Ejemplos con ojeo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Según la forma de cazar, encontramos distintas modalidades: rececho, espera, montería, ojeo, en mano, al salto.
Xuantipa le hacía levantar a escobazos, como en un ojeo se ahuyentan las liebres encamadas.
Tan bien desempeñó el ojeo encomendado a su sagacidad, que no se le escapó ningún personaje de los que acudieron al misterioso concilio en la morada del Duque.
El primer encuentro del caballero de Jerusalén, después del ojeo nocturno que referido queda, fue en la Plaza de las Cortes, volviendo el uno de su paseo, camino el otro del Congreso.
Más desconsolado que nunca se retiró a su vivienda después del ojeo, y al acostarse le acometió de nuevo la fiebre del monólogo.
El perseguidor debía prolongar su ojeo hasta Belorado, donde vivían dos chicas muy guapas, las de Corporales, que en Nájera pasaban el verano, y que por todas las trazas eran muy del gusto de Santiaguito.
Ya se aproximaba la elección de Regente, cuando Ibero, libre de todo compromiso social y militar, escogió una destemplada noche de Marzo para lanzarse al ojeo de aquel indigno Vallabriga, que era el oprobio de la brillante oficialidad de.
Pedro al ojeo del polizonte, conseguía echarle la zarpa, le interrogaba, y el feo le decía: Sr.
Llegó, en esto, el ojeo, llenáronse las redes de pajarillos diferentes que, engañados de la color de las redes, caían en el peligro de que iban huyendo.
Cuando llegaron a larga distancia del castillo en un espacioso valle cercado de altas peñas y de enmarañados bosques, hicieron alto, y bien pesadas las noticias de los que habían salido al ojeo, colocóse en círculo la flor de aquellos ilustres cazadores ante las dilatadas selvas, a los que enviaron flecheros y muchedumbre de vasallos, a fin de que hostigando las fieras y aguijoneándolas hacia el valle, tuviesen sus señores ocasión de distinguirse luchando cuerpo a cuerpo con ellas.
Entonces comenzó el ojeo de la policía, y con los estruendosos alardes de costumbre, se secuestraron simultáneamente los ejemplares que quedaban en la redacción y los que se arrebataron de las manos de los repartidores.
Durante todo aquel día, sin reposar apenas, los amos y los dos criados hicieron pesquisas y como un ojeo por varios puntos del bosque, que se extendía leguas.
El perseguidor debía prolongar su ojeo hasta Belorado, donde vivían dos chicas muy guapas, las de Corporales, que en Nájera pasaban el verano, y que por todas las trazas eran muy del gusto de Santiaguito.
Vanamente se exhortaba, luchaba, se resistía, le era imposible desviar de ella la vista, seguíala, envolvíala a pesar suyo en un ojeo avariento de judío.

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