Ejemplos con lívido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Suele ser retratada como un espectro femenino, que lleva en su cabeza infinidad de culebras, el tinte lívido, con serpientes en las manos.
Iluminóse con el resplandor de una exhalación el negro rectángulo de la puerta, y todos vieron en ella, sobre el cielo lívido, una figura encapuchada, una especie de penitente, chorreando lluvia y con el rostro casi oculto.
Don Guillen, lívido, rígido, balbuciente, pidió:¡Levanta, hermana!.
Iba avanzando el automóvil lentamente, bajo el cielo lívido de una mañana de invierno.
Varios tiros y culatazos en el lívido montón chorreante de sangre Y los últimos temblores de vida quedaron borrados para siempre.
Sus ojos entreabiertos tenían una aureola de momentáneas arrugas, la nariz había tomado el lívido afilamiento de los moribundos.
Veía la muchedumbre indefensa y pacífica amontonándose en los botes, que zozobraban, las mujeres arrojándose al mar con un niño en brazos, toda la confusión mortal de la catástrofe Luego, el submarino que emergía para contemplar su obra, los alemanes agrupados en la cubierta de acero húmedo, riendo y bromeando, satisfechos de la rapidez de su labor, y en una extensión de varias millas, el mar poblado de bultos negros arrastrados lentamente por las olas: hombres que flotaban de espaldas, inmóviles, con los ojos vidriosos fijos en el cielo, niños con la rubia cabellera tendida como una máscara sobre su rostro lívido, cadáveres de madres oprimiendo sobre su seno, con fría rigidez, el pequeño cadáver de una criatura asesinada antes de que pudiera darse cuenta de la vida.
Hasta entonces, los que habían salido de Hamburgo fingían ignorar a los embarcados en Boulogne, navegando juntos sin saludarse por el mar de Gascuña y de Cantabria, extensión de lívido azul bajo un cielo gris.
Y con el orgullo de un descubridor, fue mostrando las maravillas de esta cubierta, por la que había paseado en los días anteriores, cuando el mar era de un tono lívido, el cielo plomizo y un viento cortante soplaba de proa a popa.
Sólo quedaba en las ventanas un débil resplandor lívido: la luz eléctrica descendía conquistadora de los techos, invadiendo hasta los últimos rincones.
Salió del café despidiéndose de sus compatriotas con rápido saludo, y alcanzó al doctor, para mostrarle el lívido chichón.
El había encendido en sus costados poderosos focos de luz verde, que daba a los rostros un tono lívido, haciendo palidecer los faroles de las embarcaciones inmediatas.
Dos de sus amigos comentaban la sesión, mientras él, silencioso, lívido, con sus eternas ojeras más pronunciadas aún, revolvía el líquido con una cucharilla.
Lívido, desencajadas las facciones, los cabellos en desorden sobre la frente empapada en sudor glacial, loca la mirada, temblorosos los labios, las manos, todo el cuerpo, como si fuera presa de la fiebre, el Príncipe Alejo infundía pavor.
El temblor nervioso que al principio le sacudía iba calmándose, la convulsa, violenta, pavorosa expresión de su rostro lívido y de sus ojos enrojecidos se iba transformando: pálido, agotado, sin fuerzas, parecía él también próximo a caer.
Dirigiendo en torno la mirada, haciéndola vagar por el círculo de montañas, todas grises con la luz de la luna, recordaba en ese momento la mañana de su fuga, un amanecer lívido y frío, el lago plomizo flagelado por el viento, erizado de las olas opacas.
Y sacando el bolsillo el funesto papel arrancado a la mosca el día antes, púsolo ante los ojos de Tapón, dilatados por el espanto, y tornó a gritarle lívido de ira:.
Rióse este al verla, y extendiendo la mano prontamente, cogióla por el papel, la mosca echó a volar dejando su molesto apéndice en manos del niño, y la pobre criatura, alborozada con la presa, púsose a leer el contenido de la misiva Mas su gozo desapareció de repente, tornándose lívido al descifrarla, dando una media vuelta en el asiento cual si le hubiesen aplicado un hierro candente, fijando una mirada de odio feroz, de rabia pronta a desbordarse en el inofensivo Tapón, que muy alborozado, lanzaba al aire en aquel momento su decimosexto clamor de ¡Muera el padre Bonnet!.
Créese, con razón, que nada hay tan horrible como sondear la conciencia de un pecador endurecido en el trance de la muerte, supónense tras aquel rostro lívido y desencajado luchas aterradoras que sostienen el imperio del mal y la moción del bien, fantasmas pavorosos que se levantan en la conciencia, combates encarnizados que traban en torno de aquella alma empedernida el ángel del arrepentimiento y el demonio de la impenitencia.
Hablaba Diógenes pálido y agitado, con el tono iracundo que solía usar cuando hablaba de veras, y levantándose de repente de la mesa, entróse por un cobertizo que iba a parar en las cuadras, viéronle, a poco, salir lívido más bien que pálido y dejarse caer como sin fuerzas en un banco de hierro que bajo los arcos estaba: con grandes ansias y sudores había arrojado en un rincón de la cuadra lo poco que había comido.
El muchacho retrocedió un paso, poniéndose lívido.
Toda la feria adquiría un aspecto fantástico alumbrada por las bengalas, que tan pronto la coloreaban de alegre rosa como daban a las personas un tinte lívido.
Estaba lívido, y de lívido pasó a verde, cuanto Patricia le dijo que la señorita había salido a compras.
¡Gente!repuso lívido el castellano viejo.
Estaba lívido, y la señora debió de sentir lástima cuando le vio entrar en su gabinete, como el criminal que entra en la sala de juicio.
Volvióse el señor de los Pazos, y se quedó inmóvil, con la escopeta empuñada por el cañón, jadeante, lívido de ira, los labios y las manos agitadas por temblor horrible, y en vez de disculpar su frenesí o de acudir a la víctima, balbució roncamente:.
—Estaba lívido, pero resuelto, callado, y como indiferente a lo que sucedia.
De este modo pasaba ya por delante de la puerta de la botica, no sin profundo dolor de , que iba a encerrarse en ella con su derrota, cuando notóse gran agitacion al otro lado de la Plaza, y vióse que Antonio Arregui, lívido de furor, corria primero hácia la casa en que Venegas habia vivido, y luégo en seguimiento de él,—indicado que le hubo álguien que aquel jinete era la persona a quien buscaba.
Al día siguiente Amparo se me presentó tranquila y afectuosa, en vano busqué alrededor de sus ojos ese círculo lívido que imprime una noche de insomnio y de fiebre.

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