Ejemplos con mirábamos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ya no puedes estar seguro de que una variable que has establecido a un cierto valor en la línea anterior todavía tenga el mismo valor, la otra CPU quizás haya estado jugando con ella mientras no mirábamos.
Entonces esa tarde salimos a caminar por Rivadavia, y mirábamos en las vidrieras de los negocios donde vendían televisores a ver quién tenía prendido uno.
Y nos mirábamos sin decir palabra.
Nos mirábamos sin decir palabra.
La tía Úrsula la repartía, mientras nosotros, los chicos, mirábamos si a alguno le daban más que a los otros, para protestar.
Nosotros no decíamos nada, pero nos mirábamos por encima del plato de sopa.
Después de una pausa en que los dos mirábamos silenciosos los giros del humo de nuestras pipas, mi protector y amigo me dijo que si nunca podría yo ver a sus mujeres, no tenía inconveniente en mostrarme sus hijos.
Ardían ruedas y ruedas, tronaban las marquesas, surcaban el aire vistosos cohetes, y nosotros no mirábamos nada.
Pues verás, como Joaquín y yo la mirábamos tanto, el tío aquel se escamaba.
Nuestra gran contrariedad consistía en que nos separaba de él una masa enorme de gente que nunca acababa de salir, así es que, cuando llegamos abajo, en vano mirábamos a todos lados.
Mirábamos con desdeñosa indiferencia a los que quedaron de reserva, y al contarles lo que pasó, hacíamos subir a cifras fabulosas el número de franceses segados por nuestros cortadores sables en la refriega.
Les mirábamos y nos parecía imposible que aquellos fueran los vencedores de todo el mundo.
Mirábamos los grupos de pecadoras y recordábamos esa cadena de figuras enfermas que el escultor Biondi vaciaba un día en Roma, para abogar en eterno monumento por la reforma de las cárceles, y venían a nuestra memoria frases dolorosas de un drama de escritora italiana, Casa di Pena, y tantas observaciones de psicólogos y penalistas para interesar a la sociedad en curar a la mujer criminal antes que castigarla.
Hace años que, secuaces mezquinos de la antigua rutina, mirábamos con horror en España toda innovación: encarrilados en los aristotélicos preceptos, apenas nos quedaba esperanza de restituir al genio su antigua e indispensable libertad, diose empero en política el gran paso de atentar al pacto antiguo, y la literatura no tardó en aceptar el nuevo impulso, nosotros, ansiosos de sacudir las cadenas políticas y literarias, nos pusimos prestamente a la cabeza de todo lo que se presentó marchando bajo la enseña del movimiento.
Mi madre no dijo una sola palabra, y bajo la luz amarillenta del lamparín, todos nos mirábamos en silencio.
Ya no nos mirábamos de frente.
-Mirá muchacho -dijo mientras todos, y yo más que ninguno, lo mirábamos con asombro-.
Nos mirábamos los caballos ponderándolos cortésmente:.
Pues sepa ahora que el diablo del portugués cayó en desgracia de mi dueño por haber entendido que sólo servía tratar de los polvos filosofales, consumir su hacienda y quedarse él con parte della, aunque en el hábito no lo mostró, porque si supiera de la piedra que intentaban lo que de estudiar un jubón de ajedrez, a ser de color los remiendos que le echaba, diera muy presto con ella, pues ya cerca de las medias tenían tantos puntos que nos sucedía a los que las mirábamos lo que a un hombre ciego con su mujer, hermosa pero corcobada, que era tentarla el defeto y no verla el buen rostro, porque lo que veíamos estaba tan puntuoso como he dicho, y bueno lo que cubría el herreruelo.
No mirábamos para atrás por miedo de que la tierra nos llamara.
Y cuando lo mirábamos, aparecieron al lado nuestro tres hombres con la cara tiznada, y nos dijeron: ¡adelante!.
Se les conoció muy pronto que no les agradaba la insistencia con que los mirábamos Neluco y yo, y fuera por esto o porque ya nada tenían que hacer allí, apuraron el contenido de los correspondientes vasos, y se largaron haciéndonos un ligero ademán de saludo, pero sin decir palabra.
Al pronto no pude hacerme cargo de la parte de cielo que teníamos delante, pero observando mejor, comprendí que mirábamos al Oriente.
Cuando salíamos a tomar posiciones, mirábamos su cara.
Le mirábamos con viva curiosidad, y él a nosotros como si mil veces nos hubiera visto.
Sin reparar en los que a cierta distancia le mirábamos, empezó a llamar a la señá Chanfaina, quien no le hizo ningún caso en los primeros instantes, dándonos tiempo para que le examináramos a nuestro gusto mi compañero y yo.
:Mirábamos el sol con todo: con los gemelos de teatro, con el anteojo de larga vista, con una botella, con un cristal ahumado, y desde todas partes: desde el mirador, desde la escalera del corral, desde la ventana del granero, desde la cancela del patio, por sus cristales granas y azules.
Y el caso es, Gorio, que siendo él el preso, paecía que lo éramos nusotros, según el miedo con que le mirábamos y el respeto que le teníamos.
Todos los allí presentes oíamos y callábamos, y nos mirábamos unos a otros sin saber qué contestar.

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