Ejemplos con marmórea

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A los pies del templo se encuentra la Capilla Bautismal, con pila marmórea del siglo XVI, espacio que contiene el tesoro parroquial.
Pero ¿era preciso para esto hacerla tan impasible, estoica y marmórea, cuando al fin era mujer y enamorada?.
Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas.
En su palidez marmórea, en la tensión de los músculos de su cara, vi una conformidad de tanta fuerza como el heroísmo.
Otro ruido extraño vino a aumentar su zozobra: oyóse un ligero golpe metálico, argentino, semejante al de la hoja de un puñal chocando con precaución sobre una superficie cristalina o marmórea, después, a intervalos y por largo rato, un ruido sordo de algo que frotaba con rapidez y ligereza.
Reparó Calpena en el donaire con que se peinaba, recogiendo sus trenzas copiosas en copete de tres potencias, reparó también su limpieza ideal, su aire señoril, la gravedad y el reposo que se pintaban en su frente marmórea, la penetración de su mirada, al propio tiempo dulce y picaresca sin malicia, la frescura de su boca grande, todo, Señor, todo lo reparó, y porque nada se le quedara, fijose en los manojos de llaves de diversos tamaños que pendían de su cintura.
Dos días después la incógnita escribía: ¿No sabes? La belleza marmórea tiene otro novio, Ramón Narváez, no sé si te acordarás, coronel de ejército, cara dura, dejo andaluz, carácter de hierro, más propio para manejar soldados y ganar plazas que para la expugnación de mujeres.
Pálida, con palideces de azucena, aquella carita fina y dulce se hacía casi marmórea por el contraste que producían en ella lo negro de los cabellos y lo espeso de las cejas.
Un ligero estremecimiento hacía palpitar sus labios, los ojos, prometiendo amor, imploraban piedad, y el rostro iba tomando la palidez marmórea de la estatua que vio don Juan en sueños, pero ésta no era piedra esculpida, sino hermosa carne modelada por Dios y vivificada con el soplo de su espíritu para delicia del hombre.
Que ésta habria sido de extraordinaria blancura, indicábalo aún aquella parte de su despejada y altiva frente que el sombrero solia proteger, pero, en lo demas, habíala quemado el sol por tal extremo, que su palidez marmórea habia adquirido un tinte como de oro mate, cuyo tono igual y sosegado no carecia de hechizo.
En una esquina próxima al Colegio de la Compañía leímos en letras de oro y sobre marmórea lápida, que allí vivió el gran poeta Meléndez Valdés.
Al decir esto, la marmórea cara de doña María no se inmutó, pero Asunción y Presentación lloraron a moco y baba.
El color de su rostro, propiamente castellano también, era muy pálido, no con esa palidez intensa y calenturienta de las andaluzas, sino con la marmórea y fresca blancura de las hijas de Alcalá, Segovia y Madrid.
Todo en ella era glacial: su piel marmórea, lisa, semejante a un témpano, su rostro impasible de sibila, su habla solemne, el mirar de sus ojos de ágata, transparentes como un vino puro.
Pensó la desventurada que después de amortajar a su madre, cerrarle los ojos, poner entre sus manos yertas la bula y la cruz del rosario, y estampar un beso de despedida sobre su frente marmórea, podría desahogar el acongojado pecho rompiendo el dique a las lágrimas.
¡Qué hermoso tinte de poesía y de serenidad marmórea tomabas a mis ojos, maestra pálida, a la compuesta luz de la llama y de la claridad expirante del día! Por ti salía mi espíritu de su normal centro para lanzarse a divagaciones pueriles y hacer cabriolas, impropias de todo ser bien educado.
Su hermosa cabeza y cara, en que estaba representado, por vanagloria de la Naturaleza, el ideal de la belleza humana, parecían más perfectas en aquel momento cercano a la extinción de la vida orgánica, y su inmovilidad, su blancura, la fijeza de aquel blando reposo sobre la almohada, la calma escultural de las facciones y de los músculos faciales, no contraídos por dolor alguno, la asemejaban a una representación marmórea de la muerte tranquila, noble, aristocrática, si es permitido decirlo así, puesta en figura yacente sobre el sepulcro de una gran señora.
No sé cuándo me sacó de mi hondo letargo una mano que tocaba mi frente, mano fría y marmórea.
La reconocí al sentir en mi hombro su mano marmórea.
Ella, dejando caer su izquierda mano marmórea sobre la mesa, alargó hacia mí la derecha con un pliego, mientras sus labios helénicos articulaban estas palabras que me sonaron cual si las transmitiera pos ráfagas del aire una voz muy lejana: «No te traigo carta de tu Madre, sino este pliego que me han dado para ti».
En su palidez marmórea, en la tensión de los músculos de su cara, vi una conformidad de tanta fuerza como el heroísmo.
¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe.
La palidez marmórea de Águeda entre las ondas relucientes de sus rubios cabellos, se transparentaba en los profundos pliegues de su manto, y la luz de sus ojos incomparables brillaba allí como el fulgor purísimo de las constelaciones en el negro fondo de los abismos siderales.
Llegó, al fin, con sus negras vestiduras empapadas en la sangre de los dos charcos, a coger con sus manos, frías y trémulas, una marmórea y amarillenta de Patricio, cuya agonía terminaba por instantes.
Iba a contestar la joven, cuando súbitamente se quedó como estatua marmórea, clavados los ojos en la portalada, que se veía desde allí al través de las vidrieras del balcón.
-¡Oh, no, no -dijo el conde con frialdad marmórea-.
Fijó una larga e intensa mirada en la marmórea faz del pequeño.
El agua brota y brota en la marmórea taza.
Y cuando regrese, sufrirá la zarina el suplicio de la marmórea indiferencia y el desdén brutal con que la mira y la trata su dueño, harto de su hermosura y airado contra la mujer que no consigue atraerle a sus brazos.
pero aquel tonillo de voz, aquel reír a veces sin venir a pelo, o aquella seriedad marmórea cuando estaba indicada la risa.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba