Ejemplos con quin

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La situación es la siguiente: Alice y Bob están divorciados y viven en ciudades distantes, por lo que deben decidir quin se queda con el auto a través del teléfono.
Conq Cuen Daim Guad Hell La R La S Manc Puer Quin Socu Tole Torp Torr U.
Los cambios de vocabulario afectaron incluso a las partículas gramaticales básicas del latín, hay muchas que desaparecieron sin dejar rastro en el romance, tales como an, at, autem, donec, enim, ergo, etiam, haud, igitur, ita, nam, postquam, quidem, quin, quod, quoque, sed, utrum, y vel.
Ambos hallan la entrada a la tumba del Emperador Quin mediante el espejo de los sueños.
Fundado por Gyula Kosice y Arden Quin, incluyó a artistas como Rhod Rothfuss, Martín Blaszko, Waldo Longo, Diyi Laañ.
Guiados por Toph, el grupo supera varios obstáculos y dificultades hasta que se topan con el Ministro de Guerra Quin y le apuntan.
Los jugadores de esta temporada fueron: Soliño, Suso, Pachucho, Sangabriel, Vidal, Pazolo, Quin, Sanromán, Tomé, Martínez, Del Río, Rubio, Miguel Angel, Chapela, José Luis, Eloy, Piter, Santomé, Chimé, Núñez, Montero, Waldo, Miguel, Toñito, Abalo y Nando.
El Quin no acababa de comprender por qué extrañaban los hombres que él fuera tan inteligente, y los encontraba ridículos cuando los veía tomar por habilidad suma el tenerse en dos pies, el cargar con un bastón al hombro, hacer el ejercicio, saltar por un aro, contar los años de las personas con la pata, etc.
«Perro chistoso, pensaba el Quin, recordando a Pascal, mal carácter».
Por no ver aquellas cosas, el Quin deseaba salir de la corte.
El Quin era de los que le desdeñaba más y mejor, sin decírselo.
El Quin le saludó con mucha frialdad.
El Quin ocultaba sus gracias, su gran ingenio, pero se esmeraba en las artes de la buena conducta, era leal, discreto en el trato, varonil, hasta donde puede serlo un perro, en su fidelidad al regimiento no había nada de amanerado, de comedia.
Ocultó al regimiento, que a poco prohijó al animal, las habilidades que tenía, pero dejó ver su nobleza, su lealtad, y todo el cuartel estaba loco de contento con el Quin, cuyo nombre se supo porque lo llevaba grabado en el collar de cuero fino con que se había escapado.
Pasaba junto a la puerta de un cuartel, y el soldado que estaba de centinela lo llamó, le arrojó un poco de queso y el Quin, que no había comido hacía doce horas, porque todavía no sabía buscárselas, mordió el queso y atendió a las caricias del soldado.
Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum.
Pues esto que les suele pasar a los niños, le pasaba al Quin, que había llegado a entender perfectamente el lenguaje humano a su manera, aunque no distinguía las palabras de los gestos y actitudes porque en todo ello veía la expresión directa de ideas y sentimientos.
Al principio, por miedo que lo arrojara a la calle, a la vida de vagabundo, que le horrorizaba, porque es casi imposible para un perro, sin el pillaje y el escándalo, al principio, digo, Quin procuró mantenerse en la gracia de su dueño haciendo olvidar el vicio grosero de su crecimiento aborrecido, a fuerza de ingenio.
pero el Quin ¡daba cada estirón! Un perito declaró a la señorita fantástica que se trataba de un bastardo, aquella perrita ¡preciso es confesarlo! Había tenido algún desliz, había allí contubernio, por parte de padre el Quin era de sangre plebeya sin duda.
La señorita de las novelas le cuidaba como a u príncipe heredero, pero según crecía el Quin, y crecía muy deprisa, iba marchitando las ilusiones de su ama, que había soñado tener en él un perrito enano, una miniatura de lana como seda.
Nació el Quin, con otros cuatro o cinco hermanos, en una cesta muy mona, que bien puede llamarse dorada cuna, a los pocos días, la muerte, más o menos violenta, de sus compañeros de cesta le dejó solo a sus anchas con su madre.
El Quin había nacido en muy buenos pañales, era hijo de una perrita de lanas muy fina, propiedad de una señorita muy sensible y muy rica, que se pasaba el día comiendo bombones y leyendo novelas inglesas de Braddon, Holifant y otras escritoras británicas.
Sí, porque sin duda su verdadero nombre era King, rey, sólo que las personas de pocas letras con quien se trataba pronunciaban mal el vocablo inglés, y resultaba en español Quin, y así hay que escribirlo.
Si hubiera sabido firmar, y poco le faltaba, porque perro más listo y hasta nervioso no lo ha habido, hubiera firmado así: El Quin, sin sospechar que firmaba, aunque con muy mala ortografía: Yo el rey.
Él no sabía por qué le llamaban el Quin, pero estaba persuadido de que este era su nombre y a él atendía, satisfecho con este conocimiento relativo, como lo están los filósofos positivistas con los suyos, que llama Clay conocimientos sin garantía, y que no alcanzan más firme asiento.
De todas suertes, el Quin era un perro de lanas, blanco.
Domum revortor, quin te in fundo conspicer.
Quin etiam sodali suo Fratri Reginaldo dicere solebat, quidquid sciret, non tam studio, aut labore suo peperisse, quam divinitus traditum accepisse.

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