Ejemplos con olvidada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ella, tan pudorosa y tímida, mostraba en su agitación los mayores secretos de su desnudez, olvidada de todo, retorciéndose los brazos, llevándose las manos a la cabeza.
Habían transcurrido más de veinte años sin que volviese a la olvidada Sóller, que ahora resucitaba en su memoria con todos los risueños espejismos de la infancia.
Más adelante se bifurcaba la ruta: una rama se dirigía a Valldemosa y otra a Sóller ¡Ay, Sóller! ¡La niñez olvidada que acudía de golpe a su memoria! Todos los años, en un carruaje como aquél, emprendía la familia de Febrer su viaje a Sóller, donde poseía una antigua casa, de amplio zaguán, la casa de la Luna, llamada así por un hemisferio de piedra con ojos y nariz que adornaba lo alto del portalón, representando al astro de la noche.
El señor, que había creído por un instante en el descubrimiento de una finca olvidada, la única de la que podía ser verdadero dueño, sonrió tristemente.
En una pieza de la celda bailaron danzas españolas, que el músico seguía atentamente con sus ojos de fiebre, mientras la novelista iba de un grupo a otro, sintiendo la simple alegría de la burguesa que no se ve olvidada.
Él lo perdería todo, y su sobrina, olvidada y tranquila hasta entonces, iba a trocar el aburrimiento de su casa, monótono y triste, pero que al fin era una paz, por una vida infernal de disgustos, humillaciones y desprecios.
Al retirarse de la terraza, Febrer, sin saber cómo, se vio abriendo la puerta del oratorio, una puerta antigua y olvidada, que al chirriar sobre sus pernos oxidados esparció polvo y telarañas.
De tarde en tarde, pasos en el pavimento de estas calles morunas y ventanas que se entreabren con la ávida curiosidad de un suceso extraordinario, unos soldados que suben lentamente hacia el castillo por las empinadas cuestas, los señores canónigos que bajan del coro, con el pecho de la sotana brillante de grasa y el sombrero de teja y el manteo de color de ala de mosca, míseros prebendados de una catedral olvidada, pobre y sin obispo.
Se limpió el sudor y luego se llevó las manos al pecho, su cara era de un rojo amoratado, pero la gente le volvía la espalda, olvidada ya de él.
Mi paquidermo da un bote hacia adelante, y ya estoy en otra línea de observación: la de los horóscopos y astrologías, que es ciencia no por olvidada menos respetable.
El valor cívico, la virtud vieja de los Hámilton, es una hoja de acero que se oxida, cada día más olvidada, entre las telarañas de las tradiciones.
Varios sucesos distrajeron por unos días la atención pública, y la espía quedó momentáneamente olvidada.
Al verse olvidada la grave señora de los lentes, sin poder entender una palabra del nuevo idioma empleado en la conversación, habló en voz alta, mostrando las córneas de sus ojos vueltas hacia arriba por el entusiasmo.
Sus columnas, sus sarcófagos, sus bajos relieves, procedían de la ciudad griega olvidada siglos y siglos, y que únicamente en la época presente volvía a recobrar su fama, gracias a los anticuarios y los artistas.
¡Morir aquí, olvidada, sola, feliz!.
Calló un instante, como si recapitulase mentalmente todo lo dicho, para convencerse de que no había dejado ninguna idea olvidada en los rincones de su pensamiento.
En tu buque puedo vivir olvidada del mundo, como si hubiese muerto Y si mi presencia te disgusta, llévame lejos de Francia, déjame en un país lejano.
¡Ya se sabía que en el Instituto de la Merced había una niña muy bella! que era Sol del Valle, ¡pero no se sabía que era tan bella! Y fue al piano, porque ella era la discípula querida del Instituto y ninguna como ella entendía aquella plegaria de Keleffy, ¡Oh, madre mía , y la tocó, trémula al principio, olvidada después en su música y por esto más bella, y cuando se levantó del piano, el rumor fue de asombro ante la hermosura de la niña, no ante el talento de la pianista, no común por otra parte, y Keleffy la miraba, como si con ella se fuese ya una parte de él, y, al verla andar, la concurrencia aplaudía, como si la música no hubiera cesado, o como si se sintiese favorecida por la visita de un ser de esferas superiores, u orgullosa de ser gente humana, cuando había entre los seres humanos tan grande hermosura.
El pueblo creyente no conoce ya la liturgia, no la estima, la tiene olvidada, sólo se siente atraído por las novenas, triduos y ejercicios, lo que se llama culto tolerado y extralitúrgico.
Era una selva de maderos poblada de bestias lúgubres que vivía olvidada en el interior de la bóveda craneal del templo.
Así pasaron más de un cuarto de hora en medio de la calle, bajo la lluvia, llamando la atención de los escasos transeúntes, que ante una pareja tan olvidada de sí misma hacían comentarios maliciosos.
Una intrusa jamás olvidada, la obsesionante compañera de un pacto adolescente, acude siempre a citas que no fueron para ella: Cordelia impalpable y silenciosa, estatua derribada en el jardín que heló y eternizó con labios de mármol perfecto, el primer beso.
Después de freír la cebolla y de machacar el ajo y de picar el menudillo, cuando ninguna cosa importante quedaba olvidada, lavose la pecadora las manos y se fue a peinar, poniendo más cuidado en ello que otros días.
Durante tres días, la historia aquella del huevo crudo, la mujer seducida y la familia de insensatos que se amansaban con orgías, quedó completamente olvidada o perdida en un laberinto de máquinas ruidosas y ahumadas, o en el triquitraque de los telares.
Quien ha visto banda de palomas estar comiendo en el campo sin miedo lo que ajenas manos sembraron, que al furioso estrépito de disparada escopeta se azora y levanta, y olvidada del pasto, confusa y atónita cruza por los aires: tal se imagine que quedó la banda y corro de las bailadoras pasmadas y temerosas, oyendo la no esperada nueva que Guiomar habia traido, y procurando cada una su disculpa y todas juntas su remedio, cuál por una, y cuál por otra parte, se fueron a esconder por los desvanes y rincones de la casa, dejando solo al músico, el cual dejando la guitarra y el canto, lleno de turbacion no sabia qué hacerse.
Quienquiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado, ni puede olvidar, a Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad, porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la firmeza, y su profesión, el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna.
Sabed que tenéis aquí en vuestra presencia, y abrid los ojos y veréislo, aquel gran caballero de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlín, aquel don Quijote de la Mancha, digo, que de nuevo y con mayores ventajas que en los pasados siglos ha resucitado en los presentes la ya olvidada andante caballería, por cuyo medio y favor podría ser que nosotros fuésemos desencantados, que las grandes hazañas para los grandes hombres están guardadas.
Pero dejemos esto aparte por agora, que tiempo habrá donde lo ponderemos y pongamos en su punto, y dime, Sancho amigo: ¿qué es lo que dicen de mí por ese lugar? ¿En qué opinión me tiene el vulgo, en qué los hidalgos y en qué los caballeros? ¿Qué dicen de mi valentía, qué de mis hazañas y qué de mi cortesía? ¿Qué se platica del asumpto que he tomado de resucitar y volver al mundo la ya olvidada orden caballeresca? Finalmente, quiero, Sancho, me digas lo que acerca desto ha llegado a tus oídos, y esto me has de decir sin añadir al bien ni quitar al mal cosa alguna, que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente o otro vano respeto la disminuya, y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra, que entiendo que, de las que ahora se usan, es la dorada.
Pero, con todo esto, no querría que cayese en tu imaginación pensar que he venido aquí con pasos de mi deshonra, habiéndome traído sólo los del dolor y sentimiento de verme de ti olvidada.
Pues bien puede leella su reverencia, porque le hago saber que algunos huéspedes que aquí la han leído les ha contentado mucho, y me la han pedido con muchas veras, mas yo no se la he querido dar, pensando volvérsela a quien aquí dejó esta maleta olvidada con estos libros y esos papeles, que bien puede ser que vuelva su dueño por aquí algún tiempo, y, aunque sé que me han de hacer falta los libros, a fe que se los he de volver: que, aunque ventero, todavía soy cristiano.

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