Ejemplos con mandarinato

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estos chin-fú-tón, si no eran muy poderosos en el mandarinato y en el Gran Consejo de Siké, eran siempre suficientes, pues bastaba, como he dicho, un solo chin-fú-tón, para causar la ruina de cualquier Estado.
Las fechorías de Rat-Hon quedaron impunes durante todas las dinastías que se sucedieron en el mandarinato.
Bien cierto es que entre los que perteneciendo al Gran Consejo contribuyeron poderosamente a las tropelías y gatuperios de Rat-Hon, se encontraban el peligrosísimo Chin-Gau, el de la gran joroba, el agresivo Tu-Pay-Chon -que quiere decir el que se hace el loco-, el analfabeto y gordo Si-Tu-Pon, enamorado de la sucesión en el mandarinato, el mediocre Chon-Chi, y, sobre todo, el inolvidable, el inolvidabilísimo Si-Tay-Chong, el ''desvergonzado'', que era más sucio y asqueroso que un escupitajo de suegra desdentada en cara de borracho tuberculoso.
Puntos de gangrena, apenas perceptibles en la masa enorme. Cada chino es una máquina y continúa siéndolo. Se cuenta que habiendo un sastre de Hong Kong recibido unos pantalones viejos con el encargo de hacer otros iguales, reprodujo concienzudamente las manchas y agujeros de la prenda entregada. El reloj de bolsillo constituye para el celeste un juguete encantador. La hora le es indiferente. El disco minutero, que para el blanco es una rueda veloz sobre el camino sin fin de lo posible y de lo deseable, es para el amarillo un eterno girar, un círculo idéntico donde todo vuelve, donde nada importa la efímera posición de la aguja. Lo que al amarillo maravilla es el monótono y misterioso tictac, y se pasa larguísimos ratos escuchándolo religiosamente. En una de las más crueles batallas de la guerra chino-japonesa, empezó a llover, los chinos, bajo un fuego terrible, abrieron sus paraguas. Y en el conjunto de máquinas, el Estado es la gran máquina impasible, la que lamina las inteligencias bajo la presión uniforme del mandarinato, la que archiva y clasifica hasta los órganos sexuales arrancados a los eunucos.
Y bien, ¿qué dispuso el Gran Consejo para vengarse de Rat-Hon? Pues hacerlo gran Mandarín, concederle inmerecidos títulos militares y adularlo servilmente durante su mandarinato.

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