Ejemplos con pactolo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dioniso le ordenó que se lavara las manos en las aguas del Pactolo , cuya arena se transformó en oro.
Esta leyenda explica el carácter aurífero del Pactolo, al cual Frigia debía una buena parte de su imperio.
A este escuadrón frontero forman y hacen gentes de diversas naciones: aquí están los que bebían las dulces aguas del famoso Janto, los montuosos que pisan los masílicos campos, los que criban el finísimo y menudo oro en la felice Arabia, los que gozan las famosas y frescas riberas del claro Termodonte, los que sangran por muchas y diversas vías al dorado Pactolo, los númidas, dudosos en sus promesas, los persas, arcos y flechas famosos, los partos, los medos, que pelean huyendo, los árabes, de mudables casas, los citas, tan crueles como blancos, los etiopes, de horadados labios, y otras infinitas naciones, cuyos rostros conozco y veo, aunque de los nombres no me acuerdo.
Mis escribientes son mi Pactolo, como dice, según creo, el señor Demoustier, y yo no quiero alterar su curso ni su calma.
Ardía ya toda, cuando los Libios y cuantos persas se hallaban dentro, viéndose cerrados por todas partes con las llamas que tenían rodeados ya los extremos de la ciudad, y no dándoles el fuego lugar ni paso para salirse fuera, fuéronse retirando y recogiendo hacia la plaza y orillas del Pactolo, río que llevando en sus arenas algunos granitos de oro, y pasando por medio de la plaza, va a juntarse con el Hermo, que desagua en el mar.
Sucedió, pues, que la misma necesidad forzó a lidios y persas, juntos allí cerca del Pactolo, a defenderse de los enemigos, y como viesen los jonios que algunos de aquellos les hacían ya, en efecto, resistencia, y que otros en gran número venían contra ellos, poseídos de miedo fueron retirándose en buen orden hacia el monte que llaman Tmolo, y de allí, venida ya la noche, partieron de vuelta hacia sus naves.
La Pampa es pobre, bien pobre, no riega sus campiñas, cubiertas de pasto rudo, ningún Pactolo, y nunca pastor alguno ha encontrado en las arenas de ningún arroyo pampeano pepitas del precioso metal amarillo que hace los hombres tan felices.
Atónita y embobada estaba la de Rufete, paseando su alma con las miradas por el interior de la hermosa cajita, y si bien la cantidad no era fabulosa ni mucho menos, por ser todos los billetes pequeños, la pobre joven, que tanto se dejaba llevar de la hipérbole, creía ver pasar por entre los dedos de Joaquinito Pez toda la corriente del dorado Pactolo.

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