Ejemplos con mandarines

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El ministerio se complicó de tal manera que los misioneros tenían que salir de noche a ejercerlo y disfrazarse con trajes y oficios humildes y guarecerse en los montes para huir de la enconada búsqueda de los mandarines, que habían puesto a precio sus cabezas.
Iba un fraile muy flaco que era el padre Alelí, un señor pequeñito con anteojos, que era el papá de Isabel, algunos militares y otros tipos que se confundían en su mente con las figuras de los dos mandarines.
El pueblo soporta las mismas cadenas, los tiranos no han cambiado, los mandarines siguen, los peligros crecen.
No, señores, es preciso que no se pueda decir de nosotros lo que de estos mandarines chinos.
Y una noche en que caía de lo alto la lluvia blanca de plumillas cristalizadas, en el palacio había festín, y la luz de las arañas reía alegre sobre los mármoles, sobre el oro y sobre las túnicas de los mandarines de las viejas porcelanas.
pretendientes engañados y a unos mandarines engañadores, aquéllos pretendiéndolo todo y.
Pero el número de chinos que a toda costa quieren mantener a estos mandarines del poder se reduce día a día, y si de aquí a dos años todavía quedan diecinueve, declaro que la culpa no será mía.
escapando de la vigilancia de los mandarines, derramaban entre los desgraciados esclavos las más.
¡Y había que ver lo que hacía el Gran Consejo con los mandarines caídos! En el reinado del famoso y probo mandarín Chin-Kau, del cual se ha hablado ya, con motivo de la rebelión del famoso Rat-Hon, Chin-Kau, convencido de la abyección del Consejo, quiso disolverlo.
Después vinieron los mandarines tiranos, las revoluciones, las guerras oprobiosas y lo esencial: el sentimentalismo, que fue el enemigo de la gran aldea.
Los mandarines, débiles en su mayoría, tenían la experiencia de que un chin-fú-tón solo, basta para traerle los mayores disgustos y si son varios, la caída es irremediable.
Un chin-fú-tón, servía al mandarín mientras estaba en el poder y podía cebar su panza porcina, entonces secundaba en la calle el atropello y el asalto que realizara el mandarín y luego iba a defender la arbitrariedad y a aplaudirla en el seno del Consejo, y como siempre los mandarines tenían algo que les sacasen, siempre tenían temor a los chin-fú-tón.
Mas si los tales factores, que hoy por hoy casi son potencias, se reducen por imprevistas circunstancias a la categoría de ceros, o si el orgullo de los mandarines de los Estados Unidos crece hasta la ceguedad completa y se hace efectiva la intervención armada, el primer resultado de ella será la caída inmediata de los oligarcas de México y la unión del pueblo, el ejército y la burguesía en un común esfuerzo para rechazar la conquista.
Los soldados del golpe de Estado, que no fue otra cosa el último movimiento portugués, desempeñan maravillosamente el papel de esquiroles en las huelgas de los obreros, y en defensa de los nuevos mandarines emplean sus armas contra el pueblo, como antes las empleaban en defensa de los Braganza.

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