Ejemplos con pingajo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los trabajos más emblemáticos de esta etapa son las puestas en escena de Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga de Rodríguez Méndez, que inaugura el CDN, La velada en Benicarló, texto original de Manuel Azaña, así como La vida es sueño y Absalón de Calderón de la Barca.
Lejos de aquí la hemos visto vestida de señora con borceguíes de tacón dorado, y aquí se nos presenta hecha un pingajo, con chinelas que dice fueron de una tal doña Urraca.
Y la feroz , rasgando por su cuenta otro lienzo grande, que no era más que un pingajo corcusido, gritó: ¡Hija de la enconada!.
La aureola del martirio vale más que entrar en un calabozo siendo un hombre y salir hecho un pingajo.
-Tío pingajo de oro, ¿tenemos nuestro dinero para mantener haraganes?.
Pero lo que no tiene excusa es que te hayas vendido, que te hayas entregado como un pingajo de la calle.
No los mando, porque me da vergüenza de que salgan a la calle con tanto pingajo.
Candiola, que tiene los sótanos llenos de dinero, ¿no hay un mal pingajo que dar a los heridos? Tu papaíto es el único, el único de todos los vecinos de Zaragoza que no ha dado nada para la guerra.
¿Y el dinero para la guerra? Causa risa ver cómo se da hoy de calabazadas un ministro de Hacienda para con destino a otra guerra unos cuantos millones que nadie quiere darle si no hipoteca hasta el último pingajo de la Nación.
Fantina ya no tenía cama y le quedaba un pingajo al que llamaba cobertor, un colchón en el suelo y una silla sin asiento.
Hasta los perros encogían el rabo y se ponían a la vera y al andar de la gente, sobre todo cuando se oyó bramar el cierzo entre los pelados robledales y en las gargantas de la cordillera, y se enturbió de repente la luz, como si fuera a anochecer enseguida, y se vio desprenderse de lo más negro y más lejano de las nubes aquel pingajo siniestro que había visto yo desde mi casa, y unirse luego con el otro pingajo que ascendía de la tierra, y comenzar, fundidos ya en una pieza los dos, a dar vueltas como un huso entre los dedos de una «jiladora» y andar, andar, andar hacia ellos, los peregrinos del monte, como si lo empujara el bramar que se oía detrás de ellos, si no era ello mismo lo que bramaba, repleto de iras y de ansias de exterminio, muertes y desolaciones.
Tomé el pingajo en mis manos y le di un par de vueltas de mala gana.
Serafinita me dispense, pero esto es un pingajo.
El desalmado que sustrajo aquella rica prenda dejó en su lugar un pingajo astroso y mugriento que no se podía mirar.
Y la feroz Hanna, rasgando por su cuenta otro lienzo grande, que no era más que un pingajo corcusido, gritó: «¡Hija de la baranid-dah enconada!».
De repente, un golpe de mar, superior en fiereza al que tumbó a Reina de los Ángeles, levanta a Pablo, ¡y allá va el humano pingajo a estrellarse sobre los picos de la barra!.
Añádanlo y digan si no es faena grave la de los domingos, para mozas puestas a andar durante la semana con un pingajo a la media pierna, un camisote al cuerpo, unas chanclas en los desnudos pies y la carne chorreando sangre podrida del bonito.
¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!.
Pues digo que papá, con la duquesa vieja, María y su Poncio correspondiente, rompieron la marcha en el landó nuestro, y, casi a la zaga de ellos, salimos los pobres en el coche de don Lucio, ¡con cada lamparón, y cada pingajo, y con un apestor a bodega húmeda!.
Detrás de este pingajo iban Carpio, Gorión, Toñazos y Chisquín, llevando a hombros un confesonario desvencijado.
Un día puso ésta un pingajo de crespón negro sobre la guirnalda de siemprevivas que adornaba el retrato de don Gonzalo, en señal del luto que vestía su corazón por las infidelidades del ingrato, y se aterró el sin ventura, creyendo ver en aquel trapo una amenaza de muerte.
Plutón, rápido como rayo, asió por la garganta a su enemigo y lo sacudió en el aire como un pingajo.
Y mientras aguarda la respuesta, escupe en la alfombra y se limpia los hocicos con un pingajo que saca de otro pingajo de su chaqueta.
Mientras Gedeón paga y despide a los mozos de cordel, llega un camarero silbando unas habaneras, y de dos trastazos da por arreglada la cama, dejando al nuevo huésped en la duda de si mudó las sábanas o aprovecha las que tenía, vierte las inmundicias de la jofaina en un cubo de latón, saca a puntapiés los papeles al corredor, sacude dos manotadas y da un restregón con la sempiterna rodilla al tocador, cuelga encima de éste un pingajo, al que se permite llamar toalla, y, sin dejar de silbar las habaneras, sale del cuarto, despidiéndose con un portazo que hace temblar los tabiques.
-Ni más ni menos, ¡pingajo!.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba