Ejemplos con salón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A la puerta del salón, vestido de librea, montaba la centinela Patón, un lacayo de labios bozales y ojos de cerdo, que nos tenía a mi padre y a mí mala voluntad y envidia no disimuladas.
¿Y quién no le conoce en Madrid? Digo, en el supuesto de que sea el que yo creo, como me lo dan a entender el periódico, el estilo de los sueltos y sus frecuentes paseos con usted en el salón de conferencias.
Verdad es que, hasta aquella fecha, con ninguna credencial había demostrado el embajador que lo hubiera sido real y efectivamente, pero ¿no bastaban su aserto, y, sobre todo, las familiaridades que se permitía con ministros y diputados en el salón de conferencias?.
Sumido en tales meditaciones, paseábase una tarde en el salón de conferencias, solo y cabizbajo, cuando se le acercó un mozo de lustrosas patillas y retorcido bigote, agradable de rostro y pulcramente vestido, diciéndole con la mayor solemnidad:.
Buscándole con afán, se iba el buen hombre de pasillo en pasillo y de salón en salón, mas no hubiera dado con él ni la nariz de un sabueso.
Y cuando don Simón, pasada la tempestad, los veía salir del salón por diferente puerta, esos hombrespensabavan a matarse ahora.
Una vez eran dos atletas del Parlamento, que del uno al otro lado del salón se lanzaban mutuamente los dardos más agudos y los dicterios más envenenados: .
¿?era la pregunta obligada de todo diputado al entrar en el salón de sesiones, después de oír la campanilla que anuncia fuera a los dispersos que ha concluido de discutirse un asunto y va a comenzar una votación nominal, y según que el sustentante fuera de o del , se le respondía:.
Había allí verdadera fiebre habladora, pero ¿quién de los que hablaban valía el trabajo de ser oído diez minutos con paciencia? De aquí que no se sorprendiera maldita la cosa al observar que mientras un orador de mala facha y peor estilo se desgañitaba echando pestes por la boca, manoteando sobre el banco delantero y tragando vasos de naranjada, entre consulta y repaso a sus apuntes, los poquísimos diputados que quedaban en el salón se entretuviesen en hacer pajaritas de papel, en despachar su correspondencia o en chupar los caramelos del presidente, de que provee a este personaje abundosamente el Estado, teniendo en cuenta, quizá, que para soportar la amargura de ciertas horas, no basta un muelle sitial de terciopelo, por muy elevado que se ponga.
Ya para entonces nuestro diputado había conseguido vencer el estupor en que vivió los primeros días, efecto de la alta idea que se había formado del mérito de cuantos le rodeaban en el salón, idea que le acoquinaba hasta el punto de no atreverse a mirar a nadie a la cara, por si le aludían y le obligaban a tomar la palabra , lo cual le hubiera hecho el efecto de un rayo sobre la mollera.
Una vez adentro, podía tocar el botón eléctrico que se le antojase, para pedir a un ujier lo que tuviera por conveniente, pasear en el salón que mejor le pareciese, sentarse en el diván más cómodo, escribir en los gabinetes al efecto, pedir en secretaría el expediente más difícil de hallar, y en el archivo el libro más extraño, en fin, hasta beber, de balde, un vaso de agua con azucarillo en la de la casa.
Cuando la cena estuvo pronta, condujo éste a los huéspedes a un salón tan grande como la cocina, pero no tan.
Olía el salón aquel punto peor que una caballeriza, pues de esencia de ella, de aguardiente, de tabaco común y de otras no más suaves ni voluptuosas, se componía el ambiente que allí se mascaba, pero de ámbar y ambrosía le pareció a don Simón, juzgándose ya electo con el esfuerzo de aquellos auxiliares, todos famosos en el país por sus gloriosas campañas electorales.
Había en aquella ciudad, como hay en casi todas, un centro o círculo o para esparcimiento del espíritu de ciertas personas que pasaban la vida bregando por enderezar la varia suerte de los negocios de lucro, y había entre los socios muchos que, no gustando del juego, aunque lícito, ni de otras recreaciones toleradas en el establecimiento, formaban una camarilla , especie de senado moderador de la ebullición que reinaba constantemente en gabinetes y pasillos, el cual senado, , se instalaba siempre en el salón principal.
Aquella carpeta y aquel gabinete son , y esas personas que trabajan silenciosas en modestos atriles en el salón en que estamos, los dependientes de su casa.
DE LOS PEÑASCALES, prescindimos de cuanto se halla a nuestro paso al entrar en un salón largo y estrecho, cruzámosle en toda su extensión, y nos detenemos a la puerta de un gabinete.
Todo lo cual valió al pobre sacerdote una tempestad de murmullos, entre los cuales tuvo que sentarse, abandonando en seguida el salón, por no autorizar con su presencia la discusión de un punto para él indiscutible.
Creyendo lo primero, iba a dar la comisión por aprobada la base, cuando se levantó un pobre cura, viejo ya, y achacoso como viejo, que había obtenido voz, pero no voto, en el salón, por una especial merced de los congregados, a protestar contra las palabras del presidente.
Estaba el salón de bote en bote, como decirse suele, pero figurando en los bancos de preferencia, inmediatos a la comisión, el _se__ñorío_, o sea la gente de levita, aunque allí la gastaban casi todos.
Convengamos en que tal vez , y el mayorazgo , y el jándalo , y hasta el erudito , serán de mal tono en un salón aristocrático, pero vayan a consolarse con sus hermanos mayores , y con los venteros, rufianes y mozos de mulas de toda nuestra antigua literatura, y con los héroes del Rastro, eternizados por don Ramón de la Cruz.
Es cierto que Pereda no rehuye jamás la expresión valiente y pintoresca, por áspera y disonante que en un salón parezca, ni se asusta de la miseria material, ni teme penetrar en la taberna y palpar los andrajos y las llagas, pero basta abrir cualquiera de sus libros para convencerse de que corre por su alma una vena inagotable de pasión fresca, espontánea y humana, y que sabe y siente como pocos todo género de delicadezas morales y literarias, y que acierta a encontrar tesoros de poesía hasta en lo que parece más miserable y abyecto.
El estudiantillo desenvuelto se acercaba de cuando en cuando al cortinón, detrás del cual estaba apercibido el fonógrafo, abría una rendija, inmiscuía la nariz, y se volvía a decir: Se va llenando el salón , ya está lleno , el filósofo sube al estrado , monsieur Cleo de Merode va a comenzar su conferencia.
Hay un cuartito que comunica con el salón de actos, desde donde se oye todo divinamente.
Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde escuchase sin ser visto.
Si un forastero entra de pronto en el salón, dice a la primera ojeada: aquí hay una gran señora y un gran señor.
Cuando yo iba a filtrarme en el salón, este animal me cogió por el cerviguillo, sin decir palabra, y me arrojó a trompicones diez metros pasillo adelante.
Así es que, después de cenar, me pegué a los faldones de mi padre, decidido a colarme en el salón, detrás de él.
Mientras el niño acudía al llamado de su maestro eché una ojeada por el salón.
Las ventanas del salón estaban abiertas.

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