Ejemplos con sílfides

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las Sílfides es frecuentemente confundido con La Sílfide, otro ballet de nombre similar, que también involucra a la legendaria sílfide, o espíritu del bosque.
Además, este nocturno se encuentra entre las obras de Chopin orquestadas en el ballet Las sílfides.
Avanzando por lo que he llamado presbiterio, entre grupos de sílfides reclinadas, prosiguió así: No hace mucho me anunciaron su visita mis hermanas.
La veloz huida de las terribles alimañas era celebrada por nuestras sílfides con algazara de silbos y greguería triunfal.
Junto a mí marchaban las sílfides más juguetonas y parlanchinas.
En el opuesto lado de la cueva-dormitorio, donde me rodearon las sílfides inquietas, a mi oído llegaba su confusa charla jovial, que se iba desvaneciendo en el sueño.
Muy hermosa y gallarda iba a la verdad aquel dia, con su vestido de gro celeste y su mantilla de blonda negra, que más bien servian de realce que de disfraz a las arrogantes líneas de su cuerpo, pero inútil era que las beldades del país tratasen de copiar lo que en aquella mujer de raza, educada desde la cuna por las sílfides de la elegancia y de la moda, constituia ya segunda naturaleza.
Senteme yo junto a Mariclío, y no lejos de mí estaba Graziella con otras sílfides, cuyos rostros pude yo distinguir y apreciar en el curso del viaje y en las estaciones de reposo.
La luna se presentaba tan clara y brillante que su luz hubiera podido confundirse con los primeros resplandores del alba, y sus rayos pálidos iluminando de lleno el río prestaban tal transparencia y encanto al paisaje, que Flavio pensó no eran tan difícil creer que las sílfides y ondinas moraban en el fondo de las aguas o vagaban en la apacible sombra que reinaba en la espesura.
¿Qué es lo que yo veo y noto, qué es lo que yo averiguo por experiencia, sino algo de extrínseco y somero? De accidentes sé algo, pero la misteriosa esencia de los seres, ¿quién la ve y quién la conoce? ¿Son tan torpes y necias las ondinas y las sílfides, que se dejen aprisionar por el químico para que, al descomponer el agua y el aire, haga su análisis en retortas y alambiques? ¿Qué microscopio, por perfecto que sea, podrá descubrir el espíritu de vida que fecunda los estambres de las flores y pone en ellos el polen amoroso? El duende, el genio, el demonio que me inspira, que directamente se entiende conmigo, que toca sin intermedio en mi alma y se comunica con ella, ¿a qué ley de física o de matemáticas obedece? ¿Dónde está la demostración que me pruebe su no existencia? ¿Quién midió jamás y señaló los linderos de la percepción humana, hasta el punto de afirmar: nadie ve o advierte más allá? No sólo con el sentido interior, sino con los exteriores, ¿ha demostrado alguien que no haya personas que vean y sientan y se comuniquen y traten con otras inteligencias ocultas? ¿Pues qué, no es inexplicable en el fondo el que Vd.
Eso se deja para ciertas sílfides que yo me sé.
Las tres sílfides dábanle asistencia cariñosa, y el tiqui-tiqui de la máquina de coser le servía de arrullo para sostener su cerebro en la dulce modorra, ayudándose a ello con sorbitos de ron, según tuve ocasión de observar.
Más que la presencia de las tres sílfides, me sorprendió encontrar entre ellas a mi amigo Fructuoso Manrique, a quien no había visto desde la noche que estuvimos en el Club de la calle de Jara.
Muchas de las que fueron sílfides y ya eran hembras de diferentes cataduras, se quedaron en el pueblo esperando que vinieran más vehículos.
Las que fueron sílfides o silfidonas graves, hicieron lo propio con sus cabalgaduras, aplicándoles motes más apropiados a la condición taurina.
¿Te parece que es decente atronarnos con esos bramidos de gañán? ¡Menudo concierto de trombón nos has dado! Despabílate, tontaina, que aquí estamos cuatro sílfides aburridas con deseos de entrar en conversación y pasar el rato».
Las ninfas o sílfides, dudosamente revestidas de carne mortal, así como las sacras figuras majestuosas, hallábanse sentadas en el césped formando grupos sin clases ni jerarquías, y se regalaban con manjares de sutil delicadeza y aroma.
Avanzando por lo que he llamado presbiterio, entre grupos de sílfides reclinadas, Mariclío prosiguió así: «No hace mucho me anunciaron su visita mis hermanas.
La veloz huida de las terribles alimañas era celebrada por nuestras sílfides con algazara de silbos y greguería triunfal.
Junto a mí marchaban las sílfides más juguetonas y parlanchinas.
En el opuesto lado de la cueva-dormitorio, donde me rodearon las sílfides inquietas, a mi oído llegaba su confusa charla jovial, que se iba desvaneciendo en el sueño.
Gradualmente descendían las sílfides en su giro vertiginoso, y nos aturdían con aquel rumor, que no sé si era cháchara o graznido, bullanga de risas o estridentes exclamaciones de alegría burlesca.
El giro vertiginoso de las sílfides me mareaba, me volvía loco.
Luego, con ese tímido encanto peculiar de Bellini, fueron desprendiéndose de aquellas sagradas tinieblas unos acentos puros y llenos de gracia, como de la lobreguez de la selva encantada brotan sílfides vaporosas.
Ni en las orillas del Rhin, ni en las del Mein, ni en las del Elba, ni en las del Oder, ni en las del Danubio, encontró sílfides ni wilis.
Propensa la suya, por naturaleza, a abultarlo todo y a incurrir en perpetuas alucinaciones, había recorrido el mundo y las edades, poblando éstas y aquél de hermosos fantasmas que gritaban sin cesar al desdichado mancebo: «¡Ven, ven a nosotros! ¡La felicidad no existe en ese rincón del mundo! Nosotros habitamos las montañas de Suiza, donde vaga la sombra de Guillermo Tell, las márgenes del Rhin, pobladas de sílfides y wilis, los canales de Venecia, donde aún resuena el canto de los gondoleros, las ruinas del circo romano, teñidas con la sangre de los mártires, el golfo de Parténope, sombreado por el laurel de Virgilio, los harenes y jardines de Bizancio, la santa Palestina, donde viven aún Jesús y Godofredo y Pedro el ermitaño, la Grecia, patria de los dioses y los semidioses, la India, tierra de los ríos sagrados y las piedras preciosas, y la América, último refugio de los gobiernos patriarcales y único teatro de las grandes escenas de la naturaleza, ¡Ven, ven a nosotros, que donde nosotros estamos está la felicidad!».
Los nombres de los elementales, en su orden, son: PUNCTAS, SILFOS y SÍLFIDES, SALAMANDRAS, ONDINAS y NEREIDAS, GNOMOS y PIGMEOS.
Varias veces he visto en un camino sobre un montón de tierra, levantarse esos brazos negros semejantes a las patas de un inmenso insecto, y nunca sin emoción, os lo juro, porque pensaba que aquellas señales extrañas hendiendo el aire con tanta precisión, y que llevaban a trescientas leguas la voluntad desconocida de un hombre sentado delante de una mesa, a otro hombre sentado en el extremo de la línea delante de otra mesa, se dibujaban sobre el gris de las nubes o el azul cielo, sólo por la fuerza del capricho de aquel omnipotente jefe, entonces creía en los genios, en las sílfides, en fin, en los poderes ocultos, y me reía.
Las huertas de Toca y de Noriega han depuesto su clásica hortaliza en cambio de pintados pabellones, el rústico hortelano emigró de ellas con su pesado azadón para hacer lugar al pintor y al tapicero, a la música de las chicharras y de los gorriones sucedieron los dulces ecos de una orquesta, y sobre los desnudos pavimentos, en lugar de cucarachas y abejorros, bailan, se rebullen y pasean las bellas sílfides montañesas y los feos pollos y los gallos, disputándose en reñida lid el dulce botín de una mirada o el primer pliegue de una sonrisa.
¡Y era de ver, si llovía, cómo las delicadas sílfides, sacando fuerzas de flaqueza, arremetían con el lodo, cubriéndose el busto con la falda del vestido! ¡Y era hasta de admirar aquella procesión de blancas enaguas, iluminadas apenas por la mortecina luz de los veinticuatro faroles que enarbolaban los más obsequiosos acompañantes, a guisa de maceros o reyes de armas, en sus diestras!.

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