Ejemplos con lela

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

- Ay mi sabio triste, esta bien que estés viejo pero no pendejo , dijo Rosa riéndose, ella esta lela de morir por ti.
¿Y yo qué iba a decir, que no? Lela no era, tarada tampoco, así que tuve que contestar que sí.
Esta guerra enfrenta Brunéi con España, que pretende ocupar Pengiran Seri Lela y Pengiran Seri Ratna.
Uno y otro tenían sus pandillitas o taifas que fomentaban aquella discordia, lanzándose fieros dardos de calumnia y dicterios crueles, pero Moreno llevaba la inmensa ventaja de haberle ganado al otro la delantera en la confianza lela del Rey, quien no respiraba sin previa consulta con su jefe de Estado Mayor.
Lo que digo, hoy parece que estás lela.
No, no es bromareplicó él, y tenía en su cara tal expresión de abatimiento, que la santa se quedó como lela mirándole.
Pensando en quién podría ser, estuvo un ratito como lela mirando a la persona que enfrente tenía.
Se pensó en retirarlos, porque ya estaban los pobres un poco tronados, pero Barbarita se opuso, porque dejar de verlos allí haciendo juego con la fisonomía lela y honrada del Sr.
Quedábase estática y lela delante de la señorita, devorándola con sus ojos, y si esta le cogía la cara o le daba un beso, la pobre niña temblaba de emoción y parecía que le entraba fiebre.
Esto desilusionó un poco a Fortunata, que se quedó como lela, mirando a su amante, y deteniendo el tenedor a poca distancia de la boca.
Parecía lela o quizás tenía semejanza con esos penitentes del Hindostán que se están tantísimos días seguidos mirando al cielo sin pestañear, en un estado medio entre la modorra y el éxtasis.
Fortunata estaba absorta y como lela.
Fuimos derechos a la iglesia, a dar gracias a Dios por la merced recebida, y, así como en ella entró Zoraida, dijo que allí había rostros que se parecían a los de Lela Marién.
Preguntó don Fernando al captivo cómo se llamaba la mora, el cual respondió que lela Zoraida, y, así como esto oyó, ella entendió lo que le habían preguntado al cristiano, y dijo con mucha priesa, llena de congoja y donaire:.
Dímosle luego lo que pedía, y él poco a poco lo fue traduciendo, y, en acabando, dijo: Todo lo que va aquí en romance, sin faltar letra, es lo que contiene este papel morisco, y hase de advertir que adonde dice Lela Marién quiere decir Nuestra Señora la Virgen María.
Cuando yo era niña, tenía mi padre una esclava, la cual en mi lengua me mostró la zalá cristianesca, y me dijo muchas cosas de Lela Marién.
Dijímosle que eran imágines suyas, y como mejor se pudo le dio el renegado a entender lo que significaban, para que ella las adorase como si verdaderamente fueran cada una dellas la misma Lela Marién que la había hablado.
La cristiana murió, y yo sé que no fue al fuego, sino con Alá, porque después la vi dos veces, y me dijo que me fuese a tierra de cristianos a ver a Lela Marién, que me quería mucho.
Y, volviéndose a Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún desatino no hiciese, le dijo: ¡Oh infame moza y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado! Pero, viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, di priesa a ponelle en tierra, y desde allí, a voces, prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogase a Alá que nos destruyese, confundiese y acabase, y cuando, por habernos hecho a la vela, no podimos oír sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el suelo, mas una vez esforzó la voz de tal manera que podimos entender que decía: ¡Vuelve, amada hija, vuelve a tierra, que todo te lo perdono, entrega a esos hombres ese dinero, que ya es suyo, y vuelve a consolar a este triste padre tuyo, que en esta desierta arena dejará la vida, si tú le dejas! Todo lo cual escuchaba Zoraida, y todo lo sentía y lloraba, y no supo decirle ni respondelle palabra, sino: Plega a Alá, padre mío, que Lela Marién, que ha sido la causa de que yo sea cristiana, ella te consuele en tu tristeza.
Y ¿qué bien es el que te has hecho, hija? Eso respondió ella pregúntaselo tú a Lela Marién, que ella te lo sabrá decir mejor que no yo.
Iba Zoraida, en tanto que se navegaba, puesta la cabeza entre mis manos, por no ver a su padre, y sentía yo que iba llamando a Lela Marién que nos ayudase.
Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos a Lela Marién, con todas aquellas oraciones que la cautiva le había enseñado.
Y así, determinamos de ponernos en las manos de Dios y en las del renegado, y en aquel mismo punto se le respondió a Zoraida, diciéndole que haríamos todo cuanto nos aconsejaba, porque lo había advertido tan bien como si Lela Marién se lo hubiera dicho, y que en ella sola estaba dilatar aquel negocio, o ponello luego por obra.
Yo no sé, mi señor, cómo dar orden que nos vamos a España, ni Lela Marién me lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado.
En la caña pondré un hilo: ata allí la respuesta, y si no tienes quien te escriba arábigo, dímelo por señas, que Lela Marién hará que te entienda.
Yo soy muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo: mira tú si puedes hacer cómo nos vamos, y serás allá mi marido, si quisieres, y si no quisieres, no se me dará nada, que Lela Marién me dará con quien me case.
Al padre le trajo el disgusto una paralisis, dejándole inútil para todo trabajo, quedó la madre punto menos que lela, y la miseria entróse por aquel hogar como dueña y señora.
Retirose don Mariano, dejándole al cuidado de Ezequiel y de Tomás, el encargado de la cerería, pues don Gabino, completamente chocho ya del agobio de sus años, no hacía más que acopiar caramelos para obsequio de toda mujer que entraba en la tienda por cirios, agraciándola con su sonrisa lela, sin distinguir señoras de sirvientas, ni honradas de públicas, que para él todo ser con faldas, salvo los curas, era lo mismo.
En el patio de mi hospedaje vi el baño de Argel, donde me tenía prisionero el bárbaro renegado Azan bajá, y por las celosías vi asomar la caña con que la misteriosa Lela Mariem me manifestaba ser yo el preferido entre los demás cautivos, vi los movimientos y signos de la caña, y ésta, por fin, me entregaba un papel con amorosos requerimientos escritos en lengua arábiga.
Antes de salir al patio, me puse en acecho de los más significantes rumores que vinieran de las celosías, algunos oí, que me parecieron de animada conversación, salí de mi camarín, anduve con cautela por el patio, miré a lo alto, no sin esperanza de ver asomar la caña de Lela Mariem, y de pronto hirió mis oídos un grande estrépito de pasos, golpes, carreras, chillidos de mujeres y llanto de chiquillos.

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