Ejemplos con proas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Corona formada de popas y de proas de naves, generalmente utilizada para significar un gran puerto oceánico.
La procesión se realiza en el denominado Paso de las Carabelas, que fue construido en madera, dorada y policromada, por Francisco Buiza Fernández y que reproduce las proas de las Tres Carabelas.
Los habitantes de Taumako son los constructores de una de las proas, un tipo de embarcación de Oceanía, más antiguas documentadas llamada Te Puke y conocida por los occidentales como Tepukei.
En este ejemplo, las proas significan a los navíos y, más aún, a los navegantes.
Puede suponerse que las proas con el significado real de navíos e incluso de navegantes son una metáfora, sin embargo existe una diferencia estructural con la metáfora: en el enunciado dado como ejemplo se mantiene evidente la relación: la proa es parte del navío.
En las proas vinieron a fundarme la Patria se ha dicho que el tropo está fincado en el designar al todo por una de sus partes.
Utilizaban barcos de altas proas y pesadas velas de cuero, agarradas a las cubiertas con gruesas sogas.
Acostumbrados los romanos a utilizar barcos de proas y cubiertas bajas, de las usadas en el Mediterráneo, fueron unos rivales formidables en el mar para los las legiones de Roma.
A bordo de pequeños, rápidos y eficientes barcos llamados proas volantes, les dieron la bienvenida con comida y bebida esperando ser pagados a cambio con una grata suma de mercancias, por ejemplo con el hierro que vieron en los barcos del capitán español.
soportan un entablamento coronado por la figura de un león y, a medio fuste, las proas de las carabelas.
Los multicascos incluyen las siguientes embarcaciones: proas, que tienen dos cascos de diferente tamaño, catamaranes, que tienen dos cascos idénticos, y trimaranes, que tienen un casco mayor en el centro y dos de menor tamaño a los lados.
Ahora se poblaba su extensión amarillenta con buques de todas clases: fragatas cabeceantes que hundían sus proas en la espuma a impulsos de los hinchados trapos, vapores negros que regresaban a Europa después de librar su cargamento de carbón, goletas minúsculas inclinándose sobre las olas con una inestabilidad que arrancaba gritos de miedo a las mujeres agrupadas en las bordas del.
De pronto, un grito compuesto de numerosas exclamaciones, un alarido igual a los que debieron surgir de las proas de las primera carabelas:.
Al verse en alta mar, sus proas, como hocicos inteligentes, husmeaban el horizonte, adivinando el sendero a través del infinito.
La ansiada riqueza se dejaba entrever un momento y huía medrosa ante las proas de los nautas.
Ella conducía los rebaños de hombres en armas, ella había aleteado ante las proas de los descubridores, ella conmovía con su paso quedo el silencio cerrado donde meditan sabios y artistas, ella guiaba las muchedumbres ansiosas de bienestar y amplio emplazamiento que se descuajan de un hemisferio para ir a replantarse en el otro.
Alrededor del habíase establecido un pueblo flotante y movible que se deslizaba por sus flancos con acompañamiento de choques de proas, enredos de palas y continuos llamamientos a las filas de cabezas curiosas que orlaban los diversos pisos del trasatlántico.
Entre el muelle y el trasatlántico, un anchuroso espacio de bahía con gabarras chatas para el transporte del carbón abandonadas sobre su amarre y cabeceando en la soledad, vapores de diversas banderas, en torno de cuyos flancos agitábase el movimiento de la carga con chirridos de grúas y hormigueo de embarcaciones menores, veleros de carena verde, que parecían muertos, sin un hombre en la cubierta, tendiendo en el espacio los brazos esqueléticos de sus arboladuras, rugidos de sirenas anunciaban una partida próxima y otros rugidos avisaban desde el fondo del horizonte la inmediata llegada, banderas belgas que en lo alto de un mástil iban a las desembocaduras del Congo, proas inglesas que venían del Cabo o torcían el rumbo hacia las Antillas y el golfo de Méjico, buques de todas las nacionalidades que marchaban en línea recta hacia el Sur, en busca de las costas del Brasil y las repúblicas del Plata, cascos de cinco palos descansando en espera de órdenes, de vuelta de la China, el Indostán o Australia, vapores de pabellón tricolor en ruta hacia los puertos africanos de la Francia colonial, goletas españolas dedicadas al cabotaje del archipiélago canario y las escalas de Marruecos.
En las acequias conmovíase la tersa lámina de cristal rojizo con chapuzones que hacían callar a las ranas, sonaba luego un ruidoso batir de alas, é iban deslizándose los ánades lo mismo que galeras de marfil, moviendo cual fantásticas proas sus cuellos de serpiente.
Bajó corriendo a dar la nueva, y en un pensamiento se embarcaron los turcos, que estaban en tierra, cuál guisando de comer, cuál lavando su ropa, y, zarpando con no vista presteza, dieron al agua los remos y al viento las velas, y, puestas las proas en Berbería, en menos de dos horas perdieron de vista las galeras, y así, cubiertos con la isla y con la noche, que venía cerca, se aseguraron del miedo que habían cobrado.
Pedro Vique, desde la popa de la galera capitana amenazaba a los que se habian embarcado en los esquifes para ir a socorrer a los suyos, mas viendo que no aprovechaban sus voces ni sus amenazas, hizo volver las proas de las galeras a la ciudad, y disparar una pieza sin bala, señal de que si no se apartasen, otra no iria sin ella.
Pero la ingrata fortuna, no cansada de maltratarme, ordenó que estando desde lo mas alto de la isla puesta a la guarda una centinela de los turcos, bien dentro a la mar descubrió seis velas latinas, y entendió, como fué verdad, que debian ser o la escuadra de Malta, o algunas de las de Sicilia: bajó corriendo a dar la nueva, y en un pensamiento se embarcaron los turcos que estaban en tierra, cuál guisando de comer, cuál lavando su ropa, y zarpando con no vista presteza dieron al agua los remos y al viento las velas, y puestas las proas en Berbería, en ménos de dos horas perdieron de vista las galeras, y así cubiertos con la isla y con la noche que venia cerca, se aseguraron del miedo que habian cobrado.
Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventajas el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón, y, con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y, con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario.
Entretanto, los eginetas, viendo que los bárbaros se iban huyendo vueltas las proas hacia el Falero, hacían prodigios de valor apostados en aquel estrecho, pues en tanto que los atenienses en lo más fuerte del choque y derrota destrozaban así las naves que se resistían como las que procuraban huir, hacían los eginetas lo mismo con las que, escapándose de los Ateniensas, iban huyendo a dar en sus manos.
Los cadáveres y fragmentos de las galeras que habían naufragado, echados por las olas hacia Efetas, y revueltos alrededor de las proas de las naves, impedían el juego a las palmas de los remos.
Luego que se dio a los griegos la primera señal para cerrar, dirigidas las proas contra los bárbaros, volvieron las popas hacia el medio del circulo que formaron, y a la segunda señal que se les hizo, emprendieron el ataque, bien que reducidos dentro de un espacio muy corto, y embistieron de frente al enemigo.
Luego que cesó el viento y calmaron las olas, los bárbaros, echando al agua sus naves, iban navegando por la costa del continente, y doblado el cabo de Magnesia, encaminaron las proas hacia el seno que lleva a Pagasas.
Entonces fue también cuando entró en el templo de Vulcano, y se divirtió en él, haciendo burla y mofa de su ídolo, tomando ocasión de su figurilla, muy parecida en verdad a los dioses Pataicos fenicios que en las proas de sus naves suelen llevar los de Fenicia.
Sin embargo, al emprender la navegación, más de la mitad de ellos no pudieron resistir al deseo de su ciudad y a la ternura y compasión que les inspiraba la memoria de los sitios y costumbres de la patria, y faltando a lo prometido y jurado, volvieron las proas hacia Focea.
Mientras las chalupas hendían con sus filosas proas las quietas aguas del golfo, el carpintero no cesó un instante de observarlas con minuciosa atención, analizando con ojo experto el más insignificante detalle.

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