Ejemplos con purpúreas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Comúnmente vendida como planta de interior, Tradescantia zebrina tiene atractivas hojas purpúreas verdosas, las más nuevas y superiores púrpuras, y las más viejas e inferiores verdes, y dos tiras plateadas, y las hojas más viejas mostrando un uniforme magenta profundo.
Una nube roja flotaba en torno del monumento, reflejándose en su blancura con palpitaciones purpúreas.
Destrozábanse los panecillos, iban vaciándose los platos de los entremeses, y las copas de vino llenábanse, reflejando sobre el blanco mantel purpúreas e inquietantes manchas.
—Escucha pues, dijo Ricardo, mas no sé si podré cumplir lo que ántes dije, que en breves razones te contaria mi desventura, por ser ella tan larga y desmedida, que no se puede medir con razon alguna, con todo eso haré lo que pudiere y lo que el tiempo diere lugar: y así te pregunto primero, si conoces en nuestro lugar de Trápana una doncella a quien la fama daba nombre de la mas hermosa mujer que habia en toda Sicilia: una doncella, digo, por quien decian todas las curiosas lenguas y afirmaban los mas raros entendimientos, que era la de mas perfecta hermosura que tuvo la edad pasada, tiene la presente y espera tener la que está por venir: una por quien los poetas cantaban que tenia los cabellos de oro, y que eran sus ojos dos resplandecientes soles, y sus mejillas purpúreas rosas, sus dientes perlas, sus labios rubíes, su garganta alabastro: y que sus partes con el todo, y el todo con sus partes hacian una maravillosa y concertada armonía, esparciendo naturaleza sobre todo una suavidad de colores tan natural y perfecta, que jamas pudo la envidia hallar cosa en que ponerle tacha.
Una doncella, digo, por quien decían todas las curiosas lenguas, y afirmaban los más raros entendimientos, que era la de más perfecta hermosura que tuvo la edad pasada, tiene la presente y espera tener la que está por venir, una por quien los poetas cantaban que tenía los cabellos de oro, y que eran sus ojos dos resplandecientes soles, y sus mejillas purpúreas rosas, sus dientes perlas, sus labios rubíes, su garganta alabastro, y que sus partes con el todo, y el todo con sus partes, hacían una maravillosa y concertada armonía, esparciendo naturaleza sobre todo una suavidad de colores tan natural y perfecta, que jamás pudo la envidia hallar cosa en que ponerle tacha.
Ved las purpúreas rosas que recrean la vista y el olfato y engalanan el.
negra boca ajaba las purpúreas mejillas, cuando Ocollo valerosa sepultó un puñal en su pecho, y.
En los intersticios de estas losas viejas, y desgastadas por las lluvias, crecen la venenosa cicuta y el beleño, junto a las paredes brillan, en la primavera, las flores amarillentas del diente del león y del verbasco, los gladiolos de hermoso color carmesí y las digitales purpúreas.
¡Oh! flores hermosas, las del Deseo ¡purpúreas, enormes, y de perfume embriagador! El viajero anheloso se apura, sube, se trepa sin sentir el cansancio hasta la cima, de donde parecen inclinarse hacia él, iluminando el horizonte.
En esto unos Caunios, hombres de mala vida, miserables y que por muy poco jornal iban de trabantes en el ejército del rey, se encontraron mezclados como amigos entre las gentes de Ciro, y no bien hubieron visto las sobrevestas purpúreas, siendo blancas las que usaban todos los del servicio del rey, conocieron que eran enemigos.
::¡Cuántas noches vi a la luna desparecer por occidente, con la forma de un alfanje de plata, en las aguas purpúreas!.
Algunos jóvenes guerreros tienen en alto sus lanzas con penachos volantes y borlas purpúreas.
Por cima de las tapicerías de labrado damasco rojo, que hacían destacarse intensamente dos soberbios retratos de Van Dick y una «Gloria» del Tiziano, bordeando el zócalo de roble, enriquecido de admirables tallas, corriendo la línea del friso, y pendiendo en guirnaldas, purpúreas rosas, enlazadas con bombillas eléctricas, semiocultas en los sangrientos pétalos, alegraban la vista.
¿Quién fue el primero que sin haber estado jamás en la terrible caza contó, al atardecer, a los asombrados trogloditas, cómo había arrancado al megaterio de las tinieblas purpúreas de su caverna de jaspe o cómo acabó con el mamut en genial lucha y trajo sus colmillos dorados? ¿Quién fue? No lo sabe nadie, y ninguno de nuestros antropólogos contemporáneos, toda su ciencia jactanciosa, ha tenido el valor de decírnoslo.

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