Ejemplos con pesaran

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para lograr dominar un determinado territorio, la curruca capirotada macho despliega todas sus armas, de tal forma que infla exageradamente el plumaje de su cuerpo, deja caer sus alas, quedando estas colgadas perezosamente como si les pesaran demasiado, mientras tanto, la cola se abre y se cierra, y el macho que se muestra con mayores cualidades y valentía consigue así dominar la situación, quedando por tanto dueño de un pequeño territorio.
Mas era tal la cólera que se pintaba en el rostro de Emma en cuanto su esposo indicaba siquiera el deseo de que se pesaran con detenimiento las razones del médico, que el infeliz Reyes continuó aplazando su resolución de tomar el mando de la casa y ser el marido de su mujer para después del parto.
Entretanto corría el tiempo como montado en velocípedo, y fuese que en el de San Javier entrara el resfriamiento, dando albergue a nueva pasión, o que motivos de conveniencia y de familia pesaran en su ánimo, ello es que de la mañana a la noche salió el muy ingrato casándose con la marquesita de Casa-Manrique.
Este personaje, hidalgo harto desgraciado en sus ambiciosas empresas, y que cediendo al carácter clásico de aquella nobleza turbulenta y rebelde, probara suerte mas de una vez en las rencillas y colisiones que se cruzaran entre sus altivos magnates, tenaces en su sistema y orgullosos hasta el punto de no tornar en cuenta los accidentes prósperos o adversos de aquella lucha perdurable por abandonar su empeño, que por otra parte seguían tenaces y con una constancia ciegamente sistemática: este hombre, repetimos, si bien de alta alcurnia, arruinado por su larga carrera de prodigalidades y locas tentativas, sin influencia moral, reprobado, aborrecido en el concepto público y sobre cuya cabeza pesaran severas responsabilidades, casi viejo ya, achacoso y débil, hubo de ceder forzosamente al destino, y no contándose, al parecer, seguro con sus propias fuerzas ni con las de sus deudos y aliados, pobres señores como él, también arruinados por el descrédito y el desorden, aislado, solo en aquel su castillejo gótico, solía siempre retirarse con la sonrisa en sus labios y el corazón rebosando rencor y odio, guareciéndose al abrigo de su pupila y buscando un amparo en su propio castillo de Monforte.
Conservó las manos sobre su pecho por espacio de unos instantes, y luego las separó lentamente, como si le pesaran demasiado.

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