Ejemplos con propiedad

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A Ulises se lo mató Lagartijo, a Héctor, Bocanegra, Mazzantini hizo papilla a Roldán, Aquiles quedó ciego de unas puñaladas que le metió Frascuelo, y un gallo de sangre mestiza y ruin, color blanco, llamado Espartero, propiedad de un ebanista, aniquiló a Carlomagno, Manfredo, Hércules y otros seis héroes desgraciados.
La gran casa en donde vivía y ejercía el comercio era de su propiedad.
Y cabalmente iba a darse la batalla primera en los artículos que recargaban desatentadamente la propiedad territorial, ya de muy antiguo gravada con impuestos insoportables.
Componíanle los hombres más de la banca, del foro y de la propiedad urbana, y con decir que eran , dicho queda, conforme al rigorismo de la moderna , hasta qué punto era entre ellos poco menos que un pecado mortal la risa franca y desenvuelta.
Ahora, si se me dice que eso de propiedad literaria es, en España, música celestial, porque los libros son aquí_ primi capientis, _y todo el mundo, menos su autor, puede hacer de ellos mangas y capirotes, ya es otra cosa.
Mientras se ventila esta cuestión de derecho y se llega a formar jurisprudencia sobre el caso, creo yo que no debe estar prohibido en la propiedad literaria lo que es lícito y hasta recomendable en las rústicas y urbanas.
El primero que por haber cultivado una porción de tierra, después de recolectar el fruto del trabajo la creyó suya para siempre, dejándola como propiedad a sus hijos, que buscaron otros hombres para que la cultivasen, ése era un ladrón, un detentador de la fortuna universal.
A los pueblos pobres sólo les queda el recurso de callar o indignarse inútilmente, como lo hacen los desheredados ante los detentadores de la propiedad.
¿En qué hemos contribuido a este progreso? ¿Dónde están nuestras manifestaciones de vida moderna? Los ferrocarriles, escasos y malos, son obra de extranjeros, y a ellos pertenece su propiedad, entre los rieles crece la hierba, lo que demuestra que aún sigue la santa calma de aquellos tiempos de carromatos y galeras aceleradas.
Aquella elocuencia natural que había causado asombro al iniciarse en el Seminario, se hinchaba y esparcía como un gas embriagador en las reuniones revolucionarias, enardeciendo a la muchedumbre desarrapada, hambrienta y miserable, que sentía estremecimientos de emoción ante la sociedad futura descrita por el apóstol: la ciudad celeste de los soñadores de todos los siglos, sin propiedad, sin vicios, sin desigualdades, donde el trabajo sería un placer y no existiría más culto que el de la ciencia y el arte.
El consideraba el templo como de su propiedad, faltándole poco para arrojar de él a los que le inspiraban antipatía.
¡Ay! ¡Y para esto habían peleado con los moros tantos señores arzobispos de Toledo, conquistando villas, asaltando castillos y acotando dehesas, que pasaban a ser propiedad de la catedral, contribuyendo al mayor esplendor del culto a Dios! ¡Y para caer en las manos puercas de los enemigos de todo lo santo habían testado tantos fieles en la hora de la muerte, reinas, magnates y simples particulares, dejando lo más sano de su fortuna a la Santa Iglesia Primada, con el deseo de salvar su alma! ¿Qué iba a ser de las seiscientas personas, entre grandes y chicos, clérigos y seglares, dignidades y simples empleados, qué comían de las rentas de la catedral? ¿Y a eso llamaban libertad? ¿A robar lo que no era suyo, dejando en la miseria a un sinnúmero de familias que se mantenían de la olla grande del cabildo?.
¿Es que no existían gobiernos ni seguridades para la propiedad ni nada?.
¿Y todo aquello iba a ser propiedad de otro, porque sí, porque así lo querían los hombres?.
Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela a la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto a meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.
Pero estas rebeliones eran momentáneas, volvía a él la sumisión resignada del labriego, el respeto tradicional y supersticioso para la propiedad.
Uno de mis alojamientos fué en los altos de un despacho de vinos situado cerca del puerto, propiedad de un joven republicano, que vivía con su madre.
Tenía por suyo el paseo, la calma de la noche, el puro silencio que le envolvía, la impúdica invasión de libertinos callejeros y mercenarias ambulantes causábale el efecto de un atentado contra su propiedad.
En aquel paseo silencioso, casi desierto, que lentamente se obscurecía, podía forjarse la ilusión de que estaba en un jardín de su propiedad, donde nadie vendría a turbar la pereza dolorosa, el anonadamiento triste en que iba sumiéndose.
¡Hijo! ¡Defectos de la educación antigua! Pero, mira: prefiero mil veces estos abogados que no saben escribir con propiedad y corrección a esos sabios de nuevo cuño, como Venegas y Ocaña.
Su conciencia, envuelta en horrorosas nieblas tocante a lo fiscal, manifestábase pura y luminosa en lo referente a la propiedad privada.
La primera manifestación que hizo de sus ideas acerca de la libertad humana y de la propiedad colectiva consistió en meter mano a las velas de colores.
Él no quería propiedad rústica, y si sus hermanos lo aprobaban, recibiría su parte en metálico e hipotecas.
Con aquella tela se forraría la pared, formando la bandera española, y en el centro se pondría una lámina del Cristo del Gran Poder, propiedad de la portera.
De veras que desconfiaba, porque cuando ella extendió sus manos para coger las papeletas, acudió él a defenderlas como se defiende una propiedad sagrada.
Basilio Andrés de la Caña, que volvió a la tertulia, embistió contra la propiedad individual, haciendo creer al propio sujeto y a otros tales que se había dado un atracón de lecturas prudhonianas.
Como el gran principio de la propiedad individual no tenía en aquella desigual contienda más defensor que D.
Dichos cadáveres, horriblemente destrozados, eran la propiedad, todas las clases de propiedad posibles, el Estado, la Iglesia y cuantas instituciones se derivan de estos dos principios, Matrimonio, Ejército, Crédito público, etc Con admiración de todos, Juan Pablo se lanzó a la defensa del amor libre, de las relaciones absolutamente espontáneas entre los sexos, y puso la patria potestad sobre la cabeza de la madre.
Veremos si hay abogados y jueces que apadrinen los torpes manejos de esos aldeanos legistas, que viven pleiteando y son la polilla de la propiedad ajena.
Aquí no hay mojones, ni linderos, ni verdadera propiedad, Sr.

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