Ejemplos con jándalo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Así, autores como José María de Pereda dan fe en sus textos de una figura estereotipada del jándalo, que marchaba a tierras andaluzas en otoño y regresaba por San Juan a lomos de cabalgadura.
En la obra de Pereda, crítica con el fenómeno de la emigración, el jándalo aparece en bastantes ocasiones representado con tintes burlescos y satíricos, recogiendo todos los rasgos tópicos de la tradición costumbrista.
Convengamos en que tal vez , y el mayorazgo , y el jándalo , y hasta el erudito , serán de mal tono en un salón aristocrático, pero vayan a consolarse con sus hermanos mayores , y con los venteros, rufianes y mozos de mulas de toda nuestra antigua literatura, y con los héroes del Rastro, eternizados por don Ramón de la Cruz.
Presentóse entre sus antiguas relaciones con aire de taco y, como el jándalo famoso del rastrillo, alardeó de haber olvidado hasta el nombre de los más comunes aperos de labranza, como si hiciera siglos que los había perdido de vista, chilló como una perra apedreada cada vez que tuvo que saltar un charco, y aparentó, brincando con muchos dengues de morrillo en morrillo, no saber andar ya por las callejas, se compadeció de los enfelices que tenían que pasar la vida destripando terrones y comiendo borona, se desdeñó de bailar el periquín en la romería, pretextando que ya no sabía más que al punteao de la ciudad, reprendió a cuantas personas la llamaban Fonsa, advirtiéndoles que debían decir Eldifonsa, llamó a su vez Celipas y Enestasias a las llamadas Lipas y Tanasias, y volvió a salir de su pueblo a las treinta y seis horas de haber entrado en él, dejando medio duro a su padre y asegurando a las amigas de quienes se dignó despedirse que le repuznaba la ordinariez de la aldea.
-Sin reparar en el corro de bolos en que acaban de gritar cincuenta bocas a la vez ¡''eseeé''! al hacer un ''emboque'' uno de los jugadores, abriéndonos paso a través de la batería formada por los pellejos de vino, barriles y cacharros que sobre un carro, debajo y a los lados de él, a la sombra de un castaño, son la delicia de los bebedores, echándonos por la derecha para no turbar el sueño pacífico de los jamelgos de un cura y un señor de aldea, que están amarrados al ''cabezón'' del mismo carro, quizá por casualidad, quizá porque los jinetes tomaron este norte como de mejor atractivo para cuando vaya anocheciendo, guardando el cuerpo del fogoso trotón de ese jándalo, que atraviesa la feria llevando a las ancas la parienta más joven e inmediata que encontró en su pueblo cuando volvió de Andalucía, y cuyo chal de amarillo crespón, no menos que su vestido blanco de empinados volantes, forman extraño contraste con su reluciente y pasmada fisonomía, sin responder a las voces de las importunas fruteras, de los ''agualojeros'', rosquilleros y otros análogos industriales que nos asedian al paso, sin fijarnos, en fin, en ese maremágnum alegre y estimulante que el cuadro presenta a primera vista, salgamos a aquella braña donde hay un grupo de ocho personas y una pareja de novillos uncidos.
Su corazón de padre le aconsejaba todos los días que fuese a ocupar la cómoda habitación que el rumboso jándalo le preparó en su casa, pero su tesón característico, sus resabios aristocráticos se lo impedían.
Hubo cantares y música otra vez, pero con una desafinación insoportable, vivas y plácemes a los novios, a don Robustiano y a Toribio, despertaron los concejales, el maestro y comparsa, que roncaban sobre la mesa de la sala, desalojóse ésta, quedó el corral desierto, recogióse lo que se pudo de la cacharrería y demás zarandajas del festín de abajo, fuéronse las guisanderas, volvió a reinar el orden y el silencio en casa del rico jándalo, retiróse éste discretamente, y.
Una hora después que la boda llegó a casa del rico jándalo, la fiesta tomó un carácter muy distinto.
Este la vio junto a sí como si viera una culebra, pero sacrificando otra vez sus instintos orgullosos en aras de la necesidad, correspondió a los deseos del jándalo, tocándole apenas los cinco robustos dedos de la diestra con los de la suya, fríos, enjutos, largos y afilados, diciendo al mismo tiempo:.
Por otra parte, en el pueblo era conocido el rico jándalo, más que por Zancajos, por ''don Toribio'', que por añadidura era bromista y risotón como unas castañuelas.
Tenía el jándalo fama bien ganada de roñoso, y ya he dicho en otra ocasión que esta mí hermana iba asimilándose poco a poco todos los resabios de su marido.
Pasaba también algunas temporadas, muy breves por no dejar solo a mi padre, con alguna de mis hermanas, especialmente la procuradora, en cuya casa no había los laberintos que en las de las otras, y éste mi cuñado, por la índole particular de sus ocupaciones, era de trato más atractivo para mí que el jándalo y el arbitrista, en quienes asomaban demasiado las costras del oficio, siendo muy de notarse que hasta sus mujeres se habían contaminado no poco de ellas, lo cual antes me complacía que me disgustaba, pues esa asimilación de las flaquezas de sus maridos les ahorraba la pesadumbre mortal de conocerlas.
Es cosa averiguada que aquella noche, por indicación del jándalo, en lugar de ir el de Rinconeda a casa de Catalina por la calleja contigua al murio, como de costumbre, se dieron ambos un paso, para tomar el aire, por la barriada opuesta, y desde allí, rodeando mucho, llegó a su casa el Sevillano, admirado, por primera vez en su vida, de lo que ladraban los perros en Cumbrales en cuanto anochecía, y siguió Chiscón, solo y relinchando, en busca del norte de sus pensamientos.
Al fin, partiendo la diferencia, acomodóse la mayor con un jándalo hacendoso que la conoció en una romería, no sin grandes repugnancias de mi padre, que tasaba el lustre de su alcurnia en mucho más, y ya transigente una vez en punto tan espinoso, casáronse las otras dos al año siguiente, con un arbitrista bien redondeado y con un procurador del partido, mozo de porvenir en la carrera, según informes de toda la curia del juzgado, sin que faltara el respetabilísimo y fehaciente de su Señoría.

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