Ejemplos con pingajos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una de las velas se rajó en dos pedazos y cayó echa un montón de pingajos, con un trozo de astilla que dió en la cabeza a uno de nuestros hombres y lo dejó muerto.
, lo mismo la nueva que los pingajos que trajo acá.
Sorprendió a Vicente ver a su amigo vestido con los pingajos que llevaba sobre su cuerpo el día del almuerzo en Botín, y antes que le pidiera explicaciones, Segismundo las dio terminantes con estos donosos conceptos:.
Desde el palo en que pusieron la Virgen hasta los dos extremos de la barricada, tendieron cuerdas con banderolas y pingajos de diferentes colorines, moñas de toros, y el indispensable cartel de.
Luego vienen los pingajos para vestir a las niñas y poner con ello cebo a los novios, que pican, sí, pero no caen, luego el costerío del estudio de los chicos, el cual es tan grande que en cada libro que se les compra se va el valor de medio cochino, y de un diccionario en latín sabrás que costó más de cochino y medio.
Se propone sentar la mano de aquí en adelante a los que turben el orden, ya vengan con bandera cristina o moderada, ya con los pingajos de la revolución social.
Ninguno dejaba de llevar palo, caldero viejo o vara con pingajos colgados de la punta, con cuyos objetos se simulaban fusiles, tambores y banderas.
El primer toro ¡bueno! Todavía les causaba cierta ilusión el arrojo de los diestros, el valor de aquellos cuerpos esbeltos, nerviosos y ligeros que escapaban milagrosamente de entre las curvas astas, pero apenas comenzó la parte brutal del espectáculo y cayeron pesadamente como sacos de arena los infelices peleles forrados de amarillo, mientras el caballo escapaba, pisándose en su marcha los pingajos sangrientos como enormes chorizos, las jóvenes volvieron la cabeza con un gesto de asco y no quisieron mirar al redondel.
Subiéronle, y que quieras que no, le despojaron de los pingajos que vestía y trajeron un gran barreño de agua.
Iba vestida de pingajos de seda mal arreglados, queriendo aparentar.
La que tenga velas que las saque, la que tenga flores o tiestos bonitos que los lleve allá Y todos estos pingajos que aquí veo colgados, están ahora demás.
Se ha empeñado en salvar sus colchones, y por tales pingajos han estado a punto de perecer dos hombres.
Pero es de saberse que el joven Colás era muy dado a la ostentación de su persona, y que desde que la vio sin los pingajos que, a medias, la envolvían en su pueblo, todo le parecía poco para pavonearse con ello los domingos.
Negros eran sus ojos, dulces e insinuantes, la tez morena, el rostro oval y un tanto aguileño, la frente sin flequillos ni otros pingajos de la moda, tersa y bien delineada, perdíase en lo más alto entre flotantes ondas lustrosas de una cabellera tan negra como los ojos y las pulidas cejas, los labios, húmedos, un poco gruesos y no tan apretados que no dejasen entrever dos filas de dientes blanquísimos y menudos.
No fomentemos más la explotación del hombre por el hombre procreando hijos que han de ser destinados para carne de fábrica, de explotación capitalista, pingajos de miseria y de hospital.
Hacía cortar para Mosquetón jubones de sus vestidos viejos y de sus capas de repuesto, y gracias a un sastre muy inteligente que le ponía sus pingajos como nuevos dándoles la vuelta, y de cuya mujer se sospechaba que quería hacer descender a Porthos de sus costumbres aristocráticas, Mosquetón hacía muy buena figura detrás de su amo.
Desde el palo en que pusieron la Virgen hasta los dos extremos de la barricada, tendieron cuerdas con banderolas y pingajos de diferentes colorines, moñas de toros, y el indispensable cartel de Pena de muerte al ladrón.
Se propone sentar la mano de aquí en adelante a los que turben el orden, ya vengan con bandera cristina o moderada, ya con los pingajos de la revolución social.
Mas ahora conviene que nos detengamos a explicar y razonar las creencias religiosas y filosóficas de Pipá, en lo esencial por lo menos, antes de que algún fanático preocupado se apresure a desear la victoria al ángel del Señor, el mayor pillete de la provincia, siendo así que la merecía sin duda el hijo de Pingajos, que así llamaban a la señora madre de nuestro protagonista.
Tú puedes vivir de cañamones como los pájaros y vestirte con los pingajos que te da la Rosaliona, pero yo.
El efecto que estos pingajos hacian, en el ánimo de un conocido naturalista que había en esa época, fué el mismo que le produjo la primera vez que lo vió, un pájaro conocido por el nombre de cardenal.
Los cables colgaban en pingajos de los plafones desconchados por la brusquedad del esfuerzo, trozos de yeso y argamasa manchaban los pisos polvorientos, en la cocina los caños de plomo deshilachaban un interminable reguero de agua, y en pocos segundos teníamos la habilidad de disponer la vivienda para una costosa reparación.
Después sale detrás de Regla, chancleteando con los pies y requiriendo los pingajos de su vestido.
, de aquellos desnaturalizados que le habían arrojado a él desde el seno de su madre al boquetón del torno de la Inclusa, si no es que le habían abandonado en un cesto, entre cuatro pingajos miserables, porque sobre estos particulares nada había querido averiguar él después de oír los relatos de la palabra ignominiosa que continuaba resonando en sus oídos.
¡Ea! ya está de par en par, digo, ya están separados estos pingajos de puerta.
Pero como no sucedía así los meses corrían y hasta los años, y Cafetera, lejos de llegar a capitalista, perdió los últimos pingajos de su vestido, ganando, en cambio, muchas nociones de baraja y no pocos títulos de borracho sobre el que ya tenía bien merecido.
Recordaba, sin intención de hacerlo, las aventuras de sus primeros años: una mujer morena, vestida con pingajos multicolores, que le daba besos y mendrugos de pan, y un hombre esbelto, ágil, de mirada enérgica y semblante duro, que solía hablarle áspero y molerle los riñones con una vara, pero que con su mal genio y todo, andaba a pie leguas y leguas, mientras el chiquillo y su madre iban a lomos de Madroño, y destinaba al hijo la primera cucharada de sopa y echaba por la boca venablos y rayos por los ojos cuando alguien se metía con Curro.

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