Ejemplos con metieran

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Explicación de esta estampa del manuscrito del Museo del Prado: Hay hombres cuya cara es lo más indecente de todo su cuerpo y sería bien que, los que las tienen tan desgraciadas y ridículas, se las metieran en los calzones.
Hay hombres cuya cara es lo más indecente de todo su cuerpo y sería bien la metieran, lo mismo que éste, en sus calzones.
El mejor medio para salir del atranco era que don José y sus padrinos se metieran en el coche de la Real Casa, y salieran pitando para el Arroyo Abroñigal, mientras Felipe y los suyos irían en los alquilones al Gobierno Civil para ver a Martos y exponerle el caso.
Y los conos diabólicos atraían con su luz y su blancura, confundiendo las distancias, como si gozasen de movimiento y vida y se metieran ellos mismos carne adentro, evaporándola.
Con autoridad enérgica las hizo callar mandándoles que mirasen a las obligaciones domésticas y no se metieran en lo que no les importaba.
Cada vez que me afeito resaltan más, y antes de quince días estarán como antes de que me metieran en el hoyo profundo.
Conservaba el herido su buen humor, y no estaba conforme con que le metieran en la cama.
Beltrán molido y displicente por el duro trotar de la condenada bestia, y lo primero que solicitó de la bondad de su amigo fue que le metieran en cualquier mechinal, para poder estirar su esqueleto y darse algún descanso.
Yo que tú, si parecen por aí, daría parte a la justicia, para que les metieran a los tres en la cárcel.
Su hermano mayor había soltado prenda por Isabel, prestándose a que le metieran en juntas de armamento y defensa, Martín era miliciano, y ambos figuraban como fervientes apóstoles del.
Al ponerse las botas, la rodilla derecha le dolía como si le metieran por la choquezuela una aguja caliente, y siempre que se inclinaba, un músculo de la espalda, cuyo nombre no sabía él, producíale molestia lacerante, que fuera terrible si no pasara pronto ¡Qué bajón tan grande, compañerose decía, pero qué bajón! Y esto va a escape.
A pesar de que no había motivo para creer que aquellos señores se metieran conmigo, yo temía una desgracia, mas disimulé mi zozobra y recelo, arreando el pollino, y afectando divertir la tristeza del camino con cantares alegres.
Tiene sus escondrijos para el caso de que los alguaciles se metieran en ella.
Éste en su ánimo no estaba ocioso, sino que revolvía en él toda especie de ideas y tentativas, y como viese que los soldados con la anterior disciplina llevaban mal la inacción y se propasaban a indicar cosas impracticables, los reprendió sobre ello y les intimó que no se metieran ni pensaran en otra cosa que en ver cómo cada uno se prepararía a sí mismo y sus armas para el tiempo del combate, cómo usaría de la espada al modo romano, que la oportunidad el general la indicaría: mandando también que las guardias de noche las hicieran sin lanza, para estar más atentos y defenderse mejor del sueño, ante el temor de no poder rechazar los ataques del enemigo.
Álvaro, en la estatua, con las piernas un tanto torcidas, y, creo también que si pudiese hablar, como el Comendador de Zorrilla, pediría por Dios que lo metieran otra vez en el saco.
Desde que se introdujo la novedad de que todos los ciudadanos metieran su cucharada en la cosa pública, empezaron a manifestarse los varios elementos que componían la raza, y si vinieron al gobierno los hombres de temperamento peleón y los militares de fortuna, si entraron los abogados y tratadistas con todos los enredos de su saber forense y su prurito de reglamentación, no podían faltar los trovadores, que se traían un ideal de la ciencia gubernativa, derivado, más que de la realidad, de los manantiales literarios.
Cada vez que me afeito resaltan más, y antes de quince días estarán como antes de que me metieran en el hoyo profundo.
Una granada, penetrando por la claraboya del Salón de Sesiones, pidió la palabra con horrendo estallido en medio del hemiciclo, diciendo a los buenos señores allí presentes que se fueran a sus casas y no se metieran en más dibujos parlamentarios.
Tiene sus escondrijos para el caso de que los alguaciles se metieran en ella.
Yo me arrimé aquí por servir a Joseíto, pero desde punto y hora en que pasé por primera vez por esta reja y la vi a usté, sentí como si de pronto se me metieran dentro del alma to un río de sol y to el azul que había en el cielo, y cuando al día siguiente hablé con usté en el huerto del Soniche, cuando la sentí a usté hablar, tanta música me metió usté en los oídos, tantos hechizos me llevé después de mirarla a usté de cerca, como retrataos en las niñas de mis ojos, que comprendí que ya pa mí no había naíta en el mundo sin usté, y que usté era pa mi el sol que me alumbraba, y el aire que respiro y el agua que bebo.
Mientras estos dos carruajes daban «el tono» entre una docena de otros harapientos y desvencijados que acudían allí para buscarse la vida, exponiendo la de los infelices viajeros que en ellos se metieran, en el andén de adentro aguardaban, él con camisa limpia, sombrero de copa, levita seria y bastón de manatí, y ellas dos arreadas con los trapos y aditamentos que rigorosamente exigía la moda para aquellos lances y aquellas horas, don Roque Brezales, su mujer y su hija Petra, que, por cierto, estaba muy linda.
Con ese fin por pretexto, se dispuso la partida, y muy tempranito salieron de Peleches los cuatro expedicionarios: don Alejandro y su administrador, armados de sendas escopetas para tirar a las tórtolas que se les metieran por los cañones, y Nieves y Leto con los avíos de dibujar.
Si me metieran entre ello, lo aceptaría sin grandes repugnancias, pero puesta a elegir, me quedo con lo otro, que me gusta más ahora, y sin temor de que me engañe el pensamiento, porque bien sabes tú que siempre fui muy inclinada hacia ese lado.
Durante veinticuatro horas estuvo toda la casa en movimiento, criados que bajaban precipitadamente por las escaleras de servicio, palafreneros y mozos de cuadra limpiando los caballos, lustrando los coches, colocando gasas y crespones en los faroles, guarniciones y portezuelas, dependientes de la funeraria llevando a hombros inmensos cortinones de terciopelo negro, robustos e innumerables cirios, la repisa de peluche sobre la cual había de descansar el ataúd, el ataúd mismo, el ataúd que inspiraba deseos de morirse sólo por el gusto de que le metieran a uno en él, por las otras escaleras subían los sirvientes a brazadas, flores y más flores, blancas unas, rojas otras, de vivos y penetrantes perfumes las más de ellas, rosas de té, rosas dobles, claveles, jacintos, un jardín de Valencia entero y verdadero que se desparramaba por los peldaños, por la antecámara, por los salones, hasta caer en montón sobre la esterilla de una estancia, donde varias mujeres y algunos hombres tejían coronas, ramos, guirnaldas, canastillos, cuantos caprichos e inventos les proporcionaban sus facultades naturales y los adelantos de su industria.
Y volviendo a los demás, les dijo lo mismo, y que no convenía en aquel lance resistencia ninguna, que si fuera menester, ''el Engañado'' y él metieran a todos los alguaciles de Sevilla las cabras en el corral.

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