Ejemplos con lóbregos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Cómo había podido él, a impulsos del entusiasmo amoroso, desconocer esta enorme y desconsoladora verdad? Bien le hacían sentir los lóbregos tiranos de nuestra vida todo el peso abrumador de su poder.
Así como en la noche los lóbregos e inmóviles pantanos respiran niebla blanca y fantasmal, así nuestra interior laguna Estigia deja en libertad sus vaporosos espectros a las horas en que la tiniebla del sueño satura nuestro espíritu.
Y de la muchedumbre en completa demencia todavía surgían lóbregos sofistas para declarar que este era el estado perfecto, que así debían seguir todos eternamente, y que era un mal ensueño desear que los tripulantes se mirasen como hermanos que siguen un destino común y ven en torno de ellos las asechanzas de un misterio agresivo ¡Ah, miseria humana!.
Los andenes de la estación estaban desiertos, lóbregos.
La luz macilenta que había podido filtrar el día a través de estos cortinajes lóbregos acababa de extinguirse con la llegada de la noche.
Aquí, en los momentos de angustia, en esos días lóbregos en que en vano lucho y brego con los hombres y las cosas, al trasladar al papel mis pobres pensamientos, no me explico, no comprendo cómo no se transforma en Vesubio mi cabeza ni se convierte mi pluma en bayoneta.
De la calle de San Ignacio bajó a la plazuela, metiose luego por el callejón de Leganitos, y atravesando por solares y recovecos lóbregos, llegó a una explanada de donde se veían las ventanas altas del cuartel de San Gil por la parte trasera.
Pero ya saldría, que la memoria tiene lóbregos desvanes donde suelen parecer las cosas más olvidadas y perdidas.
Las mujeres y los niños se refugiaban en los entresuelos, tan lóbregos de noche como de día.
¿Y los cantos? Son hermosísimos, como producto de varias civilizaciones, pero tristones, desesperados, lóbregos, reveladores del alma de un pueblo enfermo, que no halla mejor diversión que ver derramar sangre humana y patalear jacos moribundos en el redondel de un circo.
A las primeras de cambio notó don Pedro que así por los tortuosos y lóbregos soportales de la Rúa del Villar, como por las frondosidades de la Alameda y la Herradura, les seguía y escoltaba un hombre joven, melenudo, enfundado en un gabán gris, de corte raro y antiguo.
En cambio, no habia en el pueblo, ni en cien leguas a la redonda, quien le ganase a ceder su comida y su cama al desamparado mendigo, a cuidar personalmente a los apestados, a pasarse horas y horas dando alegre conversacion, llena de saludables consejos, a los presos de la Cárcel, a gastar los dias de nieve todo el dinero que tenía en comprar alpargatas a los niños descalzos, a sacar de bracero a tomar el sol a míseros viejos que se baldaban en sus lóbregos tugurios, a reconciliar, en fuerza de lágrimas o de puñetazos, y hacer abrazarse cordialmente, a los matrimonios malavenidos, a los adversarios que ya habian sacado las navajas, a las clases pobres con las ricas, cuando encarecia el pan y se armaba motin, a cada uno con su cruz, a los tristes con su tristeza, a los enfermos con su dolor, al penado con el castigo, al moribundo con la muerte.
Había en lo alto tribunas laterales tan oscuras, estrechas e incómodas como las de hoy, con ingreso por lóbregos pasillos, los cuales tenían tortuosa comunicación con una escalera que en los tiempos frailescos servía para dar subida al campanario.
Que no se apoca el humano entendimiento por descubrir el borde mas allá del cual no le es dado caminar, muy al contrario esto le eleva y fortalece: así el intrépido naturalista que en busca de un objeto ha penetrado en las entrañas de la tierra, siente una mezcla de terror y de orgullo al hallarse sepultado en lóbregos subterráneos, sin mas luz que la necesaria para ver sobre su cabeza inmensas moles medio desgajadas, y descurrir a sus plantas abismos insondables.
Con las mantillas caídas sobre los rostros como discreto velo, y sus trajes obscuros, que ocultaban el íntimo lujo que les envolvía en su caricia, tenían el aspecto ambiguo de esas figuras que vemos a la caída de la tarde, protegidas por las propicias sombras del crepúsculo, marchar ligeras, con menudos pasos, cruzar rápidas el arroyo, y perderse en lóbregos callejones, tras de volver la cabeza recelosamente, dejándonos en la duda de si son damas que acuden a amorosa cita o perdidas que quieren aumentar sus encantos envolviéndolos en el supremo de lo desconocido.
Conozco en esos grupos de lóbregos vapores.
Los lóbregos faroles, cuyos palmitos de gas parecían pintados en la pared con almazarrón, dejábanlo todo en fresca penumbra, en las puertas destacábanse las manchas blancas de la gente casi en paños menores, chorreaban rítmicamente los balcones con el riego de las plantas, en cada balaustrada asomaba un botijo, y de arriba, de aquel ciego oscuro, que parecía un lienzo apolillado transparentando lejana luz, descendía un soplo húmedo que reanimaba a la tierra, arrancándole suspiros de vida.
conozco en esos grupo de lóbregos vapores.
Por lo demás no penséis que tomen los sitiadores algunos momentos de reposo sino para recobrar las fuerzas, y revolver otra vez contra esos lóbregos muros.
por aquellos sótanos interminables y lóbregos.
Hubo días de lluvia, tristes y largos, durante los cuales, iban todos envueltos en humedad y en barro, con el ánimo desalentado, sepultada la cabeza en espesos pañuelos y la mente en pensamientos lóbregos, la vista ahogada por la espesa neblina que no permite siquiera ver a los compañeros, y apenas deja distinguir el trozo más inmediato del rebaño en marcha, ¡y qué vista aquella! Las ovejas cabizbajas, lentas y pesadas, por el agua que llevan en la lana, chapaleando en el barro de la huella, echando, de vez en cuando, un balido triste, triste como el día.
-Nada debo deciros ya, sino que en Altamira se ha pretendido por el tirano sofocar esa voz, que clama justicia a Dios y a los hombres mucho tiempo ha, que dentro de sus muros, en sus lóbregos subterráneos, duermen tenebrosos misterios, y que una mujer perversa, admitida a la íntima complicidad del pretendido conde, es la única que posee la clave de todo ese artificio diabólico que aterra la conciencia y la conturba.
De la calle de San Ignacio bajó a la plazuela, metiose luego por el callejón de Leganitos, y atravesando por solares y recovecos lóbregos, llegó a una explanada de donde se veían las ventanas altas del cuartel de San Gil por la parte trasera.
Pero ya saldría, que la memoria tiene lóbregos desvanes donde suelen parecer las cosas más olvidadas y perdidas.
Las mujeres y los niños se refugiaban en los entresuelos, tan lóbregos de noche como de día.
En esto, atravesaron todo el pueblo, y pasado un camino campestre entre paredes de piedra seca, franqueando después un llano pantanoso, en el cual vieron dos lóbregos edificios y una iglesia negra, cuya espadaña se recortaba sobre el cielo azul estrellado, llegaron a Curuciaga, barrio compuesto de dos docenas de casas esparcidas entre huertas, prados y arroyos.
No se explica que puedan vivir seres humanos en tan lóbregos y hediondos agujeros.
Del mirar se pasa al admirar, donde no hay pasión, que, si la hay, luego a malear, como más vil, después que quedó pelada con afrenta, íbase de unas a otras, solicitándolas a todas: ya las Águilas en sus riscos, los Cisnes en sus estanques, los Gavilanes en sus alcándaras, los Gallos en sus muladares, sin olvidarse de los Búhos y Lechuzas en sus lóbregos desvanes.
¡Cuál no sería, pues, el espanto de Pedro, cuando, precedido de su guía, llegó a este lugar de desolación, que fue al que lo condujo, y cuando, empujando una de las descritas puertas, le introdujo en uno de aquellos antros lóbregos y miserables!.
Así era que, aun entre aquellos desamparados y lóbregos esqueletos de los que fueron edificios, se había instalado alguno que otro de esos parias voluntarios que viven aislados, porque ese aislamiento que se compadece, a ellos les simpatiza o les conviene.

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