Ejemplos con jácaras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Testigos de esa tradición son personajes del mismo corte y con el nombre de Escarramán que aparecen en las Jácaras de Quevedo, sucesivas versiones a lo divino de Lope de Vega y un entremés de Cervantes, El rufián viudo llamado Trampagos.
Desde el punto de vista musical, el concepto barroco que hereda España a América luce placenteramente permeado de un variedad de ritmos latinoamericanos, hecho que sirve para afirmar el mestizaje de las culturas del imperio español y las latinoamericanas, recibiéndose entre ambas influencias culturales evidentes, como en caso de las tonadas, las jácaras y diversos ritmos populares latinoamericanos del siglo XVII.
La guaracha vino a sustituir a las jácaras, canciones picarescas que se intercalaban en las obras de distintos autores del teatro español del Siglo de Oro que se representaba en Cuba tonadillas, sainetes y entremeses.
El ambiente de la guaracha y los guaracheros ocupó el lugar y estilo de las jácaras y los personajes llamados jaques.
En las cabezas de aquellos desdichados es donde mejor se puede estudiar hasta dónde llegó Velázquez en el estudio de la expresión: es grave y reflexivo, casi elegante, tiene cara de malo, el es tipo de idiota triste, el estúpidamente alegre, , apoyado en aquel admirable mastín más simpático que él, parece una caricatura del orgullo, , antes que de bufón palaciego, tiene traza de pícaro escapado de los capítulos del o de las jácaras de Quevedo.
-Esos son demonios de mayores ocupaciones -le respondió la voz-: demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra, yo traje al mundo la zarabanda, el déligo, la chacona, el bullicuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado, yo inventé las pandorgas, las jácaras, las papalatas, los comos, las mortecinas, los títeres, los volatines, los saltambancos, los maesecorales y, al fin, yo me llamo el Diablo Cojuelo.
Un coplero de tres al cuarto, cuyos versos gozaban de gran boga, sin tener ni la chispa satírica ni la originalidad del poeta limeño Juan de Caviedes, escribió unas jácaras contra el capitán, en las que lo llamaba.

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