Ejemplos con sabañones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sabañones llevar la piel de una anfisbena reduciría estas tumefacciones de las manos provocadas por el frío.
La hoja , machacada en el mortero y puesta húmeda sobre los sabañones, los disuelve.
Con sus borceguíes lustrosos, una chaqueta vieja del amo arreglada chapuceramente, la cabeza siempre descubierta, con pelos agudos como clavos y las orejas llenas de sabañones en todo tiempo, era Melchorico el aprendiz más gallardo de cuantos asomaban la cabeza a las puertas para llamar a los compradores reacios.
Primero, pagando al doncel de los sabañones, y después a un vecino pingarronesco, Benigno averiguó cuanto a su amo interesaba, sin omitir los amores de don Quintín con Carola, trapicheo que sólo doña Frasquita ignoraba en el barrio: criadas, vecinos, porteros y parroquianos, todos sabían que el estanquero tenía, como ellos decían, un.
Pisaba muy ruidoso, a causa de los grandes clavos que orlaban las suelas de sus botas, y ufanábase de no gastar antiparras ni haber tenido nunca sabañones.
Su desconsuelo se manifestaba a cada instante, ya cuando encontraba una bandada que iba al colegio, con sus pizarras al hombro y el lío de libros llenos de mugre, ya cuando le salía al paso algún precoz mendigo cubierto de andrajos, mostrando para excitar la compasión sus carnes sin abrigo y los pies descalzos, llenos de sabañones.
Sábese, según doctrina de muchos filósofos, que el regüeldo es pedo malogrado y que hay algunos tan desdichados que no se les permite llegar al culo, así lo enseña Angulo que no ha acabado de salir por la boca cuando le dicen todos: ¡Vaya a una pocilga!, y cuando sale por el ojo del culo todo es aplaudido y cuando más le dicen cuerno, como otro tenía costumbre de decir cuando uno se peía ¡cuerno! por ahí comas carne y por la boca mierda, y papa te vea la madre que te parió porque te vea más medrado, en las sopas te lo halles como garbanzo, con esa música te entierren, sabañones y mal de gamones, coz de mula gallega, por donde salió el pedo meta el diablo el dedo, la víbora el pico, el puerco el hocico, el toro el cuerno, el león la mano, el cimborrio de El Escorial y la punta de mi caracol te metan amén.
Pregunté movido de la novedad de ver frío en el infierno, qué era aquello, y salió a responder un diablo zambo, con espolones y grietas, lleno de sabañones y dijo:.
¿Se puede deducir de que un remedio siente bien a un hombre o a diez hombres, que este remedio conviene a todas las enfermedades, como nos quiere hacer creer el articulista con su purga? Entonces es decir que en sentando bien a media docena de sujetos el sacarse una muela cuando les duele, debemos deducir que para todas las dolencias humanas no hay cosa como sacarse las muelas, y cuando tengamos sabañones, cuando nos aqueje un cólico, cuando nos acometa una hidropesía, saquémonos las muelas, y el que sepa más, que lo diga.
Y liada la bufanda, y subido el gabán hasta las orejas, que abotagaban media docena de sabañones, bajó las escaleras a brincos, y se encontró en la luminosidad de la calle, animada ya, a aquella hora matutina, por pregones de vendedoras, rodar de simones y trajín de obreros y fámulas de cesta al brazo.
Miedo a su padrastro, que le atizaba leña al menor descuido, miedo a la portera, que era bigotuda, y le gruñía si no restregaba muy bien los zapatos en los hierros del umbral, al volver de la calle, miedo a los guardias de Orden Público, que un día le tiraron de las orejas, sin piedad de sus sabañones, miedo a su hermana, que le llevaba dos años y mandaba a zapatos en él, miedo al maestro, que no le había castigado nunca, pero que gastaba unas cejas peludas como jopos de conejo, miedo a los guripas de la calle, procaces y osados cual gorriones, que le hacían burla y le amenazaban con morradas, y cumplían la amenaza a veces.
sabañones en el invierno, ni sarpullido en el verano, no hubiera que emperezar por las.
Algunas veces Jean Valjean le tomaba sus manos enrojecidas y llenas de sabañones, y las besaba.
Es un hombre generalmente panzón, de buena salud, de buen diente, que ha pasado todo el año metido en la oficina, asfixiado en papel escrito, con el tintero bajo las narices, la lapicera en la oreja, luchando con los sabañones, con el sueldo, con los honorarios, con las hijas y con la mujer, y que llega siempre al mes de diciembre amenazado de una neurastenia.
Tienes las manos heladitas, y con sabañones.

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