Ejemplos con naipes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para la prestigiosa revista italiana Charta, Berti ha escrito numerosos artículos sobre diversos argumentos relacionados con la historia y cultura de las cartas: grandes bibliotecas, naipes antiguos, temas simbólicos en el arte del grabado.
Cuando adquiramos un poco de soltura con el cuchillo, tendremos un juego de naipes ideal para ataques aéreos, los cuales se clavan en sus objetivos, después descubriremos una nueva función para los mazos de crocket, Alice los utilizará para reventar a porrazos a sus enemigos y para golpear bolas de crocket que perseguirán al pobre desafortunado que haya sido fijado por el punto de mira.
Nuestra misión consistirá en hacer que el País de las Maravillas vuelva a ser lo que era, enfrentándonos a los personajes de los cuentos de Carrol aunque eso sí, bastante distorsionados , como el Sombrerero Loco, los Guardias Naipes, Duendes de Fuego y un largo etcétera.
El juego de naipes llamado Solitario que también tiene una versión para computadora.
Como en su obra Los jugadores de naipes, también aquí el personaje está fuertemente anclado en su decorado.
Los jugadores de naipes es un cuadro del pintor francés Paul Cézanne, conocido en francés como Les Joueurs de cartes.
Cuando Vautrin Lud fue puesto al corriente de la iniciativa, sugierió a Ringmann la idea de que utilizara el formato de algún juego, siendo el del modelo de un juego de naipes el que Ringmann utilizará con el fin, según su propia expresión, de reunir lo útil con lo agradable.
Una vez que estalló el primer escándalo con el vídeo en el que se observa al asesor presidencial pagando miles de dólares a un parlamentario opositor para que integre la bancada oficialista, el castillo de naipes construido por el fujimorismo empezó a desmoronarse a enorme velocidad.
De modo que ya pasaron todas esas ideas sin fundamento, que son como los castillos de naipes que me hacía padre siendo yo chiquita, soplaba, y, ¡patatás!, al suelo.
Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid, ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar, pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes.
La proximidad de la línea equinoccial le proporcionaba un sueño irresistible, abandonando a su esposo, que seguía con los naipes en la mano.
Si no, jugaban los dos últimos al mano a mano con las niñas sentadas en sus regazos respectivos, las cuales les molestaban a cada momento llevando sus manecitas a los naipes.
Los espectadores más inmediatos miraban los naipes a cada uno por encima del hombro para convencerse de que jugaba bien.
Vió Batiste a y a sus contrincantes sentados en taburetes de fuerte madera de algarrobo, con los naipes ante los ojos, el jarro de aguardiente al alcance de una mano y sobre el cinc el montoncito de granos de maíz que equivalía a los tantos del juego.
¡Adiós amistades recientes, respetos nacidos junto al ataúd de un pobre niño! Toda la consideración creada por la desgracia veníase abajo como torre de naipes, desvanecíase como tenue nube, reapareciendo de golpe el antiguo odio, la solidaridad de toda la huerta, que al combatir al intruso defendía su propia existencia.
En la antesala jugaban a los naipes varios amigos.
Revueltos con ellos, iban los disfraces de siempre: mamarrachos con arrugadas chisteras y levitas adornadas con arabescos de naipes, bebés que asomaban la poblada barba bajo la careta y al compás del sonajero decían cínicas enormidades, diablos verdes silbando con furia y azotando con el rabo a los papanatas, gitanos con un burro moribundo y sarnoso tintado a fajas como una cebra, payasos ágiles, viejas haraposas con una repugnante escoba al hombro, y los tíos de ¡al higuí! golpeando la caña y haciendo saltar el cebo ante el escuadrón goloso de muchachos con la boca abierta.
Don Eugenio, al ver aguada la sobremesa, optó por levantarse, proponiendo a Julián que saliesen a tomar el fresco en la huerta: algunos clérigos se alzaron también, anunciando que iban a , otros se escurrieron en compañía del médico, el notario, el juez y Barbacana, a menear los naipes hasta la noche.
¡Pues qué sucedería si después, cuando la vieja barajó los naipes y, repartiéndolos en cuatro montones, empezó a interpretar su sentido fatídico, pudiese él oír distintamente todas las palabras que salían del antro espantable de su boca! Había allí concordancias de la sota de bastos con el ocho de copas, que anunciaban nada menos que amores secretos de mucha duración, apariciones del ocho de bastos, que vaticinaban riñas entre cónyuges, reuniones de la sota de espadas con la de copas patas arriba, que encerraban tétricos augurios de viudez por muerte de la esposa.
Mientras él pagaba el escote contando chascarrillos, en la gran mesa de la cocina, que desde el casamiento de don Pedro no usaban los amos, se veían, no lejos de la turbia luz de aceite, relieves de un festín más suculento: restos de carne en platos engrasados, una botella de vino descorchada, una media tetilla, todo amontonado en un rincón, como barrido despreciativamente por el hartazgo, y en el espacio libre de la mesa, tendidos en hilera, había hasta doce naipes, que si no recortados en forma ovada por exceso de uso, como aquellos de que se sirvieron Rinconete y Cortadillo, no les cedían en lo pringosos y sucios.
En un santiamén recogió los naipes, y el capellán bajó, algo confuso de su espionaje involuntario, pero tan preocupado con lo que creía haber sorprendido, que ni se le ocurrió censurar el ejercicio de la hechicería.
Pero no fué parte este temor para que nuestro Carriazo dejase de acudir allí tres veranos a darse buen tiempo: el último verano le dijo tan bien la suerte, que ganó a los naipes cerca de setecientos reales, con los cuales quiso vestirse, y volverse a Búrgos, y a los ojos de su madre, que habia derramado por él muchas lágrimas: despidióse de sus amigos, que los tenia muchos y muy buenos: prometióles que el verano siguiente seria con ellos, si enfermedad o muerte no lo estorbase: dejó con ellos la mitad de su alma, y todos sus deseos entregó a aquellas secas arenas, que a él parecian mas frescas y verdes que los campos Elíseos: y por estar ya acostumbrado a caminar a pié, tomó el camino en la mano, y sobre dos alpargates se llegó desde Zahara hasta Valladolid, cantando las tres ánades, madre: estúvose allí quince dias para reformar la color del rostro, sacándola de mulata a flamenca, y para trastejarse y sacarse del borrador de pícaro, y ponerse en limpio de caballero.
Á Rinconete el bueno y a Cortadillo se les da por distrito hasta el domingo, desde la torre del Oro por defuera de la ciudad, hasta el postigo del Alcázar, donde se puede trabajar a sentadillas con sus flores: que yo he visto a otros de ménos habilidad que ellos salir cada dia con mas de veinte reales en menudos, amen de la plata, con una baraja sola, y esa con cuatro naipes ménos: este distrito os enseñará Ganchoso, y aunque os estendais hasta San Sebastian y Santelmo, importa poco, puesto que es justicia mera mista, que nadie se entre en pertenencia de nadie.
Y sin mas detenerse saltaron delante de las mulas, y se fueron con ellos, dejando al arriero agraviado y enojado, y a la ventera admirada de la buena crianza de los pícaros, que les habia estado oyendo su plática, sin que ellos advirtiesen en ello, y cuando dijo al arriero que les habia oido decir que los naipes que traian eran falsos, se pelaba las barbas, y queria ir a la venta tras ellos a cobrar su hacienda, porque decia que era grandísima afrenta y caso de ménos valer, que dos muchachos hubiesen engañado a un hombrazo tan grande como él: sus compañeros le detuvieron y aconsejaron que no fuese, siquiera por no publicar su inhabilidad y simpleza.
Y levantándose Diego Cortado abrazó a Rincon, y Rincon a él tierna y estrechamente, y luego se pusieron los dos a jugar a la veintiuna con los ya referidos naipes, limpios de polvo y de paja, mas no de grasa y malicia: y a pocas manos alzaba tan bien por el as Cortado, como Rincon su maestro.
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un dia de los calorosos del verano se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años el uno, y el otro no pasaba de diez y siete: ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados: capa no la tenian, los calzones eran de lienzo, y las medias de carne, bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates tan traidos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que mas le servian de cormas, que de zapatos: traia el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda: a la espalda, y ceñida por los pechos, traia uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga: el otro venia escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecia un gran bulto, que a lo que despues pareció, era un cuello de los que llaman valonas almidonadas, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecia hilachas: venian en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos, se les habian gastado las puntas, y porque durasen mas, se las cercenaron y los dejaron de aquel talle: estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas, y las manos no muy limpias: el uno tenia una media espada, y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.
Ésta, a lo menos dijo un escribano, no la podrá vuesa merced quitar, porque la tiene un gran personaje, y más es sin comparación lo que él pierde al año que lo que saca de los naipes.
Y, siendo esto así, como lo es, está claro que este mono habla con el estilo del diablo, y estoy maravillado cómo no le han acusado al Santo Oficio, y examinádole y sacádole de cuajo en virtud de quién adivina, porque cierto está que este mono no es astrólogo, ni su amo ni él alzan, ni saben alzar, estas figuras que llaman judiciarias, que tanto ahora se usan en España, que no hay mujercilla, ni paje, ni zapatero de viejo que no presuma de alzar una figura, como si fuera una sota de naipes del suelo, echando a perder con sus mentiras e ignorancias la verdad maravillosa de la ciencia.
Y esta averiguación me viene pintiparada para el otro libro que voy componiendo , que es Suplemento de Virgilio Polidoro, en la invención de las antigüedades, y creo que en el suyo no se acordó de poner la de los naipes, como la pondré yo ahora, que será de mucha importancia, y más alegando autor tan grave y tan verdadero como es el señor Durandarte.
La tercera, entender la antigüedad de los naipes, que, por lo menos, ya se usaban en tiempo del emperador Carlomagno, según puede colegirse de las palabras que vuesa merced dice que dijo Durandarte, cuando, al cabo de aquel grande espacio que estuvo hablando con él Montesinos, él despertó diciendo: Paciencia y barajar, y esta razón y modo de hablar no la pudo aprender encantado, sino cuando no lo estaba, en Francia y en tiempo del referido emperador Carlomagno.

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