Ejemplos con medioevales

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una ciudad igual a Lovaina con los edificios de los estudiantes integrados a ella, una ciudad moderna pero inspirada en las ciudades medioevales, con distancias a marcha de pie, rodeada de campo y al lado del bosque.
Loa actuales Dalmatos Italianos descienden de los antiguos Dalmatos medioevales, originados de los Ilirios romanizados de la Dalmacia Romana, y de los Venecianos de las posesiones balcánicas de la República de Venecia.
Judíos eran los tesoreros de los reyes, los médicos y otros cortesanos en las monarquías medioevales de la Península.
¿Quién podía responder del pasado? ¿Qué misterios no se ocultaban en las raíces del tronco de su estirpe, allá en los tiempos medioevales, cuando los Febrer y los ricos de la sinagoga balear comerciaban juntos y cargaban sus naves en Puerto Pi? Muchos de su familia, y hasta él mismo, así como otros de la antigua nobleza mallorquína, tenían algo de judaico en el rostro.
Habían huído sin saber adonde iban, perseguidos por el incendio y la metralla, locos de terror, como escapaban las muchedumbres medioevales ante el galopar de las hordas de hunos y mogoles.
Pero a continuación la declaraba igualmente la mujer más distinguida de a bordo, distinguida para el Océano, elegante a estilo de Munich, con vestidos de colores indefinibles que hacían recordar el arte persa y las viñetas de los manuscritos medioevales.
Estas coronas medioevales, que se repetían hasta en los remates de los reverberos, eran el eterno tema decorativo de una ciudad industrial poco dada a los ensueños y áspera para la ganancia.
Todas las construcciones medioevales del reino de Nápoles tenían despojos de Pestum.
Pero sobrevivían a la despiadada restauración los retablos medioevales, los blasones nobiliarios, los sepulcros de los caballeros de San Juan con inscripciones góticas, y esto bastaba para mantener despierto el entusiasmo del notario.
Esta no era más que un retoño de la insolencia señorial en el suelo y ambiente contemporáneos, el feudalismo del siglo XIV, redivivo con el afeite de artificios legales, constitucionales y dogmáticos, que muchos hombres del día emplean para pintarrajear sus viejas caras medioevales, y ocultar la crueldad y fieros apetitos de sus bárbaros caracteres.
En el pilar que divide las dos hojas de la puerta, Jesús, con corona y manto de rey, flaco, estirado, con el aire enfermizo y mísero que los imagineros medioevales daban a sus figuras para expresar la divina sublimidad.
Mientras la humanidad, enardecida por el soplo carnal del Renacimiento, admiraba a Apolo y rendía adoración a las Venus descubiertas por el arado entre los escombros de las catástrofes medioevales, el tipo de suprema belleza para la monarquía española era el ajusticiado de Judea, el Cristo polvoriento y negruzco de las viejas catedrales, con la boca lívida, el tronco contraído y esquelético, los pies huesosos y derramando sangre, mucha sangre, el líquido amado por las religiones cuando apunta la duda, cuando la fe flaquea y, para imponer el dogma, se echa mano a la espada.
Esta no era más que un retoño de la insolencia señorial en el suelo y ambiente contemporáneos, el feudalismo del siglo XIV, redivivo con el afeite de artificios legales, constitucionales y dogmáticos, que muchos hombres del día emplean para pintarrajear sus viejas caras medioevales, y ocultar la crueldad y fieros apetitos de sus bárbaros caracteres.
El cielo litúrgico tenía como en las vitelas con que monjes artífices ilustraron los breviarios medioevales, un tinte azul cobalto en que bogaba el esquife de plata de la luna en medio de una lluvia de estrellas de oro.
En la escalinata, al pie de las bárbaras estatuas de los reyes medioevales, albeantes sobre el fondo sombrío del jardín que preside la ecuestre figura de nuestro señor el rey Don Felipe IV, hacinábanse multitud de curiosos y desocupados que atisbaban, a caza de una joya, un vestido o un uniforme entrevisto en las profundidades de un coche.
Y, al igual de las viejas estampas medioevales,.
Reconoció episodios de su tierra, a pesar del disfraz de los personajes, ora con corazas medioevales, carnes holandesas o actitudes equívocas, y se dio cuenta de la inmoralidad del trapo que delata.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba