Ejemplos con mateo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Seis mil reales han perdido en las treinta funciones, según los datos que me presentó el barítonoapuntó don Mateo.
Debajo de la escalera que conducía a los palcos había un nicho cerrado con persiana que llamaban el palco de don Mateo.
De este don Mateo ya hablaremos más adelante.
¡Don Mateo! Imposible que usted faltaseexclamó doña Paula.
Don Mateo sonrió con dulzura, y contestó a aquella impertinencia dando a la niña una palmadita cariñosa en el rostro.
¡Qué mala, qué mala es esta chiquilla!exclamó don Mateo riendo y acometiéndole acto continuo un golpe de tos que le embargó la respiración por algunos momentos.
Don Mateo, anciano decrépito, no sólo estropeado por los años, sino por multitud de achaques adquiridos con una vida harto disipada, era la alegría de la villa de Sarrió.
Ni se crea por esto que don Mateo era un viejo verde.
En cuanto se pasaban ocho días sin que los vecinos de Sarrió se recreasen de algún modo, ya estaba nuestro don Mateo nervioso y no paraba hasta lograrlo.
Además, don Mateo, elemento conciliador por excelencia, formaba gran empeño en destruir todas las malquerencias y rencores que en el pueblo existiesen.
Después de haber charlado algunos instantes con la familia Belinchón, don Mateo se despide para recorrer todos los palcos, como tenía por costumbre, pero antes dice, dirigiéndose a Cecilia:.
¿Yo rezar por un hombre? Usted chochea, don Mateo.
El primero que le echó los brazos al cuello fué don Mateo, después vino don Pedro Miranda y su hijo Periquito, en seguida el alcalde don Roque, después don Victoriano y su esposa doña Rosario y sus tres hijas.
Don Mateo, alzándose sobre la punta de los pies y tirándole del brazo para que se doblase, pudo decirle al oído:.
A algunos, a don Rosendo, a don Mateo, a don Pedro Miranda y al alcalde don Roque, ya Gonzalo les había saludado la noche anterior.
Cuando se cansaron de disputar los del Saloncillo y llevaban de vencida la digestión, don Mateo les anunció, relamiéndose de gusto, que le tenía sin cuidado la marcha de la compañía.
Después, y sucesivamente, fueron saliendo y diseminándose por las tertulias nocturnas don Melchor, Gabino Maza, don Pedro Miranda, Delaunay, don Mateo, y todos los demás.
¿Cómo es eso?preguntó don Mateo incorporándose en el lecho en que aun yacía, y echando mano a las gafas que tenía sobre la mesa de noche.
Despejó el señor Anselmo la estancia, y, con más premura de lo que pudiera esperarse de sus años y achaques, aderezóse don Mateo para salir.
Don Mateo fué al comedor y comenzó a escudriñar los tiradores.
La criada levantó la tapa de la masera, y don Mateo sacó un medio pan de centeno, bastante negro.
Marcones introdujo a don Mateo en una sala contigua al salón de sesiones.
A nadie en el radio de la villa dejaba de saludar don Mateo.
¡Qué ha de estar!profirió don Mateo.
Don Mateo, pesaroso de no haber acertado aquella vez a animar la conversación, la estableció de nuevo, encarándose con Sanjurjo.
¿Cómo?preguntaba don Mateo asombrado,¿en cuatro patas?Lo que usted oye.
La conversación se iba calentando con gran satisfacción de don Mateo que no podía ver a nadie triste a su lado.
¡Sanjurjo! ¡Sanjurjo, venga usted!dijo con voz alterada, sin saludar, sin ver siquiera a don Mateo.
Ahí anda el señor Reinaldos de Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares, con el verdadero historiador Turpín, y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto, al cual, si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno, pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.

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