Ejemplos con peligro

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aun así, le restaba una fortuna considerable a la Iglesia Primada, y mantenía su esplendor como si nada hubiese ocurrido, pero el señor Esteban husmeaba el peligro desde el fondo de su jardín, enterándose por los canónigos de las conspiraciones liberales y de los fusilamientos, horcas y destierros a que tenía que apelar el señor rey don Fernando para contener la audacia de los negros , enemigos de la monarquía y la Iglesia.
Era la inquietud del peligro que había quedado fija en él para siempre, el hábito de la intranquilidad contraído en los obscuros calabozos, cuando esperaba a todas horas ver abrirse la puerta para ser apaleado como un perro o conducido al cuadro de ejecución ante la doble fila de fusiles, y a más de esto, la costumbre de vivir vigilado en todos los países, presintiendo el espionaje de la policía en torno de él, sorprendido en medio de la noche en cuartos de posada por la orden de salir inmediatamente, la zozobra del antiguo Asheverus, que apenas gustaba un instante del descanso, oía el eterno Anda, anda.
Teresa, atolondrada por el peligro, quiso ir a ella a implorar socorro, con la esperanza que infunde el ajeno auxilio, con la ilusión de algo milagroso que se ansia en la desgracia.
Los hacían entrar, los convidaban a beber y luego les iban hablando al oído con la cara ceñuda y el acento paternal y bondadoso, como quien aconseja a un niño que evite el peligro.
La mujer se asustó, adivinando instantáneamente todo el peligro de tan desesperada resolución.
Andando lentamente por el borde del camino y huyendo del polvo como de un peligro mortal, llegó una gran visita: don Joaquín y doña Pepa, el maestro y su señora.
Y cuando, finalmente, aparecía Batiste, gritaban los pequeños de alegría, sonreía Teresa limpiándose los ojos, salía la hija a abrazar al , y hasta el perro saltaba junto a él, husmeándolo con inquietud, como si olfatease en su persona el peligro que acababa de arrostrar.
Familiarizado con el peligro, nunca lo había temido menos que ahora.
Batiste, para burlarse de su propia inquietud, exageraba el peligro mentalmente.
La buena mujer abría los ojos con expresión de espanto, suspiraba pensando en el peligro arrostrado por su marido y lanzaba miradas inquietas a la cerrada puerta de la barraca, como si por ella fuese a filtrarse la Guardia civil.
Teresa abrazó a su hija, que, olvidando el peligro, estremecíase de vergüenza al verse en camisa en medio de la huerta, y se sentaba en un ribazo, apelotonándose con la preocupación del pudor, apoyando la barba en las rodillas y tirando del blanco lienzo para que le cubriera los pies.
Sus ojos cándidos y virginales deshonráronse con una viva chispa de malicia, tras la inocencia infantil asomó la precocidad de la vida aventurera, las lecciones infames aprendidas sobre el barro de las calles, y las dos, apretando convulsivamente sus puñados de pesetas, huyeron como si las amenazase un terrible peligro.
No por eso vengas, Sarmiento dice que vamos bien, que el peligro pasó ya, y que, Dios mediante, no hay que temer una desgracia, por ahora.
Angelina se mostraba amable y cariñosa conmigo, pero pronto pude observar que no gustaba de quedarse sola a mi lado, antes, por el contrario, huía de mí como temerosa de un peligro.
Su madre era una tramposa capaz de todos los enredos y vergüenzas para conservar el falso oropel de su vida, su madre despreciaba las murmuraciones que herían hondamente el honor de la familia, dejaba a las hijas que se arrojasen en el peligro, arrastradas por la desesperada audacia de cazar un novio, y al final se entregaba como una perdida en brazos de un amigo de su esposo, se vendía infamemente cuando estaba próxima a la vejez, manchando todo su pasado, por una necesidad del orgullo.
Era verdad que se corría el peligro de perder mucho, muchísimo, pero cuando se tenía una cabeza como la suya, buenos amigos, excelente información y un acertado golpe de vista, no había cuidado.
Aquel rebaño sucio, miserable y asustado, con la palidez del hambre en las carnes y la locura del terror en los ojos, era la piratería del Mercado, los parias que estaban fuera de la ley, los que no podían pagar al Municipio la licencia para la venta, y al distinguir a lo lejos la levita azul y la gorra dorada del alguacil, avisábanse con gritos instintivos, como los rebaños al presentir el peligro, y emprendían furiosa carrera, empujando a los transeúntes, deslizándose entre sus piernas, cayendo para levantarse inmediatamente, abriendo agujeros en la masa humana que obstruía la plaza.
Don Crisanto me dijo ayer que ya pasó el peligro, pero que el estado de Carmen no es bueno.
El peligro había pasado, tía Carmen mejoraba, y las cartas que recibía yo eran satisfactorias.
Dijo esto con acento tan ahogado y angustioso que la joven calló, mirando en derredor, como si les amenazase un peligro.
Tónica se resistió a aceptar el paraguas de Juanito, no podía consentir que el joven se mojase por complacerla a ella, y en cuanto a ir los dos juntos bajo aquella cúpula de seda sólo en pensarlo la producía rubor y hacía que echase su cuerpo atrás, como para huir de un peligro.
Rosario hizo ligero movimiento de miedo, tuvo como el temblor de sorpresa que anuncia el peligro.

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