Ejemplos con lóbregas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cantó, abrió los balcones con estrépito, y una brisa otoñal, odorante y pura, refrescó las habitaciones lóbregas, cerradas por el desuso mucho tiempo.
De las profundidades lóbregas contestan otros fulgores mortales.
Descendieron por sus entrañas lóbregas, hasta dar con varias habitaciones excavadas en el suelo.
Algunas veces permanecían los dos hasta una hora avanzada en el rústico atrio, contemplando el mar luminoso bajo los esplendores de la luna o con un tenue regleteo de luz sideral en las noches lóbregas.
Describía el viaje por las entrañas lóbregas del buque, su descenso al infierno de nieve, llevando como virgiliano guía a su amigo don Carmelo.
No habían caminado mucho espacio, cuando en una de las calles más estrechas y lóbregas, acertaron a ver el bulto de una persona que se acercaba cautelosamente a la puerta de una casa y trataba de abrirla.
Su casa era un tubo de largo pasillo y habitaciones lóbregas que empezaba en la calle de la Montera y acababa en la de los Negros, rebautizada con el nombre de.
La calle, con sus tiendas estrechas y lóbregas y sus casas de poca altura, hacía recordar la tortuosa vía de una población árabe.
Desde el lugar que ocupaba veía al frente la iglesia de los Santos Juanes, con su terraza de oxidadas barandillas, teniendo abajo, casi en los cimientos, las lóbregas y húmedas covachuelas donde los hojalateros establecen sus tiendas desde fecha remota.
Pensaba con envidia que allí dentro, en las mazmorras lóbregas y húmedas, se estaría muy bien, rodeado de absoluto silencio, lejos del mundo, sin pesares que turban la existencia.
Además, los señores de Cuadros tenían gran satisfacción en recibir a sus amigos, y más aún ahora que el afortunado bolsista había amueblado a gusto de los tapiceros, y con una brillantez vulgar propia de café o de fonda, sus habitaciones, antes tan lóbregas como desmanteladas.
La plazuela estaba solitaria y el rojo ambiente del incendio hacía más lóbregas las calles inmediatas.
Un martilleo estridente, un incesante trac-trac del latón aporreado salía de cada una de las covachuelas, cuyas entradas lóbregas, empavesadas con candiles y farolillos, alcuzas y coberteras, todo nuevo, limpio y brillante, recordaban las lorigas de aceradas escamas de los legionarios romanos.
Y atravesando el arroyo, pasaron a la acera de enfrente, a la del Principal, donde estaban los vendedores del casquijo, ¡Vaya un estrépito de mil diablos! Bien se conocía la proximidad de las escalerillas de San Juan, con sus lóbregas cuevas, abrigo de los ruidosos hojalateros.
Las calles desiertas, obscuras, lóbregas, silenciosas.
Guillermina y Jacinta entraron en la mansión de Ido, que se componía de una salita angosta y de dos alcobas interiores más oprimidas y lóbregas aún, las cuales daban el al que a ellas se asomaba.
Largos días estuvo Nucha detenida ante esas lóbregas puertas que llaman de la muerte, con un pie en el umbral, como diciendo: ¿Entraré? ¿No entraré?.
En las cavernas lóbregas de Dite, donde estaba mi alma entretenida en formar ciertos rombos y caráteres, llegó la voz doliente de la bella y sin par Dulcinea del Toboso.
No más dijo a esta sazón uno de los dos que parecían reyes: no más, cantor divino, que sería proceder en infinito representarnos ahora la muerte y las gracias de la sin par Altisidora, no muerta, como el mundo ignorante piensa, sino viva en las lenguas de la Fama, y en la pena que para volverla a la perdida luz ha de pasar Sancho Panza, que está presente, y así, ¡oh tú, Radamanto, que conmigo juzgas en las cavernas lóbregas de Lite!, pues sabes todo aquello que en los inescrutables hados está determinado acerca de volver en sí esta doncella, dilo y decláralo luego, porque no se nos dilate el bien que con su nueva vuelta esperamos.
Lilas, violadas, lóbregas, mudables como ojeras,.
Poco tiempo después levantose el rumor de que en las noches más lóbregas y lluviosas, el alma de Tuturuto pasaba frente a la ciudad en una balsa iluminada, y las viejas le rezaron al bandido y aun le pagaron novenario de misas.
Subí con Serafín por desvencijadas escaleras lóbregas a una estancia asquerosa, cuyas paredes estaban llenas de recortes de periódicos y de toscos dibujos a pluma, fijados con engrudo.
No creyéndose seguros allí, variaban de catacumba, y en calles excéntrica y lóbregas, se les veía desfilar de noche, embozados o con extrañas vestimentas.
Mientras que Nazarín parecía connaturalizado con la fétida atmósfera de las lóbregas estancias, con la espantable catadura de los enfermos, y con la suciedad y miseria que les rodeaba, Ándara y Beatriz no podían hacerse, no, no podían, infelices mujeres, a una ocupación que instantáneamente las elevaba de la vulgaridad al heroísmo.
¡Y era inevitable! Entonces hundió su discurso en las lóbregas regiones por donde deben haber pasado los últimos pensamientos de todos los reos en capilla.
En efecto, en las profundidades lóbregas de aquella cavidad inmensa veíanse agitarse sobre hierbas secas y pieles de lobo, los compañeros del hombre a quien Alberto de Morcef había hallado leyendo los ''Comentarios de César'', y a quien Danglars encontraba leyendo la ''Vida de Alejandro''.
Cuando renacía la vegetación, cuando brotaban las hierbas y las flores, cuando las selvas se cubrían de pompa y de verdura, cuando subía la savia por los troncos, era cuando la madre desconsolada enjugaba sus lágrimas y desechaba el traje de luto, porque la hija, hundida en las entrañas lóbregas de la tierra, surgía fecunda, hermosa y resplandeciente de inmortales fulgores, porque Cora, fugitiva del tenebroso amante que la había tenido aprisionada en sus brazos, aparecía de nuevo á bañarse en las ondas de luz del sol enamorado, quien, por contemplarla y besarla, se detenía más tiempo sobre nuestro horizonte, é iba difundiendo por más horas y con mayor tino y eficacia, en este hemisferio boreal, la lluvia dorada de sus rayos ardientes.
Ululando tétricos los opuestos mílites, daban al bóreas fragoso estrépito, que, en cavernas lóbregas, Eco, llorosa y húmida, dolorosa y confusamente repercutía.
¡Jesús! unas teja-vanas miserables, oscuras, lóbregas.
Después de escuchar silencioso las indicaciones del capataz, el nuevo obrero penetró resueltamente en la estrecha abertura y muy luego su fatigosa respiración y el golpe seco y repetido del acero se confundieron con el sordo rumor que llenaba las galerías, los chiflones y las lóbregas revueltas.

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