimientos de unos cuantos hombres, entrando en la corriente loca que buscaba la causa y la explicación de todas las cosas? Teniendo el apoyo secular de la Fe, ¿a qué buscar el auxilio de la Razón para sostener sus tradiciones y justificar sus dogmas?.
Y el viejo Luna, saltando de abuelo en abuelo a través de los siglos, recordaba al archiduque Alberto, que renunció la mitra toledana para ir a gobernar los Países Bajos, y al magnífico cardenal Tavera, protector de las artes, todos príncipes excelentes, que habían tratado con cariño a la familia, reconociendo su secular adhesión a la Santa Iglesia Primada.
En medio la fuente secular, ancho pilón de ocho lados con surtidor de granito, en forma de alcachofa, del cual salía poderosamente grueso chorro de agua cristalina, que cuando el viento huracanado de invierno le hacía pedazos inundaba las baldosas del contorno.
La vieja criada que administraba el hogar de don Eugenio tuvo que valerse de ungüentos para despoblar de bestias sanguíneas el bosque de cerdas polvorientas que se empinaban sobre el cráneo del muchacho, y concluido el exterminio, el amo lo entregó al brazo secular de los aprendices más antiguos, los cuales, en lo más recóndito del almacén y sin pensar que estaban en enero, con un barreño de agua fría y tres pases de estropajo y jabón blando, dejaron al neófito limpio de mugre de arriba a abajo y con una piel tan frotada que echaba chispas.
En una, la que estaba destinada al amanuense, unos estantes con papeles y legajos polvorientos, comidos de la polilla, folletos y periódicos, en paquetes atados con hilo de Campeche, una mesa secular, cubierta con una carpeta de paño verde, manchada de tinta, gran tintero de plomo, una marmajera del mismo metal, dos plumas dignas del gabinete de un arqueólogo, y un retal de casimir negro para limpiar las plumas, procedente, sin duda, de algún pantalón viejo del abogado.
Entre el almuerzo y la comida se reformaba, se innovaba una sociedad, fumando un cigarro se descubrían nuevos principios, y en el fondo de la vorágine batallaban las dos grandes soluciones de raza, ambas fuertes porque se apoyaban en secular, lentamente sazonado al calor de la historia: la monarquía absoluta y la constitucional, por entonces disfrazada de monarquía democrática.
—¡Ah! ¡lo de siempre! ¡el militarismo! ¡el cesarismo! ¡la fuerza bruta! ¡el brazo secular de la tiranía!.

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