Ejemplos con pesan

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se pesan todas las esferas del estuche seleccionado para el sorteo que corresponda.
Si tienes dos almohadas del mismo tamaño que pesan diferente, es porque la densidad con la que están fabricadas es diferente.
Sobre su origen pesan sin embargo varias teorías, una de las cuales situaría a la rama gallega de los Castro como descendientes del rey García de Galicia.
Mortalmente herido en el campo de batalla, oprimiendo con su cuerpo la tierra y fijando en el cielo infinito su mirada, Andrei oye de cerca la voz de Napoleón y el paso de sus soldados y, con ellos, toda la epopeya de su tiempo que parece desencadenarse a través de aquella misma tierra sobre la que sus miembros pesan cada vez más, y todo ello apenas es nada, como un rumor de insecto sobre el que cae abundante la bendición del cielo.
Las circunstancias del drama pesan por turno sobre una hija obstinada en vengar al padre, una esposa infiel y un hijo en plena lucha por encontrarse a sí mismo y dejar de vivir para cumplir mandatos ajenos.
El artículo se funde, se separan los componentes de las aleaciones y se pesan.
Las circunstancias del drama pesan por turno sobre una hija obstinada en vengar al padre, una esposa inconsciente y un hijo en plena lucha por encontrarse a sí mismo y dejar de vivir para cumplir mandatos ajenos.
Pero en la biblioteca que con poca dificultad pudiera formarse de obras relativas a esta materia, pesan y abultan mucho más las invectivas que las defensas.
Los pecados de esa mujer pesan sobre tu conciencia.
¡Ulises! ¡dueño mío! Los minutos que me separo de ti me pesan como siglos.
Bastante me pesan mis artificios y embustes que te atrajeron la desgracia Vuelve a pegarme, trátame como a la peor de las mujeres, pero cree cuanto yo te diga, sigue mis consejos.
Los clásicos cuarenta días pesan fuertemente, sobre todo en mamá, y aún hoy, con treinta y nueve transcurridos sin el más leve trastorno, ella espera el día de mañana para echar de su espíritu, en un inmenso suspiro, el terror siempre vivo que guarda de aquella noche.
De modo que, como con el cultivo de la inteligencia vienen los gustos costosos, tan naturales en los hispanoamericanos como el color sonrosado en las mejillas de una niña quinceña, como en las tierras calientes y floridas, se despierta temprano el amor, que quiere casa, y lo mejor que haya en la ebanistería para amueblarla, y la seda más joyante y la pedrería más rica para que a todos maraville y encele su dueña, como la ciudad, infecunda en nuestros países nuevos, retiene en sus redes suntuosas a los que fuera de ella no saben ganar el pan, ni en ella tienen cómo ganarlo, a pesar de sus talentos, bien así como un pasmoso cincelador de espadas de taza, que sabría poblar éstas de castellanas de larga amazona desmayadas en brazos de guerreros fuertes, y otras sutiles lindezas en plata y en oro, no halla empleo en un villorrio de gente labriega, que vive en paz, o al puñal o a los puños remite el término de sus contiendas, como con nuestras cabezas hispanoamericanas, cargadas de ideas de Europa y Norteamérica, somos en nuestros propios países a manera de frutos sin mercado, cual las excrecencias de la tierra, que le pesan y estorban, y no como su natural florecimiento, sucede que los poseedores de la inteligencia, estéril entre nosotros por su mala dirección, y necesitados para subsistir de hacerla fecunda, la dedican con exceso exclusivo a los combates políticos, cuando más nobles, produciendo así un desequilibrio entre el país escaso y su política sobrada, o, apremiados por las urgencias de la vida, sirven al gobernante fuerte que les paga y corrompe, o trabajan por volcarle cuando, molestado aquel por nuevos menesterosos, les retira la paga abundante de sus funestos servicios.
En fin: un portero nos dijo, como supremo encomio, que las llaves de toda la casa pesan diez y nueve arrobas.
No por eso me pesan menos en la conciencia.
Sabrás, Sancho, que los españoles y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinocial que te he dicho es que a todos los que van en el navío se les mueren los piojos, sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán, si le pesan a oro, y así, puedes, Sancho, pasear una mano por un muslo, y si topares cosa viva, saldremos desta duda, y si no, pasado habemos.

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