Ejemplos con músico

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En las tardes de invierno, después del coro, el músico y Gabriel se refugiaban en aquella habitación.
Sonaba el armónium con melancólica lentitud, y al callarse pasaba y repasaba por el cuadro rojo la sombra del músico, con sus nerviosos movimientos, que, agrandados por el reflejo, se convertían en muecas grotescas.
Con esto cesó la conversación aquella tarde en el cuartucho del músico.
Unos, como el , lo achacaban a la impiedad del tiempo, otros, como el músico, hacían responsable a la misma Religión, aunque no osaban decirlo en alta voz.
El músico hablaba, hojeaba cantando sus partituras, o hacía sonar el armónium, el revolucionario le escuchaba silencioso, sin interrumpir a su amigo más que con la tos de su pecho enfermo.
El músico se sentó ante el armónium, y durante largo rato hizo sonar el último lamento del genio, su queja dolorosa al transponer el umbral de la vida, no desesperada y temblona por el miedo a lo desconocido, sino de una melancolía varonil, que se sumerge en la eterna sombra con la confianza de que la nada roerá inútilmente su gloria.
Pero es artísticodijo con sencillez el músico.
Y de un salto, el músico llegó hasta el busto, besándolo con humildad infantil, como un niño acaricia al padre ceñudo e imponente.
El músico miró amorosamente el busto de yeso que desde una rinconera contemplaba el cuartucho con entrecejo de león y ojos huraños de sordo.
Enardecíase el músico hablando de sus adoraciones artísticas.
Luego añadió, dirigiéndose al sacerdote músico:.
No soy más que un músico y entiendo poco de estas cosas.
¡Y luego nos presentan sus novedades, muy orondos y pagados de sí! Aquí viene muy a pelo lo que dijo un músico célebre de un innovador.
Expectación, mientras el músico echaba de lo hondo del pecho unos ayes y gruñidos como de un perrillo al que le están pellizcando el rabo.
El que le acompañaba era un infeliz músico, habitante en el segundo patio y en el mismo cuchitril en que anidara antes Izquierdo.
La cabeza del músico oscilaba como la de esos muñecos que tienen por pescuezo una espiral de acero, y revolvía de un lado para otro los globos muertos de sus ojos cuajados, sin descansar un punto.
Los que quieran conocer su rostro, miren el de Rossini, ya viejo, como nos le han transmitido las estampas y fotografías del gran músico, y pueden decir que tienen delante el divino Estupiñá.
El mozo respondió que era el músico y panegírico de la noche antes.
Estando en estas pláticas, entró el músico, cantor y poeta que había cantado las dos ya referidas estancias, el cual, haciendo una gran reverencia a don Quijote, dijo:.
Este soldado, pues, que aquí he pintado, este Vicente de la Rosa, este bravo, este galán, este músico, este poeta fue visto y mirado muchas veces de Leandra, desde una ventana de su casa que tenía la vista a la plaza.
Salía en esto Dorotea de su aposento, y tras ella doña Clara, toda turbada, y, llamando Dorotea a Cardenio aparte, le contó en breves razones la historia del músico y de doña Clara, a quien él también dijo lo que pasaba de la venida a buscarle los criados de su padre, y no se lo dijo tan callando que lo dejase de oír Clara, de lo que quedó tan fuera de sí que, si Dorotea no llegara a tenerla, diera consigo en el suelo.
La hora, el tiempo, la soledad, la voz y la destreza del que cantaba causó admiración y contento en los dos oyentes, los cuales se estuvieron quedos, esperando si otra alguna cosa oían, pero, viendo que duraba algún tanto el silencio, determinaron de salir a buscar el músico que con tan buena voz cantaba.
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos, y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso, nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.
¡Ay señora de mi alma y de mi vida!, ¿para qué me despertastes?, que el mayor bien que la fortuna me podía hacer por ahora era tenerme cerrados los ojos y los oídos, para no ver ni oír a ese desdichado músico.
Habláis de modo, señora Clara, que no puedo entenderos: declaraos más y decidme qué es lo que decís de alma y de lugares, y deste músico, cuya voz tan inquieta os tiene.
Esto es, señora mía, todo lo que os puedo decir deste músico, cuya voz tanto os ha contentado, que en sola ella echaréis bien de ver que no es mozo de mulas, como decís, sino señor de almas y lugares, como yo os he dicho.
Añadiósele a estas arrogancias ser un poco músico y tocar una guitarra a lo rasgado, de manera que decían algunos que la hacía hablar, pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta, y así, de cada niñería que pasaba en el pueblo, componía un romance de legua y media de escritura.

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