Ejemplos con pasó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El invierno, tú te acuerdas bien, lo pasó silencioso, con la cabeza escondida en el plumón.
Pasó la noche en claro, caviloso y febril.
En esto pasó la duquesa: ¿Qué te ocurre, camuesín? Que Patón no me deja entrar.
Este frenesí ya se le pasó, gracias a la caridad de ustedes.
Que habló largamente de la boda de la hermosa Julieta de los Peñascales con nuestro compañero el distinguido escritor y diplomático don Arturo Marañas , no hay para qué decirlo, porque se supone fácilmente, pero, ¡ay!, a don Simón no le pasó de las narices aquel incienso: conservaba mucho más adentro el recuerdo martirizador de la palabra , con que le había calificado el mismo que quizá redactaba aquellos lisonjeros párrafos, y sabía de memoria los que había dedicado la misma pluma a su desastre parlamentario.
Y cuenta que no sentimos lo ocurrido en ella por la gloria del , corrido allí como una liebre, pues por muchas que sean sus presunciones, no debe, en su estulticia ingénita, aspirar a mayores triunfos, sino por el prestigio del Parlamento y por la dignidad del Ministerio, que acogió bajo su amparo un asunto que pasó los límites de lo grotesco.
No abusaré de la paciencia del lector contándole punto por punto lo que pasó en aquélla, ni le diré tampoco cuántos padres de la patria llevaban el frac mal sentado, como si no estuviera cortado a su medida, ni cuáles señoras de estos insignes patricios iban hilvanadas con las marchitas rebuscaduras del baúl, ni qué familias de la corte estaban representadas allí por apuesto mancebo o seductora dama.
Cerca ya del anochecer, y cuando empezaban a volver en sí los extasiados personajes, propuso doña Juana que se adquiriesen algunas docenas de aquel número de , y que se inundaran con ellas el distrito de su padre y la capital de la provincia, proposición que fué aceptada con entusiasmo, por lo cual pasó el resto de la noche la apreciable familia empaquetando periódicos y escribiendo tantos sobres cuantas personas de su país recordaba.
Iba a enfilar la puerta como una exhalación, pero viéndola ocupada por , saltó sobre el mostrador, sin duda para que le sirviera de trampolín, y derribando y haciendo añicos media docena de vasos y una botella, cruzó el espacio como un cohete, pasó, sin tocar, sobre la cabeza de Simón, cayó en la calle, sin soltar la morcilla, por supuesto, y desapareció en la calleja inmediata.
De ignorado y oscuro que era, pasó a ser juguete de la envidia y ruines pasiones, abrumado por la desgracia, triste destino de los grandes genios.
Pasó con prodigioso salto por encima de la familia, galopando furiosamente a través de los campos.
Y apenas se dijo esto, salió de entre las cañas una recta y fugaz lengua de fuego, una flecha roja, que al disolverse produjo un estampido, y algo pasó silbando junto a una oreja de Batiste.
Nunca la muerte pasó sobre la tierra con disfraz tan hermoso.
Metió sus dedos entre la amarillenta dentadura, pasó sus manos por las ancas, levantó sus cascos para inspeccionarlos, lo registró cuidadosamente entre las piernas.
Apenas pasó una mano por las ancas del rocín, apareció junto a éste un gitano, obsequioso, campechanote, tratándole como si le conociese toda su vida.
Batiste pasó y repasó varias veces entre las bestias, sin hacer caso de los vendedores que le asediaban adivinando su intención.
Y el pobre Batiste, con el pensamiento ocupado por tantas desgracias, barajando en su imaginación el niño enfermo, el caballo muerto, el hijo descalabrado y la hija con su reconcentrado pesar, llegó a los arrabales de la ciudad y pasó el puente de Serranos.
Por primera vez en su vida pasó la hilandera más de un cuarto de hora ante el medio palmo de cristal con azogue y marco de pino barnizado que le regaló su padre, espejo en el que había que contemplar la cara por secciones.
Vigiló mucho el labrador, presintiendo una emboscada, pero de nada le sirvió su cautela, pues una tarde en que regresaba solo a su casa, cuando aún no había terminado la roturación de sus nuevos campos, le largaron dos escopetazos, sin que viese al agresor, y salió milagrosamente ileso del puñado de postas que pasó junto a sus orejas.
Pepeta pasó entre los obreros de los arrabales que llegaban con el saquito del almuerzo pendiente del cuello, se detuvo en el fielato de Consumos para tomar su resguardounas cuantas monedas que todos los días le dolían en el alma, y se metió por las desiertas calles, que animaba el cencerro de la con un badajeo de melodía bucólica, haciendo soñar a los adormecidos burgueses con verdes prados y escenas idílicas de pastores.
Apenas le pasó la mano por las ancas, sintió junto a sus orejas un aliento ardoroso y un murmullo:.
Entregado a tales fantasías, no advertí que los devotos se habían ido, hasta que el sacristán pasó cerca de mí, sacudiendo un manojo de llaves.
Me pasó lo que a los gastrónomos: principian por gustar de los buenos platillos, y acaban por invadir la cocina y preparar ellos mismos los guisos predilectos.
Andrés no tenía familia, no conoció a sus padres, le dejaron huérfano en muy temprana edad, y pasó la infancia en el campo, desempeñando rudísimas labores, al servicio de gentes que lo trataban mal.
Y así pasó un año, y buena parte de otro.
Pasó la disentería, pero la pobre anciana quedó achacosa.
Una mariposa nocturna pasó rozándome la frente.
Y sin dejarme contestar pasó a otra cosa.
¡Cómo me entristecieron las fúnebres preces! ¡Pasó por mi alma no sé qué, algo como una sombra de fugitivo dolor!.
Pero aquella viva llamarada de su orgullo ofendido y de su pensamiento descubierto pasó rápidamente dejándola pálida y verdosa.

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